Irene Vallejo conversó con Infobae Perú previo a su participación en el Hay Festival Arequipa. (Foto: Jorge Fuembuena)

El infinito en un junco” llegó a librerías hace cinco años y desde entonces la vida de Irene Vallejo se ha convertido en una “vorágine y precioso desbarajuste”. A través de entrevistas, conferencias y columnas, ha prolongado la exaltación que genera la lectura del ensayo en el que repasa el origen y supervivencia del libro a los largo de casi treinta siglos. Pero una apretada agenda obliga a una de las más reconocidas divulgadoras de la lectura a robarle horas al sueño y aprovechar los trayectos en tren y avión para perderse entre las hojas de papel.

A días de tocar suelo peruano, Irene Vallejo repasa los versos de César Vallejo y Blanca Varela mientras toma apuntes para lo que será su próximo libro. “El infinito en un junco” ya le ha demostrado que hace falta total entrega para producir un texto merecedor de galardones como el Premio Nacional de Ensayo 2020 y el cariño de los lectores por lo que “a partir del año que viene intentaré espaciar los viajes para dedicar más tiempo a la escritura”. Antes de ese silencio que tendrá como resultado una nueva publicación, Vallejo atiende a Infobae Perú para hablar de ese objeto que la humanidad ha creado para abrazar, desechar, defender e incendiar.

¿Te tomó por sorpresa el premio Nobel otorgado a Han Kang?

Me interesó la polémica que acompañó su traducción al inglés porque se había adaptado a las coordenadas de la literatura estadounidense. Variaron algunos rasgos de la versión original y eso provocó un debate que me llevó hasta su obra.

Tu obra tampoco ha sido ajena a las traducciones, incluso una al chino. ¿Cómo ha sido tu experiencia con esas otras versiones de “El infinito en un junco”?

Se han realizado más de cuarenta traducciones, pero, obviamente, no puedo revisarlas todas porque no conozco tantas lenguas. Además, me gusta respetar la libertad creativa de las personas a las que se les confía la traducción. Traducir es una actividad literaria, no solo una labor mecánica de trasladar palabras de un idioma a otro. Mis traductores son, de alguna manera, coautores e intento respetar su estilo. En algunos casos se han convertido en amigos porque quien te traduce conoce a profundidad tus pensamientos y estructura mental, son como viejos conocidos.

Otro vínculo que has afianzado recientemente ha sido con la Academia Colombiana de la Lengua de la que ahora eres miembro. ¿Cuál es el papel de las academias de la lengua que hoy son vistas como instituciones solemnes, rígidas y lejanas?

No creo que las academias sean una instancia normativa, tienen que ser notarios de la lengua tal como lo configuran las personas vivas. Se ha de tomar nota de las transformaciones de lengua y registrarlas. Para mí una de las labores fundamentales de la academia durante las últimas décadas ha sido trasladar las herramientas lexicográficas como diccionarios al formato digital. Es un gran paso en la democratización del conocimiento de la lengua. Hay una labor de defensa del lenguaje, de la precisión de la palabra y el valor de los significados, de la actualización de términos, según las transformaciones de las sociedades en un momento en que la comunicación cobra tanta importancia. La defensa del lenguaje es esencial porque la forma en que decidimos nombrar la realidad tiene una enorme importancia para definir cómo nos relacionamos con la realidad y las personas.

El lenguaje inclusivo es una de las transformaciones más comentadas ¿La academia ha sabido atender este fenómeno?

Las academias no existen para dar instrucciones a las personas que hablan, la lengua viva la creamos colectivamente y no se pueden imponer normas. Al final, triunfa aquello que se impone a lo largo del tiempo por la voluntad de las personas que hablan esa lengua. En su implantación, académicos, filólogos y lingüistas tenemos la obligación de participar en el debate, valorar los pros y contras y analizar lo que significan estos cambios en la lengua. Entiendo que hay un impulso muy necesario para que nuevas realidades se transmitan a través del lenguaje así como resistencia a usar mecanismos repetitivos como el desdoblamiento lingüístico. Como escritora, intento encontrar otras soluciones más creativas.

