En agosto de 1940, el arquitecto argentino Jorge Bunge presentaba en su estudio porteño el primer anteproyecto de su gran sueño urbanístico. Con el plano sobre un atril y ante la atenta mirada de quienes lo acompañarían como socios fundadores en su proeza, el emprendedor explicó: “Pinamar va a ser una ciudad jardín. Vamos a respetar los desniveles del terreno y acomodar el trazado de las calles y de las manzanas al entorno natural de los médanos”.

Porque Pinamar, la hermosa y exclusiva ciudad balnearia de la costa argentina, no siempre estuvo ahí. Ese destino distante 350 kilómetros de Buenos Aires que marida sus playas con extensos bosques de pinos y una arquitectura integrada armoniosamente a la naturaleza cuenta con un origen y una historia. Allí tuvieron mucho que ver el mencionado Bunge, que hizo esfuerzos descomunales para torcerle el brazo al relieve y montar una villa balnearia en medio de la nada y también Valeria Guerrero, sobrina de Felicitas Guerrero, cuya familia era dueña de los territorios donde hoy se asienta la ciudad.

Mar, arena y pinos, una típica postal de Pinamar

El historiador argentino Paul Dougall escribió una Biografía de Pinamar llamada La tierra blanda, en la que relata los pormenores de la epopeya de Bunge. Y de Valeria. “Se necesitó de ambos para que surgiera Pinamar. Ella sola no hubiese llegado nunca. Y él sin ella, tampoco. Por eso me parece una belleza esta historia”, asevera a LA NACION el autor del libro, que además es residente de esa ciudad de la costa Atlántica que fue fundada el 14 de febrero de 1943.

Paul Dougall, autor de La tierra blanda; una biografía de Pinamar

Los Montes Grandes del Tuyú

–Paul, ¿cómo era originalmente el territorio donde se fundó Pinamar?

–Mirá, hacia 1870, cuando Martín Gregorio de Alzaga estaba en su momento más alto y tenía este “campazo” que se llamaba Estancia de los Montes Grandes del Tuyú, que es la gran finca donde van a nacer muchos años después Madariaga, Ostende, Pinamar, Cariló y Valeria, había dos grandes observadores de la Argentina que eran los hermanos Michael y Eduardo Mullhall. Ellos hacían una publicación, un almanaque del siglo XIX, con muchos detalles del país. Allí hablaban de esa estancia como un territorio de muchas lagunas, de un bosque, un monte muy denso, bordeado por colinas de médanos de arena. Me pareció la mejor definición, porque eso es lo que era el paisaje entonces.

Retrato de Jorge Bunge, circa 1929Casas sobre la avenida Burriquetas miran al mar antes de la existencia de la avenida del Mar

–¿Era un lugar inhóspito?

–No digo inhóspito, porque debía haber sido una belleza, pero era difícil de acceder. Había bosques de talas y estaba la figura del montaraz, el habitante del monte, según cuentan los lugareños. En el monte se escondían algunas personas que se escapaban de la justicia, porque era muy difícil entrar. No había pinos entonces. No había pueblos. Entre medio de esos paisajes andaban tropillas de caballos silvestres y también ganado vacuno, que jugaba un rol muy importante en esa zona porque era la moneda de cambio que había usado (Juan Manuel) de Rosas para mantener esa especie de pax rosista con los pueblos que se habían establecido allí siglos antes, los pampas, los araucanos, que eran indios serranos, establecidos en lo que hoy llamaríamos Balcarce, Sierra de los Padres o Sierra de la Ventana.

–Con respecto de la costa, usted dijo que había colinas de médanos. ¿Eran muy altas esas dunas?

–Sí. Y los médanos más altos eran los que estaban más cerca del mar. Había como distintas columnas de médanos. Por eso el hombre de campo le daba la espalda al mar. Era complicado el tema de la arena para el gaucho. El ganado se le atoraba, los alambrados se tapaban… eso después va a tener mucho que ver con la empresa de Bunge. Porque había que atravesar todo eso para llegar al mar.

