WASHINGTON.- Joe Biden se va de la Casa Blanca convencido de que su gobierno fue uno de los mejores de la historia, y de que podría haberle ganado la elección a Donald Trump. Pero ese balance endulzado de sus cuatro años en la presidencia choca con la desaprobación de una amplia mayoría del país, y el repudio del electorado a su administración, que dio dar marcha atrás y le dio otra oportunidad a Trump, al que echó hace cuatro años.

Biden se despidió anoche de Estados Unidos con un discurso desde el Salón Oval de la Casa Blanca, el último de una cadena de mensajes que el presidente brindó para pasar en limpio del legado de su presidencia. En cada uno de esos discursos, Biden dejó una misma lectura entrelazada en sus oraciones: el país está mucho mejor que hace cuatro años, es más próspero, más seguro, y logró forjar la economía más fuerte del mundo.

Para muchos norteamericanos, es exactamente al revés.

El presidente de EEUU, Joe Biden, y la primera dama Jill Biden, saludan antes de abordar un avión en el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles el miércoles 8 de enero de 2025, para viajar a Washington

Es discordancia entre la visión de la Casa Blanca y la gente –que muchos achacan a una pobre comunicación oficial– es uno de los rasgos más salientes del complejo legado de Biden. Su carrera de medio siglo culmina en la presidencia, el lugar al que siempre aspiró llegar. Pero su gobierno duró un solo mandato, un final anticipado que lo deja al lado de Jimmy Carter o George H.W. Bush. Y un final además empañado por su obstinación para buscar la reelección a los 81 años, y la brutal ofensiva de los demócratas para forzarlo a dar un paso al costado. Al final, Biden pasó la antorcha, como había prometido. Pero Biden y los demócratas igual fracasaron en su misión primordial: evitar el retorno de Trump al poder.

“Creo que yo hubiera derrotado a Trump, podría haber derrotado a Trump”, insistió Biden, por enésima vez, esta semana al responder preguntas de los periodistas al final de un discurso en la Casa Blanca. Kamala Harris, matizó después, también podría haber ganado.

Biden durante su discurso de despedida

La contundente victoria de Trump, sin embargo, sólo arraigó la sensación de que Biden se encaminaba a una paliza. Los demócratas querían un candidato más joven. Dos de cada tres norteamericanos pensaban que el país iba por el camino equivocado. Biden, un político llano y cordial que siempre se jactó de sus orígenes humildes, su simpleza y su habilidad para captar el pulso del país, se va con uno de los peores índices de aprobación de la historia para un presidente.

La economía ofrece quizá la mayor disonancia entre Biden y la gente. Biden dijo que deja “la economía más fuerte del mundo”, que su gobierno logró un “progreso transformador” y escribió “un nuevo manual” para hacer crecer la economía desde abajo para arriba –en contraste con la llamada teoría del derrame, a la que siempre criticó– que “beneficia a todos”. La Casa Blanca ofreció un puñado de datos para respaldar esas máximas. Estados Unidos creó 16,6 millones de empleos, un récord para un mandato. La economía creó empleo mes a mes durante todo el gobierno, otro hito, esquivando una recesión que nunca llegó. El desempleo promedio fue el más bajo en 50 años. Hubo un récord de 21 millones de nuevas pequeñas empresas creadas. Y aun con el peor pico de inflación de las últimas cuatro décadas, los salarios reales tuvieron la recuperación más fuerte del último medio siglo. La bolsa de Nueva York también marcó récords, y la riqueza ajustada por inflación subió un 37% para un hogar medio.

