Mariana (31) venía de relaciones largas que siempre terminaban porque ella no quería dar el paso siguiente de la convivencia, casamiento o un futuro juntos. “Fueron relaciones hermosas, pero cuando llegaba ese momento algo dentro me decía que no. Me había acostumbrado a estar sola en mi casa, y yo sentía que en algún momento se iba a dar con alguien naturalmente.”, admite. En su interior soñaba con ser mamá, pero no era un sueño que iba a cumplir con cualquier hombre.
Mariana conoció a Pablo, con quien formó una amistad y estaban juntos pero sin ser pareja, se veían los fines de semana o entre semana, no había amor pero sí mucho cariño, estaban juntos pero no tenían exclusividad ni se consideraban una pareja. Hasta que un día se dieron cuenta de que ya no daba seguir así, que mejor quedarse como mejores amigos por el resto de la vida.
“La que estaba sin futuro de familia era yo”
En el 2015 Mariana cambió de trabajo a uno cerca de su casa, tenía un horario que le cerraba y se desenvolvería en la parte administrativa de salud, que era lo que le gustaba, todo era perfecto pero había algo que se sentía raro en su interior. En su grupo de nueve amigas del trabajo, las otras ocho estaban embarazadas o habían sido mamás recientes. “La que estaba sin pareja y sin futuro de familia era yo, pero era la misma que cada vez que se lo proponían no avanzaba”, reconoce Mariana.
Pero un día, que parecía como cualquier otro, sucedió un hecho inesperado que sería el principio del vuelco en su vida: la gente de seguridad del trabajo le avisa que había un perro gigante en la puerta queriendo entrar. Ese día llovía y Mariana al ver al animal se puso a llorar, ¿cómo podía dejarlo afuera con aquella tormenta? Se sentó en el escalón de la entrada con el perro encima, al llegar su jefe y encontrarla en ese estado se sorprendió. Mariana le explicó lo sucedido y él le dijo: “Bueno, subilo y vemos”. Mariana estaba feliz.
Bautizó a la perra con el nombre de Morena, y la tuvo a sus pies en el escritorio. “Un día hubo un problema con un afiliado que me insultó y se me vino encima porque la gente no es muy respetuosa que digamos, y Morena se levantó a defenderme. Metía miedo, pero era la perra más dulce del mundo. Al otro día vino el afiliado diciendo que nos iba a denunciar porque tenemos un perro agresivo”, cuenta Mariana. ¿Resultado? El perro no podía quedarse más allí. Pero había un problema, el edificio donde vivía Mariana no era apto mascotas.
Su amigo Pablo le encontró una solución: tenía un amigo, Sebastián, que vivía en una casa con jardín, había perdido hacía seis meses a su perro y estaba buscando adoptar otro.
“Ustedes terminan juntos”
Sebastián (33) tenía un hijo de 9 años, hacía siete que estaba solo y no tenía intenciones de formar pareja.
Un sábado de frío, recibió en su casa a Pablo y Mariana que estaba en pijama y con un buzo gigante. Ella lloraba sin parar, él la consolaba llevándole tranquilidad, que Morena iba a estar bien cuidada y que podría visitarla cuantas veces quisiera. Morena enseguida se tiró a jugar en una montaña de hojas secas, se sintió como en su casa.
Cuando Mariana se subió al auto, su amigo Pablo le dijo: “Vos no te diste cuenta, ¿no?”
Mariana sorprendida le respondió: “¿Qué? ¿Pasó algo con Morena?”. Pablo no podía creer que su amiga no se hubiera dado cuenta de algo tan evidente: “Si vos hubieras visto como vi yo cómo Sebastián y vos se miraron en el momento en que él abrió la puerta, no lo creías, parecía de película. Ustedes terminan juntos”, sentenció. Mariana no le llevó el apunte: “No hay chances, ni lo miré”, aseguró. Sebastián era el estereotipo de hombre que a Mariana no le gustaba: alto, morocho, de ojos claros.
Unos días después Mariana le escribió a Sebastián para saber cómo se encontraba Morena. Hablaron toda la semana: le contó que Morena se subía a dormir en su cama, que corría por toda su casa, que no ensuciaba nada. Cuando llegó el fin de semana la invitó a visitar a la perra.
Pasaron un mes viéndose por Morena, siempre con más personas. “Charla va, charla viene, teníamos mucha conexión, el mismo humor, las mismas respuestas, nos llevábamos bien, los dos de Racing. En la casa de él siempre con amigos, nunca estábamos solos”, explica Mariana.
