Si bien claramente podemos definir “barrio” como una subdivisión con identidad propia dentro de una gran metrópolis, en realidad es mucho más que eso; es casi una pequeña urbe que se vincula fundamentalmente a dos conceptos: el de territorio y el de sentimiento. En El libro del barrio, Liliana Barela y Mario Sabugo explican que ese territorio está directamente vinculado al espacio público (la calle, la plaza, la esquina), al espacio privado (la casa) y a las instituciones (la escuela, el banco, la iglesia). Y se relaciona con el concepto de sentimiento al vincularlo con nuestras cosas más queridas: la familia, los amigos, el colegio, el primer beso, la primera novia, el primer trabajo, etc.

El 18 de febrero de 1883, después de casi cuatro años de obras, la actual Iglesia de San José de Flores fue inaugurada con procesiones y una gran celebración popular.

Ahora bien, ¿de dónde viene el término “barrio”? Del árabe “barri”, que significa “exterior” o “afuera” de dónde también deriva “arrabal”. ¿Y cuáles fueron los primeros barrios porteños? Probablemente surgieron de la primera división de la ciudad en parroquias (1769), situación que llevó a que algunos porteños que no vivían en el centro, se empezaran a identificar presentándose como “soy de San Nicolás” o “soy de Montserrat”. Luego, acompañando el crecimiento de la ciudad, surgieron otros, más alejados del centro, como Barracas, La Boca o Recoleta. A posteriori, el ferrocarril, el tranvía y los loteos de los grandes latifundios posibilitaron el nacimiento de la gran mayoría de ellos. Sin embargo, solo dos tuvieron su origen en cabeceras de partido de la Provincia de Buenos Aires. Hablamos de Flores y Belgrano, que nacieron como pueblos y a lo largo del siglo XIX llegaron a ser verdaderas ciudades que recién se incorporaron a la Capital Federal a partir de 1888.

Quinta de la familia Carabassa hacia 1880.

La ampliación de la Capital

Durante la primera mitad de la década de 1880 uno de los grandes debates de la política nacional era si había que extender el territorio de la Capital Federal, creada en 1880 con los mismos límites del viejo municipio de Buenos Aires: el Riachuelo, Av. Sáenz – Boedo, Belgrano, Castro Barros – Medrano, Av. Rivera (Córdoba), el arroyo Maldonado y el Río de la Plata. La cuestión era si se necesitaba extender el territorio federalizado tomando parte de los partidos de San José de Flores y Belgrano. ¿Y esto por qué? Porque Buenos Aires recibía año tras año a miles de inmigrantes europeos y eso hacía necesario pensar en el crecimiento de la urbe. La gobernante Generación del ‘80 parecía obsesionada con que la metrópolis fuese la cara que la Argentina debía mostrar al mundo.

Plano del territorio cedido a la Nación, para el ensanche de la Capital Federal. 1888. Nótese que las porciones de Flores y Belgrano son mucho más grandes que lo que la ciudad medía hasta entonces.

Finalmente, y tras muchas discusiones, una ley de la Provincia de Buenos Aires del 28 de septiembre de 1887 cedió a la Capital Federal parte de los partidos de San José de Flores, Gral. San Martín y Belgrano. De esa manera, el 11 de febrero de 1888 los pueblos de Flores y Belgrano fueron incorporados al municipio de la Ciudad de Buenos Aires. Junto con la extensión de la Capital también se estableció la rectificación del nuevo límite del municipio y la creación de un bulevar de 100 m. de ancho, desde el Río de la Plata hasta el Riachuelo, que hoy es la Avenida General Paz y que se completó más de 50 años después.

Al ampliarse la zona federalizada de Buenos Aires, se incorporaron no solo los dos pueblos mencionados, sino también sus arrabales, entre los que están los actuales barrios de Caballito, Floresta, Núñez y Saavedra. Lo mismo pasó con una gran cantidad de quintas a lotear, de las que saldrían muchos otros barrios de los que hoy conforman la ciudad. ¿Y quiénes estaban destinados a ser sus pobladores? Obviamente la gran masa de inmigrantes que día a día arribaba al puerto de Buenos Aires con sus baúles cargados de sueños, entre ellos los de poder progresar y vivir una vida como nunca antes habían tenido.

Carro verdulero con simpática leyenda: “De Flores soy la flor, y del abasto, el mejor”.

