Mediados de enero de 2024. Gastón Fernández, La Gata, busca en su celular el contacto de uno de los jugadores que representa, con la certeza de tener entre manos la oferta que los dos venían buscando y esperando durante meses. “Hola Iván, llegó algo que creo que te va a interesar”, dice con entusiasmo el exfutbolista de River, Racing, San Lorenzo y Estudiantes.

Al otro lado de la línea, en plena pretemporada con Quilmes, su interlocutor lo escucha y empieza a buscar en el fondo de su memoria algún dato suelto que lo ayude a procesar la información que acaba de recibir: “¿Letonia? ¿Dijo el Riga FC de Letonia? ¿Habré entendido mal y será Lituania, ese país que competía siempre con la Generación Dorada del básquet en mundiales y Juegos Olímpicos?”.

La respuesta, como ocurre en estos tiempos, llega a través de Google. Sí, era Letonia, nomás, el del medio de los tres pequeños países bálticos que entre 1940 y 1991 formaron parte de la Unión Soviética, y hoy miran de reojo el espíritu belicista de su vecina Rusia. “La verdad es que no conocía nada del club, y apenas me sonaba algo del país”, confiesa Iván Erquiaga, el sorprendido receptor del mensaje, un promisorio lateral izquierdo que se ganó la titularidad en la primera de Estudiantes en la Superliga de 2018, continuó alternando presencias y suplencias hasta 2020, pasó casi en puntas de pie por Huracán en 2021, y se hizo dueño indiscutido del puesto en el Cervecero a partir de 2022.

 Iván Erquiaga, junto a su familia, en la ciudad de Riga

-Hay que tener un cierto espíritu aventurero para aceptar una propuesta de este tipo, ¿no?

-Sí, totalmente. Para venirte a este tipo de países hay que tener claro que vas a resignar un montón de cosas, más que nada futbolísticas. No es una de las ligas punteras de Europa, y con respecto a la imagen pública, en Argentina o en Sudamérica no vas a estar en el boca a boca como cuando estaba en Estudiantes, Huracán o Quilmes, que los ves por la tele todos los fines de semana. Pero yo estaba buscando una salida. Sabemos cómo está el país económicamente y en la Primera Nacional hay demasiadas dificultades. Quería cambiar de club para vivir otra experiencia, pero también por una necesidad económica. En agosto, con Quilmes había pactado que si llegaba una oferta que nos sirviera a los dos el club iba a aceptarla. La oferta llegó, ellos cumplieron sin poner ninguna traba y yo me animé a firmar por tres años sin saber muy bien adonde iba.

-¿Siempre tuviste ese nivel de iniciativa, de empuje?

-No para este tipo de cosas. Soy de Vivoratá, un pueblo cerca del Mar de Plata, y por más que me haya ido a los 15 años a La Plata, siempre extrañé, porque soy muy de mi familia, de mis amigos, del asado, de todo lo argentino. Pero en su momento sentí que era una oportunidad que no podía dejar pasar. Quieras o no, el futbolista siempre anhela vivir una experiencia europea.

 Iván Erquiaga, con la camiseta del club Riga FC

-Además, de alguna manera en la Argentina habías dado un paso atrás en tu carrera al bajar de categoría.

-No, desde ese lado yo no lo sentía así. De hecho, mi último año en Quilmes fue muy bueno y tenía varias ofertas, también de Primera División. Decidí jugar en Primera Nacional porque en mi paso por Huracán tuve muchísimas lesiones y mentalmente necesitaba bajar un cambio y jugar, necesitaba minutos. Nunca tuve miedo de estancarme en una categoría inferior, porque ningún técnico de los que tuve en Estudiantes y Huracán me hizo sentir inferior, sino al contrario, solo que a veces en el fútbol las lesiones te juegan malas pasadas. Yo sabía que si me ponía bien podía volver, y fue lo que pasó. De hecho, Letonia no era la única opción, pero sí una que creí que debía aprovechar. No siempre tenés este tipo de oportunidades como la que elegí, de venir al extranjero y hacer una diferencia económica.

