No es fácil seguirle el hilo. Pancho Dotto es como un barrilete y cada tanto se suelta y vuela. Cuenta anécdotas, pasa factura a algunas modelos a las que impulsó en sus carreras y que, según él, le pagaron con ingratitud, hace autocrítica y regresa a responder la pregunta que se le hizo antes. Pero, más allá de eso, es interesante hablar con él porque no le escapa a ningún tema. Amores, desamores, malos negocios, salud, soledad, éxitos y también la proximidad de los 70 que va a cumplir en septiembre y que lo ponen en estado de alerta porque cree que no va a vivir mucho tiempo más. “Yo estoy hablando con vos y en el medio de la entrevista me agarra un paro cardíaco, me llamás ‘¡Pancho, Pancho, Pancho!’, y resulta que Pancho se murió de un infarto”, dice. Esa certeza de que está en el último tramo de su camino lo lleva, también, a querer desprenderse de casi todo su patrimonio: veinte autos, casas y departamentos. “No quiero cargar con más cosas materiales”, asegura.
También está apurando los papeles para empezar la producción de una serie sobre su vida. “Cuando me junté con la capa de Disney para toda Latinoamérica, me dijo: ‘Pancho, ¿por qué la serie tiene que ser ahora?’. Entonces yo le dije: ‘Mirá, mañana puedo tener Alzheimer y no acordarme de nada. Y pasado mañana me puedo morir’. Entonces yo estoy apurado justamente por eso”.
Pancho habla con ¡HOLA! Argentina mientras toma mate en Punta del Este, la ciudad a la que fue por trabajo durante veinticinco años desde 1989 y a la que sigue yendo para descansar cada verano. Está solo en su departamento con vista al mar. Su gran compañero Crack, un Golden de 6 años, quedó en Buenos Aires al cuidado de Marta, una persona de su confianza. Se separó de su perro muy a su pesar –habitualmente duermen juntos–, porque Dotto está en pleno tratamiento por una lesión en la espalda que lo atormenta y le impide cargar peso. “No tiene cura, por eso estoy con tratamientos paliativos. Hace poco me aplicaron morfina. Mi amigo Ricardo Glasman, el dueño del barco Indio, me recomendó un conjunto de cosas naturales, como magnesio, potasio, colágeno, esto y aquello y me estoy sintiendo bien. Igual, aunque me duela la espalda y me esté muriendo, no me niego a sacarme una foto con nadie. Si me piden algo, un contacto, un beso, una mano, lo doy”, cuenta.
–¿No sabés decir que no?
–Es que ese reconocimiento por mi pasado me gratifica, me llena de lo que vos, yo y cualquier humano necesita, que es el amor. El amor es lo único que importa en la vida. La paz, el amor, el servicio. Entonces, yo me regocijo con esos encuentros con la gente, con los amigos.
–¿Aunque te hagan doler?
–En mi vida he cargado con todo, he cargado con mis modelos, he cargado con cosas de otros y he cargado con algunas culpas por un montón de cosas por mi educación. Por ahí se me va un poco la mano, pero soy así, soy culposo, soy complicado conmigo. Hay cosas que no las puedo superar. Quedé un poco anclado en el pasado, también. Y el pasado me pesa. Muchas veces me dicen: “Tenés que soltar, Pancho”. Y yo suelto, pero las cosas del pasado están ahí. Cuando dejé de trabajar con la agencia de modelos, hace más de once años, pensé que soltaba, pero no pude.
–¿Ese pasado que te hace feliz es el mismo que te hace sufrir?
–Claro, porque con el pasado además del agradecimiento viene la ingratitud. Lo que pasa es que yo venía con un auto a 300 kilómetros por hora, que era mi trabajo, y mi vida personal no me importaba. Como no tuve una linda familia por culpa de mi padre, intenté formar una familia con mis modelos. Y lo mismo les pasó a mi hermana y a mi madre, que se subieron conmigo al barco de la agencia. Es la primera vez que lo digo, pero ellas tenían la misma necesidad que yo de tener una linda familia y por eso hicieron de madre y abuela sustitutas de las modelos. Sin embargo, cuando murió mi mamá, de las chicas a las que formé en su carrera la única que vino al funeral fue Carolina Peleritti.
–¿Lo sentís como un fracaso?
–Y… yo no fracasé con las modelos, me fue muy bien con la agencia, pero el fracaso que sentí y que siento es el emocional de no recibir el retorno de lo que yo buscaba. Yo no buscaba plata. Lo de la plata se dio, pero yo buscaba el agradecimiento. Por ejemplo, el agradecimiento eterno de Araceli [González]. Después de todo lo que hice por ella vino un día, con una tranquilidad tremenda, a decirme que su carrera la iba a manejar su hermano. En mis modelos yo no sólo invertí plata, invertí mi tiempo, que era lo más valioso. Yo ya no espero nada más de nadie. [Piensa]. Pero en realidad, sí, sigo esperando.