El pueblo de San José de Flores

Durante años Buenos Aires creció hacia el oeste de manera piramidal. ¿Por qué? Porque era el sector de acceso principal a la ciudad ya que la actual avenida Rivadavia era el Camino Real del Oeste, por donde se llegaba a la gran mayoría de las ciudades del Virreinato del Río de la Plata e incluso hasta el Alto Perú. Además, en el oeste estaban los mataderos (Plaza Miserere) y las primeras quintas y chacras productoras de cereales, frutos y hortalizas con origen en las suertes (mercedes de tierra) del Pago de Matanza, que, junto con los de Magdalena y Monte Grande o La Costa, era uno de los tres establecidos desde los tiempos de la fundación de Buenos Aires.

Las suertes de chacra del Pago de Matanza, que tenían entre 300 y 500 m. de frente por una legua de fondo, habían sido repartidas por el gobernador Hernandarias a comienzos del siglo XVII. Una de ellas, que originalmente había pertenecido a Mateo Leal de Ayala, había sido comprada en 1776 por Juan Diego Flores y estaba aproximadamente limitada por las actuales Álvarez Jonte (el fondo de la legua), Gavilán-Esteban Bonorino, Balbastro y Varela-Bolivia.

Irreconocible: Carabobo y Rivadavia hacia 1930.

Cuando Flores murió en 1801, su viuda Antonia Fuentes y su hijo adoptivo Ramón heredaron la propiedad. ¿Y qué podían hacer con ese extenso terreno? Como la chacra era atravesada por el Camino Real del Oeste, una posibilidad era fundar un pueblo que llevara el apellido de Juan Diego y que sirviera como punto de concentración de los productos que venían de diversos puntos del país. Y así fue, nomás. El administrador Antonio Millán se encargó de la traza de la planta, que amplió con tierras de Quirno al oeste y de los herederos de Lorea al este. El pueblo original quedó delimitado por las futuras Aranguren, Fray Luis Beltrán-Lautaro, Directorio y San Pedrito-Nazca. Dentro de ese perímetro, los fundadores destinaron una manzana para plaza principal (la actual Pueyrredon, que durante décadas fue una simple parada de carretas), otra para iglesia y una tercera para matadero y mercado de frutos a fin de abastecer al pueblo.

Al mismo tiempo que se trazaba el pueblo de Flores, se fueron estableciendo las primeras casas en torno al Camino del Oeste. Acto de fundación no hubo, pero el 31 de mayo de 1806 ocurrió algo muy importante. Ese día fue creado el curato, al que se puso bajo la advocación de San José (de Flores). La primera capillita la empezaron a levantar los vecinos en la misma manzana donde hoy está la iglesia, pero sobre la actual Rivera Indarte. Luego vino un segundo templo, con frente a la actual Rivadavia; fue diseñado por el ingeniero español Felipe Senillosa y se inauguró en 1831. De estilo neoclásico, sirvió de modelo para las otras iglesias de la campaña de Buenos Aires; existió hasta que se empezó a construir la actual basílica, consagrada en 1883.

Las primeras menciones al Partido de San José de Flores datan de 1810, ya que ese año se designaron los alcaldes de hermandad del Cabildo porteño para el año siguiente. Esto ocurría mientras el pueblo crecía y se consolidaba como un núcleo de producción cerealero y frutihortícola que básicamente se encargaba de abastecer a Buenos Aires. El primer cementerio del pueblo (fuera del camposanto de la iglesia) se inauguró en 1832 en la manzana Varela, Remedios, Culpina y Tandil. Allí, las principales familias construyeron modestas bóvedas que debieron ser demolidas cuando se decidió su traslado al actual Cementerio de Flores (en la zona del bañado, sobre Balbastro, habilitado en 1867) y su posterior clausura para ser destinado a Corralón Municipal.

Cruzando (mal) la avenida Rivadavia, justo frente a la Basílica de San José de Flores.

En tiempos de la Confederación Argentina, Flores fue un pueblo bien federal. No por nada después de la batalla de Caseros (1852), muchas de sus propiedades fueron asaltadas y sus dueños desalojados. Tampoco casualmente, tras la revolución secesionista del 11 septiembre de 1852, el coronel rosista Hilario Lagos puso en sitio a Buenos Aires desde Flores e incluso, comenzó a publicar un diario que fue el primero editado en el partido: El Federal Argentino.

