“Para mí la vida es un aprendizaje constante”, afirma Andrea Frigerio, quien a sus 64 años propone una mirada distinta sobre el envejecimiento, alejada de los estereotipos y centrada en la aceptación, el autodescubrimiento y la flexibilidad emocional. Su relato, atravesado por experiencias personales y profesionales, invita a repensar el paso del tiempo como una oportunidad de crecimiento y bienestar.

Dueña de una belleza singular, se relaciona con eso de modo natural. Se considera “una chica como todas”, de “las que viven en Buenos Aires”.

“Nací en Capital Federal, fui a un colegio de monjas. Terminé el secundario y entré a la universidad. Yo estudié Biología en Exactas en la UBA. Era un poco un mandato familiar pasar por la universidad. Yo soy hija de un ingeniero civil y de una maestra. Entonces, esa mezcla de, bueno, persona de familia de clase media que tiene que superarse y estudiar. En mi casa se hablaba mucho al respecto. El valor de la formación y la educación siempre fue muy destacado”, recuerda Frigerio sobre su infancia y los mandatos familiares que marcaron sus primeras decisiones.

La maternidad llegó temprano en su vida y, con ella, un giro inesperado. “Entré a los diecisiete años y a los veinte años me fui porque lo tuve a Tomi”, relata sobre su paso por la universidad. “Mientras estaba en la universidad conocí al papá de Tomi, a Eduardo, y, bueno, me quedé embarazada y me casaron en treinta segundos. En ese momento era así. O sea, yo no llegué a decir ‘estoy em…’, que ya estaba en la iglesia con el vestido y ya nos casaron en realidad. Y nació Tomi cuando yo tenía veinte años y ahí empezó mi vida de mamá”.

La llegada de su primer hijo la llevó a tomar decisiones que priorizaron el bienestar familiar. “En un momento dije: ‘Bueno, voy a empezar a trabajar yo, así vos te recibís de arquitecto, después yo vuelvo a la Biología’. Y bueno, no volví nunca más. Y empecé a trabajar como modelo y me fue muy bien. Tenía como el tipo físico de lo que en ese momento estaba de moda. Enseguida me recibieron en la agencia Ricardo Piñeiro en ese momento y no paré”, cuenta sobre su ingreso al mundo de la moda, un ámbito que, aunque exitoso, no colmaba sus inquietudes personales. “Me quedé en un mundo que me gustaba más en lo personal que en lo profesional, porque el de la moda no era un mundo que yo manejaba fácilmente. Y bueno, fui aprendiendo, y me divertí y gané plata y me fue muy bien y triunfé como modelo, pero internamente yo sentía que me faltaba algo. Era como el oficio mudo”.

Andrea Frigerio:

La maternidad y la familia siempre ocuparon un lugar central en sus decisiones. “Siempre prioricé ser madre. Con Fini me pasó lo mismo. Incluso en las decisiones de las campañas”, afirma. La intuición y la autoescucha se convirtieron en sus principales guías: “Para mí son más importantes los no que los sí. Cuando algo me hace ruido, tengo una frase de cabecera que es: si hay duda, no hay duda. Y claro, cuando hay duda, uno dice: ‘¿Lo hago o no lo hago? ¿Te parece o no te parece?’. Empezás a dar vueltas. Para mí si hay duda, no hay duda de que es no. Es no”.

El tránsito profesional de Frigerio la llevó de la biología a la moda y, más tarde, a la actuación y la conducción televisiva. “Una vez le escuché decir a Graciela Borges que el talento ocupa su lugar natural, ¿no? Uno por ahí no está informado, no sabe o no le da lugar a cosas que tiene adentro, porque, bueno por los mandatos familiares, hay que ser profesional, pero todo se va abriendo paso. No sé de qué depende, no sé si es una fuerza interna que pugna por salir o es algo divino que te arrastra, que vos tomas esas decisiones. No sé qué pasa, pero lo he comprobado no solo en mí, sino en muchas amigas mías y personas que conozco, que cuando hay algo adentro que ni uno está enterado que tiene, finalmente no se puede tapar. Es como querer tapar el sol con las manos. No se puede. Eso sale finalmente”.

Sobre la actuación, asegura que lo que más le gusta en la vida es “interpretar vidas ajenas”. “Me gusta mucho ser otras personas”, enfatiza, pero admite que “el estigma de la modelo” la acompañó por mucho tiempo. Sin embargo, sostiene que no la ofende la mirada del otro: “Solo me importa lo que dicen los que me quieren y quiero. Después del resto, no, no me hago cargo.”

La relación con su familia, especialmente con sus padres, marcó su camino. “Para papá fue un baldazo de agua fría. Para mamá no, mamá era mucho más divertida y todo esto. ‘Ay, ¡qué divertido!’, me decía: ‘Qué bueno, yo te acompaño’. Era mi fan, todo lo que yo hacía le parecía espectacular. Para mi papá no, que como ingeniero civil era bastante más rígido”, relata sobre el impacto de sus decisiones en el entorno familiar.

El paso del tiempo y la autoimagen son temas que Frigerio aborda con honestidad y sin tabúes. “Decidí hace unos cuantos años no operarme. Me parece que operarme la cara, o sea, estirarme o hacerme cambios dramáticos así en la cara, atenta primero contra mi forma de ser. A mí me gusta mirarme en el espejo y encontrarme a mí. Me gusta encontrar a mi mamá, que ya no la tengo físicamente conmigo, entonces yo me parezco bastante a ella. Y encontrar a mi papá, también me parezco, tampoco está conmigo físicamente. Entonces lo veo y, y me encanta. Hay partes, rasgos que heredé de mi papá y de mi mamá. Entonces pensé en un momento: ¿mirá si voy a un quirófano y me saco a mi mamá y a mi papá de la cara? Y, me muero”.

