Marcos Juan Belgrano Lagache fue bautizado en el Socorro, en la Ciudad de Buenos Aires, y vive en Pilar donde tiene una biblioteca sobre historia nacional de más de mil volúmenes. Es sobrino bichozno de Manuel Belgrano, aunque en realidad desciende de la rama de Domingo José Estanislao Belgrano, un sacerdote que tuvo un hijo sacrílego. “En su época, a principios del 1800, fue un escándalo, se tapó todo, pero después se supo la verdad cuando el hijo secreto apareció para cobrar una herencia “, revela. El cura fue uno de los 15 hermanos del creador de la bandera, cuenta en una entrevista exclusiva con LA NACION realizada en la Quinta Los Ombúes, San Isidro.

Marcos Belgrano, descendiente de Manuel Belgrano, muestra las guías sociales y el escudo en la Quinta Los Ombúes en San Isidro.

No sólo se dedica a estudiar a sus antepasados, que incluyen a los Rawson, los Coelho y los Rivadavia, sino que en los últimos años publicó referencias de más de 164 mil personas, con sus árboles genealógicos ascendentes y descendentes, en el portal Geneanet. Empezó en forma casera, a los 20, anotando apellidos en un cuaderno. Es miembro de varias instituciones nacionales e internacionales vinculadas a la historia y la genealogía. La mayor parte de quienes lo contactan lo hacen para poder obtener el pasaporte europeo, comenta.

Varias de las guías que conserva Marcos.

Belgrano despliega las antiguas guías de familias en su poder sobre la mesa del Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal de San Isidro Dr. Horacio Beccar Varela. Se entremezclan con otras similares, donadas al museo por los vecinos, especialmente a raíz de notas publicadas en LA NACION sobre el tema. A estos libros se suele llamar “guías sociales”, pero el nombre correcto es “guías de familias” ya que la única que se llamó Guía Social fue la de Poppi Aparicio Arguello, aclara desde el vamos. Dentro de este tipo de libros fue la más conocida. La lanzó en 1965 y duró hasta el 2009.

Marcos Belgrano en la Quinta Los Ombúes en San Isidro.

– ¿Cómo definiría una guía de familia?

– Eran como grupos de WhatsApp, pero de un determinado grupo social. Un espacio a través del cual las personas con “antigua raigambre argentina”, se conocían y se relacionaban entre sí. Incluían un listado de hombres solteros en edad de casarse, así que también sería como lo que hoy es el Tinder, pero limitado a mucha menos gente.

– ¿Cuándo publicó Club Azul y cómo obtuvo los datos?

– El Libro Azul, editado por la Sociedad del Divino Rostro, había dejado de salir en la década del 60, pero lo reflotó papá, Juan Manuel Belgrano, tomando información de sus páginas y también de la Guía Social. Actualiza los datos de ambos y publica Club Azul, de Club Azul Ediciones, entre 1996 y 2001.

– La de Poppi y la de ustedes circularon en forma paralela durante cinco años ¿En qué diferían? ¿Había competencia?

Competíamos. Papá eligió un tamaño chico, tipo Biblia. Una señora le dijo: “uy, que buen tamaño para mi mesa de luz. La de Poppi es un mamotreto”. Otra diferencia es que ella era más abierta para incorporar gente; papá consideró que algunos anunciantes que pretendían figurar por pagar avisos no debían estar. Lo que primó fue la antigüedad del apellido y el entronque por casamientos con familias criollas de antigua data. Apellidos nuevos, de la nada, no fueron incorporados.

Así figuraban los nombres en la guía.

Club Azul nació en 1996 cuando el rubro inmobiliario donde trabajaba estaba flojo. Le propuso a su padre publicar un catálogo de apellidos tradicionales y se entusiasmó. “Al principio lo ayudé con llamados. Le vino fenómeno a él, y también a mí”. Después tuvo nuevos proyectos y quedó su padre solo a cargo. “No daba como para mantener una familia”, aclara. La última edición de Club Azul fue en el 2001.