-¿Y con qué te encontraste al llegar allá?

-Con un club muy, muy grande, con un enorme poder económico. Constantemente están trayendo jugadores y muchos de ellos han pasado por buenos equipos, futbolistas de selección. Ahora mismo estoy compartiendo casi todos los días con dos chicos de Costa Rica [Orlando Galo y Anthony Contreras] que jugaron el Mundial de Qatar y la última Copa América. Y convivo con compañeros de diferentes culturas: chicos de África, europeos de distintos países. Entonces, por más que me cueste estar lejos y resignar un montón de cosas, todo esto me alimenta muchísimo más como persona y como futbolista. Desde ese lado, es una experiencia de la que estoy tratando de incorporar todo lo que pueda.

Un gol de Erquiaga para el Riga

Dubai, una escala al estilo Disney

La temperatura de estos días de enero en Riga apenas logra torcerle el brazo a los 0º centígrados, pero durante la charla telefónica con LA NACION Iván Erquiaga transita una realidad prácticamente opuesta, que guarda más relación con la capacidad económica de su club que con la situación climática que cabría esperar en el invierno letón. Sencillamente, porque para escapar del frío, el equipo hace los trabajos de pretemporada en las cálidas costas de Dubai. De hecho, la capital de uno de los Emiratos Árabes Unidos fue el sitio donde hace un año el marcador de punta formado en la cantera del Pincha tuvo su primer contacto con la entidad báltica.

-Imaginate, arreglé el 12 de enero y el 16 me vine directamente para empezar a entrenarme en Dubai. No sabés lo que es, hacía de cuenta que estaba en Disney: las mejores canchas, los mejores predios. Uno sabe que todo es artificial, pero el cambio fue grandísimo, no lo podía creer. Y este año hacemos lo mismo. El campeonato en Letonia arranca en marzo, así que estaremos acá hasta fin de enero; después volvemos un par de días a Riga y salimos para Turquía, para hacer otro mes de pretemporada allá. Quizás se hace un poco largo, porque estamos todo el tiempo lejos de la familia, pero es una linda experiencia.

Erquiaga, con su mujer y su pequeña hija

-¿Por qué eligen Dubai?

-Porque el dueño del club, que es ruso, vive acá, y también varios de los dirigentes. Entonces les resulta fácil conseguir lugares para entrenar y amistosos contra los equipos locales.

-¿Cómo fueron tus impresiones al aterrizar por primera vez en Riga?

-Todavía hacía bastante frío. En marzo es el final del invierno y hay días que incluso nieva. Pero la ciudad es muy linda. Tiene mar, muchísimos lagos, lugares naturales muy bonitos; y el centro es muy antiguo, culturalmente interesante, todo está muy prolijo.

-Teniendo mar será una manera de estar cerca de Mar del Plata.

-Nooooo, este mar es bravísimo. Hasta en verano es recontrafrío, una locura. Pensá que ahora mismo toda el agua que rodea a Riga es hielo. Entonces, para que se caliente un poco y más o menos uno se pueda meter tendrían que pasar varios meses de días lindos. Nada que ver con Mar del Plata.

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De Rusia con poco amor

Las relaciones entre Rusia, o en su momento la Unión Soviética, y los países bálticos nunca fue demasiado amable. Invasiones, conquistas, conflictos bélicos y una influencia imposible de eludir han colaborado en la inestabilidad de las fronteras y el recelo de lituanos, letones y estonios hacia el poderoso vecino oriental. La actual guerra en Ucrania ha recrudecido el malestar, así como el temor de una invasión al área del Báltico. En Letonia, donde un tercio de la población es rusa, la movilización militar y la acumulación de armamento han sido permanentes en los últimos meses (el país forma parte de la OTAN y de la Unión Europea), una situación totalmente ajena y nada habitual para un futbolista argentino.

