Quizás a esta altura no sorprende. La virulencia ideológica en Argentina se lleva puestos no sólo a parientes y amigos que piensan (o votan) diferente, sino también a personalidades públicas, famosos. Ídolos, en muchos casos. Actores, músicos, deportistas. Ninguno está exento de la descalificación, de la identificación de “enemigo”.

Le pasó a Dibu Martínez en plena efervescencia de su figura, luego de la Copa América 2021 (plataforma de lanzamiento de idolatría) y sobre todo de Qatar 2022. El arquero provocó un fenómeno singular, especialmente en los chicos, que ya no elegían sólo la camiseta 10 de Leo Messi como la preferida. Bastó que Dibu se pronunciara sobre sus ideas políticas para que sus inolvidables atajadas quedaran en observación, primero, y luego él recibiera el ajusticiamiento.

Obviamente no es que la gente ha olvidado al crack, al ídolo: nos referimos a un sector de la sociedad que no tolera que otro piense distinto. Sectores que mutan dependiendo de los protagonistas y sus ideas. La polarización en el último cuarto de siglo ha sido bestial, destructiva, nociva. Es probable que ni siquiera tengamos la dimensión real del daño que provocó y tristemente sigue causando.

En los últimos días, el foco del odio fue la camiseta del Inter Miami que los empresarios Jorge y José Mas, propietarios de la franquicia estadounidense que participa en la MLS, le entregaron al presidente de la Nación, Javier Milei. Con una dedicatoria generalizada: “Con cariño…” y la firma de Lionel Messi. Con el nombre estampado de Milei. Hubo una igual para su hermana Karina. Ambas, con el número 9. Que no es el de Messi, el 10 histórico.

Javier y Karina Milei junto a los hermanos Mas

Basta con observar algunas cuentas de redes sociales para “sorprenderse” con el grado de histeria e ignorancia que brotan colectivamente. Llegando a jugar maliciosamente con palabras como el autismo. Otros que aseguran que “todo en esta vida es una mierda”. Para llegar a casos expuestos de basura cibernética: “Teoría: Messi se suicidó después del 0-4 vs Alemania en 2010 y lo que vemos hoy es un clon Down”. Es cierto: son fantasmas de redes, mayoritariamente amparados en el anonimato y que se suman a la oleada de detractores.

Como no todo en la vida pasa por las redes –de hecho, la vida se entiende de otra manera-, también hubo sondeos televisivos en las playas, por ejemplo, con declaraciones más medidas y sensatas. Básicamente apuntando a la “inconveniencia” de que las figuras opinen sobre estas cuestiones con la finalidad de evitar rispideces y enconos. A eso hemos llegado en la escala de intolerancia: a que no se pueda hablar porque…

A ver, si Messi le quiere regalar una camiseta autografiada al presidente Milei es factible que ni siquiera nos enteremos, a no ser que desde el propio entorno del jugador o del primer mandatario quieran filtrarlo a los medios o por otra vía. No se descarta que, en esta oportunidad, los hermanos Mas hayan tomado dos de las tantas camisetas que los jugadores firman para compromisos protocolares. Es claro que la firma de Messi, hoy y desde hace tiempo, es la más codiciada. ¿Los estampados? Podría ser el de usted, si tuviese vínculos empresariales y se encuentra con los dueños del Inter Miami, y seguramente después usaría la casaca para lucirse ante los amigos junto a un asador. Los estampados varían de acuerdo con los destinatarios. No es tan difícil.

Lionel Messi con la camiseta de CASI: todo aquel que puede se lleva su trofeo con el ídolo

Lo que hoy le pasa a Messi es similar a lo que en su momento vivió Juan Martín Del Potro cuando ganó el US Open en 2009 y no quiso ir a la Casa Rosada a sacarse la foto con la entonces presidente Cristina Fernández de Kirchner. La curiosidad fue que su padre, a los pocos días, recibió en Tandil la visita de la AFIP. Y a Delpo en sí, aquella actitud es el día de hoy que se le reprocha desde el grueso del kirchnerismo. O sea, algo que pasó hace casi 16 años. Es decir que, lejos de mejorar, estamos igual. Y la vida continúa…

Suena paradójico que después de tantos años de cuestionamientos, de himno cantado o no, de nivel inferior al que exhibía en el Barsa y que no podía rubricar en la selección, y de haber zanjado ampliamente todas las “deudas” que se le endilgaban, mutando murmullos por aprobación y adoración, ahora estemos en el chiquitaje de la camiseta con dedicatoria a Milei y del rechazo a la invitación de Alberto Fernández en 2022 post Qatar. Los motivos para las disputas no conocen de identidades, está claro. En el medio, quedaron los respiradores donados por el crack en plena pandemia, abandonados en un depósito mientras mucha gente moría. ¡Qué locura todo! ¡Qué desidia! ¡Cuánta impunidad!

Chiqui Tapia y otra foto junto a Messi, en su casa de Rosario

Quizás, incluso, sean más delicadas otras cosas que pasan de largo respecto de Messi. Por ejemplo, sus constantes fotos tomando mate con Chiqui Tapia. El hombre que le allanó el camino para que concretara su gran sueño pendiente con la Argentina. Sí. El mismo que le ofició de escudo aquella noche de Ezeiza, al regreso de Qatar, cuando el enviado del gobierno, Wado de Pedro, amagó con frenar la marcha del 10 para felicitarlo y de yapa llevarse la foto que los políticos persiguen con llamativa avidez y cholulismo. Un gran pick&roll del presidente de la AFA.

Pero Tapia también es el hombre que, oculto tras la pantalla que le brindan los éxitos del seleccionado (su chiche personal), progresivamente está destrozando el fútbol argentino, socavando la competencia doméstica, cambiando las reglas a su antojo en el medio del desarrollo, con beneficios y perjuicios arbitrales que saltan a la vista en cada fecha de los torneos. Con 30 equipos en primera (¿sigue siendo de primera?), con 36 en la Primera Nacional, partidos todos los días, a toda hora y con los hinchas ya sin saber a qué fecha corresponden los encuentros. Ahora le agregaron el turno de las 22.15. Para que los simpatizantes regresen a las 2 o 3 de la mañana a sus casas. Ni siquiera piensan en las vidas en riesgo en medio de una alarmante ola de inseguridad, sobremanera en la provincia de Buenos Aires.

Todo ese absurdo no concuerda con la imagen sonriente de Messi junto a Tapia en cada previa a los encuentros de la selección. Por más que sea cábala.

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