Miguel Borja está en el centro de la escena. La eliminación de River de la Copa Libertadores (tras dos partidos sin goles ante Atlético Mineiro, un 0-3 y 0-0) desató varias frustraciones en el Millonario, sobre todo por las expectativas que se había generado en un certamen internacional que se le vislumbraba favorable y que encima se definía en el estadio Monumental. Claro que hay varios puntos por analizar con respecto a lo que pasó y lo que puede venir en 2025, pero el 9 atrae los mayores comentarios e interrogantes, justo cuando puede haber un cambio de rumbo más allá de que tiene contrato hasta fines del año próximo. Todo dependerá de los goles (y los humores) con los que terminen el 2024 el centrodelantero y Marcelo Gallardo.

¿Por qué logró hacer 25 goles en el primer semestre de 2024 con Demichelis y apenas 3 desde la llegada de Gallardo? ¿Tiene más responsabilidad él que los demás componentes del plantel para que River no haya podido llegar más lejos? ¿Y cómo encaja la nueva modalidad de entrenamientos y estilo de juego del Muñeco en esta situación?

“Siempre que hay carencia de algo es necesario trabajar para cambiar la ecuación, la energía. En algún momento se nos va a volver a abrir el arco. No tengo jugadores que no hacen goles, lamentablemente tenemos el arco cerrado y la energía tiene que cambiar, no queda otra”, dijo Gallardo luego de la eliminación.

Miguel Borja se exige en un entrenamiento de River

River lleva seis partidos sin victorias y apenas señaló un gol, de penal, ante Vélez. Lo convirtió Borja, luego de una mano de Romero en un córner a favor del Millonario. Pero el problema va más allá del centrodelantero colombiano. E incluso es más global: más allá de los nombres, la principal carencia del equipo de Núñez es que no termina de ser claro a la hora de atacar. ¿Cómo pretende atacar River? De las 16 chances que tuvo Borja desde el regreso de Gallardo, la mayoría fueron con centros incómodos (como las dos que tuvo ante Mineiro, en Brasil), algunos cayeron en el área chica y otros los resolvió el 9 con un remate en el área grande, pero chances claras-claras fueron 4 o 5. Otras fueron situaciones con corridas largas que le exigían más de un movimiento ante mayor cantidad de obstáculos (adversarios), con River parado de contraataque, como sucedió ante Colo Colo y ante Boca, cuando ingresó en la Bombonera.

En el “cómo” pretende atacar River, también se los ve incómodos a Echeverri, Mastantuono, Bareiro, Meza, Lanzini, Colidio (el de mejor nivel también está ineficaz). Solari debería ser uno de los que más réditos debería sacarle a los centros, pero si son rasantes (como el que metió ante Defensa y Justicia), con ventaja para los atacantes. En el “cómo” también hay más últimos pases de los laterales, que con Gallardo antes no llegaban tanto al fondo de la cancha, sino que resolvían más desde tres cuartos del campo o hacían “ancho” al equipo para que luego el desequilibrio llegue con los volantes, por el centro. Detalles que suman ecuaciones en las que varios intérpretes se quedaron sin poder sacar lo mejor de cada uno. No sólo Borja.

Es cierto que los delanteros no sólo deben hacer goles en donde sus compañeros los ponen en situación de “tomá y hacelo”, casi como si tuvieran que empujar la pelota abajo del arco, pero esa es -justamente- la característica que más seduce a Borja. En el River de Demichelis, por lo general al colombiano no se lo veía en la cancha hasta que hacía un gol, hasta que resolvía o definía una jugada generada por el resto de sus compañeros.

Hubo una etapa donde Borja tampoco hacía goles con Demichelis. Incluso llegó a ser el “tercer 9″ para el DT que le había ido muy bien en la primera transición post-Gallardo. El colombiano, en la consideración, estaba por detrás de Lucas Beltrán y Salomón Rondón, pero el tiempo le dio la chance de ser titular. La gran diferencia con respecto a su rendimiento con Demichelis fueron sus movimientos con y sin la pelota. El hoy entrenador de Monterrey de México lo quería bien cerca del área, no le interesaba que toque muchas pelotas por afuera ni que baje para ser parte del circuito de generación de juego. Con Gallardo tiene que hacer un desgaste mayor, pero no sólo a la hora de dar una mano en la recuperación. A Gallardo siempre le gustaron más los centrodelanteros que tenían gol, pero que también podían retrasarse y ser figuras como falsos enganches. Así fue que Ignacio Scocco, Lucas Pratto, Julián Álvarez y hasta el propio Matías Suárez lograban bajar y también ser desequilibrantes jugando como 10. En materia de gustos, eran los que “completaban” la visión de fútbol del Muñeco.

