Cedeño, una pintoresca aldea ubicada en el Golfo de Fonseca, en la costa del Pacífico de Honduras, se enfrenta a una amenaza persistente y devastadora: el mar. En las últimas décadas, el panorama en Cedeño cambió de manera drástica. El mar avanzó lentamente, pero sin pausa, erosionando la costa y engullendo edificaciones que antiguamente se encontraban a salvo en tierra firme.
Esta aldea, que en su momento fue un atractivo destino turístico, ahora lucha diariamente contra las fuerzas de la naturaleza, mientras su futuro permanece incierto.
Los residentes de Cedeño, muchos de los cuales vivieron allí toda su vida, ven con angustia cómo las aguas se acercan cada vez más a sus hogares. En la actualidad, gran parte de estas construcciones desapareció, tragadas por el mar que no cesa en su avance.
El impacto del cambio climático en la costa del Pacífico de Honduras
Según la agencia de noticia EFE, la situación se agravó con el tiempo, en parte debido al cambio climático. Este fenómeno aceleró el aumento del nivel del mar, lo que provocó el desplazamiento de millones de personas en todo el mundo, y Cedeño no fue la excepción.
Aquí, el cambio climático se manifestó en el aumento de la frecuencia y la intensidad de las marejadas, que golpean con furia la costa y contribuyen a la erosión del suelo. Estas marejadas afectan no solo a Cedeño, sino también a otras comunidades costeras de Honduras, complicando los medios de vida basados en la pesca artesanal y el turismo.
El huracán Mitch, que azotó Honduras en 1998, fue uno de los eventos que marcó un punto de inflexión en la historia reciente de Cedeño. Este fenómeno natural devastó la región, dejando severos daños a su paso y desencadenando un proceso de erosión que continuó hasta el presente. Tras su paso, el mar se tragó unas cinco cuadras, llevándose consigo innumerables casas, restaurantes y otras infraestructuras vitales para la comunidad. La aldea nunca se recuperó del todo de esta catástrofe, y las estrategias de adaptación fueron limitadas.
A pesar de las adversidades, los residentes de Cedeño demostró una notable resiliencia. Adaptados a vivir en un entorno constantemente cambiante, muchos continúan reconstruyendo sus viviendas y negocios a medida que el mar reclama más terreno. Sin embargo, las construcciones nuevas suelen ser estructuras temporales y frágiles, hechas con materiales como troncos de madera, hojas de cocoteros y láminas de zinc.
Restricciones constructivas para mitigar los daños
La Corporación Municipal de Marcovia, para desalentar la construcción de edificaciones permanentes en zonas vulnerables a la erosión, prohibió el uso de bloques de cemento y materiales similares en la franja costera.
El alcalde de Marcovia, municipio al que pertenece Cedeño, buscó el apoyo de la comunidad internacional para encontrar soluciones a largo plazo. Sin embargo, la magnitud del problema requiere de esfuerzos coordinados y sostenidos a nivel nacional e internacional.
Además, la recuperación de Cedeño no solo depende de medidas para mitigar el avance del mar, sino también de la promoción de prácticas sostenibles y la reorientación económica para que la comunidad pueda prosperar nuevamente.
El destino de Cedeño se refleja en otras regiones costeras de Honduras, como Bajamar y Travesía, en el departamento de Cortés, donde el mar también devoró muchas infraestructuras. Las proyecciones del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) indican que las costas hondureñas podrían perder aún más tierra en el futuro, un sombrío recordatorio de la urgencia de abordar el cambio climático y sus impactos.
Cedeño sigue luchando, un testimonio de los desafíos enfrentados por las comunidades costeras alrededor del mundo en la era del cambio climático. La historia de este pueblo es un llamado a la acción, una oportunidad para reflexionar sobre la relación entre el ser humano y el entorno natural, y un recordatorio de la importancia de buscar soluciones sostenibles que permitan la coexistencia pacífica y próspera con nuestro planeta.