La inmediatez con la que se analiza al fútbol argentino o a la selección muchas veces genera que la gente, subida en la montaña rusa, cierre los ojos y tema por el impacto, como si un tren se estrellara a 500 kilómetros por hora. Tras la derrota ante Paraguay, se encendieron las alarmas por el nivel de muchos futbolistas y, sobre todo porque del recambio actual no se decantan, a simple vista, jugadores que le puedan sacar el puesto a esos consagrados que vienen en baja. El debate se escucha en cada rincón del país. Todos parecen preocupados. Todos, menos Lionel Scaloni. El DT se la selección estuvo enérgico como siempre durante el partido pero le dolió más perder que las formas, que seguro igual serán atendidas por él y todo su cuerpo técnico. Sin embargo, la situación actual de Scaloni es una de las mejores por las que puede atravesar un director técnico.
Scaloni es el líder del mejor ciclo en la historia de la selección. Campeón del Mundo en Qatar 2022 y bicampeón de América por las copas levantadas en 2021 y 2024, ganador por KO de la Finalíssima ante Italia, ve que su plantel mantiene muchas de las cosas que lo llevaron al éxito, aunque siempre hayan cosas para corregir. Incluso desde los nombres, recién ahora se puede hacer preguntas porque hasta aquí no sólo la Argentina se mantuvo competitiva y ganadora, sino que pocos rendimientos habían “bajado la guardia”. La vara está alta y cualquier relajación (por mínima que sea) puede hipotecar el futuro, pero Scaloni está tranquilo luego del sofocón que pasó cuando reconoció que había pensado en irse.
“Hubo un momento después del Mundial, después del Maracaná, que no estaba bien conmigo. No estaba cómodo. Se me venían miedos que antes no tenía. Estuve cerca de irme. Fue esa época, después de Brasil, del Maracaná. Que yo dije que tenía que pensar porque sentía que no estaba al 100%, que no estaba cómodo y necesitaba hacer una reflexión porque había sido muy pesado lo que había pasado y en ese momento lo empecé a asimilar”, reconoció Scaloni hace una semana. Superada esa cuestión analítica y mental, es el primero que se reenfoca en “seguir ganando”. A un año y medio del próximo Mundial, el DT puede ver que su equipo bajó un par de escalones de tensión, pero la luz no se apagó y el techo sigue estando cerca. ¿Por qué volverse loco?
El 22 de noviembre de 2022, cerca de las 9 de nuestro país, Scaloni se trepaba por las paredes. La selección debutaba en el Mundial con una derrota ante Arabia Saudita por 2-1. Y, para sus adentros, mientras caminaba desde el campo de juego al vestuario local del estadio de Lusail, sabía que tenía que tomar decisiones. Cuatro días después, en la victoria ante México, metió cinco cambios: Montiel por Molina, Lisandro Martínez por Cuti Romero, Acuña por Tagliafico, Guido Rodríguez por Paredes y Alexis Mac Allister por Papu Gómez. Cuti y Paredes podían ser ‘intocables’ para Scaloni pero siempre y cuando estén bien. Si bien luego, durante el certamen, empezaría a ser lógico que haga modificaciones de un partido al otro, aquello fue un golpe de timón necesario porque Qatar no ofrecía más de un paso en falso. Hoy el contexto es otro.
De todas formas, no quiere decir que Scaloni no tome nota de las cosas a corregir. En el arranque del partido con Paraguay, la reacción tardía de Julián Álvarez para marcar a un jugador que se le desprendía e iba a buscar el córner corto y que terminó pateando en una jugada preparada por Alfaro fue un indicio de que la “tensión competitiva” no estaba a tope. El delantero de Atlético de Madrid reaccionó para perseguir la marca, pero no a la velocidad que debía. Lo mismo las veces que ganó con el juego aéreo Paraguay o la falta de templanza para leer que la selección (como ocurrió en la Copa 2021) necesitaba transcurrir minutos en los que “no pasaba nada” durante los partidos.
La selección argentina no está acostumbrada a transitar situaciones adversas y quizás por eso también a Scaloni le cueste más resolver cambios de sistemas o de nombres que vayan más allá del puesto por puesto para torcer el rumbo ante una dificultad. Y, en las planificaciones, hay veces que tampoco arranca bien pisado, como la elección del sistema 4-2-3-1 (con Mac Allister incómodo, por delante de Enzo Fernández y De Paul) en un partido que se proyectaba con mucha más batalla y roce en la mitad de la cancha.
Hoy se marca que, así como pasó en pleno Mundial con Julián Alvarez, Enzo Fernández y Alexis Mac Allister o el propio Lisandro Martínez, no hay en el banco alternativas que empujen con la misma fuerza ante rendimientos flojos de la base titular. Quizás no pasa tanto ni por los esquemas ni los nombres (de los que arrancan o los que ingresan), quizás se trata de ajustar planificaciones y decisiones colectivas para que el equipo vuelva a ser un bloque unidireccional.
Pero Scaloni necesita que “las cosas sucedan”. No puede descartar a Balerdi como una alternativa para Cuti Romero sólo porque no ingresó bien ante Paraguay. Tampoco transformar en ley que a Alejandro Garnacho todavía le falta más allá de que le costaron los duelos individuales. Menos pegar un volantazo y decidir que Lautaro Martínez o Julián Alvarez ya no pueden jugar juntos o que el exRiver no puede jugar por izquierda. En el rubro “que las cosas sucedan”, también tendrá más en claro en febrero de 2025 qué jugador de la selección encontró (o mantuvo) regularidad en cada uno de sus clubes.
Es un grupo campeón del mundo y, antes de tomar decisiones como después de Arabia, necesita convencerse él (y que sobre todo lo vean también los propios jugadores) que las cosas no fluyen como deberían. Recién ahí podría haber cambios de esquemas y de nombres más de fondo. Nadie lo apura a Scaloni, está en ‘Modo Zen’. Total, para el Mundial todavía falta un tiempo prudencial no sólo para evaluar modificaciones, sino también para darle rodaje a un eventual recambio.