A fines de octubre último, la Legislatura porteña aprobó en primera lectura un segundo listado de 4275 edificios construidos antes de 1941, que esperan su catalogación definitiva: un trabajo largamente demorado desde 2009 como parte del procedimiento de Promoción Especial de Protección Patrimonial dentro del cual unos 5000 ya fueron catalogados.

El magnífico exedificio del Correo, hoy Palacio Libertad

El ingreso al catálogo definitivo, que se dará a partir de una segunda revisión prevista para este año, asegura protección y preservación, impidiendo modificaciones a las construcciones. El universo relevado incluyó unos 141.000 inmuebles que, en su mayoría, estuvieron demasiado tiempo en un limbo, lo cual favoreció el imparable proceso de demoliciones que registra la ciudad de un tiempo a esta parte.

Organizaciones vecinales han expresado su queja porque aseguran que sus pedidos de incorporación al catálogo no fueron atendidos. Basta de Demoler, una ONG formada por vecinos preocupados por la destrucción del patrimonio de la ciudad, denuncia que la primera evaluación realizada por la Facultad de Arquitectura de la UBA incluía 18.500 potenciales inmuebles por catalogar. De allí que confía en que se sumen más para la segunda lectura.

Salvaguardar los edificios y lugares de valor patrimonial no atenta contra el desarrollo urbano; por el contrario, lo enriquece y humaniza

El bloque de la La Libertad Avanza argumentó que la catalogación afecta el derecho de propiedad sobre el inmueble recargando la protección sobre el propietario. Cuando los bienes de propiedad privada tienen una dimensión pública como resultado de sus valores históricos y culturales no todos sus atributos pertenecen al propietario y surge entonces la figura de la “compensación” que pueda cubrir las pérdidas económicas que implique la inclusión en un catálogo. Se trata sin duda de un tema delicado y controvertido sobre el que hay numerosos estudios realizados en distintos lugares del mundo, desde la década del 80.

El arco del autódromo de la ciudad de Buenos Aires

Debemos promover iniciativas, programas y políticas que aseguren el desarrollo de soluciones inteligentes que protejan el patrimonio y creen conciencia sobre su valor a través de la educación. Los Premios Europeos del Patrimonio, por caso, reconocen logros sobresalientes en el patrimonio en categorías tales como conservación y reutilización adaptativa; investigación; educación, formación y habilidades; participación y sensibilización de los ciudadanos, y campeones del Patrimonio, esto es individuos u organizaciones con alto nivel de dedicación y compromiso cívico para su salvaguarda y mejora.

¿Cuántos valiosos edificios más veremos demolidos? ¿Qué más podemos hacer los ciudadanos para preservar el valioso e irrecuperable patrimonio urbano de nuestras ciudades cuando todo parece favorecer la desaprensión? ¿Cuántos artículos, cuántos amparos judiciales, cuántos abrazos simbólicos a predios o edificios, cuántas audiencias públicas sin benéficos efectos transcurrirán?

Uno de los mayores encantos de viajar es descubrir en otras latitudes construcciones que han sobrevivido al tiempo, muchas de ellas preservadas, debidamente restauradas. Ante la posibilidad de sumergirnos en otros tiempos, esa fascinación de recrear ambientes y situaciones del pasado activa en muchas personas un regocijo especial que justifica los kilómetros recorridos y da sentido a cualquier erogación. Capitales imperiales que contrastan con la apabullante modernidad, el contrapunto entre una fachada añosa y una novel creación puede dejarnos sin aliento. Lo mismo ocurre cuando vemos cómo topadoras y excavadoras hacen desaparecer las edificaciones más maravillosas en nuestros propios barrios en cuestión de días. Y descubrimos el descolorido empapelado que cubría las paredes en aquel antiguo edificio ya derrumbado y nos preguntamos a qué subasta habrán ido esas soñadas herrerías. Tristeza e impotencia, cuando bien sabemos que hay formas concretas y efectivas de salvaguardar aquello que hace a la identidad, la calidad del ambiente urbano y el patrimonio de una sociedad. Detener el deterioro físico y la obsolescencia funcional es desafiante a la hora de salvaguardar la arquitectura original para que no conduzca indefectiblemente a su sustitución cuando lo único de valor pasa a ser el terreno.

La Basílica San José de Flores

Nuestra sociedad castiga dramáticamente el paso de los años. El edadismo condena a los más mayores y el valor del metro cuadrado para muchos desarrolladores se yergue por sobre antiguos ejemplos arquitectónicos. La sensibilidad cultural choca muchas veces con la lógica económica, por lo que hay que diseñar estrategias de intervención efectivas en la gestión del patrimonio que involucren a multiplicidad de actores para su conservación integral.

La protección de edificios y lugares históricos y de valor patrimonial no atenta contra el desarrollo urbano; por el contrario, lo enriquece, humaniza y le agrega identidad.

El Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.