Su personaje se convirtió en una de las revelaciones de 2024. “A los pocos días del estreno de la serie, viajé al Festival de Cine de Sitges y en el vuelo me pedían fotos. Ahí pensé: ‘Esto va a ser fuerte’”, cuenta Débora Nishimoto, más conocida como la “china” de Envidiosa. En realidad, la actriz y modelo –que hace de Nei, la cocinera oriental que se interpone en el amor entre Griselda Siciliani y Esteban Lamothe– es argentina (nació en el barrio de Almagro) y sus abuelos eran de Hiroshima, Japón, de donde escaparon durante la Segunda Guerra Mundial. De padre piloto de avión (es veterano de la guerra de Malvinas), madre docente y hermano economista, Débora hizo su propio camino. “Nadie en mi familia está relacionado con la actuación. Pero en mi casa siempre me apoyaron en cada decisión que tomé. Mi mamá me acompañaba a los castings y mi papá, muchas veces, a las filmaciones. Cuando quise dejar de ir los sábados al colegio japonés al que iba, no me dijeron nada. Después elegí hacer el secundario en el Lenguas Vivas. Desde chica fui muy curiosa y emprendedora. Además de estudiar Letras, hacía estampados de serigrafía, vestidos bordados con mostacillas y hasta trabajé como traductora de inglés. No me gusta depender de nada ni de nadie”, afirma. También estudió cocina y tiene su emprendimiento gastronómico, llamado Kaori. “Este año además empecé con reflexología porque nunca se sabe”, dice entre risas.
EL MEJOR ACCIDENTE DE SU VIDA
Una noche volvía sola a su casa en taxi y se sintió en peligro. Tanto fue el miedo que la invadió que decidió bajarse del auto en movimiento. No lo pensó demasiado, abrió la puerta y se tiró. Se golpeó la cabeza y el cuerpo. La llevaron al hospital, la cosieron, pero a la noche, mien – tras dormía, manchó toda la almohada con sangre. Cuando le empezaron a hacer estudios, los médicos descubrieron que tenía una fractura de cráneo y fue directo a terapia intensiva. “A la distancia te puedo decir que fue una de las mejores cosas que me pasaron, porque ese accidente me cambió la vida. Yo era muy rígida, estructurada, perfeccionista, estudiaba inglés, francés, japonés. Tenía una vida muy académica y no hacía nada con mi cuerpo. A partir de ese momento dejé Letras, empecé a estudiar teatro, danzas contemporáneas…”. Así llegaron sus participaciones en comerciales, programas de televisión, obras de teatro y algunas películas, como Malón, El prófugo y, más recientemente, El tema del verano, del director uruguayo Pablo Stoll (el mismo de Whisky y 25 Watts).
–¿Te costó encontrar un lugar en la actuación por tus rasgos orientales?
–En cine y en teatro no tanto. Pero en televisión, sí. Quedaba muy encasillada en bolos, casi siempre me ofrecían para hacer de masajista y ya en el último tiempo no quería hacer ese tipo de personajes. Por eso cuando me ofrecieron el personaje en Envidiosa me encantó, porque tenía una familia, una mamá, un papá, abuelos… El personaje tenía sentimientos.
–¿Mientras filmabas, tu intuición te decía: “Este personaje va a tener éxito”?
–Sí, porque es muy espontáneo, alegre y la comicidad le da una chispa que está muy buena. Me doy cuenta de que el personaje pegó cuando la gente me dice por la calle “Chica Quilombo” (como ella llama al personaje de Siciliani en la serie). Y con Esteban (Lamothe) teníamos mucha química para trabajar y eso también pegó y trascendió la pantalla.
–Tanta química que finalmente se enamoraron…
–¡Sí! Se fue dando de a poco. Durante el rodaje él estaba de novio, así que yo sólo lo miraba de reojo. Teníamos muchos tiempos muertos durante la filmación y me hacía reír mucho. Cuando terminamos de filmar empezamos a buscar excusas para vernos.
–¿Qué es lo que más te enamoró de él?
–Siento que cada uno expande el mundo del otro. Desde la literatura, la música… A él, por ejemplo, no le gusta mucho la música electrónica, pero me acompaña y yo lo puedo acompañar a ver un show de trap o escuchar reguetón. A los dos nos gusta cocinar; nos divertimos mucho juntos. Nunca pensé que me podía reír tanto con alguien.
VOLVER A LAS RAÍCES
“Al poco tiempo de la muerte de mis abuelos, viajé a Japón por primera vez y me fui conectando más con mis raíces”, cuenta Débora.
–¿Fuiste a Hiroshima?
–Sí. Ahí viven los hermanos de mis abuelos. Para mí fue un flash conocerlos y hablar el idioma. Caminar por esas calles, reconocerme en la estética de colores brillantes, tan característicos de la cultura nipona.
–¿En qué otras cosas sentís que está presente en vos esa cultura?
–En la comida, en pasarme horas en la cocina, que es mi espacio de creatividad donde trabajo mucho la paciencia, en sacarme los zapatos apenas entro a mi casa. Hay algo de la filosofía oriental que es la no productividad todo el tiempo que me gusta, poder quedarte mirando, por ejemplo, una hoja sin la sensación de que estás perdiendo el tiempo y también en lo unaesthetic [que no todo sea tan estético]. Eso está un poco presente en cómo decoré mi casa. Hay una palabra en japonés, wabi sabi que significa ‘encontrar belleza en la imperfección’.
–¿En qué te sentís ciento por ciento argentina?
–En no ser tan estructurada, en disfrutar muchísimo las comidas con amigos y cocinar para ellos. Tengo una vida social muy activa y la amistad es muy importante, hablo con mis amigas todos los días. Cuando era chica, era más de ir a la casa de mis amigos porque había algo de la formalidad de mi casa que capaz me incomodaba.
–¿Te parecés en algo a Victoria, el personaje de Griselda?
–En lo que respecta a la pareja, no. Jamás mi familia me preguntó “para cuándo el casamiento”. Pero sí creo que todos, en un punto, envidiamos algo del otro y creo que ahí está el éxito de la serie porque, aunque esté muy exacerbado, en algo nos sentimos identificados.