Este miércoles, a los 73 años, murió en la ciudad de Buenos Aires la escritora y traductora Milita Molina. Había nacido el 22 de agosto de 1951, en la ciudad de Santa Fe (su nombre era Juana Emilia). Autora de una obra impar y excéntrica, no tuvo hasta los últimos años, con el lanzamiento en 2021 de Trilogía y, en 2024, con la compilación Destreza del Desesperado, el reconocimiento que merecía. La mayor parte de su obra se encuentra en el catálogo de Editores Argentinos y hasta las últimas semanas trabajaba en nuevos proyectos. Tradujo con Isabel Stratta los prefacios de su amado Henry James (pequeños tratados de teoría literaria) y Recordando a Beckett, de James y Elizabeth Knowlson.
El viaje de cinco siglos del libro de horas de unos nobles catalanes que vende un anticuario en Suiza
Se graduó como profesora de Letras para la enseñanza media y superior en la Universidad Católica de Santa Fe. En Buenos Aires, se desempeñó como profesora de Literatura del Siglo XIX en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires e investigadora de los equipos de investigación UBA-CyT. En 2006 se convirtió en profesional principal del Conicet. También tradujo a William Burroughs, Jack Kerouac y Raymond Federman. Publicó las ficciones Fina voluntad (1993), Una cortesía (1998), Los sospechados (2002), Melodías argentinas (2008) y Mi ciudad perdida (2012). Escribió diversos ensayos sobre Edgar Allan Poe, Friedrich Hölderlin y Marina Tsvietáieva, y sobre Leónidas Lamborghini, Sergio Chejfec y Oscar Masotta. Esos trabajos fueron reunidos en La misma música. En 2017 publicó su ensayo Nicolás Rosa, acerca del profesor y ensayista, en la editorial de la Universidad Nacional del Litoral.
“Conocí a Milita Molina, La Emperatrice, hace más de doce años -dice a LA NACION la escritora e investigadora Agustina Pérez-. La última vez que la vi fue hace dos semanas. Nos juntamos en el ‘Salón de Fumar, así llamábamos, lamborghineanamente, a su living, un espacio singularísimo en un PH de Boedo. Milita me encomendó una obra, de la que ella es protagonista principal, Teatro Possum, y estábamos corrigiendo su libro La Puta Gente con Miguel Vega Manrique para publicar en mi editorial, Ediciones Chinatown. El año pasado, en un gesto de reparación histórica, también con Vega Manrique editamos Destreza del Desesperado por la editorial Cántico en España, una paleta de sus obras del 2000 en adelante. La Ida de Milita, como la Ida de Fierro, espero que a La Gran Llanura Eclesial, con su Osvaldo Lamborghini, su Beckett, y su Sir Javier, su esposo de más de treinta años fallecido el año pasado, nos deja más solos que siempre. Pero habrá que seguir trabajando para darle lugar a esta escritora, la mejor de lo que va del siglo XX en Argentina, para que tenga finalmente el lugar que merece y que muchas personalidades de la cultura ignoraron, de alguna u otra manera”.
LA NACION pudo saber que editores de sellos grandes y medianos estaban interesados en la literatura de Molina. Los derechos de su obra quedan a cargo de su hermano, el psicólogo Juan Molina, el único heredero. “Es una enorme pérdida en todo sentido”, dijo.
Murió Milita Molina, extraordinaria escritora argentina que no fue reconocida como se merecía. Milita era una gran persona y había enviudado hace poco. Terrible pérdida.
— El fantasma de Quintín (@FantasmaQuintin) January 23, 2025
“Yo siempre decía, un poco en broma y un poco en serio, que Milita era la mejor escritora de la Argentina, y quizás del mundo -dice el escritor Mariano Dupont a este diario-. La hipérbole me sigue pareciendo válida. Sobre todo si se tiene en cuenta la insustancial medianía de las prosas actuales, autóctonas y foráneas, y no solo de las prosas. Gente haciendo los deberes. En ese mundo calentito, confortable, de ‘codo con codo’, las torsiones jocotrágicas que Milita le hacía al lenguaje no tenían cabida. La singularidad de una obra, como dijo Leónidas Lamborghini, te deja solo. Por eso es triste y cómico a la vez ver ahora, con la noticia de su muerte, cómo salen muchas personas a manifestar su congoja, cuando en vida de ella ni siquiera se tomaron el trabajo de leerla, y mucho menos de escribir sobre sus libros. Demasiado rara, demasiado difícil. Clones del Lector Cadáver, para decirlo con sus palabras, ese que ‘llega hasta ahí, atisba, ve, incluso, y en lugar de avanzar, retrocede, como si esa experiencia no lo hubiera tocado’. La vamos a extrañar”.
“Creo que lo que escribo, si bien es pura concentración, puro clavar en el mismo clavo, es una concentración paradójicamente fugaz”, le dijo a Dupont en una entrevista. Molina fue muy amiga de otro autor “demasiado raro” de las letras locales, Luis Thonis, que murió en 2016.
Tuve la suerte de tenerla de profe y de editar un libro suyo, Una cortesía (1998). Por más literatura astillada, incompleta, inacabada, que transforme y trastoque. Adiós, Milita. https://t.co/vTNDzw2hzN
— marina mariasch💚 (@purasensacion) January 24, 2025
“Se fue Milita Molita, partió de ‘este siempre-páramo, el desierto’ y deja en el aire ‘lo inconmensurable de la partida’ -dice, citando palabras de la escritora, el editor Esteban Bértola, de Editores Argentinos-. Autora de un solo texto, como insistió en decir, autora fuera de serie, lo escribió todo en su obra, por eso no es necesario decir mucho. Los lectores tendremos nostalgia de cada nuevo ‘bodrio’, cada nueva entrega que sigue atrayendo, fascinando, descolocando e incomodando: ahora venían los Berretines, había retomado La Puta Gente, se acababa de publicar en España la antología Destreza del desesperado… Y seguía… La literatura tendrá nostalgia de Milita Molina y no podrá, como ella, urdir una trama del revés para reírse. Nos queda su voz, una voz más bien grave, que conoce de distancias, de risa, de soledad y dolor, una voz que es eternidad dorada. Vamos a extrañar a Milita Molina, que descanse en paz”.