Revisaban la nómina de socios de los clubes para hacerlos figurar en las sucesivas ediciones. Posee un diccionario biográfico de 1904 con las listas de adherentes a esas instituciones: de la Sociedad Rural Argentina y del Club del Progreso, especialmente. Pero también de la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados, creada por Francisco Ayerza a principios de siglo.

El escándalo de las separaciones

Según el investigador, “el gran problema de esa época fueron las separaciones. Era vergonzoso separarse, o ser hijos de separados”. Había parejas que no convivían desde hacía 10 años, por ejemplo, y pretendían figurar casados, revela. Si no aceptaban aparecer con su nueva dirección, sólo se mencionaba el nombre de la mujer. “Papá y mamá aparecen cada uno por su lado porque estaban separados”, remata.

En algunas publicaciones, se debían enviar cartas de presentación para ingresar. Según el investigador, Ese no era el caso de Club Azul: “Entraban por antecedentes genealógicos. Si venía, suponéte, Anchorena y le ordenaba a papá, “metélo a Fulanito”, él no lo iba a incluir por eso”. El trabajo era a pulmón; llamaban a las casas de los abonados año tras año para chequear información. No les interesaba incluir a famosos ni a estrellas, aunque tiene una anécdota vinculada al padre de Soledad Silveyra: “papá era amigo de Juan Eduardo “Juane” Silveyra Urien, que en la década del 60 o 70 fue parte del staff de una de las guías de familias”.

Marcos Belgrano, descendiente de Manuel Belgrano, muestra la medalla que le regaló Carlos Dellepiane Cálcena.

Ser “bien” o no ser “bien”

– Según Poppi, la “gente como uno”, tal como decía Landrú, era la que figuraba en las guías. ¿Está de acuerdo con esta definición?

– Mamá, Silvia Lagache, que era cerrada porque venía de Buenos Aires (como le decían en ese momento a la ciudad), usaba, en cambio, la palabra “bien”, ser “gente bien”. Un día me remarcó papá: “Lo importante no es ser “bien” sino buena persona”. Él era de San Isidro y éramos mucho más abiertos acá que en Barrio Norte.

– ¿Y el contrario de “bien” cuál era?

– Ser “cache”. ¿Sabés por qué? Porque la porcelana de buena calidad no se cachaba. “Cache” era una persona que no era de apellido, el que no tenía una tradición familiar. Personas que habían hecho plata rápido y no tenían buen gusto, los nuevos ricos, los que vestían mal. Era una palabra que usaban mucho nuestras abuelas. En mi generación ya no la decíamos, existía mucha más apertura.

– ¿Se puede decir que estos libros eran una forma de preservar un grupo de pertenencia?

– En definitiva, aquello que sucedía en las guías de familias no difiere demasiado de lo que pasa hoy en día con los barrios cerrados. Pero, en mi caso, el tema va por el lado de la curiosidad. Cuando vos le preguntás a alguien si es algo de tal o cual persona, independientemente de su condición social, estás rompiendo el hielo y mostrándole que tenés un interés en conocer a esa persona. Es bueno para iniciar una conversación.

El libro de oro es otra de las guías familiares de la elite.

– ¿Usted considera que existe una elite nacional?

– No. Fue la generación del 80 hasta Irigoyen, o mejor dicho hasta Perón. Pero estas familias, que estaban en el poder, perdieron poder. La casta hoy son los políticos. Algunas familias tradicionales conservan campos, pero divididos entre muchos hermanos. Ahora, lo mejor que puede pasar es la mezcla de apellidos porque Argentina tiene, de por sí, una tradición de apertura hacia la inmigración y en eso debemos educar a nuestros hijos.

Un puñado de 9 mil familias patricias

Las guías que se publicaron a través de sucesivas ediciones, entre 1897 y el 2009, son el Libro de Oro, Libro Azul, Guía Regar, Guía Palma, Club Azul, Nueva Guía Social, Guía Social y Libro Azul II. La denominación “azul” aludiría a la sangre de sus integrantes, aunque según Belgrano “hablar de “azul” es una frivolidad que atrasa”. Sin embargo, al cotejar los ejemplares, las nóminas de apellidos no diferían demasiado. Son unas 15 familias por página en unas 600 que tienen por lo general los volúmenes. “Se podría concluir que todo ese universo se reducía a unas 9 mil familias”, infiere.