-Sí, la verdad es que se ven muchos militares en las calles. Estás en el centro de la ciudad y ves pasar camiones y autos del ejército, o personas que van caminando armadas. Hay varias bases militares, una muy grande de España. Y también llegó muchísima gente desde Ucrania debido a la guerra. En el club trabajan varios ucranianos, que te cuentan que hace mucho tiempo que no ven a su familia, que la están pasando mal porque no pueden regresar a su país, porque si lo hacen posiblemente no podrían volver a salir, y hasta cabe la posibilidad de que los incorporen al ejército. Tanta movida genera cierta inquietud, pero por ahora no pasa de ahí, no vimos situaciones que nos hagan pensar que el país esté cerca de una guerra.

El jugador argentino habló de las fuertes diferencias entre el fútbol en Letonia y el de nuestro país

-Dijiste que el presidente de tu club es ruso [Sergey Lomakin, un multimillonario que también es dueño del Pafos de Chipre y el Rodina, un equipo de la tercera división rusa] y no parece que Rusia tenga buena prensa en Letonia, ¿eso se nota dentro de la cancha?

-No, no, por lo menos hasta donde me haya dado cuenta hasta ahora no nos bombearon. Uno de los problemas principales que los letones tienen con los rusos es por el idioma. Para ellos, hablar letón es una manera de terminar de independizarse de Rusia, y los chicos de acá que están en el equipo nos dicen que está muy mal visto hablar en ruso, y se trata mal a la gente que lo hace. Pero en la cancha no pasa nada. No somos uno de los equipos favoritos de la gente, pero el año pasado estuvo todo tranquilo.

-En la última liga quedaron segundos, a tres puntos del RFS, ¿por qué no están entre los favoritos de la gente?

-Porque el Riga FC, si bien ha salido campeón varias veces, es un club relativamente nuevo [fue fundado en 2014 y ascendió a Primera en 2016; desde entonces ganó tres ligas y fue subcampeón en otras tres] y hay otros muchísimo más antiguos. Entonces, si bien el país no es para nada futbolero, la gente a la que le gusta el fútbol es hincha de los equipos con más historia.

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Frialdad en las tribunas, presión en los despachos

Ahora que se ha hecho costumbre que jugadores argentinos consagrados vuelvan al país todavía en pleno apogeo o incluso figuras extranjeras como Edinson Cavani, Iker Muniain y Ander Herrera elijan nuestro fútbol para vivir la pasión que los hinchas han conseguido exportar a todo el mundo, recorrer el camino inverso es un desafío añadido para quien se crio en estas tierras y se marcha a lugares donde la expresión de los sentimientos es mucho más light. Iván Erquiaga es uno de los tantos que debió hacer un curso acelerado de adaptación a un entorno absolutamente diferente.

-¿Cómo llevás lo de jugar en un país nada futbolero?

-Se me hace difícil y no solo en ese aspecto. Me pasa con mis compañeros. Nosotros, antes de entrar a la cancha, notamos la ansiedad, los nervios, es el momento de las arengas. Acá no, son muchísimo más fríos. Y durante los partidos igual. Perdés el contagio de la gente, extrañás cosas como saber que si errás un pase te van a putear o que si estás de visitante te van a escupir. El año pasado compartí equipo con Brian Orosco, que estuvo a préstamo de Estudiantes, y nos sentábamos en el vestuario todas las mañanas y nos poníamos a ver hasta los resúmenes de los partidos de allá, hasta los del ascenso. Los demás nos miraban y no entendían que pudiéramos estar todo el día con el fútbol. Acá la presión no viene del lado de la gente, el periodismo o las redes sociales, sino que te la generan los dirigentes, que están todo el tiempo atrás tuyo, observándote, incluso en las charlas o en el vestuario. Es la primera vez que me pasa algo así.

La imagen de Messi, el número 10, las tres estrellas: la argentinidad, en la pierna izquierda de Erquiaga

-¿Influye de alguna manera que se trate de un club con un dueño en lugar de tener socios como los nuestros?

