El secretario de Cultura de la Nación, Leonardo Cifelli, tiene su despacho en el cuarto piso del Palacio Libertad. Si abre la ventana, entra en contacto visual con el ala de la Casa Rosada donde está Karina Milei, “El Jefe”, su jefa, desde que la cartera a su cargo “se mudó” en el organigrama oficial del ministerio de Capital Humano a Presidencia. “A veces me asomo y digo: Karina, ¿estás ahiií?”, dice y extiende la “i” en un acting que suena un poco como Flora, la empleada de Gasalla. “¡Es que fueron diez años de trabajar con Antonio!”, exclama.

Cifelli, productor teatral desde los 18 años, integra el gobierno libertario del minuto uno; en un reciente video de Tik Tok se define “fiel, ejecutivo y sincero”. Esta mañana, finalmente ofrece su primera entrevista a LA NACION en catorce meses. El destino quiso que fuera al día siguiente de que el gobierno sacara a relucir un nuevo ícono, “la guillotina”, hermana menor de “la motosierra”, que se activa para los funcionarios que se salen del libreto. En principio, al secretario, un hombre histriónico, que habla rápido, el término le parece divertido. “Se lo dije anoche a Karina, que me llamó por un tema, y justo yo estaba viendo en la televisión que mostraban un dibujo de ella con una guillotina”, se ríe. “Yo ya los conocía a ellos de antes, ya sabía cómo eran, y los acepté así, los quiero así. Esa es la verdad”.

-¿De dónde conocés a los hermanos Milei?

-Tengo un amigo, Darío Wasserman, ahora vicepresidente del Banco Nación, que era el dueño del teatro Gran Rivadavia, y cuando yo estuve en la gestión de la Ciudad con Ángel Mahler [fue jefe de gabinete de Cultura porteño, de 2016-2017] había un acuerdo con ese teatro. Ahí nos hicimos amigos y luego me dijo que iba a estar con la campaña de Javier Milei, si no quería presentarle a Karina un plan para Cultura. Se lo mandé y le gustó.

Cifelli confirma que el paso de órbita del Ministerio de Capital Humano a la Secretaría de Presidencia le dará mayor independencia administrativa

-Desde el comienzo entonces tu interlocutora es Karina Milei.

-Sí, a la primera que conocí fue a Karina. El otro día me pasó algo muy interesante, salí a comer con los dos, que fuimos a ver a Raúl Lavié. Este último año a Javier lo vi siempre por temas institucionales, sin tanto tiempo, y esa noche eran los mismos de aquel primer Zoom que hicimos cuando empezamos.

-¿Qué temas de la cultura le interesan al presidente?

-Todo. Le interesa la música, las actividades que pasan acá [el exCCK]; le comenté la programación que viene este año en el Cervantes, que va a ser una bomba. Le cuento mucho sobre la Orquesta Sinfónica, que le encanta. Pero el trabajo día a día es con Karina.

-No venís de la política, pero se ve que te gusta, que te sentís cómodo en este nuevo rol.

-Es verdad, pero sabés qué me pasaba a mí a los doce años, creo que viene de esa época: en mi casa compraban los dos diarios y yo leía la cartelera teatral y miraba a Neustadt y Grondona. ¡Es raro lo que me pasaba!

-¿Decís que eso marcó el inicio de tu carrera política?

-Siempre me gustó y me interesó, y después por medio del espectáculo conocí a presidentes: a Menem por Carlos Perciavalle y a Cristina, que la fui a ver con Marilina Ross. Viste que siempre el espectáculo estuvo relacionado con la política, más en los últimos años del kirchnerismo con lo que pasó con los actores.

-Qué cambia concretamente para Cultura al salir de la órbita de Sandra Pettovello y entrar en la secretaría de Karina Milei.

-Ahora tenemos independencia administrativa, para compras y contrataciones. Por eso, por ejemplo, en marzo van a empezar a tener caja chica los museos, que tanto reclamaron el año pasado.

-Pero el presupuesto, como en todas las áreas, sigue igual que en 2023.

-El año pasado ejecutamos casi el 80% por ciento del total, que son 104 mil millones. Pero el 60% se va en estructura, empleados, servicios.

-¿Ese porcentaje lo tenés que reducir? Porque al Fondo Nacional de las Artes le pedís que tenga el 20% de gastos de ese tipo.

-Que el FNA y el INCAA tengan el 20%. Yo bajé mucho, 900 personas, pero lo que pasa es que Cultura es muy grande [enumera museos, centros culturales, Tecnópolis, etc].

-La independencia administrativa ¿qué otra cosa te permite?

