El 21 de febrero del 2008 es una fecha que quedó grabada a sangre y fuego no solo entre los habitantes de tranquilo balneario de El Quisco (114 kms al oeste de Santiago, región de Valparaíso), sino también en los anales de la historia criminal chilena.
Ese día, un incendio arrasó con la casa del octogenario ex martillero público Jaime Oliva. Pero tras diez meses de investigación se estableció que el responsable del siniestro era nada menos que Gerardo Rocha (55), fundador de la Universidad Santo Tomás, numerario del Opus Dei y exitoso empresario ampliamente conocido en círculos sociales, políticos y religiosos.
Según estableció la sentencia, Oliva no había muerto calcinado sino producto de un ataque al corazón debido a varias descargas de electroschock. A esas alturas, Rocha ya había fallecido, tras agonizar inconsciente durante más de dos meses con el 42% de su cuerpo quemado en una clínica capitalina.
En la reconstrucción de los hechos fueron claves los testimonios de Marcelo Morales y César Osores, chofer y guardaespaldas de Rocha, y de Dante Yutronic, dueño de la famosa “Casa del Espía” en Santiago.
Pero incluso la figura de Manuel “Mamo” Contreras, el siniestro ex jefe de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) de Augusto Pinochet, pareció haber metido las manos desde el penal donde estaba recluido por delitos de lesa humanidad.
El plan
Tras enterarse que su pareja, Verónica Espinoza, había tenido una relación sentimental con su ex jefe Jaime Oliva tiempo atrás -otras versiones dicen que ella le aseguró que había sido atacada sexualmente por él-, Gerardo Rocha comenzó a planificar su venganza enceguecido por los celos.
Lo primero que hizo fue pagarle al investigador privado Dante Yutronic $74 millones de pesos (unos USD 73 mil al cambio actual) para que siguiera a Oliva e informara sobre todos sus movimientos.
Y aunque varios medios apuntaron a la falsedad de ciertas “pruebas” que Yutronic le pasó a Rocha, el también cónsul honorario en Filipinas concertó una cita con el exmartillero con el pretexto de arrendarle su casa en El Quisco para pasar unas vacaciones.
Rocha llegó acompañado de su chofer y su guardaespaldas hasta la vivienda y con la ayuda de estos amenazó a Oliva con una pistola, lo amarró con cinta adhesiva y luego procedió a interrogarlo aplicándole varias descargas de electricidad que acabarían matándolo de un paro cardiorespiratorio.
Entonces roció bencina sobre el cuerpo tendido en la cama y al tratar de encenderlo con la chispa de su pistola de electroschock, una tremenda explosión sacudió el segundo piso y las llamas comenzaron a devorarlo también a él.
Ayudado por su chofer, el empresario salió a duras penas de la casa y se subió al auto donde los esperaba el guardaespaldas. “Nunca imaginé que la bencina fuera tan volátil”, les dijo, ante la mirada atónita de ambos que veían cómo aún le salían pequeñas llamas por la nariz y la boca.
En la escena del crimen quedaban la casa y el cuerpo del ex martillero ardiendo y un dedo que se le cayó a Rocha al abrir la puerta del vehículo.
El 5 de mayo de ese año, Gerardo Rocha murió en la Clínica Indisa de Santiago a las 16:30 horas producto de la gravedad de sus quemaduras.
La mano de Manuel Contreras
En 2008, Manuel Contreras, ex jefe de la DINA, cumplía en el penal “Cordillera“ tres de los 200 años a los que fue condenado por sus crímenes en tiempos de la dictadura de Augusto Pinochet.
Dato curioso: entre sus visitas habituales se contaban las de Gerardo Rocha -un viejo amigo de juventud-, quien junto a Dante Yutronic fue a verlo regularmente los meses previos al asesinato de Oliva.
A pesar de que los fiscales Álvaro Perez y Vinko Fodich estaban seguros de que Contreras ayudó a Rocha en la elaboración del plan para matar al ex martillero, en su declaración adujo que las constantes visitas del empresario se debían a la creación de una empresa de seguridad junto a Yutronic, por lo que su participación en el macabro plan nunca pudo verificarse.
El testimonio del espía
El ahora ex investigador privado Dante Yutronic fue condenado a tres años y un día de reclusión nocturna por haber intervenido el teléfono de Jaime Oliva. “Fui utilizado por Rocha”, aseguró en una entrevista con el diario The Clinic a principios de 2009.
“No existía motivo alguno para mi detención, porque no estaba involucrado en nada: fui la persona que llamó a la justicia el día que ocurrió todo esto para entregar todos los antecedentes que obraban en mi poder. Y eso me significó ser testigo protegido de la Fiscalía. Pero las cosas no se dieron como debían ser por muchas presiones, tanto políticas como eclesiásticas”, sostuvo.
“Rocha era una persona muy inteligente, muy vinculado a la Iglesia, era Opus Dei numerario y el Papa le había entregado las llaves del Vaticano. O sea, no estamos hablando de cualquiera (…) Por eso es que tú jamás puedes imaginar que una persona con la connotación política, pública, social y eclesiástica y con los contactos que tenía Rocha, podría llegar a cometer un crimen tan horrible”, agregó.
