Una eventual victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales en los Estados Unidos implicaría, en palabras de una alta fuente del gobierno brasileño, “una derrota para las democracias en América Latina”. En un escenario global y regional en el que se internacionalizó la polarización política entre una extrema derecha con alto nivel de coordinación y gobiernos de izquierda y centroizquierda que enfrentan serias dificultades para lidiar con un adversario nuevo y aún, en muchos aspectos, desconocido, el resultado de la disputa entre Trump y la candidata demócrata Kamala Harris tendrá enorme impacto fuera del territorio norteamericano. Aún habiendo sido relegada de la agenda prioritaria de los sucesivos gobiernos norteamericanos en los últimos años, América Latina tiene mucho que perder si el candidato republicano logra regresar al poder, de acuerdo a esta visión.
La vuelta de Trump, enfatizó la fuente del gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva, “fortalecería la nueva derecha global”, lo que significaría impulsar teorías, alianzas y estrategias geopolíticas en el mundo, y también en la región, que generarían un nuevo y desafiante panorama para los que no pertenecen al mismo movimiento. Festejarían los presidentes de Argentina, Javier Milei, y El Salvador, Nayib Bukele, principalmente, aunque, según analistas ambos no deberían esperar grandes beneficios por su afinidad política con Trump. Una cosa es sacarse una foto abrazados o hasta recibir una declaración pública de admiración, y otra, muy diferente, es lograr que esa sintonía se traduzca en ayuda económica y acuerdos concretos de cooperación.
En capitales como Brasilia, Bogotá, Santiago de Chile, Caracas, Managua y La Habana, por el contrario, un eventual triunfo de Trump es visto como catastrófico. Es un sentimiento de tal magnitud que Lula, en un gesto arriesgado, declaró públicamente su apoyo a Harris: “Creo que si Kamala gana las elecciones es mucho más seguro para fortalecer la democracia en Estados Unidos”. Faltaban sólo cuatro días para el cierre de la elección, y el presidente brasileño, consultado en una entrevista, no ocultó su preferencia.
"La democracia, para mí, es el espejo fiel de un sistema político que permite a los opuestos, a los antagónicos, a la disputa civilizada. Pienso que una victoria de Kamala Harris en las elecciones es mucho más seguro para fortalecer la democracia en EEUU. Hincho por Kamala"
Lula. pic.twitter.com/wBQsmNk49F— Juan Manuel Karg (@jmkarg) November 5, 2024
En el caso de Lula, el colombiano Gustavo Petro y el chileno Gabriel Boric, no se trata apenas de una cuestión de simpatía personal y temor por el futuro de la democracia en la región. Un segundo gobierno de Trump implicaría un duro golpe al multilateralismo, en el cual los tres presidentes creen, y a agendas globales que los tres países defienden, entre ellas la de políticas de combate al calentamiento global.
En Caracas, La Habana y Managua los miedos son otros. Los tres países son vistos como miembros de una especie de eje del mal por Trump y podrían sufrir una nueva ola de sanciones, presiones de todo tipo y, en el caso de Venezuela, analistas creen que hasta algún tipo de acción radical para intentar, por segunda vez, sacar a Nicolás Maduro del poder. Otros son más cautos. “La máxima presión a Maduro en el 2019 fracasó, Trump deberá buscar otra alternativa. Pero Maduro debe tener mucho cuidado”, opina el ex-subsecretario de Estado para el Hemisferio Occidental, embajador Thomas Shannon. Según él, “Trump no toleraría el actual nivel de caos en el Caribe, y los venezolanos deben tener eso claro”.
Tampoco puede descartarse un eventual acuerdo entre el republicano y el venezolano, porque lo que está en juego es el petróleo de Venezuela, y Trump, se sabe, siempre hace lo que más le conviene a él y a sus aliados – y amigos. En Washington, comenta Michael Shifter, profesor de la Universidad de Georgetown, “se comenta que miembros de la oposición venezolana quedaron decepcionados al enterarse de contactos entre Trump y el chavismo. Un acuerdo no puede ser descartado”. Para Shifter, “los republicanos se sintieron traicionados por la oposición que respaldó a Juan Guaidó, hoy visto como un perdedor en los Estados Unidos. Además, el impacto de decisiones sobre la base de Trump en el estado de Florida ya no importa tanto, es un terreno que el republicano domina”.
Queda bastante claro que Trump y Harris representan escenarios muy diferentes para América Latina. Al analizar uno de los temas más importantes de la agenda doméstica estadounidense y, también, de su agenda con la región, la migración, un gobierno republicano implicaría cambios drásticos y complicados para los inmigrantes latinos en situación irregular. Un eventual triunfo de Harris sería menos traumático, básicamente una continuidad del endurecimiento mostrado por Joe Biden el último año, pero que jamás llegará al plan de deportaciones masivas anunciado por Trump, y que muchos creen que sería capaz de llevar a cabo, aún separando padres de hijos nacidos en los Estados Unidos.
En 2023, vivían en Estados Unidos 11,7 millones de inmigrantes en situación irregular, la gran mayoría latino-americanos. Los dos países que lideran en ránking son México y Venezuela. En 2022, el número era de 10,9 millones. “La postura de Trump sobre el tema migración fue extrema, virulenta y de un alcance inusitado. No dudo que intentará llevar adelante las deportaciones, como una acción simbólica importante. Así se mostraría como un duro ante la región”, opina Juan Tokatlian, vicerector de la Universidad Torcuato Di Tella.
El especialista no espera un Trump “indiferente a la región”, recordando que el republicano ha colocado sobre la mesa la Doctrina Monroe, para defender los derechos y prerrogativas de los Estados Unidos a la hora de contener la influencia de China en la región. “No sería una agenda positiva”, asegura Tokatlian, que destaca, también, el tema del consumo de fentanilo, droga que, comentó, “provoca anualmente más muertes de americanos de los que fallecieron en Vietnam, Afganistán e Irak”.
La candidata demócrata implica una alternativa mucho más tranquilizadora para muchos países, entre ellos México, ahora gobernado por primera vez por una mujer. Es difícil imaginar una relación fácil entre Trump y Claudia Sheinbaum, con temas a discutir como migración, drogas y comercio (el actual acuerdo entre México, EEUU y Canadá debe renegociarse en 2026), con China produciendo automóviles en territorio mexicano. La misoginia de Trump, sin duda, complicaría las cosas.
Si Harris es electa, la relación con México igualmente enfrentará turbulencias, porque el conjunto de temas a discutir es espinoso para ambos. Pero la candidata demócrata, dice Tokatlian, “buscará un diálogo con México, y buscará tener una buena relación. Las dos presidentas podrían generar un vínculo positivo”.
Cuando se piensa en Venezuela y Cuba, un eventual gobierno de Harris no es visto como una gran amenaza a la estabilidad regional. La actual vicepresidente podría, según algunos de los analistas consultados, retomar la agenda de aproximación con la isla iniciada por el ex-presidente Barack Obama, con quien mantiene una excelente relación. En relación al gobierno Maduro, no se esperan muchos cambios. Harris seguiría apoyando los esfuerzos de Brasil y Colombia, aún en momentos en que ambos países enfrentan crisis bilaterales con el Palacio Miraflores. Un gobierno demócrata apoyaría a la oposición, pero no al punto de promover acciones desestabilizadoras contra Maduro.
América Latina está expectante, y no es para menos.