–No aprendiste.
–No, no aprendí, porque después de lo que hizo, cada vez que Araceli me pidió un favor, desde un contacto para un negocio hasta encontrarle casa para las vacaciones, yo la ayudaba. Siempre soy el bombero, un bombero irracional, el famoso bombero loco que va a apagar fuegos ajenos, aunque se prenda fuego él mismo. A mí me piden que haga algo y soy como un esclavo. Una locura. Lo único que quiero, lo único que deseo antes de morirme es hacer la serie sobre mi vida. Seis capítulos en los que cuente y muestre todo como fue en realidad.
–¿Querés contar tu historia, que te hagan un monumento en vida o dar tu versión de la relación con las modelos que te dieron la espalda?
–No, ninguna plataforma que quiera mi historia haría una serie en forma de homenaje. Tampoco se trata de dar mi versión o que hablen las modelos sobre mí, porque para eso está el archivo. En el archivo tengo grabada a Valeria [Mazza] diciendo que yo era como su padre. No necesito que Valeria diga nada hoy, ya lo dijo. Lo más importante es mostrar los 30 años de mi trabajo. Me pasé toda la vida metiendo goles, como Maradona. Yo era Maradona, digamos, pero no es que lo diga yo, sino que lo dice la gente de la calle. Todo eso va a estar en la serie, y muchas cosas más.
–¿El amor?
–También. Yo tuve la suerte de haberme enamorado más de una vez.
–Estuviste de novio con las modelos Elizabeth “Tota” Márquez, Daniela Urzi, Dolores Barreiro, Carolina Gimbutas y con tu pareja actual, Karen Ramírez, que es odontóloga. ¿Estuviste enamorado de todas ellas? ¿Me olvidé de alguna?
–Con Dolores Barreiro fue un amor impresionante y he estado enamorado de otras también, ¡pero no te puedo contar todo porque si no, no me van a hacer la biopic! La Tota me dejó en un momento complicado. Empezamos a salir cuando ella tenía 18 y me dejó a los 22. Ella quería casarse y tener un hijo. Y yo le dije: “¿Cómo voy a tener un hijo si cuando yo vuelva de trabajar, el bebé va a estar llorando y yo te voy a decir ‘Por favor, sacámelo de encima’?”. Yo tenía que llegar a casa para abrazarlo, bañarlo, cambiar los pañales, ser un padre real, y no podía hacerlo.
–Mirando hacia atrás, ¿no te parece que fue un error dejar ir a ella y sacrificar también otros amores por el trabajo?
–No podía parar el carro. Ella tampoco volvió a formar una pareja importante después de eso. Quedó marcada por la relación que tuvo conmigo. Bah, es lo que yo siento.
–¿Qué te elogiaron las mujeres que pasaron por tu vida?
–La fidelidad. Los únicos celos que tenían ellas eran con el trabajo. Ellas sabían que yo no iba a engañarlas con nadie y que hacía un gran esfuerzo para cumplir con ellas como pareja porque era un enfermo del trabajo. Jamás le dije a un cliente o a una modelo “No me llames un domingo o no me llames a las 10 de la noche”. Yo siempre estaba las 24 horas, sábado, domingo, el día de mi cumpleaños, Navidad, Año Nuevo.
–¿Y ahora que no trabajás estás mejor en pareja?
–No. Estoy atravesando una situación complicada. Me quiero separar y Karen no quiere. Yo la quiero un montón y me hizo muy bien estar con ella, fue lo mejor que me pasó en 2024, que fue un año muy difícil para mí. Tuve un crisis física y mental y apagué el teléfono durante tres meses. Cuando salí de uno de mis grandes pozos anímicos la conocí a Karen.
–¿Y entonces por qué te separás?
–Por distintos motivos. Uno es que ella tiene 24 años y yo voy a cumplir 70.
–Pero eso lo sabías desde el comienzo.
–Claro. Si yo me sintiese realmente de 70, jamás hubiese permitido tener una relación con una chica de 24. Mi mente se lo permitió porque en la intimidad no había problema con la diferencia de edad: uno se ve en el espejo de la persona con la que está. Pero luego me daba vergüenza agarrarla de la mano en la calle. Ayer ella me decía llorando: “A vos te molesta mucho lo que opina la gente”. Y la verdad que sí me importa. El otro día en un asado, una mujer escuchó que Karen tiene 24 años y exclamó: “Qué horror, podrías ser el abuelo”. Le dije: “Lo que acabás de decir me duele. Me relacioné con Karen, una chica que es una maravilla, una divina total, y por culpa de gente como vos, que juzga a los demás, me estoy separando”.
–¿Hasta ese punto te importa complacer a los demás?
–Les pasa a [Alberto] Cormillot y a [Eduardo] Costantini, que la gente los juzga porque tienen parejas más jóvenes. He escuchado a la gente criticarlos. La gente no tiene vida propia.
