Horacio Zeballos, el mejor doblista argentino de la historia, vivió momentos emocionalmente extremos durante la temporada pasada. Junto con su pareja habitual, el español Marcel Granollers, alcanzaron la cima del ranking; el marplatense se coronó como el primer tenista argentino en ser número 1 del ATP Tour. Ganaron Masters 1000 (Roma y Canadá, en Montreal), jugaron las semifinales de Grand Slams (Roland Garros y Wimbledon) y disputaron el torneo de Maestros por quinta vez. Pero semejantes logros en el circuito colisionaron con otro asunto. Sus diferencias con el por entonces capitán de Copa Davis, Guillermo Coria, lo alejaron del equipo y, en una decisión deportiva inexplicable, quedó afuera de los Juegos Olímpicos de París 2024.
Pero una nueva etapa en el grupo, con Javier Frana como conductor, le reabrió las puertas de la Copa Davis. Cebolla es uno de los cinco jugadores que, con temperatura bajo cero y nieve en las calles, están en Fjellhamar, una localidad ubicada a pocos minutos de Oslo, donde la Argentina se medirá este jueves y viernes con Noruega, por la primera ronda de los Qualifiers, etapa clasificatoria para una segunda eliminatoria, en septiembre.
Vaya paradoja: luego de una temporada tan intensa, Zeballos tuvo un inicio de año inusual, todavía sin competir. Una lesión traicionera de su compañero, Granollers, los obligó a bajarse del Abierto de Australia cuando ya se encontraban en Melbourne.
“Fue un arranque amargo, lamentablemente. No pudimos competir. A Marcel, durante la pretemporada, le molestó el pectoral. Se hizo estudios y le salió que tenía un pequeño desgarro y por eso nos bajamos del primer torneo del año. Pero se suponía que un desgarro tan chiquito se iba a cicatrizar rápido, como nos pasó a todos. Nosotros estamos acostumbrados a este tipo de lesiones y más con la edad que ya tenemos [Zeballos, 39; el catalán, 38]. Entonces fuimos para Melbourne, pero se volvió a lastimar entrenando conmigo. La cicatriz se le volvió a abrir y había riesgos de que tuviera que estar varios meses inactivo si jugaba y se lastimaba más. Se sentía muy mal por mí, obvio. Encima en Australia; no es que estábamos cerca, en Buenos Aires o en Río. Obviamente lo banco a morir. A mí me pasó el año pasado en Madrid, cuando llegamos a ser número 1 del mundo: después de pasar los cuartos de final no pude jugar las semifinales porque me lesioné”, le describe Zeballos, actual 7° del mundo, a LA NACION.
-¿Cómo alteró tu ritmo esta situación?
-Con los entrenamientos estuve a full, de todos modos. Hice partidos todos los días, aunque fueran de entrenamiento, mentalizado como una competencia, prendido, concentrado. Estoy acostumbrado: en estos años, gracias al dobles, pudimos hacer un calendario más corto del que hubiera hecho antes en singles y estoy acostumbrado a no tener competencia cada semana, preparando la cabeza para eso. Hemos estado un mes sin competir, llegamos a Montreal y ganamos el torneo. Hemos estado tres semanas sin jugar, fuimos a Shanghai y lo ganamos. Estos años entrené la mente para no necesitar un torneo detrás del otro para tener confianza. Intenté generar la confianza en cada entrenamiento.
-Vaya curiosidad: tu primera competencia del año será la Copa Davis, torneo que jugaste por última vez en septiembre de 2022.
-Sí. Y estoy con muchísimas ganas, súper confiado y sé que voy a dar lo mejor de mí. Confío en que voy a jugar bien más allá de no haber podido competir.
-En marzo se cumplirán 15 años de tu debut en la Copa Davis: con David Nalbandian de pareja, venciendo a Robin Soderling y Robert Lindstedt, en la serie 3-2 contra Suecia en Estocolmo.
(Sonríe)-Lindos recuerdos… Me tengo que agarrar de esas cosas para jugar ahora contra Noruega. Recuerdo perfectamente que llegué a Suecia sin haber jugado bien los torneos previos y sin tener tanta competencia. Es una circunstancia parecida, te diría. Y ahí jugué uno de los mejores partidos de mi carrera. Fue un momento único. Es como el momento que llevás a tus hijos a ver una película que están ansiando ver hace meses: yo me sentía así. Era una película nueva, era hermoso estar ahí, compartir el equipo… y encima ganarle a un rival tan importante como Soderling, en un punto crucial como el dobles. Se me pone la piel de gallina recordando ese debut en el 2010.
-Tenés quince series jugadas. ¿Tu podio de mejores partidos lo armarías con aquel de Suecia, más los triunfos ante Rusia en 2010 en Moscú y Francia en 2013 en el Parque Roca?
-Sí, también. Esos tres partidos son los que más recuerdo y los que más emoción me dan. Pondría número uno al de Francia, ganándole a una pareja durísima [Julien Benneteau y Michael Llodra], con doce mil argentinos alentándonos. Fue de locos. Desde la presión, el partido que jugamos con Machi (González) en casa, contra Belarús [en 2021], después de que el Peque (Schwartzman) perdiera con ese chico que jugó como nunca [Daniil Ostapenkov, por entonces junior], fue tremendo. Ya todos pensábamos que íbamos a estar 2-0 arriba, pero nos encontramos con un 1-1, perdimos primer set y lo dimos vuelta.
-¿Es real que en la Copa Davis se juegan otros sentimientos y por eso se dan más sorpresas que en el circuito?
