Los líderes de las mayores economías del mundo se reunirán este lunes y el martes en una nueva cumbre del G20 en Río de Janeiro, donde abordarán la lucha contra el hambre, la pobreza y el cambio climático en una agenda impulsada por Brasil mientras que los conflictos en Ucrania y Medio Oriente dividen al bloque en momentos en los que las tensiones geopolíticas desafían las capacidades del multilateralismo.
El G20, integrado por 19 países -entre ellos, la Argentina- que juntos representan 85% del PBI global y tres cuartas partes del comercio mundial, además de la Unión Europea (UE), tendrá este año a un invitado omnipresente: el recientemente electo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que bajo la promesa de volver a hacer a su país “grande otra vez” anticipa una nueva época de aislacionismo, dejando a la potencia fuera de reconocidos acuerdos internacionales.
En los encuentros de la semana próxima, los jefes de Estado y de Gobierno buscarán la aprobación de los acuerdos negociados durante todo este año. La presidencia rotatoria está en manos del mandatario brasileño Luiz Inacio Lula da Silva, quien definió temas estratégicos como el desarrollo sostenible, la inclusión social y los cambios en la gobernanza mundial con un enfoque para favorecer a los países en desarrollo. Brasil lanzó la Alianza Global contra el Hambre, una iniciativa que busca combatir la inseguridad alimentaria, e inauguró en los días previos a la cumbre el G20 Social, que incluye actividades para involucrar en las conversaciones a los miembros de la sociedad civil.
Organizado en paralelo a la COP29 de Bakú, los líderes del G20 pondrán sobre la mesa la amenaza del cambio climático, la transición energética y la resiliencia de los países al impacto de los desastres climáticos, incluida la financiación. Además, ante la ausencia del presidente ruso, Vladimir Putin, quien enviará a su ministro de Exteriores, Serguéi Lavrov, la guerra en Ucrania y el conflicto en Medio Oriente van a tener un rol central -aunque los analistas coinciden en que Rusia va a esperar el cambio de gobierno en Estados Unidos para iniciar conversaciones-, mientras que la figura del mandatario chino Xi Jinping y el inminente desembarco de Trump a la Casa Blanca dispararán las conversaciones sobre los aranceles y los desafíos comerciales.
La reunión de líderes tiene lugar un día después de que el presidente Joe Biden autorizó a Ucrania a usar misiles estadounidenses de largo alcance ATACMS contra objetivos militares en Rusia.
“Habrá muchos nuevos líderes que asistirán al G20 (como los de Japón, Indonesia y México, además de Javier Milei) que se reunirán con sus homólogos por primera vez. A esto se suma la reciente elección estadounidense que trae consigo una segunda presidencia de Trump repleta de políticas económicas que podrían inyectar inestabilidad en las relaciones bilaterales y en los mercados globales. Es más probable que las prioridades fuera de la agenda sean hablar con otros líderes sobre cómo los aranceles podrían afectarlos y cómo trabajar para garantizar el crecimiento y el desarrollo económicos continuos”, explicó a LA NACION Erin Murphy, experta del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS).
Como sucedió con Barack Obama en su último G20, “es casi seguro que la visita de Biden será eclipsada por Trump, principalmente porque las políticas de su sucesor son muy diferentes a las suyas”. “Hay superposiciones en términos de ver a China como una amenaza y mantener controles y aranceles a las exportaciones, pero Trump ha sido claro al ver los vínculos con países extranjeros a través de una lente de déficit y prácticas comerciales percibidas (o en el caso de China, reales) injustas”, agregó.
Para Augusto Lopez-Carlos, director ejecutivo y presidente del Foro de Gobernanza Global, los múltiples problemas actuales a nivel internacional hacen que estas cumbres cobren mayor relevancia. “Las dos crisis más importantes que enfrentamos en este momento son el aceleramiento del cambio climático y las tensiones geopolíticas entre las grandes potencias que están llevando rápidamente a un deterioro de la situación de seguridad a nivel internacional, como se ve en la guerra en Ucrania y el abandono de cualquier pretensión de que ahora no estamos en una carrera armamentista. China, por ejemplo, desea obtener paridad en armas nucleares con los Estados Unidos y Rusia para el 2030″, dijo a este medio. “En el primero de estos temas está claro que el Acuerdo de París no está funcionando. El umbral de 1,5° está ya fuera de nuestro alcance y, por lo tanto, se nos vienen encima catástrofes medioambientales (…) Y, en el tema de seguridad, uno ve en el horizonte una mayor probabilidad de una guerra entre las grandes potencias y el riesgo de que rápidamente desemboque en el uso de armas nucleares”.
En cuanto a la Argentina, esta será la primera cumbre del G20 del presidente Javier Milei, quien tras su visita a Mar-a-Lago como primer mandatario en reunirse con Donald Trump tras su triunfo captó aún más la atención internacional.
“Aunque esta reunión del G20 se llevará a cabo en el patio trasero de Lula, el protagonismo podría ser tomado por Milei, quien se ha visto fortalecido por la elección del populista de derecha Donald Trump en los Estados Unidos”, indicó a este medio Nicolás Saldías, analista de América Latina para la unidad de inteligencia de The Economist.
“Aunque Trump no estará presente en el G20, su elección ha cambiado el tono de la reunión, y los objetivos de Lula probablemente se verán trastocados por la anticipación de la agenda del nuevo presidente de los Estados Unidos. En particular, Trump está en desacuerdo con los objetivos climáticos de Lula y se opone a sus esfuerzos por atenuar el poder de Estados Unidos. Lula también tendrá que enfrentarse a Milei, quien no solo es hostil hacia él personalmente, sino que también es un aliado ideológico y político clave de Trump. La decisión de Argentina de retirarse de las negociaciones de la COP29 en Bakú es una señal clara de que es poco probable que Milei respalde un comunicado del G20 que comprometa a objetivos relacionados con el cambio climático, lo cual sería percibido como un golpe al liderazgo global de Brasil en este tema”.