John Wetmore, fundador de Family First Life Agent Force, no tuvo una juventud fácil. A los 16 años, su vida dio un vuelco cuando él y su novia de la secundaria se enteraron de que serían padres. Ambos provenían de familias con antecedentes similares: habían crecido en hogares humildes, marcados por la dependencia de ayudas sociales y con limitadas oportunidades económicas. Según contó Wetmore, al recordar esa etapa, vivir en viviendas públicas y comprar con cupones de alimentos era la norma. No se percataba de que la precariedad era algo que podía superarse.
Como relata en Business Insider, a pesar de las dificultades, Wetmore consiguió graduarse mientras trabajaba en un local de comida rápida. Decidido a cambiar su futuro, estudiaba contabilidad por las noches mientras trabajaba en almacenes durante el día.
Aunque consiguió empleo como contador, el sueldo no era suficiente para proporcionar la estabilidad que anhelaba. “No quería estar enviando cheques sin fondos y viviendo de un sueldo a otro”, reconoció Wetmore. Sin embargo, aún no tenía claro cómo escapar de esa situación.
La primera gran oportunidad y el derrumbe económico
El cambio llegó de la mano de un familiar. En 2006, su tío, quien trabajaba en el sector hipotecario, lo introdujo en el negocio de ventas de hipotecas. Wetmore quedó sorprendido al descubrir que podía ganar US$2.000 con una sola venta, una cifra que eclipsaba su salario anual de US$28.000 como contador. Motivado por esta posibilidad, dejó su empleo para dedicarse de lleno a las ventas. “Me sentía rico. Tenía un buen coche y una bonita casa”, explicó sobre esos primeros años de éxito.
Cuando en 2008 la burbuja inmobiliaria estalló, su mundo se vino abajo. En poco tiempo, Wetmore perdió su coche, enfrentó ejecuciones hipotecarias y se declaró en quiebra. Esta experiencia, aunque devastadora, le enseñó una valiosa lección. “Si tienes un préstamo, no eres dueño de nada”, reflexionó Wetmore, quien ahora asegura que prefiere pagar todo en efectivo.
El renacer en el mundo de los seguros
Tras la quiebra, Wetmore volvió a sus raíces en la contabilidad, pero su ambición no se apagó. Alrededor de 2015 descubrió la industria de los seguros, donde finalmente encontró el camino hacia el éxito financiero. Ese mismo año, alcanzó por primera vez una ganancia de US$100 mil. Aunque en un inicio parecía una suma importante, pronto se dio cuenta de que podía aspirar a más. Observaba a sus colegas, muchos de los cuales ganaban US$500 mil al año o incluso más, y decidió que él también llegaría a esos números.
Para 2017, Wetmore ya facturaba un millón de dólares anuales y, dos años después, había acumulado un patrimonio neto de ocho cifras. Este drástico cambio en su situación económica también tuvo un impacto en sus hijos, quienes vivieron realidades distintas según el momento en que nacieron. Sus hijos mayores, de 30 y 25 años, recuerdan una infancia llena de carencias, mientras que los dos del medio, de 17 y 18 años, vivieron tanto los momentos de dificultad como los de abundancia. Su hijo menor, de 13 años, solo conoció el lujo.
La educación y el valor del dinero en una familia de nuevos ricos
Wetmore se preocupa especialmente por cómo este cambio económico afecta la educación y los valores de sus hijos. En sus palabras, su hijo menor, al haber crecido en un contexto acomodado, no valora el dinero de la misma manera. Contó, por ejemplo, que hace poco su hijo le pidió asistir a la Serie Mundial de béisbol y, tras calcular los gastos, llegó a la conclusión de que le costaría US$22.000. “Le dije que lo amo, pero que de ninguna manera voy a gastar US$22.000 en un partido de béisbol”, comentó el empresario.
Esta situación refleja los desafíos que enfrenta Wetmore al enseñarles a sus hijos el valor del dinero y la importancia del esfuerzo. Explica que, aunque ahora puede permitirse comprar coches para sus hijos, les dio autos modestos y confiables, mientras que él se reserva los vehículos de lujo. “Quiero que todos mis hijos se ganen lo que tienen”, destacó.
Un legado de esfuerzo y superación
Wetmore aspira a que sus hijos comprendan que la riqueza no garantiza la satisfacción personal ni el verdadero sentido del logro. Su testamento, según explicó, está diseñado para que cada uno de sus hijos reciba una parte de su herencia a lo largo de su vida, pero con la condición de que trabajen para alcanzar sus propios objetivos. “Quiero que hagan los trabajos duros que yo hice”, confesó.
Para John Wetmore, el camino de los cupones de alimentos a la riqueza multimillonaria fue largo y lleno de aprendizajes. Aunque su vida cambió de forma radical, su principal objetivo sigue siendo que sus hijos comprendan el valor del trabajo y el esfuerzo, la misma lección que la vida le enseñó a él en el camino hacia el éxito.