CÓRDOBA.- Cuando faltan pocos días para la asunción del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, están divididas las expectativas sobre qué impacto podría tener sobre el sector del biodiesel en la Argentina, para el que ese mercado es clave. Hay actores que confían en que la buena sintonía del republicano con su par argentino, Javier Milei, ayude a levantar las sanciones que el mismo Trump en su anterior gestión impuso y, por lo menos, fije cuotas. Otros, en cambio, no esperan que haya excepciones para la Argentina. Ese mercado llegó a representar envíos por unos US$1200 millones.
Los productores agropecuarios hacen sus balances y advierten que los resultados dan quebrantos
Luis Zubizarreta, presidente de la de la Cámara Argentina de Biocombustibles (Carbio), está persuadido de que “se abre una oportunidad” ya que la administración libertaria tiene “buena llegada” con Trump “lo que al menos permitirá hacer el intento” de que se revean las sanciones y se reabra el mercado. Desde la institución vienen hablando del tema con Cancillería e insistiéndole en la necesidad de abordar el tema en la agenda.
Repasa que en Estados Unidos ya hay presiones para regular las importaciones de aceite de cocina usado (UCO) de China que pasaron de tener un peso de menos del 5% en 2022 a ser la mitad del total en el 2024. Zubizarreta admite que la expectativa de base es que, “al menos se habilite un flujo” para el biodiésel argentino. Ante la consulta sobre qué volumen estiman, la respuesta es alrededor de un millón de toneladas anuales. Reconoce que el tema es “complejo” porque también se involucraron los farmers.
Los problemas comenzaron en 2016 cuando los productores de biodiésel estadounidenses reclamaron represalias contra la Argentina por considerar que había dumping. En setiembre del 2021 la Corte de Comercio Internacional ratificó la aplicación de aranceles. Un año después, el Departamento de Comercio del Gobierno determinó que estas importaciones estaban siendo subsidiadas injustamente y comenzó a imponer aranceles compensatorios de hasta 72,28%, con lo que en total rondan 140%.
En el caso de la Unión Europea (UE) no hay una cuota sino un volumen máximo a vender que alcanza 1,2 millones de toneladas: “La cifra no es menor para nosotros. No es todo lo que quisiéramos, pero colabora”, reconoce Zubizarreta, quien añada que para Estados Unidos se podría establecer un flujo anual y también fijar un requisito de precio por debajo del cual no se debería vender. Con un determinado volumen en el principal mercado del mundo, más lo que se envía a Europa, “se le daría más actividad a la industria, se mejoraría la situación de toda la cadena de la soja”.
Las últimas estimaciones de la consultora Oil World apuntaron a que el año pasado la producción mundial de biodiésel habría alcanzado 62,5 millones de toneladas (3,75% más que en 2023 y 34,3% por encima del 2020). Indonesia, Brasil y Estados Unidos representan 81% del incremento de la producción en los últimos cuatro años. En los tres casos los gobiernos impulsaron aumentos en los cortes de los combustibles fósiles con bios.
Estancamiento
La Argentina recorrió el camino inverso. La consultora calculó que en 2024, 1,3 millones de toneladas de aceite de soja se usaron en esa industria, alrededor del 17,4% de la producción total, mientras que Brasil destina la mitad. En el país hay una capacidad industrial instalada ociosa del 70% para producir biodiésel en base a soja;
El analista de biocombustibles y ferrocarriles, Claudio Molina, difiere en el análisis. Entiende que es “difícil” que Trump cambie las condiciones. “No soy optimista de que se abran las puertas para el bio argentino como se logró con la UE en 2018; no veo que permita el ingreso de un millón de toneladas anuales, cifra que sería importante sumada a la de la UE. Cambiaría estructuralmente la situación actual”, sintetiza, a la vez que califica la sanción aplicada como “exagerada, arbitraria e impropia de un país liberal en lo económico”.
La referencia a la “solución” en la disputa comercial con la UE es porque el conflicto se saldó en 2017. Cuatro años antes ese mercado -a donde iba alrededor del 90% de las exportaciones argentinas- impuso medidas antidumping. La Argentina reclamó ante la Organización Mundial de Comercio y se reabrió con cupos y aranceles reducidos.
En el Congreso hay un proyecto para el aumento del corte de biodiésel impulsado por “liga bioenergética” integrada por Salta, Tucumán, Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos y Jujuy, productoras de biodiésel y de bioetanol. Apunta a un incremento progresivo de la mezcla con biodiesel hasta alcanzar el 15% en 2027, mientras que para el bioetanol se llega al 15% en octubre de 2026. El modelo es similar al que tiene Brasil, uno de los líderes en la producción mundial con una participación del 21% del total, detrás de Estados Unidos, que alcanza alrededor del 38%.
Del lado del oficialismo, la diputada libertaria Lorena Villaverde propone posponer hasta 2027 el aumento de los porcentajes de bios; recién ese año el corte mínimo obligatorio de biodiésel será del 10% (un porcentaje que ya rigió en 2008) y el de bioetanol del 15%.
