Como esos tanques de guerra que avanzan implacables hacia las filas del enemigo. Para denunciar la corrupción de los gobiernos y la de los grupos económicos, no había otra que ser duro, fuerte, blindado. Desde que, a fines de los años 80, irrumpió en el territorio del periodismo gráfico para cambiarlo para siempre, Jorge Lanata se hizo fama de duro, fuerte, blindado. Con unos guantes de boxeo, hizo, en 1999, su primera tapa para la edición argentina de la revista Rolling Stone. Para su segunda tapa, en 2013, posó con una granada de mano. Lanata tenía un cuerpo que parecía resistir las presiones, los fracasos profesionales y los silbidos de sus detractores, una mirada que arrinconaba a cualquiera, una boca llena de palabras filosas, el dedo medio siempre listo y un encendedor a mano para prender otro cigarrillo más… o incendiarlo todo, como cuando, en 2014 y a modo de ironía, subió al escenario de la entrega de los Martín Fierro con un bidón con combustible en la mano. Era explosivo, polémico y combativo.

Y era, también, todo lo contrario.

Con Sara Stewart Brown, Lanata tuvo su relación más larga: 18 años. Cuando se conocieron, el periodista tenía 36 años y ella, 20. Se casaron en 2011, quince años después de su primera cita.

“El profesional, el maestro, el hombre de las mil vidas era una persona tierna, que se fue haciendo más tierna y más querible todavía”, dijo el periodista Luis Majul a los periodistas que, el martes 31 de diciembre, estaban apostados en la Casa de la Cultura porteña, donde velaron a Jorge. Autor de Lanata. Secretos, virtudes y pecados del periodista más amado y odiado de la Argentina, Majul lo definió como “el periodista más valiente y sincero y verdadero”. Flavia Pittella, columnista de literatura y teatro de Lanata sin filtro, el programa de Radio Mitre, dijo a ¡HOLA! Argentina: “Antes que nada, Lanata era sensible. Se hacía el duro, pero no lo era. Fue su sensibilidad la que lo llevó a poner el cuerpo en todo lo que hacía. Mil veces lo he visto llorando, angustiado, enojado… Todo, absolutamente todo, lo conmovía: estaba en carne viva. La sensibilidad que lo llevaba a enojarse por los chicos que mueren de sed en Formosa o de hambre en Tucumán, a conmoverse con una madre que no sabe leer ni escribir era la misma sensibilidad que tenía para con el arte, la belleza, sus amigos –Jorge tuvo amigos y compañeros que estuvieron con él toda la vida, y eso habla a las claras de una persona–, sus hijas y las mujeres de las que se enamoraba”.

Con sus incondicionales, sus hijas Lola -que tuvo con Sara- y Bárbara -fruto de su relación con la periodista y productora Andrea Rodríguez.

EL CONQUISTADOR

De Sarandí, de la parte pobre de Avellaneda, del sur del Gran Buenos Aires, donde hay casas bajas y perros en la calle por las noches. Cuando le preguntaban de dónde venía, Jorge Lanata decía eso. Y hablaba de su infancia algo solitaria, rodeada de los libros, enciclopedias y revistas que había en la casa de sus abuelos y en la de su tío Dionisio, y los días sin pelotas de fútbol (nunca le gustó ese deporte). Mencionaba su casa con patio, su padre Ernesto –dentista y bastante hosco– y su madre Angélica, una mujer que, cuando Jorge tenía cinco años, tuvo un tumor cerebral que le inhabilitó toda la parte derecha del cuerpo: postrada murió sin poder volver a hablar, 40 años después, a los 70.

Cuando era chiquito, con su mamá, Angélica Álvarez. “Soy lo que soy por lo que me pasó con mi mamá”, dijo él hace unos años, en relación a la enfermedad que afectó la capacidad de habla de ella. A los 56, Lanata se enteró de que había sido adoptado.

