El jefe de una cartera millonaria en la Argentina se sorprendió a sí mismo minutos después de haber hecho una presentación frente a inversores. Por primera vez en años, se dio cuenta, no había mencionado el término déficit fiscal para contar las proyecciones de cara a 2025. El ministro de Economía, Luis Caputo, lo hizo: tan solo 11 meses le alcanzaron al presidente Javier Milei para sacar del vocabulario financiero la maldición que acechó al país en los últimos 70 años, desde Juan Perón hasta acá.

El futuro traerá lo mismo que el pasado, pero en mayor cantidad. Los resultados de los últimos 50 días terminaron de correr las tribulaciones que habían manifestado algunos funcionarios tras el veto a los jubilados. Hoy, Milei y Caputo hablan con la convicción de quienes anticiparon lo que iba a ocurrir. La economía aporta claridad a la confusión de la política.

El ministro salió particularmente fortalecido por sus predicciones. Es una mala noticia para los gobernadores. En especial para Rogelio Frigerio (Entre Ríos) e Ignacio Torres (Chubut), que lideran las discusiones con la Jefatura de Gabinete, Economía y el Congreso por los fondos nacionales que recibirán el año próximo.

Carlos Guberman entrenó el “no” como casi ningún otro funcionario en el último tiempo. El secretario de Hacienda es uno de los grandes encargados de rechazar los pedidos de recursos, tanto de los propios como de los ajenos. Junto a Caputo, tiene los números de las provincias en la mente.

La cuenta de este experto en temas presupuestarios indica que el año próximo el Tesoro tendrá menos ingresos por la caída del impuesto PAIS, que pesa sobre el acceso a los dólares para importar, algo que no se compensará con la mayor actividad económica que espera el Gobierno.

En cambio, las provincias recibirán una mayor recaudación por la recuperación de la actividad. Ese pensamiento está escrito en piedra: Milei, Caputo, Guillermo Francos y sus principales asesores coinciden en que la situación fiscal de los gobernadores en 2025 será mejor que la de la Casa Rosada. Tienen, también, otra convicción. Todo lo que les den a los jefes provinciales terminará haciéndole mal a la Casa Rosada.

El mundo de las finanzas está rendido a los pies de Caputo. Lo quieren más cuanto más severo es. Octubre fue un mes clave en el camino de la recomposición de la confianza, el objetivo que la Casa Rosada está buscando desde el primer día en el poder. No solo por el número positivo en materia de inflación, sino también debido a que el Banco Central logró recomponer reservas en un mes históricamente esquivo y algunos indicadores comienzan a mostrar que los mayores costos de la estabilización sobre la actividad le están empezando a dejar espacio a una moderada recuperación.

Algunos indicios que vienen del futuro le dan cierto aplomo a Milei. Las tasas de las Letras del Tesoro (Lecap) más populares en estos días cayeron en el mercado secundario un día después de que el Indec difundiera la inflación del mes pasado. Fue el 13 de noviembre.

Puestas en un gráfico, las imágenes son elocuentes y están recorriendo toda la city. Traducido a un lenguaje brutal, quiere decir que los dueños del dinero creen que la inflación seguirá bajando pese a que 2025 es un año electoral. Es el blindaje de Milei: nadie cree que abrirá la billetera para ganar las elecciones, una rareza histórica, por lo menos, desde el retorno de la democracia y apenas comparable con algunos momentos de 2019, cuando Mauricio Macri debió hacer campaña disimulando el ajuste.

Luis Caputo y Javier Milei en el G20

El nudo que viene

El hecho de ser un gobierno de transición hacia cierta normalidad económica pone a los libertarios frente a una lucha agotadora. Es que después de desatar un nudo, Milei se encuentra con otro por superar: el dólar.

