WASHINGTON.- Una palabra sintetiza la relación de un eventual gobierno de Kamala Harris con el resto del mundo: continuidad. Durante los últimos cuatro años, la vicepresidenta ha estado presente en cada una de las decisiones que tomó el mandatario, Joe Biden, ante un mundo plagado de crisis. Si llega a la Casa Blanca, Harris mantendrá ampliamente los lineamientos de la política exterior de Biden, más allá de retoques que lleven su impronta.
Quizás ningún tema separa tanto a Harris de Donald Trump como la guerra en Ucrania, y el vínculo de Estados Unidos con sus aliados tradicionales europeos en la OTAN. Harris ha oficiado de enviada de Biden a la conferencia de seguridad en Munich –donde buscó calmar las ansiedades de los aliados europeos a un eventual regreso de Trump al poder–, y se reunió en siete ocasiones con el presidente Volodimir Zelensky, la última de ellas en septiembre, en Washington.
“Me enorgullece haber apoyado a Ucrania y seguiré apoyándola, y trabajaré para garantizar que Ucrania prevalezca en esta guerra”, dijo Harris, parada al lado de Zelensky.
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“Para estar seguros y ser prósperos, Estados Unidos debe seguir cumpliendo con su papel de liderazgo global, que ha desempeñado durante mucho tiempo. Debemos apoyar a nuestros aliados y socios. Debemos defender nuestros valores democráticos y hacer frente a los agresores”, definió. “Y debemos defender el orden, las reglas y las normas internacionales. Cada uno de estos principios está en juego en Ucrania, y es por eso que la pelea de Ucrania es importante para el pueblo estadounidense”, cerró.
Esa declaración de Harris sobre la guerra desatada por la invasión de la Rusia de Vladimir Putin a Ucrania ofrece una ventana a su visión del mundo, y el papel de Estados Unidos en la arena global. Es, además, una antítesis de la doctrina de Trump, mucho menos afecto a la cooperación y la arquitectura internacional, y más proclive a buscar acuerdos uno a uno, incluso con autócratas. Harris ha dejado en claro que su gobierno ofrecerá un respaldo de hierro a la OTAN.
Un tema en común entre Harris y Trump es el apoyo “inclaudicable” a Israel en su conflicto con Hamas en la Franja de Gaza, el segundo conflicto con el que debió lidiar el gobierno de Biden. Pero en ese frente, Harris puede llegar a ofrecer quizá su mayor matiz respecto de la actual administración. En sus declaraciones públicas, en particular durante la campaña –donde ha enfrentado en más de una ocasión a manifestantes propalestinos–, Harris ha puesto más énfasis en el sufrimiento del pueblo palestino en Gaza. Varios reportes en medios de comunicación sugirieron, además, que Harris ha sido una de las voces dentro del gobierno demócrata que más insistió en atender con una mayor intensidad la crisis humanitaria en la Franja. Con todo, Harris descartó cortar el envío de armas a Israel, un reclamo de la izquierda al gobierno de Biden.
“Soy inequívoca e inquebrantable en mi compromiso con la defensa de Israel y su capacidad para defenderse, y eso no va a cambiar”, dijo Harris en agosto último, en la primera entrevista que concedió como candidata presidencial.
Inmigración
América Latina ha estado prácticamente ausente en sus mensajes de campaña. Un periodista de la cadena Telemundo le preguntó en otra entrevista reciente por la reforma judicial que impulsó Andrés Manuel López Obrador en México. Harris esquivó su respuesta. “No he estudiado estos cambios”, justificó la vicepresidenta, una señal de la escasa relevancia que suele tener la región en la política exterior norteamericana.
Un tema que sí desvela a Estados Unidos es la inmigración. Al inicio del gobierno de Biden, Harris se puso al hombro la tarea de atacar “las causas fundamentales” de la inmigración en América Central, un plan que buscaba alentar el desarrollo en lo países del Triángulo Norte –Guatemala, Honduras y El Salvador– para desalentar la migración. Los republicanos la tildaron de “zar de la frontera”. No dio resultados visibles, y el gobierno de Biden cambió de estrategia, con un cierre virtual de la frontera con México y un cambio de método para solicitar asilo en el país. Harris, quien dejó su portfolio migratorio para enfocarse en otros temas, prometió reforzar la seguridad en la frontera, e intentar, a la vez, una reforma migratoria, siempre esquiva.
Más allá de Europa, Rusia, Medio Oriente y América Latina, Harris deberá lidiar con el principal rival geopolítico de Estados Unidos: China. El gobierno de Biden impuso una política de “competencia administrada” con Pekín para evitar que la relación se descarrile, manteniendo los canales de comunicación abiertos y las negociaciones para limar las asperezas y, a la vez, la cooperación en los temas más complejos. Para limitar la influencia de Pekín, Biden estableció una nueva relación estratégica con Australia y el Reino Unido, y reforzó la alianza de Washington con el Indopacífico. Harris ha estado más involucrada en esta estrategia: viajó tres veces al sudeste asiático como vicepresidenta, visitando Singapur, Vietnam, Tailandia, Filipinas e Indonesia.
Si llega a la Casa Blanca, Harris probablemente buscará ampliar y fortalecer la lucha contra el cambio climático. Al igual que Biden, y a diferencia de Trump, ella considera que es una amenaza existencial para el planeta.
Otro tema donde sí parecen existir más coincidencias que diferencias entre Harris y Trump es el vínculo de Estados Unidos con sus socios comerciales. Trump ha prometido ampliar su política de aranceles. Biden, quien en su época como senador impulsó el libre comercio, continuó y amplió como presidente algunas de las políticas proteccionistas de Trump. Antes de ser vicepresidente, Harris dijo que ella no es una “demócrata proteccionista”. Pero como senadora se opuso al Tratado de Asociación Transpacífico que negoció el gobierno de Barack Obama, y respaldó las medidas proteccionistas del gobierno de Biden. Y Harris prometió también proteger el trabajo de los norteamericanos, en un intento por preservar y reforzar el vínculo con los sindicatos. Uno de los lemas de campaña de Harris es “libertad”, pero definitivamente ese no será el mantra que guíe su política comercial con el resto del planeta.