En una mañana de verano en el Club Universitario de Rosario, la pileta se transforma en un espacio de energía y camaradería. Hombres y mujeres, con gorros de colores y rodeados de flotadores, disfrutan del agua al ritmo de la música, guiados por la profesora Lliana Jujnik. “Aquagym es la actividad más completa que puede haber para el adulto”, dice la profe, mientras las risas y los saludos cruzan la superficie. La escena refleja el espíritu de una disciplina que, más allá del ejercicio, promueve la diversión y el encuentro.
La experiencia grupal y el ambiente de la clase son el corazón del aquagym. “Es divertido, nos movemos para todos lados, no sentimos ningún dolor. Todo bárbaro. Y somos mariposas en el agua”, relatan Mavi y Alicia, alumnas habituales, entre risas y gestos de complicidad.

La intensidad de la clase no resta alegría: “Muy intensa, pero siempre con alegría”, insisten. Para Stela Maris, otra participante, la libertad de movimiento es fundamental: “En el agua me siento libre y capaz de movimiento, de todo tipo de movimiento que me ayuda un montón a recuperar mi musculatura”.
Según Jujnik, la socialización ocupa un lugar central: “Socializar, conectar con las personas, con todo lo que tenga que ver con lo social, es superimportante. Estas actividades generan justamente eso, la parte social, donde el alumno tiene ganas de venir a moverse un rato, a divertirse y a dar lo que puede dar”.

Los beneficios físicos y de salud del aquagym cuentan con el respaldo de profesionales. El médico clínico Jorge Kilstein (matrícula 11511) destaca: “El aquagym es una actividad física, aeróbica, que se realiza contra la resistencia del agua y que es muy útil para las personas, sobre todo con dificultades en la movilización; y para las personas mayores. Ayuda a coordinar, a mejorar el equilibrio, la capacidad aeróbica, y no genera impacto en las articulaciones, ideal para quienes sufren de artrosis o están en rehabilitación”.
Kilstein recomienda una evaluación cardiológica previa, pero resalta que “es una actividad muy recomendable, muy sana, que mejora la salud cardiovascular, la salud respiratoria y que también tiene efectos beneficiosos en la calidad de vida, en la calidad del sueño y en el control del estrés”.
Quiénes pueden practicarlo
Cecilia Sosa Holub, instructora de natación y profesora de educación física, amplía el panorama: “El perfil de las personas que quieren realizar esta actividad es muy amplio. Pueden realizarla personas jóvenes, adultos, adultos mayores, personas que han tenido o sufrido alguna lesión y también embarazadas. Vienen con indicaciones médicas para hacer un trabajo aeróbico, trabajar la flexibilidad, la salud cardiovascular, la resistencia, la respiración, tonificar, estimular la flexibilidad”.

Sosa Holub observa cambios notables tras algunas semanas: “Se mejora la flexibilidad, la resistencia. Las personas mayores se sienten más ágiles, expresan alivio de dolores de espalda, de columna, de cervicales”.
El componente lúdico y emocional es otro pilar de la disciplina. Sosa Holub lo describe así: “El ejercicio en el agua y el estar en grupo y escuchando música y divirtiéndose, provoca la liberación de endorfinas, que contribuye al bienestar personal, a la salud mental y a disfrutar de la actividad”.
Para las alumnas, la diversión es inseparable del ejercicio: “Nos hace bien para la salud. La pasamos muy, muy lindo”, aseguran Mavi y Alicia. Jujnik coincide: “Nos transmite mucha alegría, diversión, al mismo tiempo que estás entrenando”.

La socialización y el valor del grupo trascienden la pileta. Ezequiel Roche, profesor de educación física en el Náutico Sportivo Avellaneda de Rosario, observa: “Todos y todas las participantes de las clases usan el espacio como punto de encuentro antes, durante o después. Se ve ese intercambio, se organizan incluso por fuera para juntarse a comer o tomar mates, hay quienes se terminan yendo juntos de vacaciones”.
Una actividad segura y accesible
La accesibilidad y la seguridad son aspectos fundamentales. Sosa Holub aclara: “Las personas que no saben nadar pueden realizar la actividad tranquilamente porque no es necesario sumergir la totalidad del cuerpo. Se realizan actividades con flotadores que son muy seguros y también permiten amplitud de movimientos sin impactos”.
Roche coincide: “Todo el mundo es bienvenido, muchas personas comienzan con ejercicios adaptados o elementos de flotación que les ayuden a enfrentar su miedo y, con el correr del tiempo, toman confianza”.

Sobre las condiciones ideales, Sosa Holub recomienda: “La temperatura ideal para trabajar aquagym es entre los 28 y 31℃. La profundidad ideal es entre 1,30 y 1,50 metros para que la persona pueda estar de pie y realizar ejercicios con la resistencia del agua desde sus hombros”.
Roche agrega: “En adultos mayores la regulación térmica muchas veces comienza a fallar, por lo que a veces es difícil que no pasen frío, y la profundidad siempre es de 1,30 metros aproximadamente, puede variar más o menos 10 o 15 centímetros, por seguridad más que nada”.
Una actividad con historia
El aquagym tiene raíces históricas profundas. Los beneficios del agua se conocen desde la antigua Grecia y Roma, donde las termas ofrecían piscinas de diferentes temperaturas y espacios para el ejercicio físico y la relajación.
En la década de los 80, la actriz italiana Eleonora Vallone popularizó la disciplina tras rehabilitarse de un accidente automovilístico y fundar una escuela de fitness acuático en Roma, sentando las bases del aquagym moderno.

Más allá del clima festivo y de la dinámica grupal, cada sesión es un entrenamiento estructurado que exige compromiso y continuidad. La música, el juego y la socialización no diluyen el propósito central: trabajar la fuerza, la resistencia y la movilidad con la resistencia natural del agua.
La disciplina combina técnica, planificación y objetivos concretos, y convierte ese espacio de encuentro en una instancia de ejercicio real, sostenido y eficaz.