El regreso de las vacaciones de invierno pone nuevamente un foco de atención en las rutas argentinas y el comportamiento de los conductores. Las condiciones climáticas, especialmente en zonas de montaña donde puede reducirse la adherencia por nieve o hielo, requieren mayor cuidado y precaución. Sin embargo, la tasa de accidentes sigue siendo alta en la Argentina.
Aunque este tipo de estudios suelen estar marcados por una gran controversia en función del modo por medio del cual se contabilizan las víctimas fatales en los accidentes de tránsito en todo el país, las cifras actualizadas de la Agencia Nacional de Seguridad Vial (ANSV) reflejan que en Argentina en 2024 hubo 4.017 personas fallecidas en 3.357 accidentes de tránsito, esto es 8,1 muertes cada 100.000 habitantes.
Hay quienes sostienen que ese número es muy superior, ya que sólo se toman para la estadística aquellos fallecimientos ocurridos en el lugar del siniestro con un seguimiento de hasta 30 días para los heridos de cada accidente y no hasta el alta definitiva o una internación más extensa, sin embargo, la realidad marca que el 43% de los fallecimientos ocurren en personas de 17 a 37 años, y en esa franja etárea es la principal causa de muerte en Argentina.
Las campañas de prevención y los controles en la vía pública tienen la misión de mitigar el fenómeno, mientras se combinan con el avance de la tecnología incorporada en los automóviles y motocicletas para asistir a los conductores y reducir los riesgos y atenuar las consecuencias de los incidentes que igualmente ocurren.
La seguridad vial experimenta un proceso de transformación impulsado por innovaciones como los vehículos inteligentes, los sistemas avanzados de asistencia al conductor (ADAS) y el análisis de grandes volúmenes de datos.
Estas tecnologías, que ya resultan habituales en mercados como Europa, Estados Unidos y Asia, prometen reducir los siniestros y mejorar la seguridad en las calles. Sin embargo, existen dudas sobre el grado de preparación de Argentina en particular, pero de todo América Latina en general para la adopción plena de estas herramientas, tanto en términos de infraestructura como de capacitación técnica.
Desafíos de la infraestructura y la capacitación
Los vehículos inteligentes ofrecen prestaciones como frenado automático, mantenimiento de carril, detección de peatones y asistencia ante emergencias. Datos del Insurance Institute for Highway Safety (IIHS) muestran que los sistemas ADAS pueden reducir hasta un 27% los incidentes con daños materiales y hasta un 50% los vinculados a cambios de carril.
Sin embargo, la infraestructura latinoamericana aún presenta importantes carencias para el funcionamiento óptimo de estas tecnologías, ya que aproximadamente el 45% de las rutas pavimentadas carece de señalización horizontal visible.
Complementariamente, la falta de demarcaciones claras, las señales en mal estado y una conectividad limitada en muchas regiones, afecta el desempeño de los vehículos inteligentes y reduce la eficacia de sus sistemas de seguridad.
“En la región tenemos vehículos inteligentes circulando en entornos analógicos. El riesgo es que la tecnología pierda efectividad sin una base adecuada”, señaló el Licenciado Pablo Azorín, especialista en seguridad vial y movilidad sostenible.
A esta problemática se suma la insuficiente capacitación técnica. Muchos talleres y servicios carecen de herramientas y personal entrenado para reparar o calibrar los sensores, cámaras y software de los autos modernos. Esto plantea riesgos sobre la idoneidad de las reparaciones y el funcionamiento seguro de estos vehículos.
El aporte del big data a la prevención
El uso de big data permite analizar información masiva en tiempo real, anticipar riesgos, identificar zonas de siniestralidad y tomar decisiones informadas. Estos sistemas facilitan la predicción de comportamientos peligrosos, optimizan la planificación urbana y dan soporte a políticas públicas basadas en evidencia.
Un estudio del Banco Mundial señaló que las ciudades que utilizan análisis predictivo en tránsito logran disminuir entre un 15% y un 25% los accidentes graves en tres años. En el sector privado, flotas que adoptan telemetría avanzada han reducido hasta un 40% los costos por siniestros y mantenimiento, mejorando la seguridad y la eficiencia operativa.
“La seguridad vial no depende exclusivamente de cuán sofisticado sea un auto o cuántos datos se procesen. Depende de cómo se articulen estos avances con infraestructura real, formación humana y planificación estratégica. Latinoamérica tiene el desafío de equilibrar innovación con contexto, si quiere que la tecnología deje de ser promesa y se convierta en política pública efectiva”, dijo Azorin.
El factor humano
Pese al avance tecnológico, el factor humano se mantiene como origen del 90% de los siniestros viales. Errores atribuidos a la fatiga, la distracción, el exceso de velocidad y la conducción bajo efectos de alcohol o drogas siguen resultando frecuentes.
También hay un grado alto de ignorancia respecto al funcionamiento de los sistemas de asistencia a la conducción. Herramientas como el Control de Crucero Adaptativo (CCA) y el Control de Centrado de Carril, que funcionan con cámara y sensores, suelen ser utilizados por muchos conductores como si se tratara de un vehículo autónomo. Soltar el volante y esperar que el auto doble por su cuenta guiándose por las líneas del camino es un ejemplo perfecto de imprudencia por falta de conocimiento.
Esto demuestra que los programas de formación, la evaluación del comportamiento asistido por inteligencia artificial y el uso de simuladores apenas se encuentran en una etapa inicial. Desde la perspectiva de Azorín, la apuesta por la modernización automotriz no está acompañada por una gestión activa y seria del conductor.
La región invierte en tecnología vehicular, aunque descuida al verdadero protagonista del sistema: el conductor. Sin una gestión adecuada del factor humano, la innovación no alcanza su máximo potencial ni logra materializar la promesa de mayor seguridad vial.