En estos días algunos colegios comenzaron las clases y otros están por empezar. Muchos niños asisten con los nervios propios del primer día a la salita de jardín de infantes. Muchos conocerán nuevos amigos, y a algunos, tal vez, con el tiempo, recuerden este día como el inicio de su historia de amor.
Compañeritos de sala
En la sala naranja del jardín de infantes número 904 de Carlos Spegazzini se conocieron Candela y Mauro. Él ya demostraba un perfil de niño tímido, ella todo lo contrario. Jugaban juntos en los recreos y compartían las actividades de la sala con mucha alegría. Pero cuando egresaron Mauro comenzó primaria con todos sus compañeros mientras que los padres de Candela decidieron cambiarla de escuela a una localidad cercana. Sin embargo, ambos seguían viviendo en el mismo barrio aunque no volvieron a cruzarse.
A los 13 años, con la llegada del mundo de las redes sociales a sus vida, a Candela le apareció el perfil de Mauro en Facebook y al instante recordó que habían sido compañeros en jardín de infantes. Le pidió la solicitud de amistad que él aceptó y empezaron a compartir fotos de recuerdos juntos en su temprana edad escolar. Se hicieron muy buenos amigos, intercambiaron números de teléfono y se escribieron a diario preguntándose por el día del otro, por los exámenes, o simplemente si habían tenido un buen día o no. Las semanas pasaban, la amistad crecía pero hasta el momento no habían visto más allá de las fotos actualizadas de la red social.
“No me interesaba nada más que obtener las mejores calificaciones”
Mauro quería ver a Candela personalmente. La invitó a tomar unos mates y pasar un rato en la plaza pero ella no quería. Su vida giraba en torno al colegio y su familia, “no me interesaba nada más que obtener las mejores calificaciones en el colegio y después poder estar con mis abuelos, sentía que nada más podía entrar en esa ecuación”, recuerda Candela. Pero Mauro sí quería ser parte de aquella ecuación.
Siguieron hablando algunos meses, Mauro dejó en claro que él tenía muchas ganas de salir con ella, pero Candela no accedía, sentía que era muy chica para eso y le volvía a decir que no. Pero lo cierto es que sucedía algo más dentro de Candela: tenía miedo de enamorarse, de que la lastimen o que la relación no funcionara.
“A mi mamá, mi más grande confidente, le había contado varias veces de él y lo bien que me trataba, pero yo no quería saber nada y ella era quien me decía que tenía que darme la oportunidad para ver qué pasaba”, cuenta Candela al referirse al rol que tuvo su madre en su historia de amor. Para ese entonces los chicos ya tenían 16 años, Candela nunca había estado de novia y el miedo que le generaba era un tema de conversación con Mauro.
“Eso fue un antes y un después en nuestra relación”
Con la llegada del 2020 apareció la pandemia con sus cuarentenas y encierros. Candela cumplía 17 años en agosto y cansada de todo lo que estaba pasando ese año, lo único que deseaba era celebrar su cumpleaños en familia como siempre lo había hecho. En un año especial, colmado de miedos y malas noticias, ella necesitaba llenar de color y felicidad aquel día.
Mauro no dejaba de pensar en la manera de sorprenderla, por eso le preguntó si se levantaría temprano al día siguiente, alrededor de las 9. Ya había conocido algunos gustos por la amistad virtual que mantenían, y sabía que no era un hábito usual para ella. “Fue una pregunta rarísima, pero le respondí que por ser mi cumpleaños sí”, recuerda Candela. Quiso indagar un rato acerca del motivo de aquel cuestionamiento y finalmente supo que a esa hora le llegaría una sorpresa a su casa. “Creo que nunca me había levantado tan temprano como ese día, ¡hasta mis papás se sorprendieron cuando fui a desayunar!, porque además, la ansiedad que llevaba encima era notoria”, cuenta. Es que cuando el amor está presente es difícil no saltar de felicidad.
A las 9.30 horas tocaron el timbre: le entregaron a Candela un ramo de golosinas con sus frases favoritas y las cosas que le gustaban.
“Eso fue un antes y un después en nuestra relación, y no, no fue por el regalo sino por el hecho. Porque mucha gente podía prometerme y decirme que me bajaba la luna pero quedaba solo en eso, en palabras. Él había pasado esa barrera, lo había convertido en un hecho. Y saber que se había tomado el tiempo y trabajo de prepararme esa sorpresa sin tener ninguna obligación, me hizo sentir muy feliz”, afirma Candela.