-Vamos a crear una ticketera: en varios museos vamos a cobrar entrada a los extranjeros (a los residentes y a los argentinos, no). Va a ser algo para toda el área de Cultura, para que sepamos cuánta gente va todos los días a todos lados. Tenemos que hacer el llamado a licitación. Ya salió, por ejemplo, el bar y el restaurante del Palacio Libertad, ahora sale la [la confitería] del Centro Cultural Borges y luego la del Teatro Cervantes. Son todas cosas que sirven para recaudar y tener ingresos por otros lados, como el alquiler de la salas: acá los lunes y martes, que el centro cultural está cerrado, podés alquilar una sala. En Tecnópolis, también; antes en 2023, recaudaron 53 millones de pesos nada más y este año vamos a recaudar dos mil millones de pesos de los alquileres. Si te fijás, ya está el Quilmes Rock.

En el escritorio de su despacho del Palacio Libertad, fotografiado con los hermanos Milei

-Hasta acá, con el primero de los cuatro años cumplido, parecen claras dos características de tu gestión: el indeclinable afán por borrar todo rastro partidario que haya dejado del kirchnerismo (como el cambio de nombre del CCK)…

-[interrumpe] Eso es la batalla cultural, con la que yo estoy muy alineado y la vamos a dar. Si vos te fijás acá saqué todo lo de Cristina y ni bien tengamos el dinero vamos a remover también el cartel símil piedra con el nombre de Centro Cultural Kirchner de la fachada de la calle Sarmiento.

-La otra característica, te decía, son las metas numéricas: el récord de público del Palacio Libertad, del Centro Cultural Borges. Pero, ¿cuáles es la visión, los ejes centrales del proyecto cultural para la Nación?

-Es cierto. Vengo de la producción y tengo los números en la cabeza, pero más allá de eso nosotros estamos extendiendo los programas del MICA (el Mercado de Industrias Culturales), de artesanías; salimos de gira con los elencos por todo el país; había un camión tirado en Tecnópolis, que nadie usaba, y yo lo agarré y fuimos a la Costa con bandas emergentes, porque a los que hay que darles oportunidades y trabajo es a los emergentes, porque los consagrados ganan su plata y me parece perfecto. A mí no paran de agradecerme la oportunidad de tocar en un escenario que dice Secretaría de Cultura y que lo ve un montón de gente. Acá, en la plaza seca, debajo de La Ballena, todos los meses vienen artistas de las casas de la cultura de las provincias.

-Esas son cosas que forman parte de la dinámica de Cultura.

-No, a las casas de la cultura no les daban bolilla. Ahora me voy a Córdoba a visitar los últimos dos museos que me faltan recorrer del país, el de Jesús María y el de Alta Gracia. Yo llegué a lugares en los que me dijeron: “Acá nunca vino nadie”. Por ejemplo, en la casa de la cultura del Alto Comedero, de Jujuy, el intendente me dijo: acá hace catorce años que no viene nadie. Me pasó en muchos lugares. Obvio que a la Casa de Tucumán o a la de Sarmiento van.

-¿Cuáles son los planes para que la Cultura se autofinancie, un punto en el que insistís: alquileres, la ticketera, qué más?

-Te doy el ejemplo de Tecnópolis: con los empleados nos cuesta cuatro mil millones por año. Lo ideal es financiar esa cifra. Hasta ahora tenemos la mitad, con la proyección de alquileres. Pero hay cosas que no puedo contar, porque los productores me piden reserva, un festival gigante de una cantante muy importante que vamos a tener.

Cifelli anticipa que viajará nuevamente en marzo a la feria de arte contemporáneo Arco, en Madrid, donde el país tendrá además su Semana de la Cultura Argentina

-Los números del Cervantes no dan tanto para la marquesina: estrenó menos obras, tuvo menos espectadores en 2024.

-¿Sabés por qué? Había un espectáculo que nos salía 200 millones de pesos, y les dije: “No lo hagan”. Cuando llegamos, vino Gonzalo [Demaría, el director del teatro] con la programación del Cervantes, que se preproduce con ocho meses de anticipación, y me mostró que teníamos ese estreno. “Dame la plata a mí que con eso te hago cinco obras”, le dije. Era un espectáculo de Javier Daulte [El hombre que amaba los perros], valía cien millones de pesos.

-¿No eran doscientos?

-No, cien solo la de Daulte y luego había otras dos más. Nosotros tenemos que darle nuestra impronta al Cervantes, había cosas que no nos gustaron, ni a Gonzalo ni a mí, y él sabe más de teatro que yo. Este es nuestro año de gestión con programación propia.

-¿Cuál sería esa impronta artística entonces?