La tierra blanda; una biografía de Pinamar, el libro sotre la historia de esa ciudad atlántica y de sus fundadores, escrito por Paul Dougall

–¿Cómo se le ocurrió a Jorge Bunge la idea de hacer una villa balnearia?

Bunge pasa muchos años en Europa a principios del siglo XX. Visita Ostende (en Bélgica), visita Biarritz, visita Las Landas, en Francia, que está entre Biarritz y Burdeos. Si te fijás en un mapa de Francia, en el oeste la costa hace una línea recta que es un bosque que termina en el mar. Creo que la inspiración para hacer Pinamar viene de ese lugar, que en el día de hoy todavía es muy lindo. Él intenta hacerlo primero en Claromecó mucho antes, en 1929, 1930, pero lo agarra la crisis del 30. Y después descubre este lugar cuando la conoce a Valeria, con la que tiene una relación cercana.

La primera casa de Pinamar

Jorge y Valeria

A Dougall le tomó alrededor de dos años escribir La tierra blanda. Apasionado por las historias de vida, para realizar este libro (el cuarto con su firma) el autor recurrió a diversas fuentes, entre las que se cuentan los archivos de Pinamar S.A. y los de las familias Bunge-Shaw y Guerrero. Esta Biografía de Pinamar cuenta, además de la información, con un profuso material ilustrativo, entre fotografías, planos y cartas, que dotan a la obra de un relieve histórico notable.

Foto aérea de la Primera visita de Jorge Bunge a los campos de Valeria Guerrero

En el inicio de su libro, el autor se refiere a Jorge Bunge como “un hombre renacentista en pleno siglo XX”. Luego, el historiador enumera todas las artes y oficios de este hacedor: “(fue) artista plástico, arquitecto, músico, docente y crítico de arte antes de ser urbanista y emprendedor”. Este personaje multifacético, que estudió en Alemania para convertirse en el primer urbanista de la Argentina, estaba en la cúspide de su carrera como arquitecto y cerca de cumplir su medio siglo de vida cuando decidió embarcarse en la quijotada de luchar contra viento y marea para crear su propio pueblo frente al mar.

En cuanto a Valeria Guerrero, en La tierra blanda se habla de una persona “que siempre había tenido en claro que quería transformar el fondo medanoso de sus campos en una villa balnearia”. La familia de esta mujer “alegre, curiosa, muy sensible y divertida”, nacida en 1900, era propietaria del terreno que había sido la Estancia de los Montes Grandes del Tuyú. Se quedaron con ella por causa de sucesivas desgracias.

Hacia 1870 Felicitas Guerrero fue dueña de la finca donde se encontraban las playas que luego fueron PinamarValeria Guerrero en Pinamar

Primero, el dueño original de esa finca, Martín Gregorio de Alzaga, que se había casado con Felicitas Guerrero, falleció durante la epidemia de fiebre amarilla en 1870. De este modo, la viuda, que apenas contaba con 24 años y sin hijos (en realidad tuvo la tragedia de perder dos niños), se convirtió en la heredera de todos los bienes de uno de los hombres más ricos de su época. Pero dos años más tarde, Felicitas sería asesinada por Enrique Ocampo, un criminal que la mató de un tiro tras insistir en que se casara con él. El hecho conmovió a toda la sociedad porteña de entonces y quedó para siempre en la historia.

Son los padres de Felicitas y, años más tarde, sus hermanos, los que se dedicaron a administrar los campos que ella les había heredado. La porción de las tierras que luego serían Pinamar le correspondieron a Manuel Guerrero, el papá de Valeria. “Manuel fue un hombre moderno, un emprendedor, uno de los inversores o sponsors de lo que fue el pueblo de Ostende, unos 30 años antes de Pinamar. Pero esa historia no termina muy bien”, dice Dougall. Lo cierto es que Valeria cede a Bunge unas 2700 hectáreas de médanos de su propiedad para el desarrollo del emprendimiento balneario.

Campamento en Pinamar: Alejandro Shaw, Cecilia Bunge, Marita Dedyn, Ingeniero Moretti y Jorge BungeCampamento en PinamarCol

El inicio de un sueño

–Paul, en el libro, usted habla de un evento preciso en el que surge la idea de crear una ciudad en la costa, cuando están juntos Jorge Bunge y Valeria Guerrero. ¿Cómo fue ese momento?

