“Si Chunchuna estaba presente nadie se aburría. Una vez le reveló a mi madre, quien no perdona su peronismo, que mientras caminaba por las calles de París la interceptó el mismísimo Yves Saint Laurent. La sorprendió al preguntarle de dónde había sacado su tapado. Mamá la escuchaba atónita. Era un saco que ella misma había fabricado con retazos de telas para imitar un abrigo del hombre Neandertal después de ver la prenda sobre los hombros de un esqueleto prehistórico en un museo frente al Sena, contó”, revela Virginia Mejía en su libro Chunchuna, Confesiones de un ícono pop.

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El texto comienza con una confesión sobre la primera impresión que tuvo cuando conoció a la diva. “Chunchuna, además de ser un mito, es tía de mi marido. Apenas lo conocí me confesó que de chico le parecía de una belleza tan perturbadora que hasta le daba miedo mirarla a los ojos. Lo mismo me pasó a mí la primera vez. Quedé impactada. En ese entonces tendría más de sesenta años. Estábamos sentados a la mesa junto a mi familia política y cuando su figura atravesó la puerta de entrada se produjo un profundo silencio. La observamos. Ni se inmutó”.

Chunchuna, en marzo de 1970. Fotos: Archivo Editorial Abril

A lo largo de sucesivas charlas durante los fines de semana de 2022, en la casa de Chunchuna en Florida, provincia de Buenos Aires, la icónica modelo y actriz repasa su vida. Desde su prolífica etapa como modelo, su activismo político en los sesenta, el tiempo de exilio en Europa, sus películas y sus amores. Proveniente de una familia tradicional, con una personalidad avasallante, estilo y belleza, revolucionó el mundo de la moda y el espectáculo. “Ella siempre dijo lo que pensaba”, sostiene Mejía. El libro, publicado en agosto último por PAM!, incluye avisos publicitarios y fotos privadas, además de un código QR para acceder a su último film, un corto inédito.

–¿Por qué decidiste abordar a Chunchuna en una biografía?

–La conocí en una reunión familiar hace treinta años y me fascinó, no solo por lo linda sino por su personalidad tan fuerte, arrolladora. Cuando entra a un lugar no pasa desapercibida. Ella fue, además, la arquitecta (estudió durante cuatro años Arquitectura en la Universidad de Buenos Aires) que reformó mi casa, así que nos vinculamos más y nos hicimos amigas. La idea de la biografía surgió hace más o menos cuatro o cinco años, cuando hice un taller literario con María Moreno. Empezamos a ver lo que define a un personaje y cómo se lo aborda en la literatura. Y no cualquiera es digno de ser retratado a nivel literario a partir de una biografía. En cambio, Chunchuna tiene todas las características de lo que es un personaje; además es una estrella, es muy bonita, es excéntrica, tiene mucha personalidad y tuvo una vida muy intensa.

–¿Cómo tomó tu propuesta de un libro sobre su vida?

–Al principio no quiso saber nada, me costó convencerla. Está lúcida, tiene casi 90 años y mucho para contar. A pesar de la reticencia inicial, luego accedió. Creo que la convencí porque ella primero me conoce como persona, soy alguien que quiere y respeta. Además, me valora como periodista y escritora. Y el pacto que hicimos fue que solamente iba a contar sobre lo que ella quisiera y las cuestiones en las que se sintiera incómoda las iba a respetar.

En el libro

–Chunchuna dio muchas entrevistas en las que se refirió a cuestiones personales, ¿qué es lo distinto que va a encontrar el lector?

–Se va a encontrar con las historias nunca contadas, justamente por tener un vínculo cercano me reveló momentos de su vida inéditos tanto de su infancia, sus amores, su historia política. Quienes la conocen van a descubrir una Chunchuna diferente y, los más jóvenes, a un personaje fascinante que representó toda una época.

–¿Qué fue lo que más te atrajo contar?

–No te puedo decir una sola cosa, todo me atrajo. Por ejemplo, su etapa como modelo publicitaria fue muy rica, es una época dorada en su vida, en los sesenta, la década del rock, la moda, los colores, la psicodelia. Si bien era modelo, no era como el resto, tenía otra impronta.

–Otro espíritu.