El presidente Joe Biden se reúne con el presidente electo Donald Trump en la Oficina Oval de la Casa Blanca en Washington el 13 de noviembre del 2024, días después de las elecciones

Pero la queja unánime de muchos norteamericanos es que la vida ahora es más difícil. Y que todo está más caro. Casi la mitad de los norteamericanos dicen que viven “sueldo a sueldo”, según una encuesta de Bank of America. Colectivamente, los norteamericanos acarreaban a fines del año anterior una deuda récord de casi 1,2 billones de dólares en sus tarjetas de crédito, casi el doble que a principios del gobierno de Biden, según la Reserva Federal. El oficialismo argumenta que la inflación fue un flagelo global que dejó la pandemia, y que bajó más rápido en Estados Unidos que en otras economías avanzadas. Pero a la hora de juzgar su gobierno, la gente parece mirar el nivel al que quedaron los precios en las góndolas, en los surtidores de las estaciones de servicio, o en las cuentas. El resultado: casi el 60% del país desaprueba la gestión económica de Biden, según un promedio de encuestas de opinión de RealClearPolitics.

En su raid de despedida, Biden fue la semana pasada al Departamento de Estado para brindar un discurso sobre su política exterior. Estados Unidos, dijo, está liderando al mundo una vez más. Biden fortaleció las alianzas históricas, amplió la OTAN al sumar a Suecia y Finlandia, puso fin a la guerra en Afganistán, la más larga en la historia de Estados Unidos, impulsó inversiones históricas para combatir el cambio climático, le dio un apoyo financiero y militar inclaudicable a Ucrania que le permitió resistir la invasión de Rusia, y manejó el duelo con China sin grandes sobresaltos. Al final, logró dejar un acuerdo de alto al fuego entre Israel y Hamas.

Biden, junto a Harris y Blinken, anuncia el acuerdo entre Israel y Hamas

“Gracias a nuestra administración, Estados Unidos está ganando la competencia mundial en comparación con hace cuatro años”, dijo Biden en su discurso en el Departamento de Estado. “Estados Unidos es más fuerte. Nuestras alianzas son más fuertes. Nuestros adversarios y competidores son más débiles. No hemos ido a la guerra para que estas cosas sucedan”, afirmó.

Pero la salida de Afganistán quedó grabada en el inconsciente colectivo por el caos y el retorno de los talibanes al poder, la guerra en Ucrania se estiró al punto que los norteamericanos ahora quieren que se termine ya –aun a costa de que Ucrania pierda territorio– y la guerra en Gaza por el ataque terrorista de Hamas a Israel le valió el sello de “genocida” por el brutal saldo de víctimas en la Franja. Más allá de sus intenciones, Biden nunca pudo sacarse de encima la sombra de un mundo en caos, una percepción explotada al máximo por Trump y sus aliados durante la campaña.

Biden deja la tasa de crímenes violentos más baja de los últimos 50 años, otro hito de su administración que Biden puso bien alto en la carta de despedida difundida por la Casa Blanca. Pero la preocupación de los norteamericanos por los delitos creció año tras año durante la presidencia de Biden, según sondeos del Centro Pew. El año último, casi seis de cada diez norteamericanos dijeron que bajar los delitos debía ser una prioridad. A fines de 2023, el 40% de los norteamericanos –la cifra más alta en tres décadas– dijo tener miedo de caminar solo de noche cerca de su casa, un pico desde principios de los 90, durante una de las peores olas de delincuencia en la historia del país.

Trump ató el delito a la inmigración y al “caos” en la frontera, un mensaje que volvió a catapultarlo a la Casa Blanca. La Casa Blanca destacó que, gracias a las últimas acciones de Biden, los cruces fronterizos ilegales habían disminuido en más del 60 por ciento y alcanzaron el punto más bajo desde julio de 2020, mucho antes de que Biden asumiera la presidencia. Igual, el veredicto de la gente es casi calcado al de otras áreas de la gestión: seis de cada diez norteamericanos –que ahora además quieren menos inmigrantes–le bajaron el pulgar a Biden.

A Biden le queda esperar que, tal como ocurrió con otros presidentes, los norteamericanos lo miren con mejores ojos una vez que se aleje del poder.

“Tomará tiempo sentir el impacto total de todo lo que hemos hecho juntos”, dijo Biden en su mensaje desde el Oval. “Pero las semillas están plantadas, crecerán y florecerán durante décadas”, auguró.