Javier Milei experimenta el vértigo de un orden que amenaza con romperse. Por primera vez en 15 meses no termina de imponer su voluntad y sus tiempos a un sistema institucional en crisis, impotente y mayoritariamente dócil. Se superponen los aprestos electorales y la firma del acuerdo con el FMI, en medio de las turbulencias de la guerra comercial desatada por Donald Trump. El imprevisible caso $LIBRA tiene al Presidente y a su hermana Karina a merced de un grupo de oportunistas con 100 millones de dólares atesorados en el ciberespacio.
La dinámica del proceso mileísta consistió hasta aquí en un gobierno que se fortalece ante la opinión pública con la baja de la inflación y el dólar quieto, y que usa esa energía popular para acobardar a sus rivales, maniatados por su desprestigio. ¿Serviría en lo sucesivo la fábula del outsider contra “la casta” para la maraña de desafíos que se avecinan?
El criptoescándalo rayó la carrocería impoluta del vengador libertario. El decreto para designar a Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla en la Corte puso en guardia a toda la oposición. La aceleración del acuerdo con el Fondo, que Milei quiere aprobar sin consultar al Congreso, abre interrogantes sobre un bache en lo inmediato en el camino de la desinflación.
Los síntomas de ansiedad están a la vista. Un día después de la Asamblea Legislativa, a la que faltaron los opositores más duros, el Presidente dijo que la atmósfera del recinto teñido de violeta era “un anticipo de la Argentina que viene, donde no hay lugar para zurdos resentidos y kukas”. Y sin embargo esa fantasía de unanimidad no alcanzó para impedir la explosión de Milei contra Facundo Manes, seguida por la prepoteada del asesor Santiago Caputo.
Horas más tardes dirigió su bronca contra economistas y periodistas que mencionaron la posibilidad de una devaluación como consecuencia del acuerdo con el FMI. Los llamó “basuras”, “empobrecedores”, “operadores repugnantes”.
La intensidad puesta en negar un salto cambiario creció después de que el ministro de Economía, Luis Caputo, reconoció en un discurso en Mendoza que en la Argentina hay precios que están “caros en dólares”.
En el mercado y en la política arrecian las versiones sobre el contenido del acuerdo, pero los detalles se mantienen en el mayor de los secretos. Ni siquiera se incluirán en el prometido DNU. Caputo despertó suspicacias cuando el viernes, en una entrevista en LN+, aludió en defensa del acuerdo que “la gente quiere salir de las restricciones cambiarias”. ¿Se viene un levantamiento del cepo antes de los tiempos que había anunciado Milei (finales de este año)?
Es conocida la resistencia del staff del Fondo a firmar nuevos desembolsos sin un ajuste en la política cambiaria. El Gobierno acepta que se debe avanzar en un nuevo régimen, pero no quiere correr el riesgo de cortar los cables de la bomba cambiaria antes de las elecciones de octubre, en la que aspira a traducir en votos la supremacía sobre el resto del sistema político.
Un importante dirigente de la oposición dialoguista invita a repasar una frase de Milei que pasó inadvertida durante la Asamblea Legislativa. En medio de la descripción celebratoria de sus resultados económicos, dijo: “Tampoco significa que no vaya a haber volatilidad. La vida no funciona de esa manera; no es un movimiento rectilíneo uniforme, siempre hay altos y bajos, momentos de tensión y momentos de tranquilidad”.
¿Se acerca el programa económico a una prueba de fuego antes de lo esperado? ¿Explicará eso el nerviosismo oficial?
Las intrigas crecieron cuando el jueves la Casa Rosada dio una voltereta en su estrategia y anunció que convalidaría el acuerdo con el FMI por medio de un Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU). Desmentía así el anuncio principal de Milei ante el Congreso el sábado anterior, cuando prometió que enviaría el programa al Congreso para su aprobación. Presentó como una concesión lo que ordena una ley sancionada durante el gobierno de Alberto Fernández.
Milei conoce bien ese texto: “Nosotros lo vamos a enviar al Congreso. Eso tiene que ver con nuestro sistema jurídico desde que (Martín) Guzmán puso esa ley. Cuando vos vas a jugar un partido de fútbol, ¿cuántos jugadores ponés? Once, ¿no? ¿Podés poner 15? No. Las reglas de juego son las reglas de juego. Yo juego en la cancha que existe”, declaró a Luis Majul el domingo.
Al final se inclinó por jugar con 15. La idea de ir por la vía del DNU maduró a la luz del clima denso que se vive en el Senado desde que Lijo y García-Mansilla fueron nombrados por decreto en la Corte, a 72 horas del final del receso parlamentario.
Ante aquella jugada al límite del reglamento, la explicación quedó en boca del ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona. Dijo que se les dio tiempo a los senadores para aprobar los pliegos y como no lo hicieron hubo que apelar a un decreto: “No vamos a estar esperando al Congreso toda la vida”.
Para sostener el por ahora hipotético DNU sobre el FMI, el ministro Caputo fue un paso más allá. “Seamos francos: si mandábamos esto a las dos cámaras, donde en el Senado hay mayoría kirchnerista y el kirchnerismo quiere que al país le vaya mal, se iba a demorar y mucho”, argumentó. Por poco propone un botón para mutear al Congreso, como el que imagina el vocero Manuel Adorni para callar a periodistas incordiosos.
Los riesgos del atajo
La cancelación preventiva del debate es un atajo no exento de riesgos. Dejaría un hito fundamental del programa económico a merced de una judicialización o de que una mayoría opositora sea capaz de unirse para enfrentar al Gobierno en el umbral de la campaña electoral.