–En la primavera de 1938, ellos estaban con un grupo de amigos en Carrasco, Uruguay, en el jardín mirando la costanera. Me parece que con el gin tonic o el clarito que tomaban empezaron a jugar con esta idea. Ella tenía la idea. Es así, un hombre y una mujer sentados en una barraca y ella diciendo: “Yo tengo el campo. Vos tenés la capacidad gerencial. Hagámoslo”. ¡Y lo hacen! Para mí eso es algo romántico. Valeria quería de alguna forma retomar el proyecto que su padre había intentado hacer, pero el tema eran los médanos, que habían sido el enemigo fatal de Ostende. No pensar en el territorio. Bunge sabía de esa experiencia y hablaba de ella con cierto… no digo desprecio, pero como diciendo: “Esto nosotros no lo vamos a hacer”.

–¿Cómo era la relación entre ellos?

Bunge y Valeria eran amigos. Bunge era un hombre muy sociable, manejaba muy bien lo que llamamos las redes. Tenía una quinta en Bella Vista que se llamaba La Cecilia e invitaba los domingos, que siempre había asado, a políticos, intendentes, toda la bohemia porteña, las figuras del tango, del Tortoni, y también iban amigos y amigas. En ese grupo empieza a frecuentar Valeria, pero mucho antes de esto de Pinamar. Yo siento que se fueron acercando. Él era viudo y ella, en ese momento, soltera. Para mí, tienen una relación. Los dos amaban la música. Iban juntos al teatro, la música. En términos de nuestros abuelos, él la festejaba. Pero esa relación, de ser social pasa a ser una relación comercial. Ahí empiezan una etapa muy significativa. Ella sola no habría llegado nunca a concretar la idea. Y él sin ella tampoco. Creo que por eso me parece la belleza de esta historia. Se necesitó de ambos para que surgiera Pinamar.

Un peón trabaja en las tareas de plantar espartillo en los médanos de PinamarTrabajadores colocan plantines en las dunas

“Transformar los médanos en praderas de arena”

–Se pusieron de acuerdo en arrancar el proyecto pero ahora venía un gran desafío: en el libro se habla de “transformar los médanos en praderas de arena”.

–Correcto. Así lo cuenta él. Porque todo el mundo habla de la forestación cuando se refiere a Pinamar, pero eso viene después. A él le lleva varios años fijar los médanos (de otro modo, las dunas se trasladan con el viento hacia el interior del territorio). Hay una gran capacidad de resiliencia y aguante en Bunge. Hasta que finalmente le gana al viento. Y el esquema que a él le resulta tiene que ver con una gramínea, un pasto que se llama esparcillo y consigue lo que llamás la pradera. Después, él trae ovejas y ganado, porque había que alimentar a la gente que trabajaba ahí, los peones, que eran primero 50 y después 80… Más tarde sí viene la forestación que es lo que convierte el lugar en lo que hoy conocemos como Pinamar.

–¿El truco para ganarle a la arena entonces fue el esparcillo?

–Una combinación de cosas. Lo que se usaba en esa época era una estructura de ramas secas y leña con las que se hacían unos muros que se llamaban hinchados, que costaba mucho. Imaginate juntar ramas para hacer miles de metros de cercos. El traía ramas de su quinta de Bella Vista…

–¿Entonces comienza la forestación?

–Sí. Hacen un vivero muy importante, principalmente de pinos, pero también de otras especies. Yo lo llamo el bass camp, con la idea del Everest que era la cumbre que tenían que alcanzar. Bunge trae especialistas, como Ricardo Pierson, ingeniero agrónomo dedicado a la forestación. Él tenía una manera de hacer las cosas como empresario que era muy ordenada. Sabía dónde buscar capital y dónde buscar talento, cosas que hoy son obvias pero en ese momento no eran tan obvias.

El vivero de Pinamar fue la base de la forestación de la zona, a partir de 1943Jorge bunge y un grupo de posibles inversores recorren el vivero de Pinamar

La Argentina, presente en esta historia

–¿Y cómo eran los accesos al lugar?