El cambio en el contexto mundial tras el triunfo electoral de Donald Trump en Estados Unidos aceleró los fotogramas de una película que ya se estaba viviendo. Tras la devaluación de diciembre pasado, el tándem Caputo-Santiago Bausili (Banco Central) desaceleró la marcha para convalidar un deslizamiento del dólar del 2% mensual, por debajo de la inflación. Esa microdevaluación, que para muchos economistas retrasaba el tipo de cambio, resulta aún más nimia después del triunfo republicano.

El plan de Caputo funcionó mejor de lo que nadie había previsto. Su nuevo desafío es que ahora enfrenta una externalidad que no puede controlar: el efecto dominó sobre el mundo de la futura política económica del aliado republicano de Milei.

La Argentina quedó rápidamente en posición adelantada desde el punto de vista cambiario. La primera reacción del real brasileño, de los pesos mexicano, colombiano y chileno, del sol peruano y del guaraní de Paraguay fue la depreciación, mientras la moneda local se sostuvo. Más aún: el denominado contado con liquidación, que las empresas usan para entrar y sacar divisas del país, se apreció.

El dólar tiene sobre la economía una dinámica similar a la luna sobre las mareas. Un peso fuerte mejora el poder de compra del salario, contrarresta la inflación y aumenta las posibilidades de los argentinos de comprar afuera o viajar al exterior. En cambio, coloca a la producción local en una posición incómoda, porque tiende a encarecerse y es más difícil exportar.

Aunque el presidente Javier Milei le quita importancia a este último argumento, es probable que lo tenga presente. No solo porque es parte de la conversación pública doméstica entre sus colegas, sino porque también advirtió acerca de eso su amigo Juan Carlos de Pablo, con quien suele escuchar ópera en el microcine de la Quinta de Olivos los domingos por la tarde.

De Pablo viene insistiendo desde hace tiempo con que la importación tiene mejores abogados que la producción local. El domingo pasado, en el programa Mesa Chica, dejó las metáforas de lado con José del Río y cuestionó las medidas para facilitar las compras en el exterior que había dispuesto dos días antes el Ministerio de Economía. “No veo la sintonía entre cosas que facilitan la importación y las que facilitan la producción local”, remarcó.

Esa tribuna, que estaba semivacía hace algunos meses, fue sumando hinchas. El último martes, la UIA, la principal central fabril del país, discutió el tema en su reunión de comité ejecutivo. Dijo que avanzar solo con políticas de apertura está teniendo “consecuencias negativas”. Y los empresarios del turismo lamentaron dos días después que, por la fortaleza del peso, remojarse en las frías aguas de Las Toninas sería este verano más caro que chapotear en las costas del Egeo que llegan a Mikonos. Hasta Poseidón se sorprendería.

Milei tiene cada vez más problemas para sacarle aplausos a esa platea. Su dificultad es que es el mejor alumno de su propio manual. Un día después de que el fortalecimiento del dólar postergara a las monedas de otros países, comunicó públicamente que si la inflación se mantenía en un sendero decreciente iba a reducir la tasa de devaluación del peso. Grecia quedaría cada vez más cerca.

A la espera de fondos frescos

El Gobierno espera jugar una carta clave en esa dirección. Se entusiasma con cerrar este mismo año algún tipo de declaración pública con el Fondo Monetario Internacional (FMI) que confirme avances consistentes en un nuevo acuerdo. Junto a él llegarían los denominados recursos frescos que alimenten las reservas del Banco Central, favorezcan la salida del cepo cambiario y disipen dudas potenciales con respecto al plan.

Kristalina Georgieva junto a Luis Caputo

En Casa Rosada se habla de estos temas. Creen que tras las críticas iniciales a la calidad del ajuste, el organismo multilateral cambió el enfoque y está alineado con la Argentina. Son pasos que colaboran con el fortalecimiento del peso.

