Nicolás Maduro juró ayer como presidente en una sala más chica y menos poblada que la que usó en sus dos anteriores asunciones y en una Venezuela de blindaje terrestre, aéreo y marítimo y de ostentación de armas. Para ser un dictador recién graduado, son demasiadas señales de nervios, miedo, debilidad y aislamiento.

¿Tendrá oxígeno Maduro para perpetuarse en la dictadura como los dos únicos presidentes presentes en su jura, el cubano Miguel Díaz-Canel y el nicaragüense Daniel Ortega?

En sus más de 11 años de presidencia, Maduro reemplazó legitimidad electoral y popular por fuerza y represión.

El saludo de Díaz-Canel y Ortega a Maduro

Apeló a la intimidación de la violencia porque, sin actas electorales, no pudo persuadir al mundo de que había ganado las elecciones del 28 de julio pasado. Persiguió en las calles a la oposición porque no le pudo ganar en las urnas. Hipotecó la gestión ante Diosdado Cabello, halcón entre halcones, y ante las fuerzas armadas para garantizar su propia permanencia. Gobernó tan mal que, cuando asumió, en 2013, recibió un PBI de 372.000 millones de dólares y lo dejó hoy en 106.000 millones, según el FMI. Parceló la economía ilegal entre grupos criminales para abastecer las arcas paralelas del régimen y de su “boliempresariado”.

Se recostó en aliados globales como Rusia, Irán, Cuba o China –también debilitados ellos– que conforman una “internacional autocrática”. Y llegó a depender, hoy ya casi con exclusividad, de su enemigo declarado, Estados Unidos, y del puñado de licencias petroleras que le habilitó en 2022 para facilitar el proceso democrático.

Maduro saludó a sus seguidores tras la asunción

Si Nicolás Maduro es tan ineficiente como dictador como lo fue en su rol de presidente elegido por el voto, entonces, tal vez, la autocracia cerrada venezolana tenga corta vida. El heredero de Hugo Chávez, sin embargo, sí tiene un talento, uno que le es suficiente para subsistir en el poder aun cuando amigos y enemigos lo dan por acabado.

Por un lado, aprendió de las lecciones de supervivencia de otros autócratas latinoamericanos como los Castro, Díaz-Canel y Daniel y Rosario Ortega. Por el otro, logró crear un conglomerado de corrupción y violencia en el que están comprometidos todos los pilares del régimen: Diosdado Cabello y el ala dura del chavismo, los hermanos Rodríguez, Vladimir Padrino López y las jerarquías de defensa y de seguridad. Si Maduro cae, todos caen.

“El régimen cruzó el Rubicón y no acepta ningún disenso sobre volver atrás”, dice, en diálogo con LA NACION, Ronal Rodríguez, investigador del Observatorio de Venezuela, de la colombiana Universidad del Rosario.

El chavismo empieza una etapa que estremece a los venezolanos e incomoda a la izquierda latinoamericana, la de la dictadura pura y dura. No será un capítulo fluido ni fácil para Maduro; las armas y argumentos para su subsistencia tienen un doble filo explícito.

1 El consejo de Fidel a Chávez que resiste

Una de las esperanzas de la oposición desde julio a hoy fue que los mandos medios de las fuerzas armadas, tan golpeados como los civiles por la crisis económica e institucional, se sublevaran contra las jerarquías militares y contra el gobierno chavista. María Corina Machado apeló directamente a ellos en sus mensajes desde la clandestinidad. Poca o ninguna chance existió de que eso sucediera en las filas intermedias. Menos aún en las jerarquías, como ayer pidió Edmundo González Urrutia.

Maduro junto a los altos mandos militares

De eso se empezó a encargar Hugo Chávez en 2007, luego de que los venezolanos le pusieran límites, en un referéndum, a sus ambiciones de reelección indefinida. Su mentor, Fidel Castro, le dio un consejo originado en su propia experiencia: para mantener el poder hay que garantizarse el control total y absoluto de las fuerzas armadas. Más de 17 años después, las fuerzas armadas venezolanas responden a un solo jefe, el chavismo.

“El régimen tiene todo el aparato coercitivo y está dispuesto a usarlo. No se puede hacer una lectura de las fuerzas armadas como si fueran de un país democrático. El chavismo alentó la corrupción de sus propias fuerzas; aquí hay dádivas y negocios muy lucrativos que van en todas las direcciones. [Las fuerzas armadas] No están interesadas en un regreso de la democracia; sienten que de suceder eso, quedarían expuestas a la justicia internacional y local”, advierte Rodríguez.