Irene Vallejo lee a César Vallejo y Blanca Varela previo a su visita al Perú. (Foto: Toni Galan)

¿Cómo cuáles?

Me gusta ensayar desdoblamientos que no utilicen el mismo término. En lugar de lectores y lectoras, utilizo un registro un poco más literario como “lectores y apasionadas de los libros” para jugar con términos que no sean exactamente idénticos y permiten añadir un matiz. Indudablemente hay una tensión entre la economía de la lengua y el deseo de ser más exhaustivos para no eliminar del relato a una parte de la población. La lengua tiene la capacidad de engullir, anexionar, transformar y hacer convivir formas distintas. No podemos estar apegados a los usos que hemos aprendido porque sería negar a la lengua su capacidad de innovar, buscar y adaptarse a realidades que están en metamorfosis permanente.

En medio de estas transformaciones, ¿Qué tan buen aliado es el ensayo como género literario?

En épocas de grandes revoluciones tecnológicas, políticas e históricas, siempre nace un apetito por entender lo que está sucediendo. Esos son los momentos en que el ensayo o la no ficción cobran protagonismo que siempre es compartido con las ficciones porque somos seres sedientos de que nos cuenten historias. En “El infinito en un junco” intenté explorar los territorios fronterizos entre la ficción y no ficción porque creo que tenemos un cerebro narrativo y todo aquello que queremos transmitir, se logra de una manera más poderosa si se enmarca en situaciones, contextos, biografías y episodios que tengan un rostro humano.

Durante estos años dedicados a la difusión de la lectura, ¿Cuáles son los vicios que más se repiten en el intento de crear nuevos lectores?

Existe el peligro de idealizar los libros. No todos los libros son valiosos ni nos convertirán en mejores personas. Hay libros dañinos y nocivos que contienen discursos cargados de odio y prejuicios que realmente no han contribuido de forma muy benéfica a la historia de la humanidad.

Irene Vallejo recibió el Premio Nacional de Ensayo 2020 por

¿Alguno que se te venga a la mente?

“Mein Kampf” (“Mi lucha”) de Adolfo Hitler o libros llenos de ideas racistas, políticas excluyentes, justificación de crímenes y guerra, defensa de acontecimientos terribles o manipulación de la historia. Hay que ser conscientes que los libros son herramientas humanas, pueden ser beneficiosas, pero también muy dañinas si se ponen al servicio de intereses espurios. No creo que todos los lectores sean comprensivos, bondadosos, comprometidos ni consecuentes. La historia demuestra que muchos de los más grandes genocidas del siglo XX eran poetas. Pienso en Stalin a quien le interesaba la literatura, Hitler escribía, Mao tuvo una librería, trabajó en una biblioteca y también escribió.

Si pensamos en figuras de la actualidad, ¿Quiénes estarían en ese grupo?

La verdad es que no sé mucho de nuestros líderes mundiales, ni del bagaje de lectura que tengan o sus inquietudes culturales porque parece que esto ha dejado de ser algo que se exhiba con tanto orgullo como en el pasado. Estoy segura que está sucediendo constantemente que personas que aman los libros y que tienen grandes bibliotecas, han resultado ser dañinos y han demostrado poca sensibilidad. También pasa con los escritores. Estos últimos años hemos sido testigos de revelaciones sobre escritores muy amados por el público, pero que no estaban a la altura de las grandes ideas que defendían en sus libros. Pienso en Alice Munro y la polémica sobre los abusos que sufrió su hija. Es muy probable que los libros sean más sabios que las personas que los escriben.

Irene Vallejo anuncia una reducción de actividades públicas para escribir su próximo libro. (Foto: James Rajotte)

Pienso en los llamados ‘fandom’ que se aferran a un libro y rechazan cualquier tipo de cuestionamiento. La saga de “Harry Potter” está entre estos.

