MÁS es Miguel Ángel Solá. Siempre más. Eso le decía su tía, la actriz Luisa Vehil, emblema de la profesión en la Argentina: “Más, Miguel, más”. Si el latiguillo “lo di todo” tuviera un origen certero, sin ironía, sin cinismo, su inventor habría sido Solá. En medio de tanta volatilidad, esa intensidad se extraña. Pero ahora, otra vez, vuelve a Buenos Aires. Las marquesinas del Teatro Apolo anuncian hace muchos días que este viernes estrena Mi querido presidente, escrita por los autores franceses Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patelliere (los mismos de la exitosa Le prenom que tuvo su versión en Buenos Aires dirigida por Arturo Puig).

Los protagonistas son dos: Solá y Maxi de la Cruz, actor y conductor uruguayo (participó en el Bailando 2023). Con perfiles bien distintos, el argentino dice que disfruta mucho hacerla: “Disfruto mucho a Maxi, estamos muy contentos, muy unidos en el trabajo, nos divertimos muchísimo. Es un actorazo, está extraordinario”.

Maxi De la Cruz y Miguel Ángel Solá en Mi querido presidente, un estreno de la cartelera porteña en 2025

La obra plantea un duelo de poder entre un político, el flamante presidente de un país (De la Cruz), y un famoso psiquiatra (Solá) convocado para que en una hora ayude al mandatario en su discurso de asunción. La dificultad a resolver es que cada vez que intenta pronunciarlo, le pica la nariz de modo insoportable. A fines de junio pasado, se estrenó en el hotel Enjoy (ex Conrad) de Punta del Este (donde también Susana Giménez presentó Piel de Judas).

“En Punta del Este nos fue fantástico y espero lo mismo en Buenos Aires porque es una obra muy divertida, muy bien actuada y dirigida. Habla sobre las elecciones de cada uno para llevar a cabo su propia misión. No es una obra política sino sobre la empatía. Es una comedia y la gente no deja de sonreír y de lanzar cada tanto una carcajada”, dice el actor.

La comedia no es un género muy visitado por Solá, excepcionalidad que se recorta en su frondosa carrera de más de medio siglo en los escenarios. Trayectoria y vida personal donde sí se han cumplido, por decisión propia o porque la vida manda, muchas continuidades, constantes que se reiteran y que permiten trazar líneas para, apenas, de algún modo, seguir el rumbo de un actor mucho más que talentoso, un arqueólogo inmerso en capas superpuestas de dolor y placer, un artista con voz propia.

Miguel Angel Solá en la sala vacía del Teatro Apolo, donde desde este fin de semana protagoniza Mi querido presidente

La profesión que lo distingue es su primera y fundacional continuidad porque Solá pertenece a la novena generación de actores de su familia. Junto con su hermana, la actriz Mónica Vehil (ahora retirada de la actividad), crecieron en ese mundo iluminado especialmente por el fuego de su prestigiosa tía.

Soy descendiente de una familia de grandes actores, no soy hijo de famosos. Y mis hijas serán la décima generación de esta tradición. Cayetana (25 años) es actriz. María (28) es cantante (lidera el grupo Jordana B) pero podría actuar, es buena. Y la enana (Adriana, de 11) es un terremoto pero no quiere saber nada, me dice: ‘¡No sabés lo que es tener unos padres actores, papá!’”, cuenta sobre sus tres chicas: las dos mayores las tuvo con Blanca Oteyza y la menor, con Paula Cancio. “En cuanto a mí, nunca me lo pregunté, siempre me pareció natural que yo haya salido actor y mi hermana actriz. Hemos vivido en un entorno maravilloso de creatividad, hablar de la vida y del teatro, con esas discusiones, ese modo de aplicar la una a la otra. Ha sido una vida muy bonita la mía, de niño, de joven y de adulto”, resume, a sus 74 años, este actor formado en la práctica escénica, por fuera de talleres y conservatorios.

-¿Qué frase recordás de tu tía, qué te decía sobre tu trabajo?

-”Más, más, más”, siempre más. Casualmente es la sigla de mi nombre y apellido. Siempre me pedía más. “Hay algo que te estás quedando y el público lo está esperando, dalo”, decía. “¿Qué público, tía, si es un ensayo?”. Y ella: “Están ahí sentados, los espectros de todos los que pasaron, te están esperando, hacelos temblar”.

-¿Nunca te inhibió?

-Nunca. Era hermoso, lo mínimo que se podía esperar de alguien que siempre daba más.