–Entre todos los desafíos que él tiene, uno muy importante eran los caminos, los accesos, porque no había. Tenías que cruzar campos, lagunas, montes, abrir tranqueras, cerrarlas… la ruta 11 recién se construye en el 78. Llegar a Ostende, Gesell y Pinamar era una odisea.

–¿Bunge solicita que se haga el camino entre Madariaga y Pinamar?

–Lo hace él, literalmente. Y lo financia él. Pero cuesta mantenerlo. Se compra una Champion, que es una topadora que se usaba en esa época, y consigue que la provincia de Buenos Aires apruebe la pavimentación de ese camino. Pero esa ley debe haber sido de 1942 y el camino se pavimenta en el ‘62… La Argentina está presente en esta historia, con sus ups y sus downs.

El espartillo fue fundamental para poder fijar los médanosEl colectivo que transportaba a los posibles inversionistas a visitar Pinamar

–En algún momento del libro se cuenta que Bunge se llegó a replantear el haberse metido en semejante proyecto. ¿Cómo sobrellevaba esos momentos de incertidumbre?

–Ese dato es tomado de una carta que le escribe al hermano. Debe haber sido duro, porque él estaba solo, tenía una única hija, que era Cecilia. Tenía una carrera muy buena, era un arquitecto destacado, convocado para grandes proyectos. Pero me ha tocado trabajar con personas así que son inclaudicables y son un poco obsesivos. Y tienen esta cosa de que “lo vamos a hacer” y la resiliencia, pero tiene un costo. Él hablaba de la mala sangre. Decía: “Me puedo enojar, pero no me quiero enfermar”. Empieza a vender sus propiedades urbanas y vende una casa que tenía con su cuñado en Bariloche frente al lago. Por eso este dolor que él sentía era real. Lo que pasa con estos tipos es que terminan arreglando desde la biela que se rompió en un tractor hasta la visita del presidente. Están con lo sublime y lo ridículo.

Jorge bunge, su hija Cecilia y su nieta Sara en Pinamar, en 1960Uno de los primeros planos comerciales de Pinamar

Se inaugura Pinamar

Finalmente, el 14 de febrero de 1943, se inaugura Pinamar, que era entonces apenas poco más que una idea. Si bien se habían domado los médanos y los plantines de pinos comenzaban a crecer en el suelo arenoso, aún no se había vendido ningún lote, ni había una casa construida. La infraestructura del lugar se reducía a un galpón, un vivero, una oficina de administración, una primera versión del hotel y una casita de madera donde vivían los Rinaldi, encargados del vivero. “La inauguración en cierto modo fue una puesta en escena. Pero está bien. Creo que los hombres y mujeres de principios de siglo hacían eso”, dice Dougall.

Por eso, en la ceremonia celebrada sobre la playa, además de las autoridades de la provincia y de Madariaga, y del padre Andrés Rado que bendijo las aguas, lo esencial para Bunge era la presencia de los posibles inversores. A mediados del año anterior, con los socios fundadores -entre quienes se encontraban Valeria, Eduardo Bunge (hermano de Jorge) y León Fouvrel (cuñado de Bunge y dueño de la cristalería Rigolleau)- se había creado Pinamar S.A.C.I., que era la empresa propietaria y administradora de la villa balnearia. Pero se necesitaba gente dispuesta a adquirir parcelas para el desarrollo ese territorio casi desierto bañado por las olas del Atlántico.

Casita de madera de los cuidadores del vivero en PinamarCaos de tránsita en el Pinamar de fines de los '40

Bunge tenía claro lo que quería para la localidad balnearia que estaba naciendo. Se trataba de una ciudad jardín, construida en desnivel y que respetara los contornos del terreno. Algunas calles tendrían un recorrido espiralado o concéntrico, otras serpentearían por el perímetro del pueblo y algunas seguirían un recorrido más lineal. “Ese plan director que él tenía a largo plazo, es el mismo plano que tiene Pinamar el día de hoy”, cuenta el historiador. Es también el mismo Bunge el que propone que las calles llevaran nombres propios del lugar -Del cangrejo, De los Langostinos-, como también de fantasía y literarios -La Sirena, Marco Polo- o que aludieran a las características del nuevo pueblo, como del Buen Orden, Valle Fértil.

