Cálido, educado y sensible. Franco Yan potencia, en la vida real, todo lo que proyecta en la pantalla. Por empezar, no le afectan los husos horarios ni el cansancio por los vuelos que lo llevaron hasta el destino de su último trabajo: “Estoy en Sudáfrica filmando una publicidad muy importante para una compañía internacional, que se verá en varios países”, cuenta. Temas para tocar sobran: la pertenencia a un familia que hizo historia en los medios nacionales; el legado de su mamá, Romina Yan; la relación con sus abuelos, Gustavo Yankelevich y Cris Morena; el peso de esa herencia en la televisión y el teatro argentinos… Y en paralelo, la consolidación de su propia carrera artística. Es que después de haber vivido casi cuatro años en Europa, donde estudió y se graduó de bachiller en Artes en el prestigioso Royal Central School of Speech and Drama de Londres, se sumó al elenco del musical Los puentes de Madison, en Madrid, y hasta hace unos meses estuvo en la Argentina, donde se lo vio en la piel de Fach, un hacker bueno pero con alma de ladrón, en la serie Margarita, surgida de la usina de Cris Morena. “Ahora quiero probar hacer series y cine en Los Ángeles, y también seguir escribiendo música y ver qué pasa con algunos guiones que tengo dando vueltas –detalla Franco, entusiasmado–. El año empezó con todo. Tengo muchos proyectos en camino.”

–Si tuvieras que describirte, ¿qué dirías?

–Diría que soy una persona muy entusiasta y curiosa. Sé lo que quiero y hacia dónde voy, lo tengo muy claro desde siempre. Soy un gran soñador, pero me gusta transformar esos sueños en realidad. Y tengo perseverancia: no paro hasta que consigo lo que quiero.

–¿Por qué decidiste usar el apellido artístico de tu mamá?

–El apellido no me pesa, todo lo contrario, me enorgullece mucho. Es más, lo siento como una responsabilidad. Uso el apellido artístico de mi mamá porque es mi guía absoluta en este camino que decidí seguir y además compartimos profesión, ¿cómo no iba a hacerlo? Me parece un lindo homenaje a ella y también es una forma de tenerla siempre cerca, porque compartimos la misma pasión.

Franco junto a su madre, Romina Yan

–A los 18 años te fuiste a estudiar actuación a Londres, ¿fue para probarte lejos de casa o porque querías hacer otro tipo de cosas en ese terreno?

–Siempre supe que me quería dedicar a esto. Me fui a estudiar afuera porque era algo que tenía muy en claro y sentía ganas de hacerlo desde que era chico. En la Argentina tenemos unos maestros impresionantes, pero yo quería ir a la cuna del teatro: a la tierra de Shakespeare y Marlowe. Quería empaparme de ese conocimiento y que personas con experiencia en la industria me conocieran y vieran lo que tengo para dar. Necesitaba hacerlo por mí. Creo que fue un gran acierto y estoy feliz de haber tenido esa experiencia.

– En la actuación: ¿dirías que sos relajado o autoexigente?

–Creo que a la hora de actuar no me pongo límites. En mi casa veíamos mucha fantasía, muchas películas de mundos nuevos y extraños, y de personajes opuestos a la vida real, así que siempre soñé con interpretar a alguien muy distinto a lo que soy, ponerme en ese rol, exigirme. Soy exigente en la previa, a la hora de preparar el personaje y hacia dónde quiero llevarlo. Soy muy meticuloso y disciplinado. Y como soy consciente de que soy joven y tengo mucho que aprender, siempre estoy atento y dispuesto a escuchar.

En

–Tu rol favorito sería…

–Me encantaría interpretar a un Capitán pirata. Alguien como el Capitán Jack Sparrow de Piratas del Caribe. Es mi sueño desde que lo vi a los tres años en la pantalla grande.

–¿Tenés alguna cábala?

–Tengo una cábala que hago siempre y es con mi mamá. Antes de salir a escena, imagino que le doy la mano y le digo: “Vamos juntos”. Eso me da fuerzas. También le pido mucho a Dios y a las personas que me acompañan desde otro plano que me ayuden cuando lo necesito. Pero más allá de eso, no tengo muchas cábalas.

–Parecés romántico y tranquilo. ¿Cómo te divertís y qué te saca de tus casillas?

– ¿Te parece que soy tranquilo? [risas].Puede ser, pero también soy inquieto. La verdad es que me divierto mucho haciendo planes fuera de lo común. Me encanta ir a salas de escape con amigos, juntarme a jugar juegos de mesa con mis tíos, disfrutar de una buena película en el cine, de una gran obra en el teatro, o ir a escuchar música en vivo. Lo que me saca, lo que verdaderamente me enloquece, es la traición y la mentira.

Con su abuela, Cris Morena

–¿Cómo está hoy tu corazón?

–En el amor estoy pleno. Estoy muy enamorado de una chica que es maravillosa, me hace muy feliz. Prefiero todavía guardarme su nombre, pero puedo decir que es una excelente cantante y creo que van a escuchar mucho de ella porque tiene una voz increíble y una gran carrera por delante. ¡Lo digo como músico, no de puro enamorado!

–Dijiste alguna vez que soñás con tu mamá. ¿Tuviste con ella alguna experiencia más allá de los sueños?

–Sí, tuve algunas. A veces son señales que uno tiene que interpretar y otras veces son experiencias muy claras. Ella se me hace presente en la música, que es algo que nos conecta mucho. Yo escucho toda mi música en modo aleatorio y cuando me siento de una manera particular o necesito un consejo, siempre me sale la canción que estoy necesitando para saber que ella está. Hay días en los que escucho lo mismo que escuchaba con ella, por ejemplo, Alejandro Sanz o David Bisbal, y siento que está conmigo. Otras veces me pasa que aparecen personas que me dicen algo muy puntual y luego se van, o veo palabras escritas en algún lugar.

–Sos el hermano mayor de Azul y Valentín, ¿cómo es ese rol y cómo es tu relación con ellos?

–Cada uno de nosotros es muy diferente y único a su manera. Ser el mayor no significó una responsabilidad, sino un disfrute, por la posibilidad que tuve de verlos nacer y crecer. Con Valen somos una dupla tranquila y cuando nos juntamos nos gusta hablar mucho del trabajo y de la actualidad del mundo. Él también eligió hacer algo que lo hace feliz, correr autos, y eso me despierta felicidad y admiración. Con Azul, que es la más chica y mi debilidad, tengo una relación de mucho mimo y protección. Siempre nos hacemos chistes y nos estamos divirtiendo. Me encanta la relación que tenemos con mis hermanos.

Con su abuelo Gustavo Yankelevich, luego de terminar sus estudios en Londres

–Siempre hablás con especial cariño de Gustavo, tu abuelo. ¿Te gustaría hacer algo con él?

–Mi abuelo es único. Es mi gran referente y mi confidente. En él encuentro mi seguridad y un espacio para ser yo mismo. Por supuesto que me encantaría hacer cosas con él, pero ya de alguna forma lo hago, porque me siento parte de su vida y de su trabajo; nos contamos todo. Y en esta cercanía constante con alguien que ha hecho tanto, aprendo mucho para el futuro.