Demichelis analizó la situación el mayo pasado, cuando los goles de Borja le dieron a River el triunfo ante Libertad, en Paraguay, y la llave para ser primero en su grupo de la Copa Libertadores. “Miguel es un jugador que te aporta muchísimo gol, había que mimarlo un poco y hacerle sentir esa confianza que necesita. Y se la ganó desde que arrancamos el año”, definió el técnico, quien recordó que el futbolista había empezado “con la incertidumbre de si iba a ser titular o suplente. No hay jugadores que al lunes se les pueda confirmar la titularidad del domingo, pero siempre supe que compitiendo bien y sintiéndose bien, Borja iba a ser muy importante para el grupo”, y había agregado: “Lo empezó a demostrar desde la pretemporada y los primeros partidos. Sus características están a la vista, lo reflejan los números”. Hasta ahí llevaba 17 en el año y había llegado al promedio de un gol cada dos partidos en River: 40 festejos en 81 partidos.

Centro y cabezazo desviado de Borja; una escena del partido de Copa Libertadores que disputaron River y Atlético Mineiro

Más allá de que todavía no logró definir a su volante central, ese que lo complete (Kranevitter, Fonseca y Villagra rotaron) -dato no menor-, con el primero que Gallardo tuvo un chispazo a poco de haber asumido fue con Borja. Siempre se supo que es un DT exigente, pero el 14 de septiembre, paradójicamente en medio de lo que sería el triunfo más holgado del ciclo (ante Atlético Tucumán, por 4-1), le pregunta a Borja si estaba bien. Cuando recibe el “ok” del delantero, le hace una seña como “Dale ¡entonces dale!”.

Luego la escena pareció tornarse simpática: “Me voy a poner, no bravo, bravísimo, lo siguiente a bravo”, se escuchó que le dijo Gallardo a Borja, entre risas, mientras caminan juntos hacia el vestuario. La presión crecía porque se venía la serie con Colo Colo, pero ambos sabían que habían reflejado tensión, cada uno a su manera. Borja en la cara con la que se lo quedó mirando a Gallardo en medio del partido, Gallardo en la reacción. Eso sí, en el viaje a Santiago para el partido por la Copa Libertadores el club dejó trascender otra foto en la que se los veía abrazados, camino al embarque.

Miguel Borja y Gallardo, un gesto con afecto en la previa al partido con Colo Colo, embarcando para Santiago de Chile

“En estas series, cuando llegás a las instancias de semifinales, en donde juegan los detalles, el partido de visitante no fue el que nos propusimos jugar. En el desarrollo de juego, Mineiro no fue más que nosotros: sí pegó en el momento justo. Fueron tres goles de diferencia y ahí estuvo la gran diferencia, no desde el desarrollo del juego, porque estuvimos muy por encima de Mineiro. Pero ellos, con la ventaja de los tres goles, se defendieron muy bien. Si hubiésemos tenido la conexión con el gol, nos daba la esperanza de que llegaran los otros. Sin gol es imposible ganar, no hicimos goles en ninguno de los dos partidos y eso es clave”, fue el análisis de Gallardo tras la eliminación.

El problema de River en la falta de gol hay que buscarlo más en cómo atacó el Millonario que en las fallas en las definiciones o las muy buenas atajadas de los arqueros rivales o la falta de fortuna, que también estuvieron, claro. Y en todo esto además hay una variable anímica: a medida que Borja no convierte, va perdiendo confianza: le pasa a él y a todo centrodelantero que siente las obligaciones de convertir o de sentir que debe ser el principal artillero del equipo.

Facundo Colidio, otro delantero al que le cuesta convertir en River

Sí fue raro que Gallardo haya reemplazado a Borja cuanto todavía faltaban 30 minutos para intentar revertir el 0-3. Esa fue una señal de disconformidad notoria no sólo con la falta de gol sino también con los niveles y el funcionamiento. Porque ninguno estaba haciendo goles y, en esa ecuación, siempre debería estar más cerca de lograrlo el especialista que en menos cantidad de movimientos puede lograr destrabar el maleficio.

Gallardo y River están a tiempo de revertir el flojo funcionamiento ofensivo con la mira en la clasificación a la Copa Libertadores 2025. Borja mantendría la titularidad ante Banfield pero ambos deben trabajar para destrabar la incomodidad. Igual, el tema no es tanto centralizar el juego en “quiénes” van a buscar romper la sequía goleadora, sino en el “cómo”.