Está muy fresca la bronca del plantel uruguayo con Marcelo Bielsa, un vínculo que se sostiene más allá de las turbulencias que hubieran eyectado a cualquier otro entrenador extranjero de un seleccionado. También se conoció hace poco una declaración de Hernán Crespo, muy enojado con el DT argentino en la parte final del lapso en el que coincidieron en la celeste y blanca. Aún así, si uno logra acercarse a los sentimientos de la mayoría de los futbolistas que fueron dirigidos por el Loco, se encontrará con miradas muy respetuosas y, lo que es más común, hasta emocionalmente muy positivas.

Bielsa ya le ganó el primer duelo de eliminatorias a Lionel Scaloni. Y en aquel partido en la Bombonera el saludo entre ambos mostró que el recuerdo de su relación anterior (coach/futbolista) tiene buenos sentimientos. Sin embargo, el ahora entrenador de la selección apenas jugó 19 minutos al mando de su antecesor. Fue el 30 de abril de 2003, en el triunfo de la Argentina sobre Libia por 3 a 1. A pesar de todo, Scaloni lo admira.

Scaloni y Bielsa, en el Argentina vs. Uruguay de noviembre de 2023

Aquella excursión comenzó con una breve concentración en Roma, donde el contacto con la selección era mucho más accesible que en estos tiempos. Se trataba de un tiempo de renovación de plantel después del fracaso de Japón y Corea 2002. Llegaban masivamente los “Pekerman boys” a la selección. Los ojos estaban puestos sobre Juan Román Riquelme y Javier Saviola, los que se habían quedado fuera del Mundial, y sobre varios “nuevos” proyectos: Lucas Castroman (22), Lionel Scaloni (24), Bernardo Romeo (25)…

El partido tenía una carga extradeportiva enorme. Saadi Khadafy, hijo del líder libio Muamar, tenía un capricho: el fútbol. Llevó a Ben Johnson a Trípoli para que lo entrene. Estaba enamorado del juego de Javier Saviola. Le pagó un millón de dólares a la AFA (cifra para nada habitual en la época) y armó un amistoso para jugar él mismo contra la selección argentina. El ingreso del controvertido atleta canadiense se hizo en simultáneo con los tres periodistas argentinos que cubrieron el partido. Un dirigente de la Federación de Fútbol de Libia, delante de los cuatro, pagó la coima para que las autoridades del aeropuerto autorizaran el visado de los “invitados”, por entonces casi imposible de conseguir.

Marcelo Bielsa llega a Libia para el amistoso ante el equipo local

La concentración italiana antes del partido se concretó en el predio la Borghesiana, en las afueras de Roma. Allí Bielsa trabajó mucho con los más chicos. Eran tiempos en los que se escuchaba en vivo el trato severo del técnico. En una sistematización de jugadas con un lateral (Scaloni), un mediocampista (Riquelme) y un centrodelantero (Romeo), después de una triangulación la pelota llegaba al área y el 9 debía definir. Todo en soledad, sin más defensores que el arquero. Romeo falló una vez, Bielsa hizo un ligero gesto de desagrado. Y cuando falló la segunda no se aguantó más: “¡Bernardo, nooo! Usted es un futbolista profesional. En el juego real, con mucha suerte tendrá una o dos de esas cada tres partidos. No puede fallar. ¡No puede fallar!”.

Scaloni peleaba la titularidad con Castromán. Al final perdió esa pulseada y fue al banco.

Marcelo Bielsa con Riquelme, Aimar y Gallardo, en las prácticas en Roma, antes del amistoso entre la Argentina y Libia

Saviola venía de una relación muy mala con el neerlandés Luis Van Gaal. Lo quería hacer jugar de extremo, cuando él pretendía hacerlo por el centro del ataque. Algo parecido había hecho Bielsa con él antes del Mundial 2002. El argentino, en una charla informal marcaba diferencias. “No sé por qué a veces los técnicos se ponen caprichosos y no quieren entender al jugador. Creo que Bielsa no es caprichoso. Al menos no por ahora”, decía horas antes del que fue su primer partido como titular y en el que metió el primer gol de su carrera con la selección.

Lionel Scaloni ingresa por Javier Saviola en el amistoso entre la Argentina y Libia el 30 de abril de 2003 (captura de TV)

Pero las rarezas de Bielsa estaban a la orden del día. En ese partido en el estadio Once de junio de Trípoli, la Argentina no jugó bien. Abrió el marcador el Conejito y los libios sorprendieron con el empate del habilidoso Tarek El Taib. Bielsa transitaba por esos días lo que él mismo definió como el “tembladeral” post mundial. Un empate en un partido casi de entrenamiento, con un millonario caprichoso en la cancha, hubiera sido un escándalo.

Saadi Khadafy entre Castromán y Quiroga, en el amistoso entre la Argentina y Libia el 30 de abril de 2003

Riquelme hizo el 2-1 que dio tranquilidad y entonces ocurrió el cambio para que ingrese Scaloni. Otra rareza de Bielsa. Lo puso en lugar de… Saviola. ¿Para defender el resultado? Difícil imaginar eso con un entrenador así. Lo mandó a jugar por la banda derecha, casi de “puntero derecho”. En la misma función, pero por la izquierda, lo puso a Marcelo Gallardo.

Scaloni le dio una asistencia a Pablo Aimar. Fue hace 22 años, nadie se atrevía a decirle asistencia, sin ser acusado de cipayo por usar términos del básquetbol norteamericano en el fútbol. Tiró el centro para el gol de cabeza de Aimar. El 3-1 definitivo.

La jugada

Gol de la Argentina a Libia: pase de Scaloni para Aimar

Lo más increíble de todo fue lo del final. A la medianoche, en el fastuoso hotel Corinthia, Saadi (Khadafy junior), les brindó una fiesta descomunal. Y tanto Bielsa como Scaloni terminaron entre risas, con extravagantes collares de rosas colgando del cuello, música árabe al máximo y algunas mujeres danzando a un costado.

Khadafy le dio obsequios a todos los futbolistas argentinos: plaquetas, balones de cristal, medallas… Los convocó uno por uno al escenario para entregarlos.

Marcelo Gallardo, en el amistoso entre la Argentina y Libia el 30 de abril de 2003

En el partido, hubo un cruce fuerte de Gabriel Heinze sobre Khadafy, más allá de que algunos futbolistas habían recibido “instrucciones” para no ir muy fuerte con él. Cuando le tocó a Heinze ir por su regalo, los compañeros se burlaron y le advirtieron que se cuidara de los seis guardaespaldas que escoltaban al anfitrión. “¡Regalale unas canilleras!”, le sugirió Scaloni al otro Gringo. El festejo duró hasta cerca de las 2 de la mañana.

El estilo de juego de Scaloni parecía ser muy adecuado para las intenciones estratégicas de Bielsa. Sin embargo ese fue el único momento en el que lo usó. Tampoco estuvo mucho tiempo más. Un año después, se quedó sin energía y renunció a la selección.

Juan Pablo Sorín y Saadi Khadafy, tras el amistoso entre la Argentina y Libia el 30 de abril de 2003

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