La fragata clase Duke Tipo 23 de la Marina Real HMS Northumberland es fotografiada antes de su visita al puerto de Dar Es Salam, Tanzania, el 28 de diciembre de 2012. Fuente: Wikipedia

El gobierno británico se prepara para dar un golpe de efecto en la industria naval europea: Londres mantiene negociaciones avanzadas con Dinamarca y Suecia para la construcción de fragatas de nueva generación en astilleros escoceses, un movimiento que podría reforzar tanto su peso diplomático en el norte de Europa como su capacidad de competir con Francia en el mercado de defensa.

La primicia fue adelantada por el Financial Times. Según el diario británico, un acuerdo con Copenhague está prácticamente cerrado, mientras que las discusiones con Estocolmo avanzan con buena sintonía, aunque más complejas debido a que Suecia evalúa también una oferta alternativa de Francia.

El proyecto gira en torno a la fragata Type-31, conocida como Arrowhead 140, un buque multipropósito diseñado para la Royal Navy y fabricado por Babcock International en Rosyth, Escocia. Dinamarca estaría cerca de confirmar la compra de tres unidades este mismo mes, con la posibilidad de ensamblar barcos adicionales en su propio territorio. Suecia, por su parte, estudia la adquisición de cuatro fragatas, con decisión prevista antes de fin de año.

Las negociaciones llegan en un momento de máxima tensión en el Ártico y el Atlántico Norte, regiones donde el Kremlin ha intensificado la actividad de submarinos y vuelos militares. Para los países escandinavos, reforzar su flota es parte de la estrategia de disuasión tras la invasión rusa de Ucrania en 2022. Dinamarca es miembro fundador de la OTAN; Suecia se incorporó en 2023, rompiendo décadas de neutralidad.

El giro estratégico ha venido acompañado de un salto presupuestario. En febrero, Copenhague anunció un fondo extraordinario de unos 7.000 millones de dólares para elevar el gasto militar por encima del 3% del PIB, el mayor nivel en más de medio siglo. En Estocolmo, el presupuesto de defensa ascendió a unos 12.000 millones de dólares en 2024 (2% del PIB) y está previsto que alcance el 2,6 % en 2028, con inversiones acumuladas de 27.000 millones de euros hasta 2030.

Espectadores observan la llegada del nuevo portaaviones de la Marina Real Británica, el HMS Queen Elizabeth, a su puerto base en Portsmouth, Reino Unido, el miércoles 16 de agosto de 2017.Fotógrafo: Luke MacGregor/Bloomberg

Para Londres, la venta a escandinavos sería además un espaldarazo a su estrategia de “diplomacia industrial”. El primer ministro laborista Keir Starmer ha identificado al sector de defensa como un motor de crecimiento económico, y las exportaciones de fragatas se presentan como una prueba de competitividad británica en un mercado global que superó los 2,7 billones de dólares en gasto militar el año pasado, según el SIPRI.

El contrato beneficiaría directamente al astillero de Rosyth, donde el pedido original de cinco fragatas Type-31 para la Royal Navy ya sostiene unos 2.500 empleos calificados. La industria naval escocesa en su conjunto representa el 19% de los puestos de trabajo del sector en el Reino Unido. En 2024, la construcción naval británica generó más de 3.500 millones de dólares de producción económica, con un crecimiento del 72% desde 2019.

El gobierno británico y la propia Babcock han confirmado que existen conversaciones activas. La compañía señaló en un comunicado que trabaja en “oportunidades potenciales para el diseño y la construcción de fragatas para Dinamarca, y también, junto a nuestro socio Saab, para la Marina sueca”.

La competencia de Francia, sin embargo, sigue abierta. París firmó en junio un plan de cooperación con Estocolmo para reforzar la relación militar bilateral, lo que mantiene a sus astilleros en la carrera. La decisión final, según recordaron funcionarios suecos, corresponde a la agencia independiente de adquisiciones de defensa.

La ministra de finanzas de Reino Unido, Rachel Reeves, en una visita a Babcock International, en Rosyth, Escocia, el viernes 14 de marzo de 2025 (Mike Boyd/PA vía AP)

En paralelo, Londres celebró esta semana el mayor contrato de exportación naval de su historia: la venta de cinco fragatas Type-26 a Noruega, que se construirán en Glasgow bajo la dirección de BAE Systems. Ese encargo asegura carga de trabajo para la mayor ciudad de Escocia durante una década.

El secretario de Defensa, John Healey, celebró el pacto con Oslo como prueba de que “la industria británica de defensa es líder mundial”. Un mensaje que Downing Street espera repetir con Copenhague y Estocolmo, reforzando así una red de aliados en el norte de Europa en momentos de incertidumbre sobre el compromiso de Washington con la seguridad transatlántica.

El debate se inscribe en un clima donde el presidente Donald Trump ha cuestionado la validez de las garantías de seguridad estadounidenses, empujando a los países europeos a estrechar sus lazos en materia de defensa.

En Escocia, la expectativa es doble: contratos que aseguren empleos en regiones históricamente golpeadas por la desindustrialización, y una oportunidad para posicionar a sus astilleros como pieza central de la seguridad del continente. En Rosyth, sobre la costa del Firth of Forth, el eco de cada fragata construida resuena mucho más allá de sus muelles: es el sonido de un país que busca reafirmar su lugar en la arquitectura de seguridad europea.