Este miércoles, a los 48 años, murió la artista Adriana Ablin, que estaba enferma de cáncer. Había nacido en la ciudad de Buenos Aires el 26 de febrero de 1977. En 2002, había egresado de la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y, en 2006, de la carrera de Diseño Gráfico de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires, donde se desempeñó como docente. Asistió a los talleres de los pintores Miguel Dávila y Jorge Demirjián y, entre 2009 y 2010, realizó clínica de pintura con Tulio de Sagastizábal. Comenzó a dar clases en su taller particular de Monserrat en el año 2000 y, desde 2009, en su taller de Retiro. Coordinó Ápice Arte, un proyecto que involucró a varios artistas. Era madre de un niño de diez años.

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Ablin participó con sus pinturas de geometría sensible y “musicalidad cromática” en muestras colectivas e individuales. Sus obras forman parte de colecciones particulares de Argentina, Uruguay, Brasil, Estados Unidos, Reino Unido, Israel, Suiza y Holanda. La interacción del diseño y la pintura era uno de los ejes de su proyecto artístico; otro, la versatilidad que pueden alcanzar los colores en distintos soportes. Desarrollaba su trabajo en series establecidas con determinados parámetros.

“Es un momento muy triste para mí -dice el presidente y fundador del Museo de Arte Contemporáneo de Buenos Aires (Macba), Aldo Rubino, a LA NACION-. Era una artista con la que tenía una relación de cercanía importante y admiraba mucho su obra y la brillantez de su mirada sobre el arte contemporáneo. Participó del Salón Manuel Belgrano, en 2019. Recuerdo que recorrimos juntos el premio y así adquirí la primera obra suya, Luz inocua, que obtuvo una mención honorífica en el certamen”.

Rubino anticipó que próximamente en el Macba -en cuya colección hay otra pintura de la artista, Variaciones sobre un mismo esquema– se hará una muestra homenaje a Ablin. “Era algo que estaba decidido acelerar dado que conocía su situación y deseaba que fuera en vida -agrega-. Es una gran pérdida. Una de las mejores de su generación, joven y talentosísima”.

La coordinadora general del Macba, María Sol Santich, destaca que Ablin participó en exposiciones colectivas como Vértigo. Geometría e inestabilidad (2019), al cuidado de Lucía Savloff, y Neopost (2021), con curaduría de Rodrigo Alonso, y que una de sus obras integrará el ciclo expositivo Pulsaciones. Mujeres en la colección, que se exhibe en el Macba en diferentes “episodios”, con recambios de obras.

“Despedimos con profundo dolor a Adriana, brillante artista de gran calidez y sensibilidad, a quien hemos acompañado durante varios años en su trayectoria y que hoy forma parte de la Colección Macba con dos de sus obras -dice Santich-. Para describir su obra, cito sus palabras: ‘Trato en la pintura de unir esos dos lenguajes [el diseño gráfico y la pintura], me interesa que las imágenes que concibo en la pintura tengan algo así como una identidad y que no se sepa si son imágenes digitales o analógicas”.

Ablin integró el staff de la Galería Van Riel. “Adriana era una persona cálida, entrañable y hermosa en el más profundo sentido de la palabra -dice a este diario la galerista Gabriela van Riel-. Como artista se vinculó a la corriente de la abstracción geométrica contemporánea y al mundo del diseño gráfico. Justamente de ahí partía, basándose en el esquema del módulo y la repetición que ejecutaba con maestría en la pantalla. Luego trasladaba esos diseños a sus pinturas, con ciertas variantes, que surgían en el momento de la creación sobre la tela. En sus obras, el color y las formas, plenas de transparencias y vibraciones, son protagonistas de una belleza indiscutible“.

“Compartí pensamientos y una especial sensibilidad con Adriana Ablin hace un par de años a propósito de una exposición en la Galería van Riel junto a sus colegas y amigos Mariano Vilela y Gabriela Boer -recuerda la crítica de arte y curadora Laura Casanovas-. En su luminoso taller, la recuerdo desplegando sus pinturas a las que definí de diseño heterodoxo. Comprometida con la abstracción geométrica, su perfil también de diseñadora aparecía para rebelarse contra los mandatos de la especialidad. En ese punto la ruptura de esquemas hacía surgir un cromatismo vibrante y vital, que en los últimos años jugaba con las transparencias y las curvas. Prolífica y apasionada con el quehacer artístico, siguió trabajando todo lo que pudo. Me apena la pérdida de una gran artista y persona, demasiado pronto».