Se compra el primer lote

Para estimular su crecimiento, Pinamar S.A. organizaba visitas de posibles inversores a la zona. A comienzos de 1945, por caso, toda una comitiva que se dirigió a conocer el flamante balneario lo hizo en un viaje por tierra similar a una odisea, que duró mucho más de lo previsto. El grupo salió un sábado por la mañana y, pese a que estaba planeado llegar a destino para la hora del té, debió hacer noche en Madariaga, a 30 kilómetros del lugar de destino.

Los visitantes llegaron cerca de mediodía a la villa balnearia, donde los recibió un sonriente Jorge Bunge. Los viajeros atravesaron peripecias para llegar, es cierto, pero no fue en vano. Rosa Farini, una de las integrantes del grupo, se enamoró de un predio a dos cuadras del mar y, junto con su marido, se convirtieron en los primeros compradores de un lote en la novísima joya costera.

Luego se sumarían otros compradores. “Evidentemente fue un lugar atractivo -cuenta Dougall-, porque en relativamente poco tiempo, desde que empiezan a vender, que es en 1945, llegan a los mil lotes en venta. Los compradores encontraban el balance entre un lugar apacible y lindo para descansar en verano y a la vez con cierto nivel. Bunge insiste por ejemplo con hacer la cancha de golf. Para competir con Mar del Plata y Punta del Este, Pinamar tenía que tener una cancha de golf. Y de vuelta: la hace en medio de la arena. Algo que no es tan fácil”.

La cancha de golf de Pinamar, en el año 1960

Para el mes de agosto del 1949, y gracias a los arduos trámites realizados por Valeria Guerrero y su esposo Juan Pablo Russo -se casaron en 1942-, un ramal ferroviario llegó hasta la flamante estación de Pinamar. El hecho se constituyó como un hito de la historia del joven pueblo, y un motivo de fiesta para los habitantes.

Valeria Guerrero en la estación de tren de Pinamar, un logro para la ciudad que ella misma ayudó a realizar

Objetivo cumplido

–Paul, no hablamos de algo fundamental en Pinamar: su primer hotel.

–Para Bunge, el hotel era el ancla. Sabía que tenía que hacerlo. Cuando él imagina el pueblo invisible, es lo primero en lo que piensa. Primero era un ranchito y se usaba como administración. Luego consigue un constructor local, de Madariaga, otro personaje, que se llama Gorki Coccari. Juntos hacen el hotel, que se llamó Gran Hotel Pinamar (hoy se llama Playas), que es el ancla central para el desarrollo posterior. Y no hizo un hotelcito. Trajo a la que había sido niñera de su hija como ama de llaves, trae los mejores manteles y sábanas… él era astuto, sabía qué cosas había que hacer bien y sabía que era difícil llegar pero una vez que la gente estuviera ahí se quería quedar. El bar, por ejemplo, también era muy importante. Uno se podía tomar un clarito antes de cenar…

Valeria Guerrero a bordo de un carro que llevaba los pasajeros del hotel a los paradores playeros de PinamarHotel Pinamar desde el mar. Fotos históricas de Pinamar

–¿Cuándo piensa usted que Bunge se dio cuenta que había logrado su objetivo con Pinamar?

–Pasaron muchos años. Me trato de poner en su lugar y creo que es cuando ya era un hombre grande, de más de 60. Ahí él ve que esto camina, pero era un pueblo muy chico, una fracción de lo que fue inclusive Pinamar 20 años después. Eran 300 familias que vivían ahí, pero se da cuenta que va a funcionar. Hacia el final encuentra una mujer con la que se casa y esos últimos 10 años creo que él estaba en paz. Tras su muerte, un arquitecto amigo, Eduardo Zemborain, continuó la misma senda urbanística y después, Clorindo Testa tiene mucho que ver con el Pinamar que conocemos hoy, más la zona norte, donde están calles como Ulises y Penélope. Clorindo tiene, de hecho, por lo menos dos casas muy pintorescas acá, muy de Clorindo.

