Hace 54 años, en el inicio de los años setenta, el mundo estaba al borde del abismo. La Guerra Fría enfrentaba a dos potencias y dividía al planeta, Estados Unidos estaba fracturado por la guerra de Vietnam y la posibilidad de una inminente crisis petrolera amenazaba la economía global. En medio de ese caos, Klaus Martin Schwab, un joven economista alemán imaginó algo que parecía imposible: un espacio donde líderes empresariales, políticos y académicos pudieran reunirse para repensar el futuro. Lo que parecía tan ambicioso como improbable, tomó forma y se convirtió en un foro que, con los años, se convirtió en el epicentro de las discusiones globales y en un símbolo del compromiso para enfrentar los mayores desafíos del planeta. El origen del Foro de Davos.
¿Quién es Klaus Martin Schwab?
Klaus Martin Schwab, que actualmente tiene 86 años y es el Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial, nació el 30 de marzo de 1938 en Ravensburg, Alemania. Desde chico se sintió atraído por la ingeniería, la economía y los cambios que moldean el mundo. Estudió ingeniería mecánica en la Escuela Politécnica Federal de Zúrich (ETH Zurich) y más adelante obtuvo un doctorado en economía en la Universidad de Friburgo. Para completar su formación, cursó una maestría en administración pública en Harvard Kennedy School.
En 1967, Schwab conoció a Hilde Stoll, una economista y socióloga suiza, cuando ambos trabajaban en una empresa. Cuatro años después, se casaron. Desde entonces, Hilde fue una pieza fundamental tanto en su vida personal como en su carrera profesional.
En 1971, Schwab ingresó como profesor de política empresarial en la Universidad de Ginebra. Pero sus clases no se limitaban a enseñar teoría, tenían un enfoque innovador que las hacía muy populares: motivaba a sus alumnos a pensar más allá de los límites tradicionales de la gestión empresarial y los animaba a reflexionar sobre el impacto de las decisiones corporativas en la sociedad y el medio ambiente. Es decir, fomentaba el análisis de los problemas globales y cómo los líderes empresariales podían contribuir a resolverlos.
Fiel a su estilo, cada verano, al finalizar el curso académico, Schwab organizaba una fiesta para sus alumnos donde compartían reflexiones y anécdotas alrededor de un fuego en el que se cocinaban las tradicionales salchichas. Según una crónica del diario El País, Schwab tenía una peculiar tradición: aprovechaba el fuego para quemar todos los papeles y apuntes del año que terminaba. Este gesto simbólico representaba su manera de cerrar un ciclo, destruyendo lo viejo para, desde las cenizas, empezar de nuevo.
Pero su espíritu innovador no se quedó dentro del aula. Ese mismo año, Schwab tuvo una idea revolucionaria: trasladar su análisis crítico al ámbito práctico. Imaginó un espacio donde los principales líderes empresariales pudieran reunirse para debatir los retos que enfrentaban en un mundo inmerso en una transformación económica acelerada. Su idea era explorar juntos cómo implementar prácticas de gestión más modernas y efectivas.
Una aldea suiza
Así pensó que Davos era el lugar perfecto para ese primer encuentro. Schwab eligió la localidad suiza como sede porque se encontraba alejada de las distracciones de la rutina diaria y además contaba con el profundo simbolismo de las montañas, muy arraigado en la cultura suiza y alemana. Para él, ese entorno inspirador, inmortalizado en la célebre novela La montaña mágica de Thomas Mann, ofrecía el escenario perfecto para reflexionar y debatir sobre los grandes desafíos globales.
Aunque hoy Davos es sinónimo de hoteles de lujo, exclusivas pistas de esquí y restaurantes de alta gama no siempre fue así. Mucho antes de convertirse en un ícono del turismo, este rincón de los Alpes, ubicado a 1.560 metros de altura y con paisajes de ensueño, fue un destino mucho más modesto, conocido por sus sanatorios dedicados al tratamiento de enfermedades como la tuberculosis.
A mediados del siglo XIX, los médicos consideraron que Davos era el refugio ideal para combatir lo que llamaban el “mal aliento de las ciudades”. En un entorno alpino, los especialistas diseñaron tratamientos que combinaban caminatas por la montaña, siestas al aire libre, banquetes opulentos y generosas dosis de vino y leche. Durante décadas, estas prácticas dominaron la vida en la localidad.
El sanatorio Schatzalp, uno de los más conocidos, albergó a pacientes como François Jaeggi, quien estuvo internado de forma intermitente entre 1931 y 1950. Su hija, la cineasta suiza Danielle Jaeggi, documentó la experiencia de su padre a través de cartas que describían la vida en Davos. “Los médicos no sabían cómo curar la enfermedad, solo podían contenerla. Había un simbolismo en todo: aire fresco alpino, carne roja, vino tinto y leche blanca”, relató.
Las terapias, aunque pintorescas, tenían un lado inquietante. Una de las más inusuales consistía en dormir en establos para inhalar el amoníaco producido por las vacas flatulentas. Pero lo verdaderamente oscuro eran los “rituales” nocturnos: los cadáveres de los pacientes fallecidos eran evacuados en secreto, a través de túneles subterráneos y transportados en trineos.
