PARÍS.– Por segunda vez en seis meses, Francia quedó sin gobierno después que el primer ministro Michel Barnier fuera derrocado en el Parlamento, mediante una moción de censura que sumó 331 votos de la izquierda y de la extrema derecha sobre un total de 577 diputados.
“No tenemos la misma idea de la soberanía y del patriotismo”, había lanzado poco antes de la votación el primer ministro a los diputados de la Reunión Nacional (RN) de Marine Le Pen, después de haber intentado en vano, durante los últimos días, obtener la clemencia del partido de ultraderecha.
Según lo estipula la Constitución, Barnier, que asumió sus funciones hace apenas tres meses tras un largo periodo en que Francia careció de gobierno tras la disolución decidida por Emmanuel Macron en junio, debía este miércoles presentar su renuncia al jefe del Estado. También se convirtió así en el más efímero y en el segundo primer ministro derrocado por el Parlamento de la Quinta República, fundada en 1958 por el general Charles de Gaulle. El primero fue Georges Pompidou en 1966.
La situación actual es, sin embargo, muy diferente. En 1966, De Gaulle había reaccionado inmediatamente pronunciando la disolución de la Asamblea Nacional. Hoy, Macron no puede hacerlo, pues la Constitución establece un plazo mínimo de un año después de las elecciones legislativas que, en este caso, se realizaron en junio pasado.
Según fuentes allegadas al Palacio del Elíseo, contrariamente a lo que sucedió hace seis meses, cuando Macron tardó casi dos meses en nombrar un nuevo primer ministro, hasta que terminaron los Juegos Olímpicos de París, el mandatario se aprestaría ahora a hacerlo rápidamente. Tal vez dentro de las próximas 24 horas. Los nombres del ministro de Defensa, Sebastien Lecornu; del dirigente conservador Xavier Bertrand, de Los Republicanos (LR), o del presidente del centrista MoDem, François Bayrou, eran evocados nuevamente, como hace seis meses, el martes por la noche.
El Elíseo hizo saber que Macron hablará al país este jueves por la noche por televisión.
Pero, sea quien sea la personalidad que suceda a Barnier, nadie imagina muy bien cómo el país podría recuperar una estabilidad política que perdió hace meses cuando, después de la disolución, los franceses votaron una asamblea divida en tres bloques casi idénticos, con dos extremos -a izquierda y a derecha- decididos a obtener la renuncia del presidente a cualquier precio y que, para lograrlo, han recurrido a la obstrucción como herramienta privilegiada.
Serias dificultades
En todo caso, ni los últimos llamados a la razón de Barnier el martes por televisión, ni la declaración de Macron negándose a creer en la posibilidad de una censura, pudieron impedir la deflagración. La idea se había abierto camino desde el lunes, después de la adopción sin voto, gracias al famoso artículo 39.3 de la Constitución, del proyecto de ley de finanzas de la Seguridad Social, un capítulo incluido en el proyecto de ley del Presupuesto 2025. Un presupuesto que debía atacar con seriedad la enorme deuda francesa (más de 3,2 billones de euros), según Barnier, pero que “dejaba de lado a los más modestos”, según la izquierda y Reunión Nacional.
Pero la fidelidad flaqueó, incluso, en el seno del zócalo común de centro (Los Republicanos, Horizontes, del ex primer ministro Edouard Philippe, y los macronistas), que experimentó serias dificultades para apoyar en forma unida a Barnier. Y las fisuras podrían profundizarse en torno a las estrategias a adoptar después de la censura.
Los Republicanos amenazan con recuperar su independencia. Su líder, Laurent Wauquiez, advirtió que la coalición gubernamental alcanzada en septiembre “solo valía para Michel Barnier”. Por su lado, el jefe de los diputados macronistas, el joven ex primer ministro Gabriel Attal, propone obtener un nuevo acuerdo de “no-censura” que incluya desde Los Republicanos hasta el Partido Socialista (PS), que actualmente forma parte del Nuevo Frente Popular, unión de todo el espectro de izquierda, y liderado por la extrema izquierda de Jean-Luc Melenchon.
Obsesionado por lograr la dimisión del presidente, Melenchon se apresuró a afirmar que Macron tiene el tiempo contado como presidente.
“Aun con un Barnier cada tres meses, Macron no durará tres años”, escribió en X, al aludir al tiempo que resta al jefe del Estado para las próximas elecciones de 2027.
La censure inéluctable a eu lieu. Même avec un Barnier tous les trois mois, Macron ne tiendra pas trois ans.
— Jean-Luc Mélenchon (@JLMelenchon) December 4, 2024
“No había otra solución y no lo hice con alegría. Barnier no escuchó las oposiciones cuando armó su proyecto de presupuesto”, se justificó la otra gran responsable de la censura, Marine Le Pen. Quien ejerciera un auténtico chantaje sobre el primer ministro al aumentar las exigencias cada vez que lograba una concesión durante la negociación de la ley de financiación de la Seguridad Social. La jefa del partido de extrema derecha argumentó que había elegido “proteger a los franceses”.
Ante las figuras del campo presidencial y el centroderecha que advierten sobre el riesgo de crisis financiera y el desclasamiento económico del país, Le Pen se defendió: “Todo el catastrofismo que escuchamos desde hace dos días envejecerá mal. Y lo hará rápidamente”.
Según los economistas, sin embargo, Francia -segunda economía de la Unión Europea (UE)- es en este momento el “peor alumno bloque”. El país registra un déficit de más del 6% del PBI, cuando el límite fijado por los criterios de convergencia de la eurozona es del 3%, y tiene una deuda pública de casi 120%. El proyecto de ley de Finanzas (PLF) para 2025 -que no será votado tras la censura- preveía que el año próximo el servicio de la deuda pasaría a 55.000 millones de euros, aumentaría a 65.000 millones en 2026 y a 75.000 millones en 2027.
Como lo había prometido cuando estuvo de acuerdo con el nombramiento de Barnier hace tres meses, después de haber bajado el pulgar a varios candidatos, Le Pen declaró que “tiene intenciones de dejar trabajar” en un nuevo proyecto de presupuesto al sucesor del primer ministro renunciante.