“Soy un mecano”, dice Solá para referirse a su cuerpo castigado por muchos, demasiados accidentes y muy graves. Reiteración ensañada que podría hacer aflojar a cualquiera. En los últimos 20 años, fue golpeado y arrastrado por una ola gigantesca en la playa de la Gran Canaria que casi lo deja tetrapléjico (2006), le siguió un síncope que le provocó, por la caída en su casa, una enorme herida en la cara de la que no le quedó casi ningún vestigio (2009); poco después, la rotura del manguito rotador del hombro que le provocaba dolores tremendos; y en 2021, caminando por Madrid con su hija pequeña, distraído, se cayó y rompió la cabeza del fémur. En todos los casos, estaba trabajando o por estrenar. “Y no contás los que tuve antes, caídas en el escenario, rotura de codo, de coxis, protusiones lumbares y cervicales desde El hombre elefante, acortamiento de un músculo desde Equus…”, repasa, como una lista en la que cada título va unido a algún accidente.

-¿Tenés alguna teoría existencial a partir de todo este sufrimiento?

-Reflexioné bastante pero sólo queda levantarse y levantarse. Porque vivo del trabajo, no tengo ahorros ni posesiones, si no trabajo, me muero. Lo único que tengo es mi talento y ya con eso Dios me premió bastante. Eso me va a salvar siempre mientras pueda caminar y moverme. No hay tiempo para lamentarse. Si es posible hay que olvidarlo aunque la memoria queda en el cuerpo que cuando duele te lo recuerda. Pero no es importante saber porqué me pasan estas cosas porque no puedo evitarlo y si pasan, pasan. He sido un tipo muy sufrido siempre pero lo bonito es que he tenido capacidad para levantarme.

-¿Pero ese mandato del “más y más” en la actuación no te habrá predispuesto, tal vez, a esos accidentes durante el trabajo?

-El trabajo del actor es dar todo a ese personaje que viene a contar, por una hora y media o dos, su historia, es el único momento que tiene para contar su historia. Me elige a mí es problema mío aceptarlo o no. Pero yo tengo que dejar todo lo que crea que ese ser me está exigiendo para volcarlo en la gente.

Primeros éxitos

Fue en Equus, de Peter Shaffer, con Duilio Marzio y dirección de Cecilio Madanes, en 1976, donde conoce su primer gran éxito y su nombre se instala. “Fui, después de Alfredo Alcón, el actor que surgía del teatro que se hizo conocido para toda la gente”, dice. En el teatro El Nacional, de martes a domingo, llegó a hacer hasta tres funciones los sábados y dos el domingo. Sin micrófonos como ahora, había que gritar porque la sala era inmensa y sin la acústica apropiada. Fue una experiencia muy fuerte, pero Solá estaba agotado y la historia terminó con un juicio al productor Alejandro Romay que duró cinco años.

“Tenía mucho poder con ustedes, con la prensa, me hicieron fama de loco y mucho daño. Gané el juicio y se lo canjeé para volver con Equus, en 1983. Le dije que el dinero me lo ganaba trabajando y aceptó. La hicimos en Mar del Plata, con éxito absoluto. Pero en la cuarta o quinta función me subo al caballo de un salto y me aplasto un testículo. Seguí la función con mucho dolor, no me podía ni mover. Me terminaron operando, me sacaron un testículo. Cuando me desperté tenía a un secretario al lado de la cama para decirme que tenía que estar, que no se podía suspender la función. Lo hice, cocido, sangrando porque se me abría la herida. En fin, veinte años después, volvió a olvidarse que tenía que pagarme y le gané otro juicio”, cuenta. Esta vez fue por su trabajo en la última telenovela de Alberto Migré, Leandro Leiva, un soñador, por canal 9, en 1995, con Carolina Fal. Ya está, que en paz descanse”, dice sobre otra figura repetida en su historia.

Por esa tradición familiar del empuje y la autogestión para que el trabajo no falte, formó dos compañías teatrales –La típica en leve ascenso, con un gran grupo de músicos, y Errare humanum est, con Hugo Arana, Darío Grandinetti, Juan Leyrado y Manuel González Gil- y fundó un teatro, la sala Callejón de los deseos, hoy el Espacio Callejón, en el barrio del Abasto.

“Para la Típica yo escribía los libretos sobre la historia de un poeta y artista ignorado que no figuraba en ningún anal de ningún lado: Vida, sueños, sexo y arte de Alberto Carlos Bustos, municipal y pájaro. Ese era nuestro juego, sin ensayar con unos músicos extraordinarios.

El hombre elefante, con Miguel Angel Solá y Soledad Silveyra, una puesta de 1982

-Con el otro grupo, tuvieron un gran éxito, Los mosqueteros del rey que además ha vuelto con otro elenco

-Sí, de ese grupo me ha quedado mi amigo más querido, Manuel González Gil.

-Arana murió, ¿con Leyrado y Grandinetti te ves?

-No, no tengo que ver.