–¿Tendrías un hijo a esta edad, como ellos?
–La verdad es que no. Karen me lo planteó, pero tenemos una tremenda diferencia de edad y siento que no me queda demasiado tiempo de vida. No podría tener a mi mujer embarazada sabiendo que yo podría no llegar a conocer a mi hijo. Sería muy egoísta en mi caso traer a un hijo al mundo.
–¿Cuando terminó la vorágine de la agencia tampoco te lo planteaste?
–No sé… Por ahí el hecho de no haber podido sostener una pareja a causa del trabajo me creó una inseguridad tan grande que ni siquiera pude tener pareja estable después de eso. Estuve veinte años sin pareja desde que cortamos con Carolina Gimbutas hasta que conocí a Karen.
-¿Y ahora estás solo?
-Sí, estoy solo porque me separé, aunque Karen insiste con continuar. Pero la tengo que liberar porque merece otro tipo de vida. Por suerte tengo gente que se preocupa por mí. Mi hermana Mónica, que vive en San Diego, Estados Unidos, es mi ángel de la guarda. Estuvo a mi lado en Entre Ríos cuando estuve tan mal el año pasado. También mi prima Claudia Álvarez, que es como otra hermana para mí. Mis mejores amigos, Horacio Cabrera y Carlos Kraneviter, me visitan todos los días en mi chacra entrerriana de Libertador San Martín y me ayudan con la organización de mis cosas, en las que además cuento con Estanislao, que trabaja conmigo desde hace más de veinte años. Sin ellos estaría perdido. ¿Sabés una cosa? También hay chicas que trabajaron en la agencia, mis modelos, que me quieren y me cuidan: la negra Peleritti, Deborah de Corral, Ivana Saccani… Hace unos días me encontré con Ivana y con su marido, Sebastián Estevanez, y hasta me ofrecieron que me quedara en su casa. ¡Y Carola del Bianco! A ella y a su marido, Paquito Mayorga, los visité en su casa de Villa La Angostura y me quedé un mes con ellos. Los adoro, adoro a sus hijos. Isabel, que tiene 11 años, es mi debilidad. Muy cariñosa… Y es gracioso porque en su momento estuve en contra de que Carola e Ivana salieran con Paquito y con Sebastián. Yo no los quería para ellas, que eran como mis hijas postizas, porque tenía miedo de que las hicieran sufrir, que les fueran infieles. ¡Y me equivoqué! Son dos santos. Con Paquito hablo día por medio.
–¿Qué es lo que buscás en una mujer?
–Te va a sonar a una estupidez, pero hay una frase que dice “Si te da paz, te da todo”. Necesito paz. Es lo que más deseo. No quiero nada material.
–Pero si tenés de todo…
–¡Y lo quiero vender! Quiero vender todo. Tengo muchos autos: ocho Mercedes Benz –de los cuales cuatro son convertibles–, un Rolls-Royce, un jeep Land Rover, una chata Ford A, un Chevrolet 29 y uno 33, una Ford F-100, una Chevrolet Apache, una Citroneta, un Mehari, una Range Rover del año 2005… ¿Para qué los quiero? Estoy acá y sólo uso una camioneta. Mi casa de Punta Chica, en Buenos Aires, es un sueño, pero no tengo tiempo de disfrutarla. Puedo vivir entre mi chacra de Entre Ríos y acá, en mi departamento de Punta del Este, que también es mi casa. El resto no me sirve para nada. Cuando tenía treinta años menos, yo compraba autos, cosas, creía en lo material. Hoy voy por otro lado y, además, me quiero sacar de encima algunos gastos fijos brutales.
–¿De qué vivís? ¿Cómo mantenés todo eso?
–No tengo ninguna entrada de dinero. Vivo de mis ahorros y de los alquileres de unos departamentitos que también quiero vender. Tengo todo perfectamente en blanco. Debo ser un imbécil porque veo las declaraciones juradas de los políticos y dicen que ellos no tienen nada. Es una cosa de locos: viven como reyes y no tienen un mango. Ponelo bien grande: Dotto vende todo.
–Y además de la biopic, ¿con qué soñás?
–Hay grandes posibilidades de que yo viva casi todo el año en Punta del Este. Podría poner una inmobiliaria acá. Suena bien “Dotto Real Estate”. Incluso estoy pensando en volver con lo mío.
–¿Una nueva agencia de modelos?
–Algo relacionado con la moda, sí. Creo que me iría muy bien porque la gente me quiere, me respeta, me admira.
–¿No querías zafar del pasado?
–Sí, construyendo un futuro distinto. Puedo volver a hacer una playa como la Dotto Beach y hasta tener una agencia, pero tiene que haber personal para que yo no me vuelva loco como en el pasado. Podría reunir a las modelos de antes y hacer un tremendo desfile. Si miro para atrás, no me arrepiento de lo que hice. Todo valió la pena.