El Papa ha lamentado que Palestina «está sufriendo ataques inhumanos de nuevo» y ha instado, una vez más, a buscar la paz ante los principales conflictos mundiales.

«No olvidemos Myanmar (Birmania), y Palestina, que está sufriendo ataques inhumanos. No olvidemos Israel, no olvidemos todas las naciones que están en guerra», ha señalado el Papa tras la audiencia general de este miércoles, pronunciada en una plaza de San Pedro abarrotada de peregrinos a pesar del mal tiempo en Roma.

Durante la catequesis, el Papa ha reflexionado sobre el tema ‘El Espíritu y la esposa. El Espíritu Santo guía al pueblo de Dios hacia Jesús, nuestra esperanza’ y ha subrayado que el matrimonio cristiano «es la primera y más elemental realización de la comunión de amor que es la Trinidad».

Así, ha explicado que los cónyuges deben formar también «una primera persona plural, un nosotros». «Preséntense el uno ante el otro como un yo y un tú, y preséntense ante el resto del mundo, incluidos los niños, como un nosotros», ha instado. El Papa ha destacado que es «hermoso oír a una madre decir a sus hijos: «Vuestro padre y yo…», como dijo María a Jesús cuando lo encontraron a los doce años en el templo enseñando a los doctores, y oír a un padre decir: «Vuestra madre y yo», como si fueran uno».

«¡Cuánto necesitan los hijos esta unidad, padre y madre juntos, esta unidad de los padres, y cuánto sufren cuando se rompe! ¡Cuánto esperan los hijos de los padres, cuánto sufren! Sin embargo, para corresponder a esta vocación, el matrimonio necesita el apoyo de Aquel que es el Don, o más bien el dador por excelencia. Donde entra el Espíritu Santo, renace la capacidad de darse», ha lamentado a continuación.

En este punto, ha manifestado que el matrimonio debe construirse sobre roca y no sobre arena, porque cuando fracasan o «cuando se ve que no hay amor entre los cónyuges, los primeros en sufrir son los hijos». «Por supuesto, puede parecer más fácil y rápido construir sobre arena que sobre roca; pero la parábola de Jesús nos dice cuál es el resultado», ha continuado.

«En este caso, pues, ni siquiera necesitamos la parábola, porque las consecuencias de los matrimonios construidos sobre arena «están, por desgracia, a la vista de todos, y son sobre todo los niños los que sufren», ha agregado.

Así, ha constatado que los niños «sufren la separación o la falta de amor de sus padres». «De muchos cónyuges, hay que repetir lo que María dijo a Jesús en Caná de Galilea: «No tienen vino». Sin embargo, el Espíritu Santo es quien sigue realizando, en el plano espiritual, el milagro que Jesús hizo en aquella ocasión, a saber, cambiar el agua de la costumbre en una nueva alegría de estar juntos. No se trata de una ilusión piadosa: es lo que el Espíritu Santo ha hecho en tantos matrimonios, cuando los novios decidieron invocarle», ha subrayado.

En este sentido, ha propuesto que, junto a la información jurídica, psicológica y moral que se da en la preparación de los novios al matrimonio, se profundice también «en esta preparación espiritual, para que el dedo de Dios, que es el Espíritu Santo, esté siempre presente entre los esposos».