El régimen, determinado a impedir un golpe como el que, en 2002, desplazó por horas a Chávez, se encargó de atar a las fuerzas armadas a sus propios destinos y caprichos otras estrategias que van más allá de la de la economía ilegal.

Maduro blindo su gobierno contra golpes con rotaciones, purgas y ascensos. En Venezuela hoy hay 2100 generales, más del doble de los 800 que hay en las fuerzas armadas norteamericanas [que multiplican exponencialmente a las bolivarianas en tropas, armas y presupuesto]. Eso tiene dos consecuencias. La primera es que están comprando lealtades. La segunda, que con tantos generales es muy difícil organizar y coordinar un golpe”, dice, en diálogo con la nacion, John Polga-Heicimovich, profesor de la Escuela Naval de Estados Unidos y coeditor de un libro sobre la consolidación autoritaria de Maduro.

2 El peligro de las internas

La estrategia del miedo y de la coerción tienen varios riesgos, que a su vez son límites, y la pregunta en esta nueva etapa es cuán duradera será. En Nicaragua y Cuba esa política de la intimidación y represión sistemática fortaleció a las dictaduras de los Castro y de los Ortega. Pero Venezuela es diferente. Por su lado, la oposición está más movilizada y ya aprendió a sobrevivir una y otra vez a las trampas chavistas. Como Maduro, sabe resistir.

Maduro besa a su esposa, Cilia Flores, durante los festejos

Por el otro, el oficialismo venezolano tuvo, hasta hace muy poco, ambiciones de reputación democrática y legitimidad internacional. Esas aspiraciones, aun cuando sean en burbujas y silenciadas, chocan contra la estrategia de la violencia. Y generan reproches e internas.

“Uno de los aspectos importantes de lo que sucede hoy es que están debilitados y lo saben. Maduro y su círculo más íntimo están debilitados ante los militares y la dirigencia chavista. Con las elecciones, Maduro calculó y perdió mal. Pensó que iba a ganar y después no supo hacerlo”, dice, en diálogo con la nacion desde Caracas, Phil Gunson, analista para la región andina del Crisis Group.

El presidente quedó así vulnerable ante las alas más y menos duras del chavismo. Ante la primera, porque llamó a elecciones cuando eran evidentes la fortaleza y versatilidad de Machado. Ante la segunda, porque no logró retener ni siquiera el voto de los bastiones más históricos del chavismo. Como si no fuera poco, quedó en deuda con las fuerzas armadas por sostenerlo.

“Su dependencia de las fuerzas armadas es mayor que nunca. La figura de Padrino salió reforzada. Pero al mismo tiempo viene Diosdado Cabello, que también salió reforzado y ahora tiene un poder extra porque es ministro del Interior”, agrega Gunson.

Como toda dictadura, el gobierno de Maduro se selló herméticamente e hizo de la opacidad una aliada. Hoy las internas se desarrollan fuera de la vista pública de las calles venezolanas, pero tendrá en un futuro no muy lejano un escenario de potencial filtración. Una de las primeras medidas del dictador Maduro será convocar a una comisión para poner en marcha una reforma constitucional que delinee la “Venezuela de los próximos 30 años”. Allí se plasmarán las diferencias entre los dos hombres fuertes del régimen, Maduro y Cabello. Uno busca, según Gunson, “un Estado comunal, un simulacro de democracia participativa” y el otro “ser Nicaragua”, hoy dominada por el totalitarismo de los Ortega.

3 El peligro en ciernes de la economía

Para prevalecer en las internas –y, en definitiva, para evitar su propio colapso–, Maduro deberá impedir que la economía se hunda en una espiral descendente como hizo en sus primeros ocho años de mandato. La estabilización económica le permitió, desde 2021 a 2024, ilusionarse con que podría ganar las elecciones de julio. Esa percepción fue parte del mal cálculo.

Maduro jura su tercer mandato

Hoy todos esos indicadores que alentaron a Maduro empiezan a oscilar precisamente por la deriva dictatorial.

“La agudización de la inestabilidad política interna generada por resultados carentes de transparencia y la incertidumbre por el devenir de las sanciones hacen vislumbrar una importante desaceleración económica,” advirtió hace unas semanas un informe del Observatorio Venezolano de Finanzas.