Con un ejemplar, en mano, de El Libro Azul.

Belgrano conserva una de las guías más antiguas, El libro de Oro, de 1902, impreso en La Artística. Es el quinto volumen, el primero fue de 1897. “A la gente le importaba mucho “el qué dirán” y “pertenecer”, pero, para eso había que tapar muchas cosas.! Imagináte las cosas que se escondían en 1902! “, exclama.

Marcos en los últimos años publicó referencias de más de 164 mil personas, con sus árboles genealógicos ascendentes y descendentes, en el portal Geneanet.

“Memento” se titula la sección final de ese ejemplar. Y a continuación: “con estos cuadros se tendrá a la vista la cuenta exacta de los deberes sociales”. Las páginas en blanco dicen: “invitaciones a comer; recibidas; por hacer; a ofrecer. Bailes. Casamientos. Direcciones accidentales o temporales. Médicos. Boticas. Tarjetas de pésame mandadas. Tarjetas de pésame recibidas, etc”.

Los llamados se hacían a través de operadoras telefónicas. Figuran los días y horarios de visita a cada familia. “La gente caía directamente, sin avisar nada, el día y hora que decía la guía”, señala Belgrano mientras da vuelta las páginas. Frena y remarca risueño. “Mirá esta señora (por discreción pide no mencionarla). La podían visitar todos los días de la semana. ¡Es evidente que no quería aburrirse ! “.

La mayor utilidad que se les daba era para los casamientos. Las solteras figuraban bajo los nombres de sus padres y recién en las últimas ediciones aparecían solas, si no estaban casadas. “Hasta cierta época, no la mía por suerte, era muy infrecuente casarse con alguien que no figurara estuviera en el libro”, recuerda. “Había casamientos de hasta 800 personas, o más. Hasta yo la usé para chequear datos para hacer los sobres cuando me casé”, revela.

Who’s Who

Otra versión de las guías es el Quién es Quién en la Argentina, inspirado en el Who’s Who internacional, un catálogo de empresarios exitosos de todo el mundo que se empezó a publicar en 1935 en Estados Unidos y a nuestro país llegó al poco tiempo.

Marcos Belgrano tiene un gran archivo que ha armado durante años.

“Se mezclaban los directivos de compañías con apellidos tradicionales de gente que no se destacaba en nada, pero que adornaban la publicación”, explica. “Por ejemplo, papá fue sorpresivamente incluido en una edición de los 80 por su apellido, aunque él tan solo era presidente del Club Atlético San Isidro en ese entonces”, cuenta. El catálogo fue editado por Guillermo Kraft Limitada y más recientemente por El Cronista.

Los motivos por los que desaparecieron las guías de familias a principios del siglo XXI son varios: proliferaron apellidos nuevos y “a muchos no les interesaba la heterogeneidad”, explica el genealogista. Otra causa fue la inseguridad; ya nadie quería que su dirección se hiciera pública. Por último, las familias se multiplicaron y hubiera sido una tarea titánica volcar toda esa información. De todos modos, para él la pasión por investigar no cesará jamás, aunque más no sea para crear nuevos árboles genealógicos en Internet.

Las guías familiares desaparecieron a principios del siglo XXI porque proliferaron apellidos nuevos y ya nadie quería que su dirección se hiciera pública por la inseguridad.

Al final de la entrevista, Carlos Dellepiane, del Instituto Municipal Histórico de San isidro, lo sorprende con un regalo; una medalla tallada en plata con el rostro de su pariente, el patriota. Lleno de recuerdos Belgrano, con la insignia en sus manos, pasea por las barrancas de la Quinta Los Ombúes, uno de sus sitios favoritos, un lugar de grandes historias, como las de sus antepasados.

La Quinta Los Ombúes, sede del Museo Biblioteca y Archivo Histórico Municipal Dr. Horacio Beccar Varela, se ubica en Adrián Beccar Varela 774, San Isidro. Para más información ingresar a este link: https://www.sanisidro.gob.ar/content/quinta-los-omb%C3%BAes-16