“Vivíamos en un clima extraño, todo iba a suceder cuando mi mamá se curara. Pero sabíamos que eso nunca ocurriría. Era irracional”, le dijo al periodista Víctor Hugo Ghitta en una entrevista publicada en 2014, en el diario La Nación. Su espíritu de supervivencia, al igual que otros de sus rasgos, quizás tenía su origen ahí, en la enfermedad de Angélica. “Cuando era chico, yo estaba convencido de que me iba a pasar lo mismo que a mi mamá. Vivía rápido, vivía a mil. Tenía 30 años, había dirigido una revista, había fundado un diario, pero sentía que no había hecho nada”, le contó a Ghitta en referencia a “su rollo con el tiempo”: la pasión por los relojes –de arena y de pulsera– corrió pareja con la pasión por los libros, por las palabras. “Es psicología de café, pero sí: (…) mi mamá no podía formar palabras, y yo soy las palabras”, contaba también en esa entrevista. “No conozco mucha gente que haya leído tanto como Jorge. Antes que nada, era escritor: admiraba a los escritores y siempre tenía una cita de Borges, de Vallejo, de Pessoa… Jorge coleccionaba libros. Era compulsivo: todo lo llevaba al extremo. Fui testigo del comienzo de su amor al arte y, de pronto, ya nadie supo de arte como él. Le gustaba la poesía y sabía poemas de memoria”, evocó Pittella. Lanata hubiera amado ser poeta, aseguró. Fragmentos del discurso amoroso, de Roland Barthes, estaba entre sus textos preferidos: “Cada vez que hablábamos de una historia de amor, él sugería ese libro. Jorge vivía enamorándose; siempre estuvo enamorado de alguien”. La lista de los amores del periodista es larga y, en los tramos de su vida donde todo fue desborde y rock & roll, los nombres se pierden: Lanata era un gran seductor. ¿Su arma? “Que hablo. Si no hablara, sería virgen”, les reveló a Teté Coustarot, Claudia Fontán, Soledad Silveyra y Jimena Grandinetti, quienes, en 2020, conducían Mujeres de eltrece, en Canal 13. Y contó: “Hice las cosas más ridículas por amor: irme por el día a Neuquén y volver, o a Mendoza y volver…”.

En abril de 2022, se casó por cuarta vez, con la abogada Elba Marcovecchio, a quien había conocido dos años antes en una mediación judicial.

DE AMORES Y DESAMORES

La primera vez que pasó por el civil fue con la productora Patricia Orlando, a quien había conocido en 1984, en Radio Belgrano. Aunque no se casó, con Andrea Rodríguez –la periodista y productora que conoció en Radio Belgrano y Tiempo Argentino– tuvo a su primera hija, Bárbara, que nació en 1989. En 1990, después de tres años de relación, se separaron. Al poco tiempo, apareció Silvina Chediek, con quien se casó por segunda vez y en secreto en Nueva York.

Andrea Rodríguez y Bárbara, primogénita de Lanata, en una antigua foto. Silvina Chediek, a quien conoció en 1989, después de separarse de Andrea Rodríguez. El periodista y la conductora se casaron en Nueva York, en agosto de 1990, y un año después se separaron.

Con la periodista y escritora Graciela Mochkofsky tuvo una relación intensa y tormentosa que duró cuatro años. Según consignó Majul en su libro, en 1993 conoció a Florencia Scarpatti, que trabajó con él en Hora 25, Rompecabezas y Día D; y, más tarde, se vinculó sentimentalmente con Mariana Erijimovich, quien a fines de los 90 estudiaba Cine.

Con 32 años, Lanata conoció a Florencia Scarpatti, quien tenía menos de 20 y se convertiría en productora de sus ciclos radiales Hora 25 y Rompecabezas.

A Sara “Kiwi” Stewart Brown la conoció en 1998. Fue su tercera mujer (se casaron en 2011, quince años después de su primera salida) y, por lejos, su amor más duradero: estuvieron juntos 18 años. Con ella, tuvo a su segunda hija, Lola; dejó la cocaína y se sometió al primer trasplante cruzado de riñón en América Latina (fue en 2015 y Sara donó uno de sus riñones), y con ella se enteró de que era adoptado. “Sara es donde quiero quedarme. Es casa”, dijo refiriéndose a la artista plástica a la que, aun en la intimidad, trataba de “usted”. Eso fue dos años antes de que se separaran como pareja, aunque la afectuosa relación entre ellos no se agotó en el divorcio: al igual que con Andrea Rodríguez, el vínculo entre Jorge y Kiwi fue indestructible y siguió hasta el último día de la vida del periodista.

“Sara es donde quiero quedarme. Es casa”, dijo refiriéndose a la artista plástica a la que, aun en la intimidad, Lanata trataba de “usted”. Al igual que con Andrea Rodríguez, el vínculo entre Jorge y Sara fue indestructible y siguió hasta el último día de la vida del periodista.

Con la abogada platense Elba Marcovecchio –a quien conoció durante una mediación judicial en 2020–, se casó por cuarta vez el 23 de abril de 2022. “Un año después de habernos conocido, Elba me escribió para hablar de libertad de expresión y derecho de imagen, que es el tema en el que ella se especializa. Ese día nos quedamos charlando dos horas y media. Fue increíble”, relató Lanata en 2022, invitado a uno de los programas de Mirtha Legrand en los que solía sentarse a la mesa a solas con la conductora. Contó, además, cómo había sido el compromiso: “La invité a comer al Palacio Duhau y le dije que tenía una sorpresa. Ella pensaba que se trataría de un viaje a Hawái. Pero tenía el anillo en el bolsillo del saco (…). Me casé porque tenía ganas. Estoy enamorado… Tengo 62, y tener un proyecto es superimportante”, le dijo a Mirtha.