El Club de Pesca de Pinamar

–Retomando los últimos años de Bunge, ¿puede ser un momento importante para él en ese sentido la visita del presidente Arturo Frondizi a Pinamar?

–Para mí es un momento de culminación, es verdad. Me parece muy conmovedor. Venían mucho los Frondizi cuando él no era presidente y se quedaban en Pinamar porque su mujer, Elena Fagionatto, era prima de los Foresti, una familia de pioneros de Pinamar. Cuando es presidente, decide hacer una visita protocolar al pueblo de Pinamar, donde se reúne en casa de Fernando Foresti con Bunge y también con Carlos Gesell (de Villa Gesell) y los hermanos Guerrero, de Cariló. Era como la idea de una mesa redonda, con Arturo en la cabecera. Eso fue en el año 1958 y Bunge muere en el ‘61. Pero dejó algo bien armado.

Arturo Frondizi, Elena Faggionato y Elenita, en Ostende, en 1938; 20 años más tarde, como presidente de la Nación, Frondizi visitaría oficialmente PinamarMuelle. Fotos históricas de Pinamar

“Construir una casa sobre la arena”

–¿Y qué pasó con Valeria Guerrero?

–Ella se fue alejando. Porque ella aspiraba a algo absolutamente imposible: quería comanejar la empresa, pero no se puede. Tiene que haber alguien que lidere. Me parece que ella realmente no lo entendió. Ella le alcanza una propuesta por escrito a Bunge para hacer dos gerencias generales y él le dice “camine a cucha”, porque esa es la manera más fácil de fundir la compañía. Ella así se va alejando. Bunge quiere que ella haga su casa en Pinamar pero finalmente ella hace el proyecto de Valeria (del Mar) con un remanente de lo que había sido el proyecto original de Ostende, pero después lo vende. Su lugar fue una quinta que se llama El Talar, que está justo afuera de Pinamar, muy linda, que todavía está cerca de la estación de tren de Pinamar. Ella muere en Buenos Aires, en 1992.

–¿Quién se hace cargo de Pinamar S.A. cuando muere Bunge?

–Su hija Cecilia. Ella es la que conserva la visión que él tuvo sobre la ciudad. Conduce durante más de 30 años. Los 60, los 70, los 80 y parte de los ‘90. En los setenta gana una de las grandes batallas contra los developers que quieren hacer edificios sobre el frente marítimo. Bunge siempre quería edificios bajos, de hasta dos pisos. Después lo elevan a cuatro. Esa batalla casi la pierde, era a comienzos de los ‘70, cuando la Argentina era un poco anárquica. Con ella Pinamar se moderniza y crece orgánicamente y tiene su momento difícil también por la política, la policía maldita y el asesinato de (José Luis) Cabezas en enero de 1997. Pero bueno, sobrevive y hoy es lo que es. La historia se ha concentrado mucho en la figura de su padre y creo que ella merece un reconocimiento.

Jorge Bunge en Casa de Directores en PinamarUna imagen de Pinamar de enero de 2025, casi 82 años después de su inauguración

–¿Por qué el libro se llama La tierra blanda?

–Por mucho tiempo no había encontrado el nombre del libro. Sabía quer era una biografía porque me gustaba mucho contar la historia desde la vida de Valeria y de Bunge y todos los demás. Pero también estaba cruzándome con este tema del “tuyú”, un vocablo que viene de la época de cuando Juan de Garay, después de fundar Buenos Aires, hace la expedición a lo que hoy es mar del Plata y en el camino se encuentra con esta arenilla, esta conchilla que era peligrosa para la expedición. Tuyú en guaraní significa “tierra blanda” o “tierra barrosa”, pero después para mí está el significado más profundo, que Pinamar es un pueblo construido sobre la arena, con todo el desafío que significa. Toda esta historia es un homenaje a esos hombres que pudieron construir, como la parábola, una casa sobre la arena.

El bosque de Pinamar, hoyLa playa de Pinamar, hoy