Según Yutronic, Rocha no le pareció en ningún momento un tipo obsesivo o con rasgos sicopáticos.
“En absoluto. Nada de obsesivo. Vamos a aclarar un punto: él jamás me pidió investigar a su pareja y yo nunca supe de la existencia de ella y acá nunca se habló de infidelidad. A mí me hizo investigar a Oliva para que fuera denunciado tanto a los servicios de justicia o a los medios de prensa, y ver la posibilidad de acusarlo ante organismos estatales en cuanto a cómo había logrado obtener algunos bienes”, detalló.
“Rocha jamás me dio un café. Nunca estuve más de uno a 10 minutos con él. Yo le entregaba la información que obraba en mi poder, nada más. Y la prensa tergiversó muchas cosas diciendo que yo manipulaba la información y eso es absolutamente falso”, remató.
El testimonio del chofer
Por su parte Marcelo Morales y César Osores, chofer y guardaespaldas de Rocha, recibieron 12 años de cárcel cada uno como cómplices del crimen, aunque la Fiscalía pedía cadena perpetua.
En conversación con La Tercera desde la cárcel de Alta Seguridad de Valparaíso, Morales sostuvo en mayo de 2008 que “no me siento responsable de la muerte del señor Oliva.
Don Gerardo comentó que sólo quería hacerle unas preguntas y asustarlo. Yo no estaba en el segundo piso cuando sucedieron los hechos, por lo tanto, no vi lo que estaba pasando”.
Sin embargo, fue él quien adquirió la bencina utilizada en el incendio y además, guardó durante diez días la caja con el gas pimienta y la pistola de electroshock comprada a Dante Yutronic. ¿Sospechó acaso que Rocha quería matar a Oliva?
“No, porque él dijo que iba para hacerle algunas preguntas y darle un susto. Jamás pensé que él quería matarlo (…) ¿Cómo yo iba a pensar que una persona con la calidad de gente que conocía, a nivel de todo el mundo como Su Santidad el Papa Juan Pablo II, Santa Teresa de Calcuta y hasta un presidente de Estados Unidos, iba a tener la intención de cortar la cantidad de proyectos que tenía para este año y el futuro?”, argumentó.
“Si yo hubiera sabido en lo que terminó no me hubiera quedado en esa casa arriesgando mi propia vida y quedando preso y perdiendo a toda mi familia y mi libertad”, adujo.
Tocante a cómo se desarrollaron los hechos, Morales detalló que “estando en el segundo piso con el señor Oliva llegan don Gerardo y el señor Osores apuntando con una pistola diciendo: esto es un asalto. El señor Oliva lo reconoce (a Rocha) y le dice: Gerardo, yo te puedo explicar todo”.
“Cuando don Gerardo ingresa a la pieza, me pasa una cinta y me ordena que le amarre los pies. Le doy dos vueltas y se corta la cinta y Osores le amarra la parte de arriba. Luego don Gerardo me dice que baje y que suba la caja (con bencina). La dejé afuera de la pieza y bajé al primer piso”, explicó.
Una vez desatado el incendio, “subo detrás de Osores y veo a una persona envuelta en llamas que se mueve. El señor Osores trata de apagarlo, pero el fuego es violento y Osores se va con mucho susto. Yo quedo solo con la persona en llamas, tomo un cubrecamas y lo envuelvo, tratando de apagar el fuego que tenía en el pelo y recién en ese momento me doy cuenta que era don Gerardo. El fuego era muy fuerte y lo saco de la pieza. En un momento siento miedo por mi vida, miró a la pieza y estaba todo en llamas. No había posibilidad de ingresar de nuevo”.
Ya arriba del auto camino a una clínica, “don Gerardo me pasa la pistola y me dice que la guarde en la guantera(…) El estaba consciente e incluso le decía por dónde ir en el auto. Después me pide la pistola y la deja debajo del asiento (…) Comenzó a tiritar, yo lo toco y él me dice que es una reacción normal del cuerpo. Llegamos a la clínica donde me pide que llame a su señora y ahí nos detienen”, indicó.
El chofer finalmente se disculpó con la familia de Jaime Oliva: “ante Dios y en el silencio de mi celda rezo a diario para que Dios les dé paz y resignación por perder a un ser querido. Les pido, desde lo más profundo de mi corazón, perdón. Y decirles que si hubiera imaginado en lo que terminaría esto, no habría participado, pero me superaron los hechos. Sólo Dios sabe cuánto me arrepiento de todo”.
Una vez los involucrados en el macabro crimen estuvieron tras las rejas, la familia Oliva se mostró “satisfecha y tranquila”, tras recibir además una indemnización de $227 millones de pesos (USD 225 mil al cambio actual) de parte de la familia de Rocha.
“Hemos estado abiertos a conversar, al perdón, a todo. Para nosotros es una lucha constante y espero que estos capítulos dolorosos se vayan cerrando”, declaró el hijo del ex martillero público poco más de un año después de la mediática muerte de su padre.