“¿De qué signo sos?”
Cuando un lunes Mariana llegó a la casa de Sebastián se encontró con un amigo de él que le hablaba de un mal modo. Entre idas y vueltas Mariana le contestó, con mucho respeto, pero fuerte. Sebastián, escuchó y preguntó: “Qué carácter tenés, ¿de qué signo sos?”. “Tauro”, respondió Mariana. “Yo también”, se entusiasmó Sebastián. Y coincidieron en que ambos eran del 30 de abril. El amigo se fue y los chicos se quedaron charlando por primera vez solo. “Charlamos, risa, mate, cena, un vino, más mate, nos contamos toda nuestra vida, cuando nos dimos cuenta se había hecho de día. Yo tenía que ir a trabajar, estuvimos toda la noche charlando con Morena en el medio”, cuenta Mariana.
La acompañó caminando a su departamento que quedaba a 15 cuadras, ella se tenía que cambiar e ir a trabajar. En la puerta él dijo “nunca me pasó esto de poder estar toda una noche charlando con una persona”. “A mi tampoco”, admitió ella. Había sido una noche mágica de charla y reírse a carcajadas hasta llorar. Aquel día ninguno escribió. Al día siguiente él tomó la iniciativa y ella lo invitó a su departamento.
Mariana lo esperó con una picada, algo para tomar y Sebastián le confesó que hacía muchos años que no quería estar con alguien, pero sentía que le pasaba algo con ella, no quería estar una noche y nada más: “Me pasa algo con vos, me despierto pensando en vos, me acuesto pensando en vos”, confesó.
Mariana no le iba a mentir: no era tan fuerte lo que le pasaba pero le estaban picando esas mariposas en la panza. Ante tanta revelación necesitó salir al balcón a tomar un poco de aire, Sebastián fue detrás, la abrazó, la dio vuelta y la besó. Mariana respondió a aquel beso sin dudarlo.
A las tres semanas Mariana se fue un fin de semana largo a la casa de Sebastián, llevó su ropa y ollas para cocinar. Al terminar el día y prepararse para armar su bolso Sebastián le propuso: “¿Si en vez de llevarte empezás a traer tus cosas acá y probamos una convivencia?”. Mariana puso sobre la mesa que tan solo llevaban juntos tres semanas. Pero Sebastián le retrucó: “Nos llevamos bien, si no funciona yo te ayudo a llevar todo, pero si funciona me parece que vamos a ser muy felices”.
Mariana, por primera vez en una relación, no sintió miedo y aceptó.
Sueños por cumplir y una despedida llena de dolor
Era el año 2016 y al mes de convivir comenzaron a buscar un embarazo que tardó en llegar, y cuando llegó no prosperó. Mariana perdió un bebé en febrero y en junio del mismo año, “estaba muy triste, dije basta, no puedo volver a pasar por esto, se me rompía el alma, yo sentía cómo el cuerpo me quedaba de un lado y el alma se me iba. Una noche estaba muy triste porque era mi sueño ser mamá”, se sincera Mariana.
Pero ella no era la única que tenía sueños, Sebastián le contó que su sueño era el de casarse. Unos días después le preparó una cena en su casa, le dio una bolsita de tela que preguntaba “¿te querés casar conmigo?” y contenía una lapicera con un papel para su respuesta. En noviembre de ese año se casaron en una boda sencilla, al mediodía, con familia, amigos, Morena, y nadie entendía como podía ser que aquella mujer que tanto huía del compromiso en un año haya conocido a un hombre y se haya casado.
Para abril de 2019 Mariana decidió que no aguantaba más ver como su sueño de ser mamá se desvanecía cada mes. Decidieron hacer un viaje juntos y comenzaron a planearlo. El 30 de abril a la noche, soplando las velitas, Mariana tuvo una certeza: “Estoy embarazada”. No tenía un atraso ni se sentía mal, solo lo sabía. El primero de mayo encontraron una farmacia abierta que les mostró el test de embarazo positivo.
Sebastián y Mariana renunciaron a sus trabajos y se fueron a vivir a Córdoba para brindarle a su hija la libertad y crianza que deseaban. El pasado 16 de septiembre Morena falleció dejando un vacío en la familia. “La despedimos hasta el último minuto agradeciéndole que nos hizo familia, nos unió, que por algo ella llegó a la puerta de la oficina ese día y se quedó conmigo. Sin ella esta familia no habría sido posible, se lo agradezco todos los días”, concluye, emocionada, Mariana.