La capacidad del sistema político de poner límites a un Presidente que desafía la institucionalidad en nombre de su lucha contra un sistema impopular tendrá un test de primer orden en el Senado con el caso de los jueces de la Corte nombrados por decreto.
El kirchnerismo insistía este fin de semana que haría todo lo posible por rechazar los pliegos de Lijo y García-Mansilla. El viernes seis de sus senadores presentaron un dictamen de rechazo al jurista que ya asumió en el máximo tribunal. El radical Martín Lousteau y la larretista Guadalupe Tagliaferri sumaron otro en el mismo sentido. Con una firma más podrían tener el instrumento que habilita a tratar el tema en el recinto. Las presiones del Gobierno sobre los gobernadores radicales contienen por el momento que aparezca esa última voluntad.
El dictamen de Lijo, en cambio, está listo para ser discutido. Pero nadie quiere ir contra él solo. Ahora son los opositores los que esgrimen el mantra “los dos o ninguno”.
Los senadores preparan la operación para frustrar a Lijo como los ratones que discuten quién le pone el cascabel al gato. El mayor atributo del candidato a cortesano sigue siendo el temor que despierta en la dirigencia política. Mito o realidad, sospechan que desde su despacho en Comodoro Py podría vengarse de quienes le voten en contra con el manejo espurio de expedientes de corrupción.
Por eso no sorprendió a nadie en el Senado que decidiera no renunciar al cargo de juez federal para asumir en la Corte de manera precaria, como sí hizo García-Mansilla. Dejar el juzgado equivalía a entregarse mansamente a ser ejecutado por los senadores.
Santiago Caputo, encargado del plan para completar la Corte, intenta in extremis que la maniobra no naufrague. Lo miran con atención los rivales internos que, todavía con sigilo, resaltan la sucesión de traspiés en la que se vio involucrado el asesor estrella, que empezó con la interrupción de la primera entrevista que dio Milei para explicar su conducta en el caso $LIBRA.
Muchos de esos rivales se agrupan alrededor de Karina Milei, que también atraviesa un momento de fragilidad por su papel en el criptoescándalo. En la Casa Rosada minimizan las versiones de un conflicto entre ella y Caputo. “No es momento de internas. Estamos entrando en una etapa decisiva para la gestión”, enfatiza un funcionario mileísta de alto rango.
El destino de la Corte integra la lista de cuestiones determinantes que se le vienen encima al Gobierno. Un rechazo a los pliegos de Lijo y García-Mansilla podría implicar, además de un enredo institucional de enorme magnitud, un cambio de dinámica en el juego de la oposición, hasta ahora resignada a dar la pelea desde la confortable trinchera de Twitter.
El juego de Cristina
El anuncio de que también el acuerdo con el FMI se convalidará por decreto enervó aún más los ánimos en la oposición. Incluso en el Pro hubo amagos de sacar un comunicado crítico, aunque después quedó en la nada. El partido de Mauricio Macri se prepara para una lucha por la supervivencia en las elecciones porteñas del 18 de mayo; una de sus prioridades es quitar de esa campaña la discusión sobre el rumbo económico de Milei. Una crítica al instrumento del DNU podría ser leída por el electorado como un rechazo al contenido del acuerdo. Mejor esperar.
El kirchnerismo, en cambio, ve este debate como un punto de encuentro. Milei ya había colaborado a la unidad peronista cuando le pidió a Axel Kicillof que renunciara y amenazó con intervenir la provincia de Buenos Aires por los casos de inseguridad en el conurbano.
La combinación $LIBRA + decreto de la Corte + ataque a Kicillof + FMI cristalizó en Cristina Kirchner la idea de que es el momento adecuado para bajarle una barrera a Milei, indicaron tres fuentes parlamentarias de trato habitual con la expresidenta.
El rechazo de los pliegos de Lijo y García-Mansilla aparece como la oportunidad más a la mano. Todavía hay quienes mantienen una puerta abierta a una negociación de último momento que permita salvar a Lijo. Que no haya asumido en el tribunal le deja al peronismo una coartada para incumplir su promesa de castigar a cualquiera que aceptase ser nombrado juez por decreto.
Pero, desde que la Corte le rechazó la licencia a Lijo, la Casa Rosada solo gasta energía en presionar para que no salga de la Comisión de Acuerdos el pliego de García-Mansilla. Como si eternizar la situación del tribunal con 4 miembros fuera hoy el mejor premio posible después de semejante dosis de manoseo institucional.
Milei delega esa batalla. Su obsesión ahora es conseguir que llegue el dinero del FMI y que el ruido político no impacte en los mercados de manera negativa. Sabe que está sometido a vientos que no controla en un mundo que parece girar al revés desde la asunción de su amigo Trump en Estados Unidos. Es probable que la inflación de febrero, a punto de publicarse, pegue un salto respecto de enero. Los índices de actividad económica todavía no reflejan el relato triunfalista de La Libertad Avanza.
Lo que pase en las próximas semanas marcará el tono de la campaña electoral, que a juicio de los hermanos Milei debe ser la antesala de una ola libertaria que cambie los equilibrios de poder institucional.
Hasta ahora Milei hizo de la debilidad política su más genuina fortaleza. Doblegó a sus rivales con el recurso de enrostrarles su pasado y echarles la culpa de la decadencia argentina. En lugar de aprovechar esa anomalía para construir un esquema de gobierno estable, desdeñó el consenso y se concentró en acentuar las divisiones ajenas. Se propone alcanzar una hegemonía solo con los propios y los conversos.
Se acerca ahora a una encrucijada. Al sueño de Milei Emperador le esperan, inevitable, ardorosas batallas con lo que queda del viejo orden republicano.