Por muchos años, Davos fue el destino preferido por los alemanes que buscaban sanar en las alturas. Según Greta Jones, autora de “La historia de la tuberculosis”, en la década de 1930, Davos recibía hasta 6.000 visitantes enfermos cada invierno, atendidos en 16 sanatorios y 40 pensiones.
Luego, el descubrimiento de la penicilina, en 1928 y su posterior desarrollo, trajo la cura efectiva para la enfermedad, y los sanatorios empezaron a perder visitantes gradualmente.
En 1933, el Partido Nazi tomó el control de la comunidad alemana en Davos, que representaba una cuarta parte de la población, y de sus seguidores suizos. El partido invirtió en propiedades locales y adquirió varios sanatorios. Wilhelm Gustloff, que vivía en la localidad debido a una enfermedad pulmonar que padecía, fundó el grupo local del Partido Nazi en 1932. Cuatro años más tarde, en 1936, fue asesinado por David Frankfurter, un activista judío. El régimen nazi convirtió a Wilhelm Gustloff en un mártir del partido y su muerte fue utilizada como una herramienta de propaganda para intensificar el antisemitismo y justificar políticas represivas contra los judíos.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Suiza se declaró neutral y mantuvo buenas relaciones con las Potencias del Eje como de los Aliados. Sin embargo, hacia el final del conflicto, Davos se convirtió en un escenario surrealista: por sus calles transitaban oficiales nazis, pilotos estadounidenses que habían aterrizado de emergencia y refugiados de campos de concentración. La atmósfera de Davos, que antes supo ser terapéutica, se volvió una mezcla extraña de adversarios y aliados, de esperanza y desesperación… todo en el mismo lugar.
El Foro Económico Mundial
En febrero de 1971, con el apoyo de su esposa, Klaus Schwab reunió a 450 participantes provenientes de 31 países. Entre ellos se encontraban ejecutivos de alto nivel, miembros de la Comisión Europea y académicos de prestigiosas universidades.
La premisa que guio este encuentro era tan clara como ambiciosa: las empresas no solo debían servir a los intereses de sus accionistas, sino también a todos los actores de su ecosistema, incluidos empleados, proveedores y comunidades, una idea conocida como la “teoría de las partes interesadas” o stakeholder theory. Ese primer encuentro se llamó Foro Europeo de Gestión (European Management Forum).
Ese mismo año, Klaus Schwab publicó su primer libro, titulado Gestión de la empresa moderna en la ingeniería mecánica, un trabajo que marcó el inicio de su proyección en el mundo empresarial. Según el propio Schwab, este libro fue un gran impulso tanto en el ámbito académico como en el social: “Ese texto me abrió grandes puertas, convirtiéndome en un invitado de élite para destacados empresarios y políticos que querían escucharme”, recordó en una entrevista con El País.
Inspirado en el éxito de su obra, Schwab decidió utilizar los ingresos generados en la primera reunión para formalizar una organización, que inicialmente estaba centrada en mejorar las prácticas de gestión empresarial en Europa y que con los años, evolucionó y amplió su enfoque, pasando de ser el “European Management Forum” a convertirse en el Foro Económico Mundial (World Economic Forum, WEF) en 1987, reflejando su nueva dimensión global.
El Foro Económico Mundial, más conocido por su nombre informal Foro de Davos, es una organización internacional sin fines de lucro que busca reunir a líderes empresariales, políticos, académicos y sociales de todo el mundo para discutir los desafíos globales y proponer soluciones.
A lo largo de su historia, y todos los años, el Foro fue escenario de debates cruciales sobre los grandes desafíos globales. En 1992, fue el escenario donde Nelson Mandela y Frederik de Klerk se reunieron para discutir el fin del apartheid en Sudáfrica, un hito histórico para la justicia social. En 2008-2009, tras la crisis financiera global, el foro reunió a líderes para debatir estrategias de recuperación económica y regulación del sistema financiero. En 2015, el Foro impulsó la implementación del Acuerdo de París sobre el cambio climático, consolidando su papel en la lucha contra el calentamiento global. Más cerca en el tiempo, durante la pandemia de COVID-19, lideró conversaciones sobre la cooperación global para desarrollar y distribuir vacunas, así como la recuperación económica en un mundo golpeado por la crisis sanitaria.
La Reunión Anual 2025 del Foro Económico Mundial, que se celebra del 20 al 24 de enero, participan aproximadamente 3000 líderes provenientes de más de 130 países. Entre los asistentes se cuentan alrededor de 60 jefes de Estado, así como destacados representantes del sector empresarial, organizaciones internacionales y la sociedad civil.
Hace momentos, el presidente Javier Milei ofreció un discurso que no pasó desapercibido. Defendió el libertarismo, dijo que “Occidente está en peligro” por el avance del socialismo y lanzó una dura crítica contra la “ideología woke”, calificándola como “un cáncer que debe ser extirpado”. También cuestionó el papel del Foro Económico Mundial, los organismos internacionales de crédito y los países de la Unión Europea por promover y defender el progresismo a nivel global.