–Susana Giménez y Claudia Sánchez me contaron que llegaba a los desfiles de moda desde su casa, en su auto, manejando con los ruleros puestos y un pañuelo en la cabeza. No le importaba nada. Además, siempre fue muy deportista, de chica jugaba al hockey y se crio en Bella Vista, rodeada de caballos y animales sueltos. Estudió baile en el Teatro Cervantes, tenía mucha plasticidad, era seductora, muy segura de sí misma.

Junto al diseñador Ante Garmaz, paseando por las calles de París antes de volver juntos a Buenos Aires, 1981. Familia Villafañe

–Una transgresora.

–Sí, por ejemplo, cuando hizo una publicidad para la cerveza uruguaya Pilsen se la ve cabalgar en medio de un bosque, luego se baja del caballo y empieza a bailar con una túnica, y el anuncio termina cuando se toma un trago de cerveza. Esto fue muy transgresor para esa época, a fines de los 60, principios de los 70, era una mujer avanzada total. Creo que su origen tuvo mucha relevancia en su personalidad.

–¿Por qué?

–Hay que tener en cuenta que ella viene de una familia con apellido, los Villafañe. Se trata de una familia muy tradicional de Jujuy, de políticos, escritores. Su padre era jinete del ejército, su madre también era jineta y tenía una personalidad muy fuerte. Y, por el lado materno, eran todos peronistas, revolucionarios, creo que esa conjunción forjó su personalidad.

–En el libro contás que en su momento de mayor fama era como una gerente de relaciones públicas del barrio Carlos Mugica y que se comprometía con la ayuda solidaria.

–Ella era peronista, siempre tuvo sensibilidad social. Realizó una tarea de ayuda en la villa 31 junto al padre Mugica, que trabajaba en los barrios marginales desde principios de los sesenta, y se habían hecho amigos. Personalmente, vengo de una familia totalmente antiperonista, y en este libro retrato a una persona que me contó otra historia, me mostró otra faceta que no conocía más allá de lo que me habían enseñado mis padres. En la villa ella no solo se ofrecía para reformar las casas de la gente, sino que, si alguno de los vecinos se enfermaba, lo cargaba en su auto y lo llevaba al hospital. Es el día de hoy que sigue viendo los noticieros y hablando de política.

Representó a la argentina moderna, alejada del estereotipo de la ama de casa. Tapa de Revista Panorama, 14 de septiembre de 1970

–Sus convicciones tuvieron consecuencias.

–La censuraron por ser peronista. En 1972 hizo una publicidad para sidra La Victoria y en uno de los afiches publicitarios aparecía alzando una copa para brindar y el eslogan decía: “Tengo ganas de una victoria”. Luego, invitada a un programa de televisión, el conductor Lucho Avilés le preguntó de qué partido era y ella dijo que era peronista. Al día siguiente los de la empresa le dijeron que le resignaban el contrato por haber dicho eso en cámara, porque no querían ser vinculados con el peronismo.

Pasajera de un vuelo histórico

En uno de los capítulos del libro, Mejía se refiere un hecho histórico del que la modelo y actriz formaría parte: su participación en la comitiva que acompañó el primer regreso de Juan Domingo Perón a la Argentina luego de su exilio en España. “A principios de noviembre de 1972 Chunchuna se sorprendió al encontrar un sobre en la puerta de su casa. No era una carta cualquiera, contenía una invitación muy especial: había sido una de las figuras elegidas para acompañar al expresidente Juan Domingo Perón en el vuelo de regreso al país, desde Italia, luego de 17 años de exilio en España. En un viaje que incluyó a 154 personas, casi todos hombres, sindicalistas, futbolistas y cantantes, la presencia de la modelo más cotizada de la Argentina causaría impacto, de acuerdo a lo planeado por los organizadores para resaltar la vuelta del líder político”.

–¿Cómo fue esa etapa?

–Lo del regreso en el avión que traía a Perón está como novelizado y ella lo vivió con mucha inquietud. Si bien fue un hecho histórico, ella no se sentía cómoda, tenía miedo. De hecho, para la segunda vuelta de Perón, en el 73, ella fue a Ezeiza con Pino Solanas que iba a filmar el regreso, pero hubo disturbios, muertos y heridos, estaba la Triple A, de hecho, a su amigo, el padre Mugica, lo asesinaron dos años después.

–Más tarde tuvo que exiliarse.