Si hay una continuidad amorosa en la carrera de Solá, sin duda es González Gil, el director con quien ha vivido los momentos teatrales más felices, en especial, su obra más querida: Hoy: El diario de Adán y Eva, de Mark Twain. La historia de amor de Dalmacio y Eloísa se estrenó, junto con Blanca Oteyza, en 1995, y recorrió la Argentina y España; años después, con Paula Cancio continuó ese camino en 2015. “Manuel es un genio, un hombre creativo, imprescindible en la cultura de este país y que da trabajo a tanta gente, tiene humor y don de gente, cordialidad con todo el mundo. Otro gran amigo es el músico Martín Bianchedi y otros músicos de la Típica como Daniel Giménez. Y además de amigo, me gusta que me dirija Manuel porque me conoce, me respeta y nos llevamos bien”, dice, inapelable.

Solá junto con Paula Cancio, cuando juntos subieron al escenario para interpretar El diario de Adán y Eva, una de las preferidas del actor

-¿No te gusta experimentar con otros estilos de trabajo?

-No. Me divertí muchísimo con Max Otranto, el director de Mi querido presidente, muy respetuoso, pero, en general, no. Tengo 74 años y 55 de profesión. He aprendido lo suficiente para saber con quien quiero trabajar.

-Otra de tus persistencias es que tus parejas han sido, y son, actrices: Susú Pecoraro, Blanca Oteyza, Paula Cancio. ¿Trabajando nace el amor?

-También viene de familia, es una continuidad, la familia como reunión de gente para llevar adelante la vida, el teatro, el pan a la casa. Tampoco me importa mucho. El amor es el amor, no se elige, el amor va.

-Tres hijas mujeres: ¿esperabas el varón?

-No. Me gustan las mujeres. Además, si venía un varón iba a pedirme que jugara al fútbol.

-¿La chiquita está acá?

-No. Ojalá estuviera.

En series

Ganador de cuatro Martín Fierro, en televisión ha protagonizado recordados villanos: Sergio Castellini de El oro y el barro (1992), Klaus Miller de La leona (2016), Sebastián -un expresidente latinoamericano- en el capítulo Un pedido especial de la segunda temporada de la serie Bellas Artes (2024) para la plataforma Disney (“pero no lo promocionaron conmigo sino con Imanol Arias”, dice sobre este último trabajo con los directores Mariano Cohn y Gastón Duprat).

“No sé de dónde sale, soy un actor absolutamente intuitivo, no creo en nada que no salga dentro mío. Por eso lo mejor que puede hacer un director es dejarme hacer”, afirma sobre sus interpretaciones.

-¿Te molesta que un/a director/a te indique lo que busca de tu actuación?

-No, eso no me molesta. Si sabe escuchar, no me molesta. Si no sabe escuchar, me parece de una impertinencia espantosa. A mí ningún director me va a enseñar a ser actor, primero me tiene que demostrar que lo sabe hacer mejor que yo. En teatro tenés que tener muchos huevos para dirigirme. Manuel los tiene. Y para el audiovisual, con los métodos de ahora horribles, con la digitalización, cualquiera es director porque creen que lo arreglan todo en la edición.

Además de Mi querido presidente, Miguel Ángel Solá va a dirigir una serie sobre el mundo de las aplicaciones de citas

Además de protagonizar Mi querido presidente, va a dirigir una comedia romántica sobre el mundo Tinder (aplicación de citas) que comenzará a ensayar después del estreno del viernes y de la que no quiere dar más datos.

-¿Vas a estar más en Buenos Aires entonces? Tu mujer e hijas están en Madrid

-Sí, voy a estar seguro hasta marzo por estos trabajos. En Madrid está mi casa con mi familia en la que sigo viviendo pero con Paula estamos separados hace alrededor de un año pero en buenas relaciones. Seguimos viviendo y trabajando juntos.

-¿Cómo estás?

-Sigo enamorado. No estoy bien. Pero estoy bien.

-¿Por qué en la misma casa?

-Porque hay que tener dinero para pagar dos alquileres.

-Qué difícil

-Nunca me importó la plata pero sí el trabajo. En 30 años de estar afuera, sólo me llamaron Pablo Echarri y Martín Seefeld para La leona y el año pasado, Gustavo (Yankelevich) para esta obra. En España hice mucho teatro pero no tanto en televisión y cine. En cine, en general, hice muy poco, mucho menos de lo que merecía hacer pero lo que hice, queda.

-El público te quiere y te recuerda, Miguel

Y no hay respuesta porque eso lo sabe, lo anima y lo impulsa a continuar.

Para agendar

Mi querido presidente, de Matthieu Delaporte y Alexandre de la Patelliere y dirección de Max Otranto. En el Teatro Apolo (Corrientes 1372), los jueves, a las 20.30; viernes, a las 21; sábados, a las 20; y domingos, a las 20.30.