Con meses de retraso, el Bundestag aprobó el presupuesto de 2025, que marca un giro histórico en la política fiscal alemana. El plan eleva el gasto público a 502.500 millones de euros y autoriza un endeudamiento de 81.800 millones, rompiendo con la cautela presupuestaria que caracterizó a Alemania durante más de una década. El paso más significativo, sin embargo, es la decisión de duplicar el gasto en defensa en los próximos cinco años, con el objetivo de alcanzar el 3,5% del PIB en 2029, frente al 2% logrado en 2024. El aumento se sustenta en fondos especiales creados tras la invasión rusa de Ucrania y en la flexibilización del “freno de deuda” constitucional.
En cifras absolutas, el presupuesto militar alemán pasará de unos 95.000 millones de euros en 2025 a más de 160.000 millones en 2029, según estimaciones divulgadas por Reuters y Defense News. La estrategia responde a lo que Berlín describe como una “amenaza rusa”, y se articula con el compromiso asumido en la OTAN de elevar el gasto de defensa por encima del umbral del 2% del PIB.
El ministro de Finanzas, Lars Klingbeil, declaró ante el Parlamento que el gobierno “da prioridad absoluta a la vuelta del crecimiento económico en Alemania y a la preservación de los empleos”, aunque reconoció que el incremento militar debe ser gestionado con eficiencia.
La magnitud del salto sitúa a Alemania entre los países de la OTAN con mayores niveles de gasto. Según datos del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), el gasto militar global alcanzó en 2024 un récord histórico, y Europa fue una de las regiones con mayor crecimiento.
Polonia lidera con fuerza en el bloque: dedicó alrededor del 4,2% de su PIB a defensa en 2024, en gran parte como reacción a la guerra en Ucrania. Suecia, que se unió a la OTAN en 2023, ha anunciado que elevará su gasto al 2,8% en 2026. Reino Unido ya destina cerca del 2,3% y ha fijado la meta de alcanzar el 2,5% en 2027, mientras que Francia se mantiene alrededor del 2,1%, con incrementos previstos para los próximos años. Tanto París como Londres cuentan con fuerzas armadas nucleares, un factor que les otorga peso adicional en la arquitectura de seguridad europea.
El contraste histórico es notorio. Alemania gastaba solo 1,38% del PIB en 2022. El giro, bautizado como Zeitenwende por el canciller Olaf Scholz en 2022, se ha convertido ahora en política de Estado bajo Friedrich Merz, quien asumió el cargo en mayo de 2025.
La narrativa oficial es que el país no puede seguir siendo un “gigante económico con pies de barro militar”, en palabras utilizadas en varios foros parlamentarios. Este viraje consolida a Berlín como segundo contribuyente neto de defensa en Europa, detrás del Reino Unido.
La decisión, sin embargo, no está exenta de tensiones políticas. El gobierno de coalición entre conservadores y socialdemócratas aún debe pactar los presupuestos de 2026 y 2027, en un contexto de recesión y demandas sociales en aumento.
Los aliados del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) insisten en blindar las partidas de pensiones, sanidad y subsidios, mientras que los conservadores argumentan que la seguridad nacional debe ser la prioridad. El desafío será conciliar la presión interna con los compromisos externos.
A nivel europeo, el movimiento alemán refuerza los intentos de la OTAN por redistribuir cargas. En la cumbre de Vilna de 2023, la alianza elevó a “mínimo” el objetivo del 2% del PIB para todos sus miembros.
Aún hoy, más de una decena de países no lo cumplen, incluidos España, Bélgica y Canadá, cuyos presupuestos de defensa rondan el 1,2% al 1,4% del PIB. Alemania, al doblar su gasto, busca enviar una señal de liderazgo y disipar críticas históricas por su reticencia a invertir en defensa.
El debate trasciende lo militar. El nuevo fondo especial de 500.000 millones de euros para infraestructura y transición climática, aprobado junto al presupuesto, muestra que Berlín pretende articular rearmamento con modernización interna.
En 2025 ya estarán disponibles 37.000 millones, con 12.000 millones destinados a la red de transportes. En paralelo, la deuda neta del país alcanzará 143.000 millones de euros este año y cerca de 175.000 millones en 2026, cifras que ponen presión sobre la estabilidad fiscal.
El dilema para Merz y Klingbeil será administrar el doble frente: consolidar el poder militar y sostener el modelo social alemán. Expertos advierten que los intereses de la deuda ya superan niveles históricos y que un gasto ineficiente en defensa podría generar frustración pública.
En un continente marcado por la incertidumbre, Alemania busca redefinir su rol. Si logra cumplir sus metas, será uno de los principales pilares de la seguridad europea. Pero el éxito dependerá tanto de la capacidad de su economía para absorber la carga como de la habilidad política para mantener un equilibrio entre cañones y mantequilla.