Hace dos años, en esta misma época del año, hice un llamado a la reflexión a padres y colegios secundarios para que durante el año se reunieran y repensaran el UPD (último primer día) de modo de lograr evitar el descontrol de alcohol la noche anterior al primer día de clase y los desmanes en el ingreso.
Pasaron dos años y vemos que el ritual continúa, va cambiando, a menudo para mejor, pero todavía falta mucho.
Ritos y rituales son útiles y necesarios, son acciones “ceremoniales” que se realizan de forma reiterada y que poseen un valor simbólico o representativo. El ritual para el primer día de clase del último año escolar tiene sentido como tal ya que es parte de la elaboración de empezar el último año de estudio elegido por los padres.
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Ellos saben que después de este año van a tener que tomar decisiones muy importantes para su futuro: si estudiar o empezar a trabajar, o hacer las dos cosas; si hacer una carrera terciaria o universitaria; en cuál carrera anotarse; si hacerlo en la universidad privada o pública, incluso considerar mudarse solos, o con amigos, o con abuelos, si viven lejos de la universidad elegida…
Nuevamente esta vez algunos chicos no estuvieron en condiciones de ingresar a la institución, hubo un accidente grave y desmanes varios, algunos chicos se quedaron dormidos en clase, pero en muchos casos se lograron acuerdos de padres, alumnos y colegios para que fuera una celebración ordenada.
Y confío en que padres y colegios van a poder lograr año tras año un ritual que sea adecuado y satisfactorio para todos, teniendo en mente que hay otros muchos cursos que empiezan las clases el mimo día y que están aprendiendo cómo podría ser su UPD llegado el momento.
Algunas soluciones que fui viendo me parecieron muy interesantes y originales: pasar la noche anterior en el colegio bajo supervisión de docentes; hacer un encuentro en una casa de familia sin alcohol; reunirse hasta las dos o tres de la mañana e irse a sus casas a dormir unas horas; pasar la noche juntos y sin dormir e ir a desayunar al colegio y volverse a casa a dormir; las alternativas son muchas y lleva tiempo y varias conversaciones lograr un acuerdo.
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Hacen falta también padres valientes que puedan sostener lo acordado, porque a menudo los adultos toman decisiones que se desarman al volver a casa y conversar con sus hijos. Quizás por miedo a la reacción de sus hijos, o a desilusionarlos o intentando que los hijos hagan aquello que a los padres les habría gustado hacer y no pudieron. Son temas que tienen que conversarse a lo largo del año y no en febrero del año próximo.
Más estudio
El UPD es el nuevo ritual que marca el inicio de un último año de secundaria, pero no es el único. Podríamos repensar también cómo sería bueno que fuera este ciclo lectivo para los adolescentes del último año, ya que, con pequeños cambios, a veces imperceptibles, se ha ido convirtiendo en un período de jolgorio y farra permanente, de poco estudio, con fiestas de egresados en días de semana, muchos preparativos para su viaje y fiesta de egresados, muchos derechos y pocas responsabilidades.
Hasta no hace tanto tiempo –y sigue así en el resto del mundo– el último año escolar era un año de preparación seria para la universidad, de estudiar para dar exámenes de ingreso, de seguir aprendiendo recursos que van a necesitar para su vida futura. Incluyen desde fortalecer sus personas y su autoestima a adquirir y consolidar herramientas personales como capacidad de espera, de esfuerzo, de tolerancia a la frustración y a consolidar otras herramientas de trabajo utilizadas durante los años anteriores como aprender a hacer monografías, a evaluar fuentes de información, a debatir, a analizar, a estudiar, a hacer buenos resúmenes y síntesis, a investigar, y muchas otras habilidades indispensables para su vida futura ya sea para estudiar o trabajar.
De hecho en algunos colegios los adolescentes tienen la oportunidad de dar exámenes internacionales que les permitirían entrar en universidades fuera del país… y a menudo deciden no aprovecharla para pasarla bien ese último año escolar, como si fuera su último año de vida, o de libertad, en lugar de ser la finalización de una etapa que los prepara para la siguiente.
Con la prohibición de uso de celulares en escuelas nos quedó claro a todos que cuando los adultos queremos, ¡podemos! Invito a los adultos, padres, docentes, directivos a buscar este año un mejor equilibrio entre estudio y diversión para los últimos años, no eliminando sino reorganizando los rituales, necesarios para nuestros jóvenes como parte de su crecimiento.