-En la relación de los dirigentes con el jugador, el manejo de un club me parece que no cambia mucho. Ellos hacen su parte: son los que nos pagan, los que nos trajeron, los que nos ven, y también son hinchas y quieren lo mejor para su club. Pero yo sé cómo es el juego y el negocio, si rendís estará todo bien, y si te va mal te pueden hacer a un costado; al fin y al cabo, todo es por plata. Por eso es muy difícil que tenga una relación de amistad con un dirigente. Después lo que cambia son las formas, hay lugares donde son buenas y otros en los que son malas. Sí creo que entre dirigente y jugador, o entre dirigente y cuerpo técnico, tiene que haber algo de espacio para trabajar tranquilos y para que haya cierta privacidad en el grupo, que es la manera de que todos siempre tiren para el mismo lado.

-¿Creés que ese modelo de gestión podría funcionar en Argentina?

-Para mí, la diferencia es económica. El Riga no necesita que la gente vaya a la cancha o pague el estacionamiento para mantener el club y nosotros cobremos bien todos los meses. No tiene ese problema. En cambio, en Argentina sí se necesita la cuota del socio para pagarles a los jugadores y sostener al club en pie con su función social.

La vidriera europea

En la penúltima fecha de la primera fase de la actual Europa League, el RFS, principal rival del Riga FC en la liga local, derrotó al Ajax. El resultado no evitó su eliminación de la competencia, y pese a que el conjunto de Ámsterdam hoy esté muy lejos de su poderío de antaño, la victoria fue considerada un triunfo histórico para el fútbol letón. Con más o menos fortuna, la participación de los equipos del país en las etapas previas de las copas continentales no dejan de ser posibles puertas de entrada para jugadores que quieren seguir escalando en el escenario europeo, y es otro imán que atrae a los futbolistas que se atreven a vivir la aventura.

-¿Cómo es el fútbol que se juega en Letonia?

-Mucho más posicional y táctico que el nuestro. Por ese lado aprendí cosas muy positivas para mi futuro. Después, la liga son apenas diez equipos. Nos enfrentamos todos contra todos en cuatro ruedas para completar 36 partidos, pero solo cuatro nos podemos robar puntos entre nosotros. El resto está económicamente muy lejos y no puede competir, entonces los entrenamientos son más intensos que la mayoría de los partidos, en los que tenés mucho más tiempo para recibir y pensar. En el Riga en cambio todo muy profesional. Tenemos un plantel con un buen nivel, somos 25 jugadores muy parejos y cualquiera puede ser titular.

-Esta temporada los eliminaron rápido de la Conference League, ¿eso les quita visibilidad dentro del fútbol europeo?

-No creas. Es cierto, nos quedamos afuera en la primera eliminatoria contra un muy buen equipo polaco [Slask Wroclaw], les ganamos 1-0 en la ida y perdimos 3-1 la revancha, hubo un solo gol de diferencia, y la experiencia fue muy buena. Pero en el club hay un movimiento constante de jugadores. El año pasado vendieron a un senegalés [Ousseynou Niang] al Unión Saint-Gilloise, el club belga donde está Kevin Mac Allister; un chico serbio que estaba conmigo y jugó en el Borussia Dortmund [Milos Jojic] se fue al Castellón de España, y así todo el tiempo. Jugamos amistosos en Dubái y en Turquía, el presidente es dueño del Pafos de Chipre, que anduvo bien en la primera fase de Conference League. Aunque parezca que no, siempre te están mirando.

-O sea que te ves con continuidad en Europa.

-Sinceramente, no lo sé. Hoy te diría que se me hace muy difícil el esfuerzo de estar tanto tiempo lejos, y que mi familia, mi mujer y mi hija, van a tener mucho que ver con lo que vaya a pasar. Estoy agradecido de estar donde estoy, de la oportunidad que me ha dado el fútbol, pero siento que Letonia no es mi lugar, ni éste es el club de mi vida, y el fútbol es muy cambiante, muy resultadista, todos los días pueden aparecer cosas nuevas. Tengo contrato hasta 2026 y cuando termine tendré 27 años, tampoco es mala edad para volver a Sudamérica.

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