Buenos Aires no tiene nada que envidiarle a otras capitales del mundo, tanto por la arquitectura de sus construcciones históricas como por los desarrollos más recientes. De hecho, en pocas semanas, la ciudad estrenará una torre única a nivel global. Diseñada por el arquitecto uruguayo Rafael Viñoly, demandó una inversión de US$30 millones y estará donde el empresario Eduardo Eurnekian concentrará la sede de Corporación América.
“Es única y la primera en la que todos los pisos tienen vidrios en piezas de hasta siete metros, curvados. Esto no existe en ningún otro edificio. Sus 60 metros de altura se componen únicamente de estos cristales, que llegan hasta la terraza”, relata Ezequiel Miedvietzky, el argentino que construye el edificio con una fachada jamás vista. Está ubicado en la esquina de Libertador y Vergara, en el corredor de zona norte de Vicente López. Tiene 16 pisos con plantas de entre 500 y 600 metros cuadrados. Miedvietzky aún recuerda el día que lo llamó Eurnekian para decirle que quería un edificio único, espectacular, pero que “el costo no sea una locura”.
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En la primera presentación del arquitecto surgió la idea de que la construcción tenga los vidrios curvados, con más de seis metros de alto en promedio. “En ese momento fui contundente: si nunca se hizo, seremos los primeros. Y si ya existe, lo haremos mejor”, rememora el empresario en diálogo con LA NACION, quien además de construir en Argentina, construye las casas más sofisticadas en Miami y en India.
El edificio abarca 13.000 metros cuadrados y en todas sus aristas está presente el vidrio. Comenzó a construirse en 2020, en plena pandemia, y actualmente se ultiman detalles de decoración.
La gran particularidad que lo hace único en Buenos Aires es su estructura vidriada y curva, que se destaca por no tener paredes ni columnas. “El desafío fue que los vidrios resistan la presión del viento. Lo resolvimos con lo que se llama costilla de vidrio de hasta 95 mm de espesor de vidrio laminado sólido. Es una obra maestra”, detalla Miedvietzky. Una decisión importante fue modificar la estructura de losas para aceptar la tolerancia de no más de 5 mm en el vidrio. Así, la estructura central se resolvió con hormigón y en el resto se empleó estructura metálica para lograr un montaje perfecto, sin desfasajes. “Lo paradójico de las construcciones más sencillas y minimalistas es que los detalles resultan más complejos de resolver”, reflexiona.
Otro punto clave de la construcción son las estructuras metálicas que permitieron prescindir de columnas. De este modo, al recorrer los pisos no se ven pilares de cemento que obstruyan la vista. “Los entrepisos, por ejemplo, están colgados de los superiores”, resume el constructor.
El hormigón visto es otro de los detalles: su visual y textura son perfectas, con la particularidad de que no fue tratado.
Además, la escalera “de emergencia” —con fachada de vidrios trapezoidales, casi todos diferentes, conectan con el exterior— se construyó con una estructura metálica y tramos premoldeados de hormigón, fabricados y transportados de modo que los escalones no tienen uniones. Se armó con una secuencia de montaje de metal y hormigón hasta completar todos los pisos, y para el cierre del detalle, las barandas llevan iluminación integrada.
La historia de la fachada
Para lograr su fachada —sin frente, porque todas las caras son iguales— se instalaron 240 paneles de vidrio, de 12 metros cuadrados cada uno, importados de Alemania. “Conversamos con los tres fabricantes más grandes del mundo y finalmente elegimos uno alemán. Antes hicimos una preingeniería con nuestro departamento técnico, liderado por Gerardo Martín, experto que ha dirigido obras en el Faena, Teatro Colón y Torre Repsol”, recuerda el ingeniero industrial que también estudio Management en Harvard Business School y Desarrollos en Harvard Graduate Schoolf of Design.
La torre es el primer y único edificio del mundo que se construyó bajo el mismo concepto que el famoso cubo vidriado de Apple en Nueva York. De hecho, los paneles se adquirieron a Sedak, el mismo proveedor que fabricó el icónico local de la manzanita en la Quinta Avenida.
¿Cuándo se compraron los vidrios? Casi insólito: antes de iniciar la obra. “No podíamos equivocarnos porque el vidrio no permitía ajustes. Estoy convencido de que este material está cambiando la forma de construir”, dice Miedvietzky.
El empresario del mundo de los autos que se sumó como socio al megaproyecto que se hace en la avenida Libertador
El constructor también recuerda que la colocación de las estructuras de vidrio fue otro desafío: se izaron con grúas equipadas con una especie de “araña” de ventosas que las sujetaba. “Fue impactante verlo; la gente y los autos que pasaban por la Avenida del Libertador se detenían a observar”, comenta el empresario, quien se especializa en proyectos únicos.
Actualmente, a través de Amarilla —empresa enfocada en edificios icónicos y casas de lujo—, Miedvietzky lleva adelante varias construcciones en Argentina, con propiedades que superan los US$45 millones. “La gente cree que la construcción es un commodity, pero es un acto de amor”, concluye, emocionado de saber que en pocas semanas verá finalizada una de sus obras favoritas.