–Sí, y ella nunca se victimizó por eso. Nunca en una reunión familiar ella se refirió a cómo sufrió el exilio. Jamás la escuché hablar del tema, es una mujer muy íntegra que no tomó bandera de eso, y que me contara para este libro cómo vivió esos años en el extranjero me pareció muy interesante. Primero se fue a España y después, a Francia. Aproximadamente vivió unos seis años fuera del país.

Amores de Chunchuna.
Con el director de cine Pino Solanas, su segunda pareja, con quien compartían su adhesión al peronismo. Aeropuerto de Ezeiza. Familia Villafañe

El texto de Mejía detalla que Chunchuna salió hacia Madrid en octubre de 1977, donde la esperaba su pareja en ese entonces, el director de cine Pino Solanas. Más tarde llegarían sus hijas –fruto de su matrimonio con Horacio Molina [NdR: Juana e Inés]– y los hijos de él. Después de un año en España se trasladarían a París, donde Pino había conseguido un trabajo como profesor en el Instituto del Cine de esa ciudad. Sin embargo, la actriz y modelo le contó a la autora que lloró durante todo el vuelo que la alejó de la Argentina y que sintió una profunda tristeza durante los años de exilio. Describe Mejía en el libro:

–¿Ustedes tuvieron categoría de refugiados políticos? Tengo entendido que de este modo se podían obtener algunos beneficios del gobierno francés.

–Fui un día a inscribirme como refugiada. Les di mi pasaporte para hacer el trámite y pasar a ser francesa. Después de entregarle los papeles a la mujer me fui al baño, me miré en el espejo y me puse a llorar. En realidad, no me interesaba ser una refugiada argentina en Francia. Volví a la mesa y le dije a la tipa ‘No quiero anotarme, dame mi pasaporte’, y me volví a casa.

–¿Cómo fue el proceso para escribir el libro?

–En 2022 hice las entrevistas, iba casi todos los fines de semana, nos sentábamos en el living, que tiene un gran ventanal que da a un jardín con muchas plantas y flores, y ella desplegaba sus álbumes de fotos, que tiene muchísimos, y charlábamos. A veces tenía miedo de no poder recordar cosas, pero por ejemplo yo le mostraba una foto y empezaba a hablar a partir de esa foto. Fue así, sin presiones, porque se sentía insegura de no poder contar todo de corrido o que se le olvidaran las fechas, hizo tantas producciones y películas que es muy difícil recordar todo.

–¿Cómo llegó al elenco de La historia oficial, el film que ganó el Oscar a la Mejor Película Extranjera en el 86?

–Me contó que conoció a Luis Puenzo, el director, cuando se cruzaron caminando en la calle Florida. Él la paró y le dijo “Quiero que actúes en una película muy importante que voy a hacer, te voy a mandar el libreto a ver si te gusta”. Chunchuna pensó que le daría el papel de chica sexy como los que venía haciendo, pero leyó el libreto y le encantó, lo llamó y le dijo que quería actuar. Puenzo le dijo que primero le iba a preguntar a Norma Aleandro si estaba de acuerdo. Norma ya era una estrella muy conocida y aceptó. Ella quería ser reconocida por sus capacidades actorales y en esta película interpreta a una exiliada que regresa al país de donde había huido luego de ser torturada y secuestrada durante la dictadura. En la película se reencuentra con su amiga (Aleandro) y se genera un momento memorable.

–Es una escena conmovedora.

Es considerada una de las más importantes del cine nacional y hay un antes y después en la historia cinematográfica de Chunchuna a partir de esta película.

–¿Cómo vive hoy?

–Bueno, yo la retrato a ella como una diva apartada del mundo, ya no quiere dar más entrevistas, ya no quiere casi salir a la calle, no quiere que nadie la visite, pero es una persona que tiene una vida interior muy fuerte.

–La soledad no le pesa.

–No, incluso dice que es bueno estar sola porque no tiene que escuchar boludeces. Está con sus gatos, se ocupa del jardín, de su casa, hace absolutamente todo, no le interesa mucho la tecnología, es una persona desprendida. Vive en la tranquilidad de su casa lejos de todo, por eso me siento tan privilegiada de que me haya abierto las puertas para charlar de su vida y de sus recuerdos, que vuelco en este libro.