Un movimiento, una idea, un proyecto político, una divisa de adhesión. Make America Great Again reza el lema de la campaña por la que el pasado lunes asumió en Washington el presidente nº 47 de los Estados Unidos, una marca que, junto a los colores y las estrellas de la bandera norteamericana, es para todo el mundo el sello de Donald Trump.

Pero para mí, que en el preciso momento en que leo en mi pantalla un título de La Nación diciendo que “The Wall Street Journal describe a Milei como un héroe del MAGA” levanto la vista sobre el monitor en y me encuentro, enmarcado en la pared de mi escritorio, un disco junto a una foto y una placa como recuerdo de mis años húngaros, MAGA es un nombre de la música, la firma del violinista más popular de Hungría, mi querido vecino en Budapest.

Para mí MAGA es un nombre de la música, la firma del violinista más popular de Hungría, mi querido vecino en Budapest

Zoltan Maga: una superestrella nacida como prodigio del mundo gitano, un rockstar del crossover que desde el gypsy a la música clásica pasando por el pop y el folklore, convoca a multitudes en conciertos icónicos como el impactante espectáculo que cada temporada ofrece la noche de Año Nuevo en el Papp Laszlo Sportarena, un auditorio de más de 13.000 personas, transmitido en vivo por la televisión húngara y países vecinos. Adorado por el público por la manera con que cultiva las caras raíces de un arte popular (del que el violín es el instrumento-símbolo), que se remonta a siglos de historia en las tabernas y las aldeas de la Transilvania y los pueblos rurales de influencia gitana y habla húngara, en Serbia, Eslovaquia y Eslovenia, a los sonidos, las danzas, las costumbres y los bordados coloridos de sus ropas blancas. Amado también por la generosidad con que retribuye el éxito, la prosperidad y el afecto que se le brinda a manos llenas, ayudando a miles de compatriotas suyos, los más necesitados, las comunidades zíngaras, los niños ávidos de alimento, abrigo y educación. Ese es el músico, el violinista, el empresario —una suerte de Midas que todo lo convierte en bonanza—, el carismático personaje público vinculado a la política y a Viktor Orbán, comprometido con las tradiciones, la identidad y el bienestar de su pueblo.

El músico húngaro Zoltan Maga

Pero al que mejor conocí fue sin dudas al hombre privado, el padre cariñoso de tres hijos (un joven violinista —Zolti—, una cantante —Jennifer— y una niña a quien vi nacer bautizada con el nombre de Sissi, la emperatriz Elizabeth), el mejor vecino que jamás haya podido soñar, una persona cálida de amable sonrisa que nos deparaba maravillas sorprendentes en cumpleaños, Pascuas, Reyes magos y Navidad, un amigo inolvidable con el que compartimos mucho más que el jardín (donde él aportaba la parrilla y nosotros la carne argentina), años de música, reuniones y afecto recíproco.

Antes de terminar este manuscrito fui a visitar su Instagram y, tal como lo imaginaba, porque la popularidad no es en vano, en su post de la semana aparece una foto con Trump en una exclusiva gala del Republican Club de Nueva York, al cabo de cuyo concierto el magnate se puso de pie para aplaudir y expresar su simpatía por el virtuoso violinista que desde la Europa central profunda hasta las calles de Londres o el subte de París empapela ciudades con un nombre mágico que es a la vez insignia, ideología y proyecto: “MAGA-MAGA. La contraseña del éxito”

En nuestra noche de despedida, al concluir mi labor acompañando la representación argentina como esposa de un diplomático profesional, nos deparó la última de sus emocionantes sorpresas: el obsequio de uno de sus trofeos, el premio Phonogram 2011. Al pie del disco hizo grabar una placa —”A mis queridos vecinos, el embajador de la Argentina y su esposa”— en agradecimiento por la amistad a través de la música de nuestros países”. Leo las noticias del presidente norteamericano, pero al detenerme en busca de una frase a la hora de redactar esta columna, levanto la mirada y lo que encuentro es el recuerdo grato del MAGA verdadero: Zoltan, mi amigo en Budapest.