-Destaco los cien años de la revista, con un homenaje a aquella primera revista, no a la de los 80 y 90, sino a la primera. Hay un espectáculo de Barney Finn y varias cosas. Estamos bien.

-Vuelvo al tema de las ticketeras para entender qué pasaría en un caso como el del Museo de Bellas Artes, que ya implementó con éxito vía la Asociación de Amigos del Museo unos tótems para cobrar entrada a voluntad. Es virtuoso: el dinero que recaudan va directo al museo.

-Los museos van a tener la plata que se recaude a través de la subsecretaría de Patrimonio y la distribución va a ser proporcional a la gente que va. En el caso del Bellas Artes, la Asociación de Amigos recauda el bono a voluntad, pero la entrada se le va a cobrar solo a los extranjeros, será aparte. Y va a haber un día gratis para todo el mundo.

-¿Este año la directiva sigue siendo bajar el gasto? Me dijeron que hasta el café te traés de tu casa.

-No, me lo regaló Martín Cabrales. La tendencia sigue siendo achicar. Ahora que vienen las cajas chicas, por ejemplo, las voy a tener recontroladas. No voy a hacer caterings ni nada de eso, y si no se gasta la plata, la devuelvo, como devuelvo los viáticos si regreso un día antes de alguna actividad. Gastar por gastar, no. Hubo un episodio con una cafetera: ¡cómo van a comprar una cafetera de dos millones de pesos!

-¿Viajás el mes que viene a la feria de arte contemporáneo Arco?

-Vamos a Arco y con Marca País hacemos la Semana de la Cultura Argentina en Madrid. Y el 10 de marzo en un teatro tenemos una juntada de músicos y de actores argentinos.

-¿Quiénes van a estar?

-Gerardo Gardelín, Omar Calicchio, Silvia Luchetti, Juanjo Marco.

-¿Cómo se organiza esto en el contexto de una relación bilateral con antecedentes y sin embajador?

-Yo a Arco iba a ir igual. ¿Sabés lo que me pasó el año pasado? Me terminaron agradeciendo porque fui a las nueve galerías argentinas que estaban en la feria. ¡Y para qué estaba ahí! Acá venían a sacarse la foto, visitaban el stand de moda y se iban, me decían los galeristas. Me hice íntimo de todos. Me quieren mucho por la desregulación de la circulación de las obras de arte. Eso me lo pidieron todos. Se lo tengo que agradecer al ministro Federico Sturzenegger, que trabajamos juntos en el decreto.

-¿Qué pasa con la obra de infraestructura del Palais de Glace, que lleva más de siete años cerrado?

-Vamos a ir con un privado, nosotros no tenemos la plata para hacerla. Ahora la secretaría de Obras públicas ya no es la que ejecuta la obra, así que hay que hacer los pliegos de la licitación de vuelta. Pero la vamos a terminar como sea. Vivo a la vuelta del Palais de Glace, así que todo los días paso y lo miro.

Cifelli analiza si participará de la apertura de la Feria del Libro, pero asegura que Cultura no tendrá stand:

-¿Qué va a pasar este año con la Feria del Libro?

-Vino a verme el nuevo Presidente de la Fundación El Libro [Christian Rainone], me invitó a participar y lo estamos evaluando. Lo que si vamos a duplicar es el programa Libro% de la Conabip.

-¿El secretario de Cultura precisa que lo inviten para ir a la Feria?

-Yo el año pasado no fui a la apertura, porque no voy a ir para que me puteen; me lo dijo [Alejandro] Vaccaro, acá: “Yo te recomiendo que no vengas”. ¿Y vos vas a un lugar adonde te recomiendan que no vayas? Fui, sí, por las mías, porque voy siempre; antes de ser funcionario, desde que soy chico, mi hermano que es profesor de Filosofía y Letras me llevaba a la Feria del Libro. Pero cuando te dicen “Andá con seguridad”, ¿cómo te vas a meter ahí? Se transformó en un acto medio político.

-¿La Secretaría de Cultura va a tener un stand?

-No va a haber porque no vamos a gastar plata en publicidad en ningún lugar del país. Prefiero darle el dinero a las bibliotecas populares y que compren más libros.

-¿Otros organismos de Cultura, como la Biblioteca Nacional, sí estarán presentes?

-La Biblioteca Nacional pertenece a a la órbita de Pettovello, le quedó colgada en la estructura a Capital Humano, porque tiene rango de secretaría (no de dirección), y una secretaría no puede depender de una secretaría.

-¿No recuerdo que esto haya pasado antes?

-Tengo una relación excelente, al director lo traje yo, y se hacen cosas en conjunto, pero estructuralmente resultó así.

