El lenguaje corporal, muy de moda en estos tiempos, lo mostraba a Marcelo Gallardo fastidioso y preocupado durante el mismo partido, mucho antes que se consumara la derrota de River por penales ante Talleres de Córdoba por la Supercopa Internacional. El “¡Dale, vamos a ganarlo de una vez!» con el que intentó arengar a sus jugadores antes del segundo tiempo del adicional intentó ser más un golpe emocional que despertara un gol salvador que una consecuencia de aquel equipo que está acorralando al adversario y solo le falta la puntada final para irse vencedor.

Se habló de la eficacia millonaria en los penales, pero en realidad la imagen que le devolvió River como equipo a Gallardo en Asunción fue muy parecida a la que se vio en casi todo el 2025. Salvo excepciones, chispazos: la creatividad del Pity Martínez para meterle una gran asistencia a Borja en San Juan, una patriada de Borja ante Lanús, un centro de Montiel para el cabezazo de Colidio ante Independiente, la aparición salvadora del propio Montiel ante Instituto en el minuto 94, un error del arquero de Platense para el empate de Matías Rojas sobre el final…

Marcelo Gallardo en Asunción, en plena final con Talleres

A River le cuesta sostener un juego colectivo sólido porque no termina de entregar indicios confiables de las formas con las que pretende atacar. O quizás el plan es claro y se entrena en esa dirección, pero luego el equipo no lo refleja los días de los partidos. Las señales negativas es que termina tirando más de 20 centros durante un primer tiempo y justo en un partido en el que Borja estaba en el banco de suplentes. O que tira muchos centros cuando está el 9 colombiano, pero son todos forzados y anunciados, impactados desde muy lejos. En otras palabras: centros que benefician a los defensores rivales.

La matriz de pases realizada por Opta Stats Perform de River ante Talleres de Córdoba refleja la mayor conexión entre la última línea compuesta por Montiel, Pezzella, Martínez Quarta (luego Paulo Díaz) y Casco. Pero, como en casi todos los encuentros anteriores, le faltó profundidad, agresividad en los duelos individuales y sociedades (entendimientos) en los últimos 30 metros: ¿dónde deberían caer y con qué efecto o potencia le deberían llegar los centros a Borja para que tenga una mayor eficacia para definir?

La mayor combinación de pases de los jugadores de River ante Talleres se dio entre sus defensores: un símbolo de la falta de recursos ofensivos

Más allá de que ningún jugador, salvo Franco Armani y Gonzalo Montiel, garantizan sus titularidades con rendimientos, Borja sigue siendo el futbolista más determinante de River. Pero algo no le cierra a Gallardo, algo no termina de ubicarlo como la principal referencia del ataque, ni siquiera cuando lo pone desde el arranque. Después, Paulo Díaz ha tenido desatenciones y cierres fallidos, pero ¿y si lo mejor es sumar al chileno a una línea de 3 con Pezzella y Martínez Quarta?

Tampoco se afianza ningún 10 de los varios que tiene en el equipo. Mastantuono es joven todavía, Ignacio Fernández y Manuel Lanzini están lejos del nivel que supieron demostrar; Matías Rojas todavía no entró en sintonía. Pity Martínez, el que más hacía reír a Gallardo, tiene un aporte a cuentagotas, pero también se espera más de él. Hasta sus propios compañeros. Enzo Pérez le recriminó en su expulsión ante Estudiantes que “no se tire más”, porque el contraataque que finalizó con la roja al volante central nació de una pelota perdida por el Pity, que fingió una infracción en la puerta del área rival. Quizás la expulsión de Enzo Pérez no fue por eso y tuvo que ver más con una mala lectura del experimentado mediocampista, pero eso no quita que la recriminación a Martínez no sea consensuada por varios.

Un equipo inofensivo ante Talleres

¿Qué ve Gallardo en el espejo? Porqué el Gallardo de hoy parece autopresionado en conseguir “todo ya” y casi no tiene paciencia para sostener rendimientos o ideas más funcionales a las características de los jugadores con los que cuenta. El River de 2019 perdió la final de la Copa Libertadores ante Flamengo, pero ese equipo incluso jugaba mejor que el de 2018. Si no lo consiguió, rozó el “fútbol total”, con un mediocampo de lujo compuesto por Enzo Pérez, Exequiel Palacios, Nacho Fernández y el mejor Nicolás De la Cruz, el jugador-emblema de su primer ciclo.

Pero ahí da la sensación que puede estar una de las encrucijadas para Gallardo. El River del 2019, de un fútbol exquisito y también agresivo para atacar y recuperar la pelota, le costó cuatro años construirlo. No hay que olvidarse que Nicolás De la Cruz y Pity Martínez eran muy resistidos por los hinchas y, sin embargo, el DT no sólo los esperó sino que los acompañó en el proceso, los hizo mejores. A partir de su autoexigencia, da la impresión que el Gallardo que volvió a River en 2024 pretendía en un puñado de meses conseguir ese River 2019, pero hoy parece todavía no hacer pie ni siquiera con el River 2014 o el 2015, que se armó (y muy bien) pero desde recetas más sencillas, casi que ambos equipos fueron moldeados por las características de sus futbolistas al servicio de un plan. Lo otro fue una transformación que llevó años.

