“Si tuviese que elegir entre ser Zyly o Joaquín, es muy probable que elija a Zyly. Mi fursona me representa mucho más y me hizo sentir más momentos de felicidad que mi persona. El furry constituye una parte significativa en mí, sin él me sentiría vacío”. Eso lo cuenta Joaquín, o Zyly, nombre de su fursona y como prefiere ser llamado, miembro y creador de contenido de la comunidad de furros en la Argentina.
La comunidad furry, llamada entre sus integrantes como el “fandom furry” (del inglés fandom, que refiere a un grupo de aficionados, y furry, derivado de fur, que significa pelaje), agrupa a personas interesadas en animales antropomórficos, es decir, aquellos con características humanas.
Un eje central de este grupo es la creación de avatares llamados fursonas, que combinan caracteres físicos y de la personalidad real o idealizada de su creador con rasgos de un animal a elección. Estos personajes funcionan como medio para interactuar dentro del fandom. Para muchos furros (como se autodenominan los miembros de esta comunidad), las fursonas no son solo un espacio de expresión, sino que también significan un lugar de exploración de identidades.
Gran parte de los miembros llegan a la comunidad en la preadolescencia a través de la web. “Descubrí el furry navegando por internet cuando tenía alrededor de 11 años. Estaba buscando dibujos del Rey León cuando encontré uno que estaba hecho de forma antropomórfica. Una de las etiquetas con las que estaba identificada la imagen era la de furry y cuando la cliqué me encontré con todo este mundo”, cuenta Juan Manuel Haupt, de 24 años, sobre su primer contacto con el fandom.
El ingreso a la comunidad suele darse a través de foros en internet de temática furry, aunque también existen espacios de interacción en plataformas como Telegram, Reddit e incluso redes sociales tradicionales como Instagram y X. La participación en estos espacios no requiere necesariamente la creación de una fursona desde el inicio, muchos ingresan como observadores, consumiendo contenido y explorando la cultura del fandom antes de decidir formar parte activa con su propio fursona.
Un mundo creativo
El furry es un universo profundamente creativo que se nutre de artistas visuales, escritores, músicos y generadores de contenido. Las fursonas, además de ser avatares, inspiran ilustraciones, cómics, música e incluso novelas. Plataformas como FurAffinity, un foro de la comunidad, y DeviantArt, una plataforma de arte digital, son claves para exhibir y comercializar las obras de los artistas, quienes también trabajan a pedido.
“Me dedico a hacer arte para el fandom furry. Trabajo con miembros de la comunidad en Estados Unidos y Japón porque pagan en dólares”, comenta Melani Ledesma, de 22 años.
Si bien el ingreso a la comunidad es por medio digital, muchos furries llevan a sus personajes al mundo real mediante fursuits, trajes personalizados con los que salen a las calles y asisten a convenciones. Aunque son muy deseados dentro del fandom, su alto costo, que ronda entre 1000 y 5000 dólares, e incluso más, los hace inaccesibles para algunos.
La Argentina Fur Fiesta (ARFF) es el encuentro más grande en el país de esta comunidad, y su última edición realizada entre el 16 y 18 de agosto del año pasado, en el Hotel Abasto, reunió a 448 asistentes. Guillermo Croppi, uno de sus organizadores, destaca que el objetivo principal que se tuvo al idear la ARFF fue “crear un espacio con impacto positivo y fortalecer los lazos de nuestra comunidad”. Según señala, estas convenciones permiten llevar al plano físico una actividad que comúnmente se desarrolla en el entorno digital.
“El año pasado fui por primera vez a la ARFF y me di cuenta que esto era para mí. En la convención me sentía desinhibido porque no era yo, era mi fursona, pero a la vez cuando soy mi fursona me siento más yo”, comenta Alex Farías, de 26 años, que vive en Chaco y es instrumentador quirúrgico, sobre su primera experiencia en esta reunión.