Durante el período en que duró la secesión de Buenos Aires con la Confederación (1852-61), Flores fue epicentro de muchos hechos trascendentes para la historia nacional: Justo José de Urquiza promulgó la Constitución Nacional en la quinta de la familia Unzué (Rivadavia entre Pumacahua y Carabobo) y en la casa principal de la quinta de Juan Nepomuceno Terrero (esquina NE de Rivadavia y Boyacá) se firmó el Pacto de San José de Flores. Según lo establecido en aquel tratado del 11 de noviembre de 1859, Buenos Aires volvía a ingresar en la Confederación, aunque con algunas condiciones.

A partir de 1857, Flores tuvo un gran impulso con la llegada del FC del Oeste (hoy Sarmiento), que con un recorrido de 10 km llevaba hasta la estación Floresta y completaba en una hora el viaje desde Buenos Aires. Para esa época fueron trazadas cuatro avenidas de circunvalación que daban límite al pueblo; hablamos de las futuras Directorio (al sur), San Pedrito-Nazca (al oeste), Avellaneda (al norte) y Carabobo-Boyacá (al este). Mientras tanto, varias familias porteñas empezaron a construir sus grandes quintas de fin de semana en la zona. Entre estas se destacaba el Palacio Miraflores (Av. Rivadavia 6433-65, demolido en 1941), una soberbia construcción con un extenso parque que tuvo origen en la sucesión de una propiedad de Inés Indart.

Miraflores, la residencia de Av. Rivadavia 6400 que Inés Indart legó a la rama Dorrego Ortiz Basualdo de su familia.

El 9 de mayo de 1867 se efectivizó la fundación del Club de Flores, donde los vecinos solían ir a jugar al ajedrez, a las damas, al billar o simplemente a leer los diarios porteños. Tres años más tarde, se consolidó la llegada del “progreso”. Fue cuando Mariano Billinghurst obtuvo la concesión de una línea de tranvías que en 1871 unió el pueblo con la Plaza de la Victoria (actual Plaza de Mayo). Fue a partir de ese momento que comenzó a surgir un pequeño centro comercial en torno a la estación de trenes y las paradas del tranvía. En esos años se pavimentó Rivadavia, se construyeron muchas viviendas nuevas, se inauguró el primer teatro, el primer nosocomio (que luego sería el Hospital Vecinal de Flores, hoy Hospital Dr. Teodoro Álvarez) y también el primer hotel, el Anglo Argentino, que estaba en Rivadavia entre Bolivia y Condarco.

En síntesis, a fines del siglo XIX Flores se empezaba a consolidar como el suburbio de una Buenos Aires que crecía de modo galopante. Las antiguas quintas se empezaban a lotear y los terrenos eran vendidos a una clase media que surgía vertiginosamente. Finalmente, y tras la definitiva incorporación del partido a la Capital Federal, el pueblo se convirtió en un barrio más de la ciudad aunque muy populoso: para 1914 ya tenía 77.700 habitantes.

La plaza General Pueyrredon, epicentro del barrio de Flores, hacia 1930.

El Flores de mediados del siglo XX tuvo una época de esplendor; su centro comercial llegó a contar con varias sucursales bancarias y en 1956 se inauguró la lujosa Galería San José de Flores (Av. Rivadavia 6836), que tiene una cúpula pintada por artistas argentinos de primer nivel (Castagnino, Policastro, Urruchúa). Tan próspero era aquel Flores que incluso el arquitecto suizo Le Corbusier lo propuso como la “ciudad-satélite del futuro”. Hoy es mayormente un típico barrio de clase media con sectores bien diferenciados (el Bajo Flores, por ejemplo) y un importante centro comercial. No obstante, como sus calles siempre fueron más tranquilas que las del centro, el transitar las arterias de su casco histórico suele seguir generando una sensación de naturaleza con reminiscencias de la antigua aristocracia local.

El pueblo de Belgrano

En lo que hoy es la esquina NO de Av. Cabildo y La Pampa funcionaba, a mediados de la década de 1850, una pulpería. Se llamaba La Blanqueada porque sus paredes estaban blanqueadas con la cal de la calera de moluscos fósiles que había sido descubierta en 1726 en lo que hoy son las Barrancas de Belgrano y que habían administrado los padres franciscanos. Por ese entonces, la actual avenida Cabildo era el camino principal que llevaba al pueblo de San Isidro, o sea, uno de los más importantes de la ciudad.