El llamado que lo hizo caer de la cama
Aquel simple gesto colmado de amor la dejó pensando. A los dos días le mandó un mensaje a Mauro a las diez de la noche pidiéndole permiso para llamarlo. Él no entendía qué había sucedido de repente para que ella quisiera llamarlo y accedió. Candela le dijo que después de mucho pensarlo le gustaría empezar a salir con él y conocerse bien. Del otro lado escuchó como Mauro se caía de la cama y le preguntó: “¿De verdad?”. La felicidad le llenaba el corazón. Candela sabe que Mauro había esperado mucho tiempo a que ella se animara y le agradece hasta el día de hoy el hecho de que no la haya apurado porque el día que ella se animó lo hizo contenta y con mucha paz.
La cuarentena se había flexibilizado un poco y se podía salir a la plaza con barbijos y alcohol en gel, entonces decidieron que aquella sería su primera salida. Primero se compraron un cuarto de helado cada uno, que se terminó derritiendo al sol, es que en realidad, ninguno de los dos era muy fanático del helado pero sentían que era una buena opción, dentro de las posibilidades del contexto, para una cita.
«Él era un galán, ella una susanita, ¿Por qué me escribiste desde Francia?»
En aquella plaza, sentados en el pasto, con sus helados derretidos y luego de charlar un buen rato, Mauro le pidió permiso para darle su primer beso. Candela avergonzada y con la sensación de que su cara pasaba por mil colores, aceptó. Mauro, con su tranquilidad característica sonrió y la besó. “Un piquito, nada del otro mundo, pero lleno de amor. Me movió todo el piso sinceramente. Ese día cuando volví a mi casa me replanteé muchas cosas, pero la más importante, que era la primera vez que nos veíamos y yo me sentía como en casa, muy segura y muy tranquila. Eso fue todo lo que necesitaba para tirarme de una a la pileta”, asegura Candela.
Momentos duros requieren de buena compañía
No pasaron más de tres meses desde que se pusieron de novios cuando la vida los puso a prueba: para Candela su abuela siempre fue su segunda mamá porque prácticamente la crio, y de un día para el otro, el covid la transformó de una mujer super activa a una mujer que debía estar internada en el hospital.
En paralelo, Candela acompañaba como podía a su mejor amiga porque el novio se había suicidado: “Día por medio me llegaban mensajes de ella diciendo que no podía más, que ya no quería vivir y que por favor cuidara a su hermana y a sus sobrinos, que fuera feliz. Esos mensajes me destruían, y aunque intentaba convencerla de que podía salir de esa no lo logré”, cuenta con tristeza Candela.
Un 25 de enero la mamá de Candela volvió del hospital contando que no había mejorías en el estado de salud de la abuela. Candela necesitó distraerse un poco y para eso usó la red social Facebook. Lo primero que vio al abrir fue una foto de su mejor amiga con el novio. Por alguna razón la pasó de largo pero algo le hizo ruido y volvió a la publicación. Vio que la foto no era una publicación de su amiga sino que estaba etiquetada en una publicación que comenzaba diciendo: “Ahora me toca despedirte a vos…”. Aquellas palabras quedaron grabadas en la memoria de Candela para siempre, porque aquel fue el modo en que se enteró de que su mejor amiga había decidió terminar con su vida. Como si esto no fuera poco para destrozar su corazón, pocos días después falleció su abuela.
Fue un duro comienzo de año para una relación de novi
azgo que recién daba sus primeros pasos, “era mucho por cargar, pero Mauro decidió quedarse y sacarme a mí de ese pozo en el que había caído”, asegura Candela. Esa compañía dejaba muy en claro el amor que él sentía y su predisposición a acompañarla en todo momento.
Dos semanas después Mauro le propuso que se animara a emprender, vender algo para que la distrajera y le dieran ganas de empezar de nuevo. Candela asegura que Mauro aún no consciente de lo importante que fue aquella propuesta que la impulsó a salir adelante.
“Pasamos muchos momentos jodidos, pero siempre nos sirvió de aprendizaje, siempre juntos y luchando, tanto sentimental como económicamente. Creo que eso nos destaca. No importa que tan feo se ponga el día a día si estamos juntos” explica Candela de su relación con Mauro.
Soñaron mucho con tener su propia casa y formar una familia. Los papás de Candela los ayudaron al cederle una parte del local donde trabajaban. Y así, entre levantar ladrillos y progresar, Candela quedó embarazada y, en enero del año pasado, llegó Victoria a sus vidas para sellar su historia de fortaleza y amor.