Un lugar de contención
El fandom no es solo un lugar de expresión artística, muchos furros confiesan haber encontrado en la comunidad un refugio social. “Llegué al furry en el punto más bajo de mi vida, de cierta manera fue un salvavidas. Fue encontrar un lugar en el que podía ser yo tranquilamente, sin preocuparme de todo lo demás y sin ser juzgado. Cuando me pongo mi traje me siento más libre”, cuenta Red, de 20 años, que prefirió no dar su nombre real, sobre su experiencia en la comunidad.
Al igual que Red, Zaiko, de 21 años, que también prefiere ser llamado por su nombre de fursona, confiesa haber encontrado en la comunidad un refugio donde socializar. “En el secundario no la pasé bien, la gente me trataba muy mal. Yo intentaba hacer amigos, pero no lograba incluirme. Llegué a la comunidad furry en el último año de secundaria y ahí encontré amigos de verdad. En ese momento el furry para mí significaba un lugar donde tener compañía”.
Sobre este aspecto, Farías comenta que “hay gente que fue muy juzgada y encuentra en la comunidad furry un lugar donde juntarse con pares y no ser juzgados por quiénes son” y que ese es “el punto clave del fandom”.
Problemas inherentes al mundo digital
Aunque la comunidad furry ofrece muchos aspectos positivos para sus integrantes, también existen desafíos inherentes al espacio que se ven explicados por su naturaleza digital. La convivencia entre adolescentes en momentos de vulnerabilidad y exploración sexual y delincuentes sexuales, es uno de ellos. El fandom, además de ser un lugar de expresión artística y un sitio donde sociabilizar, también es un centro de intercambio de una gran cantidad de pornografía y distintos tipos fetiches relacionados al genero furry. Este aspecto puede ser problemático para los más jóvenes, que en su búsqueda de aceptación y pertenencia pueden exponerse a situaciones peligrosas. Aunque muchos integrantes trabajan activamente para mantener un entorno seguro y positivo, la naturaleza abierta y virtual del espacio hace que estos problemas sean una realidad.
“Viví varias situaciones incómodas siendo menor en el furry. En el fandom muchas veces se normaliza que haya interacciones “no muy decentes” entre mayores y menores”, cuenta un miembro de la comunidad que fue víctima de grooming y prefirió no dar su nombre. “Yo la estaba pasando mal, tenía los típicos problemas de adolescente con mi familia. Como no contaba con nadie con quién hablar terminé escribiéndome con una persona mayor del fandom que me pidió fotos desnudo, y como un estúpido accedí”.
Estas interacciones son posibles gracias al anonimato de las fursonas en la web. “Al no haber una cara visible a través de internet, muchos furros mienten con la edad. Hoy por hoy, si me cruzo con menores que están iniciándose en la comunidad, les advierto sobre estos aspectos del fandom para que se manejen con cuidado”.
Este furro se alejó más de dos años de la comunidad por esta situación, y por otra más, en la que en una reunión con su groomer lo acosó. “Nos habíamos juntado en una casa a dormir, éramos aproximadamente 25 furros, cinco menores y el resto mayores de 25 años. Mientras estaba sentado en el sillón, este furro, que era mi groomer, se acercó y empezó a acariciarme. Yo estaba totalmente incómodo pero no sabía cómo salir de ahí”.
Casos como este cuestionan la efectividad del fandom como espacio seguro, revelando fallas que exponen a sus miembros más jóvenes. “Cuando detectamos estas situaciones en el fandom cancelamos a los usuarios para sacarlos del espacio”, comenta Croppi, que también sostiene que dentro de la comunidad son conscientes de estos problemas y los repudian severamente.
Sin embargo, reconoce que el anonimato de las fursonas debilita esta medida, ya que los usuarios pueden crear nuevas identidades digitales y seguir interactuando en el espacio bajo un nuevo nombre. En relación al este problema concluye que, “hay que tener la valentía para salir del anonimato y mostrarse, para representar y proteger a aquellos miembros que no están listos para hacerlo”.