Isaac Newton, Napoleón Bonaparte y un planeta pequeño, ardiente, helado y escurridizo, brillando más que nunca hoy en el cielo del atardecer. Mercurio, el más difícil de encontrar de los cinco planetas observables a simple vista, se lucirá centellante al atardecer. Más cercano al Sol que ningún otro, más extremo que ningún otro, más veloz que ningún otro y apenas más grande que la Luna, estará en su ubicación más alta del cielo, revelando sus misterios hoy tras el ocaso y en este relato, su conexión con Newton y Bonaparte.
¿Dónde buscar a este planeta infernal? Siempre cerca del Sol. Mercurio está a un tercio de distancia de lo que se ubica la Tierra de la “estrella madre”. Por lo que nunca se verá alto en el cielo en plena noche. Eso significaría estar más alejado del Sol que la Tierra, como Marte, Júpiter y Saturno (que si se ven en el medio del cielo ). Pero Mercurio (al igual que Venus) hay que buscarlo al amanecer o al atardecer, muy cerca del Sol, como hoy.
El Sol se oculta por el oeste y por allí aparecerá un punto tenue, pero claro. ¿En qué momento? Tras el ocaso, depende de la agudeza visual del observador. El resplandor del atardecer se irá ahogando sobre el horizonte y un punto brillante, algo a la derecha y muy cerca del lugar por donde se ocultó el Sol, hará su aparición. ¿Por qué hoy? Porque se encuentra en su máxima elongación, a la mayor separación posible del Sol. ¿A qué hora? Se mantendrá en el cielo unos 40 minutos más allá de atardecer y luego él también seguirá los pasos del Sol. Es un momento, una ventana de observación que se abre en el cielo para descubrir a ese planeta pequeño, ardiente, helado y escurridizo.
Pequeño porque es apenas un 40% más grande que la Luna. Ardiente porque las temperaturas de día llegan a los 350°C. Helado porque de noche se pueden sentir unos -170°C. Aunque en Mercurio el día y al noche son conceptos extraños. ¿Cuánto dura un día en Mercurio? Depende de que se entienda por día. Da una vuelta sobre su propio eje en 58 días terrestres, pero como se mueve demasiado rápido por el espacio, para volver a ver al Sol en el mismo lugar del cielo, deben pasar 176 días. O sea que son unos 88 días terrestres con Sol en el cielo de Mercurio, llegando a esos 350°C, y otros tantos 88 días se demora la noche allí y se congela hasta los -170°C.
¿Y por qué escurridizo? Porque es el planeta que más rápido se mueve en torno al Sol, viajando a unos 170.000 km/h, le lleva 87 días completar su órbita. Por eso cambia tan rápido de posición en el cielo, de allí tomó su nombre del dios más veloz del olimpo romano, por eso hay que aprovechar a verlo hoy. Antes que se escurra entre las estrellas.
Newton, Bonaparte y Mercurio
Así como el planeta toma su nombre del dios romano y este imita al dios griego Hermes y al etrusco Turms, es también Mercurio la denominación de uno de los elementos más raros de la naturaleza: un metal líquido. Famoso por su utilidad para medir la temperatura, el mercurio no solo está en los termómetros. Antes de llegar allí se extrajo de minas, como en Almadén, España. Incluso los antiguos romanos ya lo extraían de esa región, aunque lo llamaban plata líquida. De hecho de allí salió un tercio de todo el mercurio que usa la humanidad. Pero antes de llegar a la Tierra, nació en las estrellas más grandes del universo.
El elemento Mercurio no existía en el origen del cosmos. Como casi ningún otro elemento, entendemos que en el inicio solo hubo hidrógeno y helio (y apenas muy poco más). Para que se forme el mercurio fue necesario que las estrellas más grandes del universo nazcan, brillen durante millones de años y al final de su vida, en una descomunal explosión de supernova, creen elementos tan extraños como esta “plata líquida”.
Luego, en un rincón perdido del universo, en un pequeño planeta llamado Tierra, se encuentra ese elemento y se lo llama mercurio. En ese mundo, a mitad del siglo XVII nacía Isaac Newton (falleció el 31 de marzo de 1727). Uno de los mayores genios de la humanidad, alguien que explicó porqué se mueve el universo, moría con su cuerpo intoxicado de mercurio, aunque probablemente de una falla renal, la exposición al metal líquido lo dañó profundamente. Casi cuarenta años más tarde nacía en Córcega, Napoleone Buonaparte.
Llegó a ser emperador de Francia y extender sus victorias de Egipto a Noruega, de España hasta Moscú. Gobernó sobre 80 millones de personas, casi la mitad de Europa por entonces. Y un 5 de mayo de 1821 murió en la isla de Santa Elena, a 1800 kilómetros de la costa africana, rodeado de un puñado de seguidores. Tenía 51 años y se cree que lo mató un cáncer de estómago. Aunque sospecharon que fue envenenado con mercurio.
Hoy tras el atardecer se verá el planeta más pequeño del sistema solar, luchando por superar con su tenue luz el resplandor del Sol. En una mirada fugaz puede ser otro puntito más de los que empiezan a aparecer en la noche. Pero si se busca un poco, puede asomar un mundo extremo, donde el tiempo es complejo de medir, un planeta que se escurre entre las estrellas. Y antes de que cubra la noche, su nombre puede evocar la vida en la Tierra. Sus genios y sus líderes, la gloria y la muerte, el transitar de una humanidad como un metal líquido por los surcos de la historia. Es ahí, afuera, donde el encuentro con Mercurio nos está esperando en la noche de los tiempos.