Poner a algo o alguien en un pedestal es muy peligroso. Nos relacionamos mejor cara a cara admitiendo nuestras debilidades mutuas. Me gustan los clásicos, pero no creo que sean un ejemplo, ni una especie de modelo histórico para las sociedades posteriores.

¿Hay algún clásico que se te haya caído de las manos por ese motivo?

Pensaba más en la idea de que idealizamos la cultura antigua que era esclavista, imperialista, que apartaba a las mujeres y que tenía grandes dosis de misoginia. A mí me puede resultar interesante Aristóteles sabiendo, por otro lado, que algunas de sus afirmaciones son grandes barbaridades como considerar que los individuos nacían esclavos por naturaleza y algunas frases terribles sobre las mujeres. No estoy de acuerdo con su visión materialista del mundo, pero, aún así, puedo disfrutar de la experiencia intelectual de leerlo porque hay un esfuerzo por entender el mundo con las herramientas que tenía a su disposición. Me interesa aunque no esté de acuerdo.

Hemos confundido el ser críticos con ser censores y lo comento porque un conocido empezó a leer “Cien años de soledad”, pero se detuvo antes de la página cien. La razón: sentía que era un libro muy machista. Ayúdame a responder a este amigo que ha dejado de lado un libro tan memorable.

No podemos pedirle a las experiencias estéticas que nos den la razón y coincidan punto por punto con nuestras opiniones. Creo que una de las partes más extraordinarias de entrar a la mente de otro a través de los libros es precisamente salir de ti mismo. No puedes mirar el mundo solo a través de tus anteojos y eso no quiere decir que tengas que renunciar a tus convicciones. Precisamente lo que te ofrece la lectura es una mirada de las pasiones, motivaciones, errores, deseos, equivocaciones, abusos de otras personas. El mundo no es un reflejo de lo que nosotros proyectamos, es infinitamente más convulso y contradictorio. La cosmovisión de “Cien años de soledad” incluye cosas que me gustan y otras que no; sin embargo, es una habitación con vistas y paisajes que, en conjunto, enriquecen mi experiencia. Tengo la sensación de que hay muchas personas que leen con el único objetivo de identificarse con un personaje. El libro es también una ventana, no solo un reflejo de lo que eres. Quedarse con una de las dos dimensiones empobrece la experiencia estética.

¿Qué nos hemos perdido de otras literaturas al ser parte de una sociedad tan eurocentrista?

No solo por el eurocentrismo, sino por todos nuestros prejuicios. En la universidad empecé estudiando el canon literario y cómo se construye. Noté cómo estos llevan tantos prejuicios y cómo dejamos fuera algunos géneros que consideramos menores y no parte de la alta cultura. Basta con ver que las mujeres quedamos fuera, notar la clase social a la que pertenecen la mayoría de escritores que forman parte del canon, qué temas se consideran prestigiosos y cuáles son desdeñados. Creo que es interesante forzar esas costuras, preguntarnos por todo aquello que está quedando en los espacios marginales. En “El infinito en un junco” intento recuperar al menos noticias de aquellos libros que se perdieron en el que camino y que ahora nos interesarían muchísimo más que otros que sobrevivieron al paso del tiempo.

La escritora española Irene Vallejo tendrá cuatro presentaciones en el Hay Festival Arequipa 2024. (Foto: Toni Galan)

Irene Vallejo en el Hay Festival Arequipa 2024

Viernes 8 de noviembre a las 11:00 a.m. – Encuentro con Irene Vallejo

Viernes 8 de noviembre a las 6:00 p.m. – Irene Vallejo en conversación con Patricia del Río

Sábado 9 de noviembre a las 10:00 a.m. – Daniel Mordzinski e Irene Vallejo en conversación con Jeremías Gamboa

Sábado 9 de noviembre a las 4:00 p.m. – Natalia Sobrevilla e Irene Vallejo en conversación con Magally Alegre Henderson

Irene Vallejo en Lima

Miércoles 6 de noviembre a las 7:00 p.m. – Hay Festival presenta en Lima