-¿Cómo explica el secretario de Cultura qué es la “batalla cultural”?

-En la batalla cultural a cada uno le toca una parte. A mí la que me toca es sacar toda la política de los últimos veinte años, porque hicieron política con todo. Acá había un programa que le daba plata a las organizaciones sociales para hacer cultura; seis millones de pesos por mes, los usé para otra cosa. La batalla cultural es sacar de acá un busto de Hebe de Bonafini. No tendría que haber un busto de ningún político.

-Cuando cambiaron el nombre, justamente para sacar esa huella partidaria, le pusieron Palacio Libertad… el gobierno libertario. Tampoco parece muy neutro.

-No, se llama Centro Cultural Domingo Faustino Sarmiento. Palacio Libertad, es un lindo nombre. ¡Pobre Sarmiento, denostado por toda la gente! No sabés cuando fui a San Juan, del gobernador para abajo, todos me abrazaban, porque justo había salido el decreto.

-¿La batalla cultural indica que hay temas que sí y temas que no pueden estar en las programaciones?

-Acá trabaja todo el mundo, no hay censura. Los que dicen eso tendrían que sentarse dos minutos a ver la programación. ¿Sabés donde no trabaja todo el mundo? En el teatro Auditorium de Mar del Plata, donde el 90 por ciento de los actores son kirchneristas. A mí no me dieron la sala en 2022 y se perdieron un éxito [Drácula, el musical]. La señora Victoria Onetto [responsable de cultura de la provincia de Buenos Aires] no nos dio la sala, ¿por qué?, porque veníamos del gobierno de la ciudad. Se perdieron ganar una fortuna; fuimos al Radio City, a cuatro cuadras, y metimos veinte mil personas, de miércoles a domingos, un exitazo. Acá los que censuran son ellos.

-¿Y la agenda woke?

La agenda woke está dentro de la batalla cultural. En ningún momento me bajaron una línea de nada. Hubo un tema con el colectivo LGTB en una casa de la cultura que no pasaron una película gay, pero acá no hay censura de nada.

-Se puede “ganar la batalla cultural” sin usar Twitter como un arma filosa?

-Son los tiempos que corren. A mí me parece bien. ¿Lo decís por el presidente?

-Y por vos también, que tenés un tono fuerte, picante.

-Si voy a Mar del Plata, llego al hotel, y veo todos artistas K salvo Graciela Borges.

-¿Vos contratás artistas K?

-Acá viene todo el mundo: mirá la programación del Borges, no los voy a nombrar, porque no corresponde. Si yo no los contratara, no tengo teatro. Y hay teatro todos los fines de semana.

-¿Dejaste completamente la actividad privada?

-Todo. Tuve un último fracaso económico: La fuerza del cariño

-¿Extrañás la labor teatral ahora que estás en otro baile?

-No, sigo en contacto permanente, acá viene todo el mundo: actores, músicos. Todos.

-Por ejemplo, ¿quién te vino a ver la semana pasada?

-Arturo Puig. Yo trabajé mucho con él; quiere armar un espectáculo con poemas.

-¿Cómo sentís que te recibió la comunidad artística, no solo la gente del teatro, sino escritores, artistas, cineastas, intelectuales?

-Para mí muy bien. Saquemos de lado los actores. Cuando fue arteba, me agarró Diego Obligado [galerista y responsable de la cámara Meridiano] en la casa de Larisa Andreani y me dijo: “la verdad nosotros pensábamos otra cosa de vos”. Todos creían que le iba a dar bolilla al teatro, y no. Él pone como ejemplo que yo recibo todo el mundo. Tomo café con el boletero y después entro a ver al dueño del teatro, siempre fui así. Y ellos lo sintieron. Creo que soy bien recibido. Al que le gusta, le gusta, y al que no le gusta… voy a tratar de ser mejor.

-Te propongo un ping pong para conocer tu “dieta cultural”: lo que consumiste en 2024. Por ejemplo, ¿cuál fue el mejor libro que leíste el año pasado?

-[piensa] Uno que compré en la Feria del Libro [le recuerdan de su equipo que era uno de Haruki Murakami]. No me acuerdo el nombre. No me acuerdo de qué trataba, ¡pero lo leí!

-Una obra de teatro.

Lo que el río hace.

-Una película.

-Una película… ¿una serie puede ser? La de Griselda Siciliani: Envidiosa.

-Un show musical.

-El de Paul McCartney.

-Una muestra de arte.

-Una de la Bienal de Arquitectura que programó Alberto Negrín en el Centro Cultural Borges.

-Una obra de danza.

-La que hicieron los Repatriados, una gala de ballet, acá, en el Palacio Libertad.