El ministro de Economía, sin embargo, tiene definida una hoja de ruta para compensar las posiciones que ha perdido la Argentina a manos de la temporada alta de su moneda. Buscará reducir impuestos y cargas similares del Estado sobre el sector privado. Ya tiene la lista de los más nocivos en su radio de acción: las retenciones a la exportación, que solo tienen 12 países en el mundo, y el impuesto a los débitos y créditos, que se creó en 2001 por un año y ya cumplió hace tiempo la mayoría de edad.

El único que tiene fecha de finalización próxima ya marcada es el impuesto PAIS. Si bien el Gobierno redujo la carga en otros ítems -mejoró Bienes Personales y eliminó el ITI que gravaba la transferencia de inmuebles, por caso–, el tributo sobre el dólar tendrá una impronta simbólica muy fuerte. Será la eliminación completa de un impuesto establecido por Alberto Fernández y Cristina Kirchner en los primeros días de su última administración. Es una alternativa a mitad de camino: puede favorecer a la industria local que compra afuera, pero antes que a ellos, a los importadores netos.

Mantener el superávit

Casi con desesperación, la Casa Rosada está enfocada en explorar opciones adicionales para mantener el superávit fiscal. Es una tarea a cargo de Santiago Caputo que decanta en el resto de un equipo formado para la ocasión. Una de esas personas es Tristán Socas, presidente de Enarsa, que está haciendo los trámites para sacar a la venta algunas joyas que tiene el Estado. Ya está definido cuál será la próxima: una participación accionaria que la empresa estatal de energía tiene en Transener, la compañía que presta el servicio de transporte de electricidad por redes de alta tensión. Es un paquete que puede valer hasta US$200 millones, según empresarios que están evaluando la situación.

Socas le pidió ayuda a algunos de sus socios para armar un data room de Citelec, la accionista controlante de Transener, con el 52,65% de su capital social. Se trata del conjunto de información necesaria para ofrecerles el negocio a posibles interesados. El Estado tiene la mitad de Citelec. El resto le pertenece a Pampa Energía, la empresa cuya cara más visible es Marcelo Mindlin.

Germán Martínez en la Comisión en Diputados en el debate por Aerolíneas Argentinas, que puede extenderse al verano

El sector privado seguirá sumando oportunidades para quedarse con bienes públicos. El lunes pasado se cerró la ex Ciccone, una planta en Don Torcuato que pertenecía a Casa de Moneda. Se pondrá a la venta. También hay un depósito enorme que el Banco Central usa para guardar billetes en desuso. Quienes están viendo las valuaciones, creen que el Estado le puede sacar a eso al menos US$7 millones. Y a fin de año cerrará La Monedita, el jardín de infantes de la imprenta estatal. El interventor, Pedro Cavagnaro, sabe que los desarrolladores inmobiliarios pueden estar muy interesados por ese triángulo de tierra en Retiro.

La empresa creada en los tiempos de Nicolás Avellaneda transita su epílogo, pero tendrá algunos capítulos más antes del final. En los próximos días, el Ministerio de Justicia lanzará una licitación para hacer patentes y Casa de Moneda se presentará. El objetivo es continuar, al menos, hasta el 31 de marzo. Luego, podría vender las máquinas. Incluso en el Gobierno señalan como un posible comprador a Boldt, cuyo embrión fue el negocio de la impresión. También señalan como heredero natural del negocio de la confección de pasaportes a Unitec Blue, una empresa de Eduardo Eurnekian, antiguo empleador de Javier Milei. Es un competidor natural porque ya fabrica los DNI. El interés del Estado es venderle las máquinas a cualquier posible comprador.

Es probable, sin embargo, que el premio más grande se discuta en pleno verano. Si llama a extraordinarias, el Gobierno pondrá en el temario el proyecto para privatizar Aerolíneas Argentinas. Ya tiene dictamen, pero luego se postergó su tratamiento por la falta de consenso. Para esa fecha, sin embargo, no había un acuerdo con los gremios, como rige ahora. Por estos días, la inflexibilidad oficial es banca.