-Ciento por ciento real. Saca lo mejor de todos y, entonces, se empareja el nivel. Por eso los partidos salen tan ajustados y vemos sorpresas que seguramente cuando jugás en el año en ATP no suceden.
-¿Cómo describís el inicio de esta nueva etapa en la Davis, con Frana como capitán?
-Bien, muy bien. Me siento muy a gusto con él. Es una persona que respeto muchísimo como capitán porque me encanta la manera en la que ve el tenis y cómo lo transmite. Siempre cuando veía sus comentarios en la televisión me gustaban. Hemos tenido lindas conversaciones. Me gusta mucho el equipo. También me gusta que esté el Gordo (Eduardo) Schwank ayudándolo, de subcapitán, porque es una persona que conozco hace muchísimos años, hemos competido juntos y que tiene una gran noción del tenis.
-¿Frana tuvo que aclararte algo con respecto al año pasado o comienza una nueva etapa sin mirar hacia atrás?
-Del pasado, casi nada. Hablamos del presente y del futuro; listo. Hablamos específicamente de lo que se viene ahora, mirando hacia adelante.
-¿Todavía seguís mascullando bronca por no haber podido estar en París 2024?
-En su momento lo viví con angustia, pero ahora ya está, ya pasamos la página y estoy enfocadísimo en lo que se viene. Estoy completamente enfocado en el nuevo capítulo. Ya estoy tranquilo, estoy bien, no tengo nada contra Guillermo (Coria) y hay que mirar hacia adelante. Todo pasa por algo: lo bueno, lo malo… son circunstancias de la vida, no todo puede ser ‘pum para arriba’ y eso te hace más fuerte. Otro de los objetivos que yo quería cumplir era ser número uno del mundo y para serlo no podés ser débil; tenés que ser muy fuerte mentalmente. Y, quizás, lo que pasó me ayudó a levantar mi nivel. Pude cumplir ese objetivo y no cambio nada de que lo que hice o dije el año pasado. Estoy súper orgulloso y probablemente esta situación me hizo más fuerte.
-Ante Noruega van a formar pareja de dobles con Andrés Molteni, a quien conocés muy bien; incluso, ganaron dos títulos juntos [Atlanta 2016 y Buenos Aires 2018].
-A Andy lo conozco de chico. Él iba a hacer pretemporada al club de mi viejo, al Edison, en Mar del Plata, cuando tenía nueve o diez años, así que imagínate cuánto tiempo… Yo también venía al Buenos Aires Lawn Tennis, de donde es él; compartimos miles de fines de semana. Me siento muy a gusto con él. Hasta el día de hoy, cuando estamos todos en Buenos Aires, Machi, Molto y yo, entrenamos juntos. Hemos jugado juntos, hemos jugado bien. Me parece un jugador muy completo y muy bueno, así que me siento cómodo.
-¿Estratégicamente qué cambia jugar con Molteni o Granollers?
-Ayuda mucho a que somos todos doblistas, entonces la forma de jugar es relativamente similar. Alguno puede sacar un poco mejor, el otro devolver mejor… eso va variando. Pero la noción del dobles la tenemos, entonces no creo que haya tantas diferencias. Lo conozco perfecto a Molto, nos hemos enfrentado mucho también en estos años, conozco sus virtudes y las cosas que no le gustan. Es un jugador que devuelve muy bien de ambos lados. Está acostumbrado a jugar del mismo lado que yo, del lado par, pero va a tener que jugar del otro lado porque tiene esa virtud y yo no me siento tan cómodo del lado impar.
-¿Son muy distintos de personalidad?
-Yo me considero un poco más parecido a Machi: más sanguíneo. Y Molto es una persona tranquila, más serena. Pero es una buena combinación. La de ellos [González-Molteni] ha funcionado y la mía con Marcel, que es sereno, también; es una buena fusión tener a uno más arriba que el otro.
-Probablemente el dobles noruego lo formen Casper Ruud (5° en singles) y Viktor Durasovic (292° en singles y 434° en dobles. ¿Qué imaginas?
-No lo conozco a Durasovic, ya buscaré videos e intentaré espiarlo en algún entrenamiento. A Casper, obviamente, sí. Yo he jugado una vez dobles contra él en los cuartos de final de Wimbledon [en 2021; el noruego jugó con el sueco Andre Goransson]. Es un jugador de muchísima calidad, con tiros difíciles. No es especialista en dobles, entonces desde lo táctico habría que hacerlo sentir incómodo, con distintos movimientos. Tiene un gran saque y una gran derecha, entonces va a hacer todo lo posible para jugar con esas armas. Es muy peligroso y veremos qué tipo de conexión hace con su compañero. Pero como es una pareja que habitualmente no compite en el circuito, nos tenemos que enfocar en lo que podamos hacer nosotros más que estar pensando en las virtudes de Ruud. Tenemos que practicar nuestras jugadas preferidas.
-En abril cumplirás 40 años. ¿Qué objetivos tenés para esta etapa de tu carrera?
-Intentaría poder vivir lo del año pasado, pero no sólo desde los resultados, sino desde el disfrute: poder viajar algunas semanas con mi familia, seguir disfrutando de la competencia… Sé que va a ser difícil poder mantener lo del año pasado, pero seguir en un ranking alto y luchar por estar cerca de las finales de los Grand Slams es uno de los objetivos. Y, obviamente, quiero volver a disfrutar de la Copa Davis, que es algo que esperé durante este tiempo.