Al escenario de menor crecimiento se le suma un fantasma que agobió hasta la indigencia a los venezolanos, la inflación. La falta de institucionalidad y transparencia, entre otras razones, empieza a agigantar la brecha entre el dólar oficial y el paralelo y la inflación cerró 2024 en 85%, diez puntos por arriba de lo previsto. No son los índices que convirtieron a Venezuela en la campeona global de la hiperinflación en la última década. Pero las alarmas empiezan a encenderse entre los economistas y los funcionarios bolivarianos.

Para comprar las lealtades de su entorno, de las fuerzas armadas, del crimen organizado y de las guerrillas colombianas, Maduro no necesita la economía formal; le es suficiente con la ilegal. El último informe de Economías Ilícitas de Transparencia Venezuela, publicado en 2023, describió un entramado de negocios que incluyen el contrabando de oro y de combustible, la trata de personas, el narcotráfico, la extorsión y la corrupción en puertos y aeropuertos que llega a unos 10.000 millones de dólares anuales, más del 10% del PBI de ese momento.

Pero para mantener las calles algo serenas y recuperar parte de los bastiones chavistas, Maduro necesita una economía formal medianamente en funciones. Y, para eso, depende de su enemigo de siempre, Estados Unidos.

4 Trump, ¿ayuda inesperada o el enemigo definitivo?

La tibia recuperación de la economía venezolana de los últimos años descansó en el regreso de la producción petrolera, que hoy llega a unos 950.000, unos 500.000 más que hace cuatro o cinco años. No hay sector económico que se le acerque en Venezuela. Y la explotación y la exportación están hoy fundamentalmente motorizadas por licencias petroleras habilitadas por Estados Unidos y otros países como parte del acuerdo de 2022 para llegar a elecciones justas, libres y transparentes. La principal de esas licencias recae en Chevron y, a partir del 20 de enero, Donald Trump será el encargado de decidir si sigue en pie o si es anulada como parte de nuevas sanciones contra la dictadura. ¿Qué determinará el próximo presidente norteamericano? No es tan fácil de descifrar.

González se reunió con Biden, pero no con Trump

En uno de sus últimos libros, John Bolton, consejero de seguridad nacional de Trump entre de 2018 a 2019, describe a un presidente ambiguo, dispuesto a acabar con el gobierno de izquierda de Maduro para complacer al electorado de Florida, pero también inclinado a mostrar admiración por la “inteligencia y fortaleza” del mandatario venezolano. ¿Cuál de esos dos Trump se hará cargo de la Casa Blanca?

“Las señales son ambivalentes. Hay dos personajes con perspectivas opuestas en su próximo gobierno. Está Marco Rubio [nominado para secretario de Estado], que detesta a la izquierda regional y a Maduro. Y también está Rick Grenell [enviado de Trump a “misiones especiales” como Venezuela o Corea del Norte], que se muestra muy dispuesto a negociar las licencias por migrantes”, advierte John Polga-Heicimovich.

Esas dualidades del próximo gabinete alimentan en Washington las especulaciones sobre un potencial acuerdo de Trump y Maduro, que le permitiría al autócrata de Caracas mantener las licencias petroleras –y, con ellas, cierta viabilidad económica– a cambio de recibir aviones con migrantes venezolanos apenas comenzado el nuevo mandato republicano.

5 Los dilemas de la oposición

Esos especialistas y diplomáticos regionales creen ver una anticipación de ese acuerdo inesperado en la inexistencia de una reunión entre Trump y Edmundo González Urrutia, cuando el presidente electo, según las actas, estuvo en Estados Unidos esta semana.

Con o sin acuerdo Maduro-Trump, la oposición también enfrentará sus dilemas y su nuevo capítulo. Tiene una líder consolidada y una estrategia electoral meticulosa y planificada que funcionó como nunca. El desafío será, de ahora en más, mantener la presión sobre Maduro y la unidad de un arco opositor que, en la trastienda, ya empieza a pasarse facturas. El mayor reto será seguir alimentando la ilusión y la energía de los venezolanos que tantas veces se esperanzaron con un giro democrático y convencerlos de que al dictador de Caracas le queda poco oxígeno aun cuando el capítulo dictatorial empieza a escribirse.