En la época victoriana, entre las fábricas y galpones del East End de Londres, Alexander Parkes desarrolló el primer plástico del mundo, al que ingeniosamente llamó “parkesina”.
Hoy, la startup Notpla, que tiene su sede en ese mismo barrio londinense, quiere seguir sus pasos, pero a diferencia de la parkesina, el material que desarrollan no está pensado para durar y en vez de estar hecho a partir de combustibles fósiles, como el plástico, está hecho a partir de algas marinas.
De hecho, no muy lejos de ahí, en el Emirates Stadium, los hinchas de fútbol ya reciben sus panchos servidos en bandejas de ese material, que se descompone de manera natural en apenas seis semanas.
Notpla es apenas una de las muchas empresas que exploran el uso de polímeros naturales —maíz, hongos y residuos agrícolas— como alternativas al plástico.
Hace poco, la startup alemana Traces inauguró una fábrica de cubiertos y otros productos degradables: en los locales de la cadena europea de indumentaria C&A, ya usan las perchas biodegradables que fabrica la empresa. El gigante sueco de equipamiento para el hogar Ikea también ya experimenta con embalajes hechos a base de hongos.
De esta forma, en los próximos años y a medida que las empresas redoblen sus esfuerzos para reducir sus residuos plásticos, seguramente veremos muchas otras innovaciones como éstas.
Según datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en 2024 el mundo habrá producido unos 500 millones de toneladas de plástico. Alrededor de un 10% de esa cifra será reciclado y un 20% será incinerado.
El resto terminará en algún basural o será vertido en ríos y océanos.
La producción y eliminación del plástico representa alrededor del 3% de las emisiones globales de efecto invernadero: más que la aviación. Por eso, el 25 de noviembre en las Naciones Unidas arrancaron las negociaciones finales para la firma de un tratado global vinculante tendiente a reducir el impacto ambiental del plástico, al establecer pautas para su reciclado, entre otras medidas. Se espera que el tratado entre en vigor durante 2025.
La mayoría de las empresas usan plástico básicamente para envases y envoltorios, que van desde las botellas descartables hasta el embalaje de protección. Esos usos representan un tercio de la producción global de plástico, gran parte del cual no puede ser reciclado.
Son muchas las empresas que ya han dado pasos para reducir ese tipo de desechos. Coca-Cola, por ejemplo, cambió la tradicional botella verde de la gaseosa Sprite por botellas transparentes: el plástico incoloro es más fácil de reciclar.
Coca-Cola y otros gigantes de los productos envasados, como Nestlé, Unilever y Danone, son parte de una coalición de más de 250 empresas que se han aliado para apoyar el tratado de Naciones Unidas.
Tener un marco normativo global coherente facilitará mucho la tarea de las multinacionales, que actualmente tienen que lidiar con infinidad de regulaciones nacionales y regionales sobre el tratamiento de los residuos plásticos.
Desde julio de 2024, por ejemplo, la Unión Europea (UE) exige que las tapitas vengan adosadas de alguna manera a la botella, para garantizar que también sean recicladas.
Para evitar complicaciones logísticas, la mayoría de las multinacionales han optado por usar el mismo diseño para las botellas que comercializan en Gran Bretaña, que no forma parte de la UE.
Desde 2018, las empresas de esa coalición —que juntas representan el 20% de los envases y envoltorios globales— han reducido su uso de plástico virgen en un 3%, una cifra encomiable pero muy alejada de la meta del 18% que se han propuesto para este año.
Adoptar más cantidad de materiales alternativos podría ayudarlos a acelerar el paso.
Una de las empresas que experimenta con esos materiales es Nestlé, que en 2019 creó un centro de investigación de envases sustentables.
Los emprendedores y los inversores en capital de riesgo también se han sumado. Desde 2020 hasta la fecha, las empresas de capital de riesgo han invertido 2700 millones de dólares en startups de envases sustentables, casi el triple que en el quinquenio anterior, según la firma de análisis de datos PitchBook.
Muchos de los materiales alternativos que están siendo probados siguen siendo muy costosos. Las bandejitas de algas donde vienen los panchos en el estadio inglés cuestan entre tres y cuatro veces más que las de plástico.
Es por ello que las empresas tendrán que sopesar cuánto más están dispuestos a pagar los consumidores para reducir la cantidad de desechos plásticos.
Según la encuesta a consumidores de Europa y los países de América realizada el año pasado por la empresa de investigaciones Euromonitor, más del 80% de los encuestados dijo estar dispuesto a pagar más por un producto envasado de manera sustentable. Un tercio dijo que pagaría al menos un 10% más.
Habrá que ver si tanta buena predisposición luego se repite frente a la góndola del supermercado. Pero queda claro que al menos algunos consumidores no quieren que su dinero termine convertido en deshecho.