Con Elba y sus dos hijos, Allegra y Valentino, fruto del primer matrimonio de la abogada con Alejandro Mazzeo, que murió en 2013.“Yo quería casarme y se lo propuse”, contó Lanata, sobre su boda con Elba. El 23 de abril de 2022, en el día de San Jorge, el periodista –con 61 años– y la abogada –por entonces 44– tuvieron su boda en la capilla de Haras El Dok, en Exaltación de la Cruz. Los casó el padre Guillermo Marcó, quien, en 2024, le dio a Jorge la unción de los enfermos en el Hospital Italiano.

EN LAS ESTRELLAS

Lanata creía en la verdad (en decir la verdad y en que le dijeran a él la verdad, mucho más después de haberse enterado a los 56 años de que había sido adoptado), en la democracia progresista, en el humor, en tomar riesgos, en la libertad. Creía Dios y, al igual que el astrónomo Carl Sagan, pensaba que el hombre, el universo y los astros están hechos de la misma materia; por eso sostenía que, al morir, todos nos convertiremos en estrellas. Creía en las mujeres: en las que gestan vida en sus panzas, que hacen revoluciones y liberan países; en su tía Nélida y en su abuela Carmen, que lo cuidaron de chico; y en sus dos hijas, que fueron sus grandes amores. Contaba él: “Bárbara es más parecida a mí, más tímida. Lola es más parecida a Sara; es más expansiva”. Con cualidades para escribir, muchos especularon con que podían ser las herederas de su padre. A pesar de haber tenido un padre con fama de rockstar, tanto Bárbara –licenciada en Cine, fotoperiodista, productora y diseñadora de vestuario– como Lola –influencer de moda, lifestyle y tendencias– tuvieron a lo largo de su vida un perfil bajo. Hasta que la internación de Lanata – primero en el Hospital Italiano y luego en la clínica Santa Catalina, especializada en neurorrehabilitación– empezó a dar que hablar: en una presentación realizada ante la Justicia de Familia, las hermanas denunciaron que Elba Marcovecchio, la cuarta mujer de Lanata, había afectado su salud y el patrimonio de su padre. Conforme pasaban los meses, se fueron filtrando en la prensa chats, audios privados y videos supuestamente comprometedores. La grieta se había instalado: de un lado, Marcovecchio; y del otro, sus hijas y sus exmujeres.

Durante la internación de Lanata, se viralizó una foto que dejaba en claro el conflicto que lo rodeaba: estaban sus hijas Bárbara y Lola, y sus ex mujeres Andrea Rodríguez (atrás) y Sara Stewart Brown (a la derecha), y no estaba Elba.“Jorge fue mi primer gran amor. Nos conocimos trabajando en Página/12; yo tenía 22 y él, 24. Yo estaba hasta las manos”, le contó Andrea Rodríguez a María Julia Oliván, en una entrevista para Border Periodismo. “La relación se fue transformando. A pesar de que nos separamos, seguimos como familia”, dijo ella que, además de ser la madre de la hija mayor de Lanata, fue productora periodística de sus programas. Durante la internación del periodista, trascendió que Elba Marcovecchio había prohibido el ingreso de Andrea al Hospital Italiano. Fue Bárbara quien la autorizó a entrar tras una resolución judicial.De izquierda a derecha, Bárbara Lanata, Sara “Kiwi” Stewart Brown, una amiga de la familia y Andrea Rodríguez en un bar cerca del sanatorio donde Lanata estuvo internado. Las exparejas del periodista y sus respectivas hijas -Lola y Bárbara- iban a visitarlo en horarios diferentes a los de Marcovecchio.

El conflicto, que más tarde involucraría a qué miembro de la familia iba a tomar las decisiones médicas, siguió escalando hasta poco antes de la muerte de Lanata, el 30 de diciembre de 2024. “Es muy difícil todo lo que está pasando (…). Quiero agradecerte por todo lo que hiciste por nosotras a lo largo de nuestra vida. Fuiste, sos y siempre serás mi modelo a seguir”, escribió Lola en su cuenta de Instagram. Y siguió: “Me enseñaste lo importante que es mirar el cielo, respirar y agradecer (…). Hoy miro al cielo, respiro y te agradezco (…). Cada vez que vea ESA estrella, voy a pensar en vos”. Por esos mismos días, entre las fotos de su padre que su hermana Bárbara subió a su cuenta, había una imagen de El Rey León con Simba mirando a las estrellas.

 “Con Jorge viví los cinco años más fascinantes de mi vida”, escribió Florencia Scarpatti en su cuenta Instagram hace unos días. “Creo que las mujeres que han amado a un mismo hombre están unidas por un lazo invisible. Esto (…) ocurre cuando el hombre es alguien fuera de lo común. Anoche, en el velatorio pudimos abrazarnos y emocionarnos con las madres de sus hijas. Y pude decirle a “Bárbara es más parecida a mí, más tímida. Lola es más parecida a Sara; es más expansiva”, decía Lanata de sus dos hijas.

Fotos: M. Salgado, J. Pereyra Lucena, P. Orquera y S. Aznarez / LN

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