Hay películas que, sin importar el paso de los años, siempre vivirán en los corazones y las mentes de millones de personas de todo el mundo. Este es sin dudas el caso de Dirty Dancing, la película de finales de los años 80 que catapultó a Patrick Swayze y Jennifer Grey a la fama internacional. Sin embargo, para esta última, la vida en el ojo público no fue tan fácil como pensaba, y la búsqueda de la perfección la llevó a someterse a una cirugía que le arruinó el rostro.
En el filme, Jennifer se puso en la piel de la sensual Frances “Baby” Houseman y enamoró a todos con sus pasos de baile. Pero cuando su popularidad escaló sintió que necesitaba un cambio para seguir siendo deseada por todos sus fanáticos. En una entrevista con el New York Times, en medio de la promoción de su libro, Out of the Corner, explicó cómo decidió someterse a su primera cirugía estética.
“Después de Dirty Dancing fui la novia de Estados Unidos, lo que pensaba que sería la clave para desbloquear todas mis esperanzas y sueños. Pero no fue así. No había un excedente de papeles para actrices con imágenes como la mía”, explicó Grey. Más adelante, explicó que su equipo le aseguró que “el problema era su nariz”. Si bien a ella no le acomplejaba, se lo repitieron tanto que tomó la decisión de pasar por el quirófano para hacerse una rinoplastia.
Tal como habían pronosticado quienes le aconsejaron que se opere, a partir de la cirugía le empezaron a ofrecer más papeles en Hollywood y empezó a ganar más dinero. Sin embargo, en 1992, durante el rodaje de la película Wind, el director notó que se le veía un pedazo de cartílago en la punta de la nariz, por lo que Grey entró al quirófano por segunda vez.
Para su sorpresa, su nariz quedó “torcida y empequeñecida”, lo que hizo que Jennifer quedara irreconocible, incluso para algunas personas cercanas a ella. A causa de la intervención estética, pasó de ser una de las figuras más buscadas del momento a convertirse en una completa desconocida.
“De la noche a la mañana perdí mi identidad y mi carrera”, aseguró la actriz. Además, según cuenta, en una alfombra roja el propio Michael Douglas no logró reconocerla. “Esa fue la primera vez que salí en público. Pasé a ser completamente invisible de un día para otro. A los ojos del mundo, ya no era yo”, detalló en una entrevista con la revista People.
En una charla con la reconocida periodista estadounidense Katie Coutic, Jennifer aseguró que ese fue el momento más solitario de su vida. “Fue muy devastador. Y ser tan incomprendida en todo el mundo durante décadas… La falta de generosidad y humanidad me hirió tanto”, expresó. Tras la operación “no podía encontrar trabajo”, por lo que se le dificultó inclusive hacer el dinero suficiente para subsistir.
Hoy, con todo ese dolor superado, la actriz admite a sus 64 años que esa experiencia traumática le dejó una gran enseñanza de vida. “Ahora soy más feliz que nunca y me siento muy agradecida de haber sobrevivido. Y no pienso en mí o en mi nariz. Pienso en lo que he contribuido en esta vida, como madre, como amiga…”, sentenció.