La avenida Juramento (por entonces Lavalle) y la iglesia Redonda, con un tramway a caballo, ca. 1895.

Aquel caserío vinculado a La Blanqueada, dependía administrativamente de la parroquia de San José de Flores, que estaba demasiado lejos del lugar. Por ese motivo, varios propietarios de la zona pidieron, en 1855, al gobierno de la Provincia de Buenos Aires la creación de un nuevo pueblo; la idea era simplificar los trámites administrativos. El gobernador Pastor Obligado aceptó la propuesta y el 23 de noviembre de ese año quedó fundado con el nombre de Manuel Belgrano. El primer ejido se diseñó en buena parte de los terrenos que habían sido confiscados a Juan Manuel de Rosas después de Caseros: un total de 66 manzanas delimitadas por las actuales La Pampa, 11 de Septiembre, Monroe y Cramer.

Al poco tiempo de la fundación, y para abastecer espiritualmente al vecindario del flamante pueblo, se rehabilitó una capilla que habían construido los franciscanos en la actual esquina de 11 de Septiembre y La Pampa. En 1878 se inauguró un segundo y definitivo templo, que es la actual iglesia de la Inmaculada Concepción (Vuelta de Obligado 2042), conocida desde un primer momento como “La Redonda”, debido a su particular planta circular. Esto ocurría a la vez que iba surgiendo la plaza principal del pueblo, que es la hoy General Manuel Belgrano. Por ese entonces, uno de sus grandes benefactores era Valentín Alsina, gobernador de Buenos Aires entre 1857 y 1859, que vivió en la que hoy es una de las casas más antiguas del barrio, de estilo academicista italiano (11 de septiembre 1990).

El 3 de diciembre de 1856, Belgrano se convirtió en cabecera de un partido judicial, separado de San José de Flores y San Isidro. Mientras tanto, el pueblo seguía creciendo; para 1857 ya funcionaban las dos primeras escuelas públicas del pueblo (una de niñas y otra de varones) y se había inaugurado el primer club social, en 25 de Mayo (Cabildo) y Necochea (Olazábal). En 1860, también se habilitó el primer cementerio, entre las actuales Blanco Encalada, Zapiola, Monroe y Cramer; funcionó hasta que, en 1875, se trasladó a lo que hoy es la Plaza Marcos Sastre (barrio de Villa Urquiza).

Juramento y Ciudad de la Paz, ca. 1895.

En la década de 1860 vio la luz el Hotel Watson, el más importante de Belgrano, que funcionaba en un edificio que todavía se mantiene en pie contiguo a la “Redonda” y que se destaca por su recova centenaria. ¿Y la Municipalidad del pueblo? No tuvo edificio propio hasta 1872, año en que se inauguró el edificio que actualmente es sede del Museo Histórico Sarmiento, en la esquina NE de Juramento y Cuba. Cabe destacar que, para entonces, el centro neurálgico belgranense ya era la esquina de Lavalle (Juramento) y 25 de Mayo (Cabildo).

1862 fue un año clave porque llegó al pueblo el FC del Norte (hoy Mitre, ramal Tigre), que se caracterizó por su tráfico suburbano de fin de semana; claro, al igual que Flores, por aquel entonces Belgrano era también una zona de quintas. En 1876 arribó a la zona una segunda línea, el FC Buenos Aires a Campana, luego FC Buenos Aires a Rosario (Mitre, ramal José León Suárez). Llegaba hasta el sur del pueblo donde se montó la estación Belgrano R, llamada así por el Buenos Aires a Rosario y para que no se confundiera con la Belgrano C del Central Argentino (antes FC del Norte). La construcción de la misma obligó al desalojo y demolición del Circo de Carreras, que fue el primer hipódromo importante de nuestra ciudad y ocupaba varias manzanas al sudoeste del casco fundacional belgranense.

El busto que Antonio Santa María encargó al escultor italiano Luigi Fontana fue inaugurado el 28 de mayo de 1899.

