A Gustavo Costas le apuntaron con un arma en la cabeza. Y aunque no se trató de un asalto, querían robarle una parte de su ser. A la par de esa situación escalofriante que le tocó vivir, en la casa que compartía con su ex esposa sonó el timbre. Cuando ella atendió, le dieron una inquietante advertencia: “Sabemos a qué escuela van tus hijos, decile a Gustavo que no agarre Racing”. Era 1999 y el ex defensor hacía su bautismo como entrenador en las divisiones formativas de la Academia, cuya quiebra había sido pedida por Daniel Lalín, el presidente con el que el ídolo estaba enfrentado. El deseo de quien había promovido la grave intimidación no se cumplió. Costas continuó en la institución y se transformó en el técnico del plantel profesional, por sugerencia de la síndico Liliana Ripoll. Sí, la misma que había dicho “Racing Club Asociación Civil ha dejado de existir”, un 4 de marzo hace 26 años, le daba vida al primer ciclo de Costitas.

Es que el técnico albiceleste está acostumbrado a no dar el brazo a torcer, más allá de que su codo izquierdo gira al revés y forma una curva llamativa que se viralizó en más de una ocasión. “Tengo el brazo quebrado y mal puesto. A los 3 años me caí y me rompí el codo con un ladrillo. Me lo soldaron mal, me lo pusieron para el orto (SIC). Me operaron en el Fiorito (en Avellaneda), seguro me lo hizo uno de Independiente”, había bromeado hace 10 años, en una charla con El Gráfico, con el habitual carisma y optimismo que lo caracteriza. Y como no hay mal que por bien no venga, esa cirugía de su niñez causó que a los 19 años no estuviera en condiciones de ser reclutado para dejar el campo de juego e ir al de batalla en la Guerra de Malvinas.

El chiste en referencia a un posible cirujano hincha del Rojo pinta el contraste de colores que hay en la ciudad en la que el amor de Gustavo se tiñe de celeste y blanco desde que tiene uso de razón. Para los Costas, Dios es de Racing y el Diablo, no. “Promesas por los clásicos hicimos montones. Por ejemplo, ir caminando a Luján. Y la cumplimos”, recuerda Fabio Costas, hermano del entrenador académico y también ex jugador del club.

El tiempo pasa, pero tanto el amor como las promesas perduran, según revela Fabio -en diálogo con LA NACION- en la previa del derbi que paralizará Avellaneda el próximo domingo, a las 16, en el estadio de Independiente: “El año pasado, cuando ganamos el clásico en cancha de ellos, también fui a Luján porque lo había prometido. Nosotros somos veneno desde la cuna, lo vivimos así en la tribuna, después tuvimos la fortuna de poder jugarlo y ahora así, con Gustavo como técnico”.

Sin importar el rol ni el lugar del planeta en el que se encontrara, Gustavo Costas siempre vivió de manera especial los duelos con el Rojo, algo que dejó de manifiesto el sábado pasado, tras la cuarta derrota consecutiva de la Academia en el Apertura: “Los hinchas me conocen, saben que estoy como ellos, los clásicos son los partidos que más quiero ganar. Vamos a dejar todo, tenemos que meternos bien de lleno para jugar como lo veníamos haciendo. Le digo a los hinchas que confíen en nuestros chicos, nos vamos a levantar, eso seguro”.

Gustavo Costas besa la cruz en el banco de suplentes de Racing, en la previa de un clásico de Avellaneda

“Tenemos un grupo de WhatsApp y hace dos semanas que ya lo estamos viviendo, él también agita ahí”, cuenta Fabio sobre Gustavo y la permanente conexión que tiene con Racing y el partido que palpita como un campeonato en sí mismo, algo que hizo saber inmediatamente después de ganar la Recopa. Es que en Río de Janeiro, en plena efervescencia por alzar el segundo trofeo internacional en apenas tres meses, el entrenador-hincha sentenció que “el 16 de marzo hay otra final para este plantel”, en alusión al Clásico de Avellaneda.

Si su equipo demostró temple y juego para afrontar los cruces coperos, en el Apertura fue la contracara: sumó cuatro derrotas en fila y momentos de incertidumbre tanto en defensa como en ataque. “Nosotros tratamos de jugar todos los partidos de la misma manera. Y no quiero que suene a excusa, pero por ahí el cuerpo se relaja después de lo que conseguimos. Miren al River de Gallardo, le pasaba eso. El torneo local le costaba un huevo”, ejemplificó Costas con el Millonario del primer ciclo del Muñeco. En cuanto a dificultades, el principal inconveniente que proyecta para el domingo es que varios de sus titulares sufrieron lesiones que los marginan, ponen en duda o al límite desde lo físico para jugar.

Viviendo con intensidad el último clásico ante Independiente como local, en el que Racing empató 0-0

La lista sábana de pacientes incluye a Marco Di Césare, Santiago Sosa, Agustín García Basso, Bruno Zuculini, Gabriel Rojas, Luciano Vietto y Adrián Martínez, autor del 1-0 con el que Racing se impuso en el clásico de febrero de 2024. En aquella ocasión, Maravilla gambeteó a Rodrigo Rey, definió y tuvo que pausar su celebración. El juez de línea, erróneamente, había marcado offside, pero el VAR lo corrigió y la historia terminó con el éxtasis de Costas por ganar. Justamente si de arbitrajes y tecnología se trata, el estratega racinguista también podría aludir a Gallardo porque ensaya una guardia alta al referirse a los arbitrajes, con los que se mostró disconforme en este torneo.