La actriz sostiene: “Alguien le tiene que poner la cara al paso del tiempo, ¿no? Porque si todas las que tenemos determinada edad nos hacemos de cuarenta o de cincuenta o qué sé yo, yo tengo sesenta y cuatro, digo la edad, pero si no queremos, digamos, hacer roles de personas más grandes o preferimos estirar más nuestra juventud, entonces ahí nos quedamos sin esos actores, esas actrices, ¿entendés? Y bueno, entonces ya acá estoy yo, que tengo la edad que tengo”.

La flexibilidad emocional y física es otro de los pilares de su bienestar. “Hay otra frase que recibí de una maestra de yoga que se llama Indra Devi, que fue mi maestra hace muchos años. Ella decía dos cosas que me marcaron para siempre. Uno, la mente es un mono loco que salta de rama en rama. Entonces cuando se va muy lejos es muy difícil traerla. Siempre hay que tenerla cerquita, ¿no?, y controlada y amorosamente controlada, no retándola, no autoflagelándonos cuando hacemos algo que no está bien, sino al contrario, ser amorosos con uno mismo, ¿no? Decirnos las cosas con amor. Como le diríamos a nuestros hijos, hablarnos así a nosotros. Y la otra, ella decía: ‘La edad de las personas es la edad de la columna de las personas’. Cuando uno tiene una columna rígida, es viejo, no importa la edad que tenga. Cuando uno tiene una columna flexible, es joven, no importa la edad que tenga. Entonces cuidar la columna, ser flexible, digamos, que también te ayuda a ser flexible mentalmente”.

Decidió no operarse, pero sí mantiene una rutina de cuidado y asegura que la felxibilidad de la columna es el principal resguardo contra el envejecimiento

En cuanto a sus rutinas de autocuidado, destaca la importancia de los hábitos sencillos y sostenibles. “Tuve dos abuelas que me han ayudado mucho a entender la importancia de cuidar el cuerpo. Mi abuela Paulette, que vino de chica de Francia, era una mujer muy sabia. Me decía que en la mesa todos los colores, quiere decir, todas las verduras, un poquito de cada cosa, nada que no. Las harinas, yo desde chica no soy fanática de las harinas. No era una chica que iba al quiosco. No como golosinas. Y después esto de estar un rato en el verde, estar al sol, tener relaciones lindas, un buen vínculo familiar, no estar peleado, no buscar discusiones, tener amigas. No mucho más que eso. Dormir bien. Lo que se escucha normalmente. Tomar agua, cuidarse la piel y no forzar la máquina, sobre todo”.

La gestión emocional y la autoobservación son prácticas que Frigerio considera fundamentales. “Estoy muy suplementada, digamos. Yo hace mucho tiempo voy a una médica integral que se llama Julieta Moras, que después de análisis muy profundos me dice: ‘Te falta esto, te sobra esto, vamos a hacer esto, vamos a hacer lo otro’. Yo no me automedico. Sí estoy muy monitoreada por profesionales, en este caso por ella. Entonces es difícil que me enferme. Entonces cuando me enfermo por algún motivo o tengo algún dolor o algo, empiezo a revisar el porqué, ¿no? Empiezo a pensar: ‘¿Qué me pasó? Por ahí me peleé con alguien o por ahí tuve un disgusto o por ahí no me salió bien un trabajo o no estoy durmiendo bien por algo’. Todo eso lo voy revisando al milímetro, al milímetro”.

La actriz sostiene que la vida no debe entenderse como una curva descendente, sino como un proceso de aprendizaje continuo. “Mucha gente tiene como una curva en su mente sobre la vida. Dicen: uno nace, crece, llegas a un momento máximo y después de a poquito como que la vida se va apagando y te morís. Esa es una curva mental posible que uno puede tener. En cambio, yo tengo otra curva, también desde que soy chica, que para mí la vida no tiene que ver con las cuestiones cronológicas, ni cómo el cuerpo evoluciona a medida que la vida transcurre. Para mí la vida es un aprendizaje. Entonces la curva siempre es ascendente”.

Reconoce que sus prioridades han cambiado con el paso de los años. “Cambian las prioridades, porque uno cuando es chico, el tiempo no lo valora mucho, proque tiene toda la vida por delante. Ni te das cuenta que el tiempo pasa así. Llega un momento de la vida que uno sabe que el tiempo se termina y es finito. Y para aprender, para seguir aprendiendo, tiene que estar con los motores encendidos, con el radar prendido. Entonces, aprendí a disfrutar el tiempo y a darme cuenta de que es más importante el tiempo que la plata, mi tiempo personal que mi tiempo profesional”.

En su definición de felicidad, Andrea Frigerio es clara: “La felicidad es estar en paz con uno. No hay muchos secretos. ¿Qué es la felicidad? Bueno, para cada uno será algo diferente, pero para mí la felicidad es eso, estar en paz conmigo misma. Y entonces todas las decisiones que tomo, las tomo con esta premisa: ¿me va a sacar mi paz hacer esto?”

Su testimonio, auténtico y valiente, impactará seguramente en quienes transitan el envejecimiento y los cambios vitales e inspirará a otros a encontrar su propio bienestar y paz interior.

FOTOS: Adrián Escandar