El primer tranvía que arribó a Belgrano lo hizo en 1872; fue un servicio de la empresa Tramway a Belgrano. Fue solo apenas ocho años antes de que el pueblo se convirtiera en capital de la república. ¿Y cómo llegó Belgrano a ser capital? Ocurrió en 1880 mientras se discutía la federalización de Buenos Aires y el gobernador bonaerense Carlos Tejedor se rebelaba contra el gobierno nacional. Cuando Tejedor asumió el control total de Buenos Aires, las autoridades nacionales debieron trasladarse a Belgrano y el presidente Nicolás Avellaneda la declaró capital provisoria de la república, situación que se mantuvo hasta que la sublevación fue sofocada. Durante ese tiempo, el Congreso Nacional sesionó en el Palacio Municipal (Museo Sarmiento) en tanto que el presidente se instaló, primero en el Hotel Watson (Juramento y Vuelta de Obligado, esq. NE) y luego en la casa de la familia Astigueta en la esquina SE de Vuelta de Obligado y Echeverría.

En 1883, Belgrano fue elevada al rango de “ciudad” por el gobernador Dardo Rocha. Para ese entonces, ya ostentaba siete escuelas con 525 alumnos, un colegio comercial, dos líneas de ferrocarriles, un servicio de tranvía a Buenos Aires y otro local, un hipódromo (el actual Argentino de Palermo), dos clubes sociales, un mercado de abasto, una biblioteca pública, una sucursal del Banco Hipotecario y una del Banco de la Provincia. Obviamente, duró poco como “ciudad”: en 1888 fue definitivamente incorporada a la Capital Federal.

En la actualidad, Belgrano posee varios sub-barrios, zonas bien diferenciadas como los casos de Belgrano R, el Barrio Chino o el Bajo Belgrano. Este último fue en el siglo XIX una zona planificada para los pobladores de bajos recursos e incluso nivelada con la basura de las clases altas: allí funcionaba el vaciadero de basuras del pueblo e incluso, también hubo un matadero. Estaba en la zona baja de las barrancas, que durante décadas constituyeron un lugar agreste con vegetación arbustiva y xerófila. Eso porque la actual Plaza Barrancas de Belgrano, recién se terminó de conformar en 1892, cuando el lugar fue trabajado por el célebre paisajista Carlos Thays.

El Castillo de los Leones, ubicado en la esquina SE de Luis M. Campos y José Hernández. Era una construcción de dos pisos de aspecto medieval, con torres almenadas. Fue proyectada en 1905 por los arquitectos Federico Luis Collivadino e Ítalo Benedetti para el italiano Juan Diatto

La tradición de Belgrano con el deporte es más que importante: en el barrio surgieron los dos primeros “grandes” del fútbol argentino: Belgrano A.C. (Virrey del Pino 3456) y el mítico Alumni (con origen en la B.A. English High School que desde 1906 está en Av Melián 1880). En cuanto a la tradición hípica, al Circo de Carreras y al Hipódromo Argentino de Palermo, le siguió el Hipódromo Nacional de Belgrano que funcionó entre 1887 y 1912 y que dio origen a la famosa frase “Pampa y la vía”. Esta oración nació por un tranvía que hacía un servicio gratuito hasta ahí: cuando alguien lo había perdido todo con las apuestas, solo tenía como seguro que se “quedaba en Pampa y la vía”. Cabe destacar que donde alguna vez funcionó el Nacional de Belgrano hoy se levantan el Barrio General Belgrano (conocido como Barrio River) y el Estadio Monumental del Club Atlético River Plate.

En la actualidad, Belgrano es un barrio mayormente de clase media alta y clase alta con un centro comercial de importancia en torno a la Av. Cabildo y una exclusiva zona residencial en Belgrano R. No obstante, hasta 1957 el aspecto general era más bien residencial y de casas bajas. Ese año el intendente Eduardo Bergalli sancionó el decreto municipal 4110/57, por el cual entró en vigencia una nueva reglamentación para los edificios construidos en altura. Ocurrió entonces que la construcción inusitada de edificios altos, entre 1961 y 1965, generó en Belgrano una gran transformación como pocos barrios porteños sufrieron. A partir de ese momento, las grandes residencias belgranenses fueron cada vez más difíciles de mantener por sus dueños y se convirtieron en un blanco fácil para la construcción de estas nuevas torres, que tienen un promedio de veinticinco pisos.

Avenida Juramento, justo donde comienzan las Barrancas de Belgrano.