“A mí me preocupa que con nosotros el VAR me parece que está en el bar tomando algo. Porque nunca nos van a ver nada a nosotros”, señaló en clave de chiste tras la derrota con Huracán, disconforme por la convalidación del gol de Eric Ramírez, quien según su punto de vista estaba milimétricamente fuera de juego.

A partir de esa queja, fue consultado sobre si lo inquietaba el arbitraje en vistas al enfrentamiento con el Rojo de Julio Vaccari: “Si le tenemos que ganar a 14, le ganamos a 14. Si le tenemos que ganar a 16, a 16. Sabemos lo que es el fútbol y lo que son estos partidos, cómo se juegan. Yo no voy a decir ‘le ayudan a Independiente’ o ‘no le ayudan a Independiente’“. ”Aparte viví esa época durísima de cuando le ayudaron a Independiente”, disparó Costas, quien en la octava fecha había dejado el tono irónico para puntualizar un error arbitral, cuando Racing perdió con San Lorenzo y tanto el árbitro Facundo Tello como el VAR, a cargo de Mauro Vigliano, no sancionaron un penal sobre Matías Zaracho: “Lo del penal fue una vergüenza. Nunca van a ver el VAR a nosotros, lo tienen suspendido para nosotros parece, nunca van a ninguna jugada”.

Nicolás Ramírez, el designado para el gran partido de este domingo (con Héctor Paletta en el VAR), dirigirá su segundo clásico de Avellaneda consecutivo. En el anterior duelo, que terminó sin goles en el Cilindro en agosto de 2024, expulsó acertadamente a los defensores Damián Pérez (por cortar una ocasión manifiesta de gol) y Federico Vera (por una fuerte patada, cuando ya tenía amarilla). Independiente resistió con 10 casi una hora de juego y transitó los últimos minutos con nueve, lo que frustró a Racing, que no tuvo fino en la definición a su jugador más trascendente: Maravilla Martínez.

Así festejó Costas el gol de Maravilla Martínez para Racing en la cancha de Independiente en 2024

Así como Costas le pidió en varias ocasiones a los hinchas “que crean en estos jugadores”, la fe movilizo a Martínez desde la cárcel hasta el estrellato, con Dios -según enfatiza- como su aliado para una transformación de película. El goleador, que acumula 35 gritos en 55 partidos oficiales, sufrió un “extenso edema óseo en el platillo tibial interno” tras la final de la Recopa ante Botafogo, lo que representa que durante un mes -como mínimo- tenga que descansar. Sin embargo, desde las entrañas del Cilindro revelaron que el artillero confía en un amparo divino para decir presente en el estadio Ricardo Enrique Bochini, donde sueña amargar a los rivales.

En el entrenamiento de este jueves fue exigido y adujo no sentir grandes dolores en la zona afectada, debajo de la rodilla, por lo que su inclusión entre los convocados es una sensibles decisiones que tendrá que tomar Costas, devoto del Señor de los Milagros, cuya imagen lleva al lado del escudo de Racing en cada encuentro. “Si todos le pedimos a Dios ganar, el chabón no sabe qué hacer. Yo quiero que me dé la paciencia de no poder equivocarme tanto y que me dé la fuerza de aceptar el resultado que venga”, había explicado el entrenador -en Líbero- sobre su ritual de besar el rosario y persignarse antes de cada partido.

A Gustavo, cuyo dulce hogar es el Cilindro, el domingo le tocará transitar por la casa de un vecino de color prohibido. “Ni en los equipos de barrio, cuando éramos pibes, aceptábamos ponernos camiseta roja. El tema de no usar ese color viene desde casa. Nuestro viejo también era fanático y eso lo vamos pasando de generación en generación”, explica con una sonrisa Fabio Costas, quien recuerda cómo el legado de papá Raúl se hizo carne en toda la descendencia. El fanatismo es tal que el 15 de junio de 2013, cuando el Rojo perdió la categoría, los hermanos pasaron por sentimientos extremos. “Tuve que venir de improviso por un tumor que le habían encontrado a mi viejo. Y se lo sacaron justo el día que descendió Independiente. Estaba en la clínica, en Avellaneda, y me vine para mi casa porque quizás pensaban que estaba ahí a propósito. Eso sí: Fabio, mi hermano, salió con el disfraz del fantasma (de la B) por todo Avellaneda. Ellos festejaron nuestras desgracias, cuando éramos pibes era duro en la escuela, así que yo disfruté el descenso de ellos”, se sinceró Costas -en El Gráfico- por aquella desgracia del vecino con el que se encontrará otra vez el domingo.

En la mesa familiar, sin sillas rojas ni tomates -debido a su color-, en la concentración con el plantel, o en cualquier lugar del mundo, Gustavo sabe que el clásico de Avellaneda no es un partido más. Es “el” partido. El que disputó 15 veces como futbolista (con tres victorias, diez empates -uno muy celebrado, por eliminar al Rojo de la Supercopa 92- y dos derrotas). El que vivió desde pibito en las tribunas. El que también transpira literalmente al costado del campo como entrenador. El que más quiere ganar el hincha. Porque ante todo, es un hincha más.

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