Giuliano Galoppo, Matías Rojas, Lucas Martínez Quarta, Gonzalo Montiel, Jorge Brito presidente de River Plate, Marcelo Gallardo entrenador en jefe de River Plate, Enzo Pérez, Sebastián Driussi y Gonzalo Tapia posan para un Foto del equipo antes de un partido amistoso internacional entre River Plate y la selección de México, a principios de 2025

Los dos mercados de pases y el reseteo casi competo con respecto a las incorporaciones que había hecho Martín Demichelis muestra un apuro que aquel Gallardo de 2014 no tenía y generó decisiones que pudieron ir a contramano de lo que antes habría pasado con Pity Martínez y De la Cruz. Ahora “devolvió” a Franco Carboni casi sin testearlo en varios entrenamientos, se desprendió de Nicolás Fonseca en un momento que parecía haber superpoblación de N° 5 y lo mismo sucedió con Rodrigo Villagra, pero ahora lo que le falta es un socio definido de Enzo Pérez. La ausencia por lesión de Giuliano Galoppo (una muy buena incorporación) atentó contra esto último, pero así y todo River debería tener un plan B confiable. En el ataque, ¿Gonzalo Tapia es mucho más que Adam Bareiro?

Otro punto para comprender por qué el mensaje de Gallardo quizás no termine impactando del todo bien es porque el DT hoy cuenta con campeones del mundo (que fueron campeones del mundo sin él, con la selección de Scaloni), futbolistas consagrados que pueden tener ganas de seguir ganando pero lo que puede estar bajo análisis es cuánto esfuerzo están dispuestos a hacer para conseguirlo; y futbolistas que vuelven o llegan con el cartel luminoso (Driussi, Enzo Pérez, Matías Rojas) pero que deben revalidar en el campo de juego esa expectativa con la que arribaron.

Nicolás Fonseca es amonestado en la Bombonera, el 21 de septiembre de 2024, luego de una fuerte infracción sobre Zenón

¿Quién puede dudar que Montiel se va a tirar a trabar con la cabeza por Gallardo? Eso hasta se ve, pero no pasa sólo por la actitud, sino también porque -quizás, sólo quizás- quien es campeón del mundo se cree facultado para ganar un partido solo. Y no hay estrategia colectiva más efectiva que la que dice que “todos juntos son más fuertes que hasta la mejor individualidad”. Y eso se construye desde los roles y las estrategias, desde un sistema táctico que envuelva de la manera más eficaz a cada individualidad, que la potencie.

Acuña queda expuesto en el retroceso y por eso lo reemplaza Casco; Montiel generó la chance más clara ante Estudiantes con un centro atrás que no fue bien capitalizado por Mastantuono. Pero uno de los River que mejor jugaba era aquel que sólo tenía a los carrileros/laterales, para potenciar los ataques interiores porque ¡los de mejor pie estaba por adentro! “Miren cómo desequilibran los laterales”, se decía, pero ellos casi nunca finalizaban las acciones, eran el anzuelo para los adversarios.

Gonzalo Montiel, el de mejor rendimiento de los refuerzos que llegaron con Gallardo

River quiere parecerse a la versión 2019, pero hoy no logra arrimarse ni siquiera a las imágenes de 2014 y 2015, donde se hacían fuerte de atrás para adelante. De nuevo: ¿si la característica del plantel lo impulsa a Gallardo a jugar con línea de 3? ¿Si esa línea de 3 termina siendo más productiva desde lo ofensivo que desde lo defensivo? Quizás terminan estando más cubiertos Montiel y Acuña. La probó ante San Lorenzo y no funcionó. Pero no le dio revancha este año. Sí le funcionó ante Boca en la Bombonera, en 2024, donde el equipo además del buen juego tuvo el tesón para copar la parada en cada pelota dividida. Lo que le falta, por características, son mediocampistas que tengan un recorrido mayor por las bandas. Pero lo puede suplir de otra manera. Alguna vez, cuando se frustró la transferencia de Walter Montoya, el propio Gallardo le había dicho a su cuerpo técnico: “No importa. Jugamos sin 8″.

¿Cuál sería hoy el mejor sistema y con qué intérpretes para que River vuelva a competir con la sangre en el ojo, sea agresivo, ataque con fe y logre presionar ante la pérdida de la pelota? El ama los zurdos habilidosos, pero hubo un momento en que tuvo que apostar al doble 5 Ponzio-Kranevitter o Ponzio-Enzo Pérez. Sin Pablo Solari, el más parecido que le quedó en el plantel es Ian Subiabre. Estos casilleros son los que debe completar el Muñeco para que River lo identifique, lo represente.

Miguel Borja festeja su gol ante San Martin de San Juan, en el actual torneo Apertura 2025

Hoy el espejo parece resquebrajado. Cuál de todos los Gallardo ve Gallardo: un DT atrapado entre ídolos ¿intocables? y las figuras con más cartel que presente. Gallardo se siente desafiado y cuenta con herramientas para revertir la situación. Más que nunca, necesita ser el primer Gallardo, el que resolvía en función de lo que el equipo le pedía y tenía paciencia para esperar que esas modificaciones den sus frutos.

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