El director ejecutivo de la Cámara de Empresas Pymes Regionales Elaboradoras de Biocombustibles (Cepreb), Federico Martelli, plantea que dada la “incertidumbre” en el plano internacional sobre las políticas que impondrá Trump, es “importante apalancar” al sector sobre el mercado interno. “Es la única certeza que podríamos tener -añade-. Elevar el corte de biodiésel de 7,5% al 10% y de bioetanol del 12,5% al 15% implica duplicar la producción. Después debemos discutir quiénes pueden entrar en el mercado. Pero la única variable que controlamos es la del corte”.
Martelli comparte que es “complejo” que Trump cambie las reglas vigentes; considera que podría intentarse aumentar parcialmente el cupo de la UE y buscar ingresar a Canadá, “mucho menor en volumen, pero siempre vale la pena”.
Sacar una mejor ley
Sobre la iniciativa oficial Molina considera que “no asume que hay fallas de mercado y hace desaparecer a las empresas no integradas, lo que no es razonable. La prohibición a participar en el mercado a las integradas y petroleras es anticonstitucional, pero hay que segmentarlo porque es imposible que compitan proveedores y clientes”. El comentario es porque en artículo 7° del proyecto abre el mercado a nuevos competidores, sin distinguirlos.
La Cepreb viene dialogando con Daniel González, secretario coordinador de Energía y Minería sobre el corte y también sobre los precios ya que la cámara sostiene que están “atrasados”.
Desde la Cámara de Bioetanol de Maíz, su director ejecutivo Patrick Adam, proyecta un “buen” 2025 porque el consumo de naftas aumentaría entre 4% y 5% con lo que también lo haría la demanda de bioetanol. En el 2024 la producción de bioetanol rondó los 1,1 millones de metros cúbicos (55% de maíz y 45% de caña de azúcar). A su entender, hay chances de que pueda haber una fusión de los proyectos de ley: “Una nueva norma nos permitiría salir de un sistema de planificación soviética con cupos, fijación de precios e ir a uno más desregulado y cumplible”. Aporta que los programas regionales -como el que tiene Córdoba- que impulsa el consumo tienen un rol significativo.
Adam enfatiza que “hay voluntad inversora; proyectos en carpeta” y grafica con que la última licitación del 2023 fue por 250.000 metros cúbicos y hubo ofertas por 700.000. Con un corte obligatorio del 15% se requerirían 300.000 metros cúbicos anuales más, los que equivalen a inversiones por US$450 millones. A esa mezcla le suma la que podría determinarse “de manera libre, como en Brasil”.
Jorge Feijóo, presidente del Centro Azucarero, menciona que hay inversiones en marcha en varios ingenios para producir más bioetanol, al que considera “clave para la sostenibilidad del sector”. Desde 2010 el área de siembra cañera en el país creció 40% “y sigue haciéndolo. Todo lo explica el bio porque el consumo de azúcar es estable. El etanol representa 30% de los ingresos brutos del sector, es muy relevante”.
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Las exportaciones de bioetanol tanto de caña como de maíz, son puntuales. En el primer caso, los envíos más importantes hace unos años fueron a Chile, mientras que en el bio de maíz hay despachos a la UE aunque es un mercado “difícil por la cantidad de requisitos y certificaciones que pide”, dice Adam. Molina añade que en un “futuro mediato” se podrían generar posibilidades para exportar bioetanol a California (Estados Unidos), a la vez que también podría haber chances por vía del acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la UE.
Para aviones
La producción de combustibles sustentables para aviones es una posibilidad que, coinciden los especialistas, la Argentina tiene que aprovechar. La Asociación Internacional de Transporte Aéreo (Iata) tiene el objetivo “emisión cero” para 2050 con lo que la demanda se disparará. Alcanzaría los 449 millones de metros cúbicos de Combustible de Aviación Sostenible (SAF) que equivale a 2,7 veces de los bios que hoy produce el mundo. El SAF no es un solo producto, sino un conjunto todos de base sostenibles: los más conocidos en la actualidad son el Hefa generado con aceites vegetales en presencia de hidrógeno y catalizadores y el Alcohol to Jet, elaborado a partir del etanol.
Hace tres meses el Grupo Bahía Energía anunció una inversión de US$200 millones en la primera planta de bioetanol de Buenos Aires y la primera SAF del país. La ejecución será a través de su empresa Biosanfe, que instalará un complejo industrial de producción de biocombustibles (etanol, SAF y biometanol) a partir de maíz. La proyección es generar 600 empleos para la construcción y unos 180 puestos calificados después.
Tendrá tres etapas de ejecución; en la primera se producirán 150.000 metros cúbicos de etanol destinado al consumo interno y, en una segunda, otro módulo para producir el mismo volumen de combustible sustentable de aviación. La tercera es para subproductos, como biometanol y DDGS para alimentación animal que alcanzarán las 200.000 toneladas.